El Diario de Mi Hermana

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¿Qué escondía mi hermana en su diario?
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El diario de Cari

Antes de nada: Cari es mi hermana. Es dos años menor que yo (tiene ahora 18 recién cumplidos). Vivimos con nuestra madre en una casa amplia, que paga el pardillo de mi padre como parte del acuerdo de divorcio.

¿Se nota que no tengo demasiada simpatía por mi padre?. Es que nos dejó cuando yo sólo tenía 12 años. Prefirió antes que la elegancia y el cuerpo cuidado de su esposa, los para mí, dudosos encantos de su secretaria, rubia teñida, culona y con unas tetazas que debían sin duda caérsele hasta la cintura cuando se despojara de las dos tiendas de campaña que no eran capaces de contenerlas. Y encima, dos años mayor que él. No tiene perdón de Dios.

Mi madre trabaja como "creativa" de una empresa de publicidad. Creo que es buena en su trabajo, y está muy bien considerada por sus jefes. La única parte mala, es que viaja continuamente. Yo la comprendo. Sé que no quiere volver a depender nunca más de un hombre, y por eso -y quizá por otras razones- se esfuerza mucho en su profesión.

Se me "fue la olla". Estaba hablando de Cari. Cari era ya una monada desde los 14, cuando el odontólogo la permitió prescindir de su horrible corrector, que le hacía hablar como si tuviera la boca llena de gachas.

En los dos años siguientes, pude asistir a un cambio espectacular. Los pequeños medios limoncitos que ella se empeñaba en cubrir con un sujetador que no le hacía ninguna falta (seguramente porque eso la hacía sentirse más mayor) crecieron y se hincharon hasta convertirse en dos hermosos senos, altos y bien formados, que tampoco necesitaban de ayuda, por cierto (es que dentro de casa usa camisetas holgadas, sin nada debajo, y se aprecia perfectamente que se mantienen erguidos por sí mismos).

Sus escurridas caderas, se fueron llenando poco a poco, y su trasero sufrió la misma evolución, al igual que sus muslos. Puede parecer que estoy intentando decir que está llenita, pero no lo creáis: es una mujer de bandera, así de claro.

Ahora estáis pensando: "el salido este andaba persiguiendo a su hermana desde que se encontró con una mujer en lugar de una niña". Pues no, queridas y queridos míos.

Bueno, maticemos. Hay un momento, cuando pasas de niño a hombre (a las chicas creo que les sucede lo mismo, aunque antes) en que se te alborotan las hormonas. Las funciones del cerebro y las del pene tienden a mezclarse, quiero decir que piensas con la polla. Es cuando normalmente escondes tus primeras revistas eróticas en un lugar absolutamente secreto (que tu madre descubre en la primera limpieza) y te encierras con ellas en el baño, y luego tienes que lavarte las manos, y mirar a ver si queda algún resto por algún lado...

En ese período difícil de todo adolescente, en el que andas la mayor parte del tiempo salido como un mono, no te puede para nada pasar desapercibido un cuerpo femenino, aunque sea el de tu hermana. Ellas no lo hacen conscientemente (al menos la inmensa mayoría, supongo). Pero es que la convivencia diaria genera situaciones...

Por ejemplo. Estás con tu madre y tu hermana, sentados los tres en el tresillo, viendo televisión. Tu hermana está absolutamente despreocupada: está en familia, no tiene que cuidarse de no parecer una descocada, así que se relaja, se olvida de que la falda está subida un poco más de lo conveniente, cruza las piernas enfrente de ti, y lo hace cuando por casualidad estás mirando hacia ella, sin intención, pero no puedes evitar contemplar la totalidad de sus muslos, y la entrepierna ligeramente abultada de sus braguitas. Tú miras rápidamente hacia otro lado, pero el mal (en forma de protuberancia entre tus piernas) ya está hecho.

O, ella se olvida algo en el baño. SABE que tú estás en tu habitación, estudiando, y no tiene ningún reparo en ir desde su dormitorio, vestida sólo con braguitas y sujetador. Y en ese mismo instante, a ti te ha apetecido un refresco o algo, abres la puerta, y te la encuentras medio desnuda por el pasillo.

Y ya el colmo: ella acaba de darse un baño. Olvidó la ropa en su dormitorio, y está sola en casa, así que se envuelve en una toalla grande. Total, solo son cinco pasos. Tú acabas de llegar (ella no te ha oído) y al pasar del salón al pasillo, la ves de espaldas. Lleva la toalla sujeta sobre los pechos, pero se ha abierto por detrás, y tienes una maravillosa visión de su parte posterior sin ropa alguna. Te das la vuelta de puntillas para no avergonzarla, y luego haces ruido, como si entraras desde la calle, y te encierras en el baño, donde etcétera, etcétera.

Además, tengo que hacer una precisión: yo la quiero y la trato como mi hermana, pero en realidad no lo es. Es mi prima carnal. Mis padres la adoptaron cuando solo tenía 18 meses, y el hermano de mi madre y su esposa, sus verdaderos progenitores, fallecieron en un desgraciado accidente de automóvil. ¿Es incesto tener relaciones con tu prima?. Muchos diréis que sí, pero hasta la Iglesia Católica acepta incluso el matrimonio entre primos, de modo que...

De nuevo me he desviado del tema, aunque bien pensado, explicar mi relación con Cari viene muy al caso.

La historia comienza un día en que yo estaba preparando un trabajo para clase en el ordenador. Me había salido "de cine". Solo faltaba imprimirlo, y ¡zas! me quedo sin papel en la impresora a la segunda hoja. «¿Dónde c... está el paquete que compré hace dos meses?». Caigo en la cuenta de que esas dos hojas eran las últimas del susodicho paquete. Necesito imprimirlo sin falta, así que me dirijo al dormitorio de Cari, que dispone también de su propio ordenador.

Toco con los nudillos en la puerta antes de entrar, aunque está prácticamente abierta. Cari está escribiendo en un pequeño cuaderno con tapas duras, que oculta rápidamente en un cajón al advertir mi presencia.

A los dos días, se repite la misma historia. Esta vez no iba a su habitación, pero al pasar por delante, de nuevo la sorprendo escribiendo afanosamente en el cuadernito aquel. Llevo los zapatos de calle, y mis tacones suenan sobre el parquet. Y cuando llego ante la puerta, otra vez abierta, veo por el rabillo del ojo que Cari de nuevo esconde rápida el librito bajo una pila de apuntes.

Y claro, me picó la curiosidad: ¿por qué mi hermana escondía tan aprisa aquello cada vez que me veía?.

Al día siguiente cuando llegué, no había nadie en la casa. Y el demonio ese que todos tenemos detrás de la oreja me sopló: "ahora es la ocasión", Y yo, "que no, que eso es una violación de su intimidad". Y él "¡vamos, gilipollas!, que nadie se va a enterar". Total, que abro el cajón, y allí estaba: "Mi diario", cerrado con un pequeño candado de esos de combinación.

Lo devuelvo a su lugar, y doy media vuelta. Y el demonio otra vez "pero si no es nada. Así, de paso te enteras de si tu hermana tiene alguna dificultad, para poder protegerla". Y lo vuelvo a tomar, y dudo durante mucho tiempo. Y al final me decido a abrirlo. Pero hay un problema: el candado. Pienso durante unos instantes, y luego compongo una cifra: "2", "9", "0", "5" (día y mes de su cumpleaños). ¡Clic!, el candado se abre, mientras pienso en lo ingenua que es la gente con esto de las claves y contraseñas. De nuevo dudo. Finalmente, la curiosidad me puede, y lo abro. Sólo dos páginas escritas con su elegante letra inclinada:

2 de septiembre:

Hoy he tenido un sueño de esos que no se recuerdan, pero me he despertado tremendamente excitada. El sueño ha debido ser muy sensual, porque tenía las braguitas mojadas.

(¡Joder!. Parece que esto de las hormonas revueltas no es solo cosa de los varones).

Más tarde, en la ducha, el roce de mis manos sobre mi propio cuerpo, me ha producido sensaciones... cerrando los ojos, podía por un momento imaginar que eran sus grandes manos cubiertas de un vello muy fino las que acariciaban mi cuello, bajaban por mi pecho, se detenían en mis senos, y los masajeaban circularmente.

Mis pezones se han endurecido inmediatamente por el contacto de sus dedos, fuertes y suaves al mismo tiempo.

(¡Mierda!. Y a mí se me había endurecido otra cosa, sin poder evitarlo).

Ahora mis manos -sus manos- acarician suavemente mi vientre, en el que siento un cosquilleo de anticipación. Descienden por mis ingles, ¡van a tocar mi sexo!... pero pasan de largo, y es la cara interior de mis muslos la que recibe su caricia.

Estoy temblando. Noto en mi vulva la ansiedad de recibir el roce de esas manos... ¿qué digo?, daría algo porque fuera su boca la que se posara en mi intimidad, que besara y lamiera todo el interior de mi sexo caliente, que probara el sabor de mi excitación...

No puedo seguir leyendo. Me encierro en el baño, etcétera, etcétera.

Luego, recuerdo que el diario ha quedado abierto sobre la mesa. Temiendo que llegara de un momento a otro, hago ademán de cerrar el candado. Pero aquello es superior a mí.

Mi mano -su mano- se posa al fin sobre mi vulva, la acaricia... ¡Dios, que placer!. Nunca había experimentado algo así. Y el orgasmo llega. Primero como suaves contracciones, que poco a poco van convirtiéndose en olas que me arrollan, que me estremecen hasta lo más íntimo para luego retirarse y volver, aún más fuertes.

Grito su nombre, sin poder contenerme, completamente loca de placer. Y al fin me relajo, satisfecha, pero no saciada. Porque anhelo en lo más profundo que sean sus manos, su boca, y después su pene, los que me lleven a un éxtasis que intuyo infinitamente superior al que acabo de vivir.

(Pero, ¿quién es el tío que provoca estos sentimientos en mi hermana?).

Oigo la llave en la cerradura. En menos de tres segundos, el candado está cerrado, y el diario de nuevo en el cajón. Salgo rápidamente, pero sin hacer ruido, me siento ante mi escritorio, y simulo estar estudiando. Entra en mi habitación sin llamar, como suele:

- ¡Hola, Alex! -exclama alegremente-. ¿Qué tal tu día?.

Me besa suavemente en los labios, un beso inocente, costumbre entre toda mi familia desde siempre, pero hoy ese beso me produce un sentimiento distinto: me vuelvo a empalmar, sin poder evitarlo.

Cari sale de mi dormitorio. Y advierto que el libro en el que simulaba leer está puesto del revés. ¿Se habrá dado cuenta?.

¿Habéis oído aquello de que "el asesino vuelve siempre al lugar del crimen"?. Yo también lo hice al día siguiente, pero decidido a cometer otro. Ibamos a salir al cine con mi madre, y Cari se estaba bañando y acicalando, y en eso tarda horaaaaas. Mi madre había salido un momento a comprar no sé qué. Tenía unos minutos y... esta vez no dudé demasiado.

3 de septiembre.

Después de lo de ayer, hoy me he estremecido solo al verle. Mi vista se ha posado, como si fuera independiente de mi voluntad, en el bulto de su entrepierna, y no he podido por menos de tratar de imaginar como será sin ropa. No imagino un pene gigantesco, como el de los modelos de "esa" página de Internet...

(¡Coño, coño y recoño!. ¡Joder con la niña!. Tan recatadita y pudorosa, y ahí la tienes: accediendo a páginas "porno". Bueno, no es tan niña, ya es mayor de edad. Lo que pasa es que para mí sigue siendo la cría de doce años que jugaba conmigo a hacerme cosquillas, de forma totalmente inocente. Por más que, evidentemente, hace años ya que no se permite tantas confianzas).

... más bien lo imagino suave, hermoso, sin desmesuras, como todo lo demás en su cuerpo.

Apenas puedo contener mis ansias de acariciar sus fuertes piernas por encima del pantalón. ¿Qué digo?. Mi verdadera ansia es tenerle desnudo entre mis brazos, piel contra piel, recorrer con mis manos su cuerpo apenas velludo, y que luego mis labios acaricien su pecho. Mmmmmm. Y luego entregarme completamente a él, ser suya por fin.

Después de salir de clase, cuando me ha besado en la boca, he sentido que todo mi vello se erizaba con sólo el dulce contacto de sus labios suaves, y he sentido por un momento su aliento quemándome. Pero él sigue indiferente, y yo ya no puedo contenerme ni un instante más. Le necesito. Más que el comer y el respirar. No puedo soportar ni un momento el ansia de llenarme con su olor, sentir el contacto de su piel en mi cara o mis manos, aunque sea apenas un segundo. Tenerle tan cerca y tan lejos al mismo tiempo es...

(¿Qué hago?. ¿Hablo con ella?. Porque alguien tendría que decirle que no puede ponerse tan en evidencia como intuyo que lo está haciendo. Que es posible que él no esté tan enamorado como ella parece estarlo, y que podría utilizarla, para después de saciados sus deseos, echarla a un lado. Pero no puedo reconocer que he leído sus pensamientos más íntimos. Y, ¡joder!, ha conseguido excitarme de nuevo, y ya tengo una erección del demonio).

Poco a poco, se fue formando mi decisión. ¡Tenía que conocer al varón perfecto, al "príncipe azul" que parecía destinado a terminar con la virginidad de mi hermana!. «Si es que todavía es virgen -pensé con una irracional punzada de celos-».

Esa tarde, salí de la Facultad nada más terminar la penúltima clase. Tenía tiempo más que de sobra para esconderme en los alrededores de su Centro de estudios, y ver con mis propios ojos... Temblaba al pensar en que pudiera descubrirme. ¿Qué le diría?. ¿Cómo se lo tomaría ella?. Pero era arrastrado por una fuerza irresistible. Y otra vez tuve que apartar de mi mente la insidiosa serpiente de unos celos absurdos. ¡Es mi hermana!. Y alguna vez tiene que encontrar un hombre que la haga mujer, con el que conocer por primera vez el éxtasis del amor y del sexo.

Pero el "adorado tormento" de Cari no apareció: volvió sola a casa, y no se detuvo a hablar con nadie en todo el camino. Y sentí un alivio inmenso por ello, y me recriminé mi estúpida actitud. No, nunca más. No volvería a espiar su diario, ni a seguirla. Si acaso, una conversación con ella acerca de estos temas, nada personal, hablando en general, en el momento adecuado.

Pero algo había cambiado en mí. Y aquella misma tarde, cuando me besó al llegar yo a casa, fue mi vello el que se erizó por su contacto. Y huí de allí, recriminándome una y mil veces por aquella reacción impropia, porque no se trataba de cualquier mujer, sino de mi hermana Cari. Y el diablillo soplándome en el oído: "no es tu hermana, es tu prima". ¿Y qué demonios de diferencia había?.

Bueno, todo esto sucedió hace semanas, en las que el deseo me mataba por las noches. Días y días de atesorar pequeños detalles, como por ejemplo la caricia de sus manos en mi cara, cuando le dije no recuerdo qué. O aquel beso al encontrarnos en la tarde, que duró mucho más de lo acostumbrado.

Luché contra ello, palabra que lo hice. Nunca más me permití tocar su diario, resistí mis tentaciones de seguirla para saber por fin quién era el hombre que conocería lo que me estaba vedado, que me robaría el cariño de mi hermana. Tenía momentos en que pensaba que lo había vencido, para luego caer de nuevo en la profunda sima de mi amor inconfesable.

Durante todo el lunes, me concentré en las clases, y cuando al final me dirigía hacia casa, pensé con satisfacción en que había conseguido apartar de mi mente todo el día lo que llegué a temer que se convirtiera en una obsesión. Porque hasta el domingo, ya no era temor de que algún malnacido se aprovechara de ella, ¡eran celos!, al fin tuve que reconocerlo. Y con ello, había llegado otro sentimiento aún más peligroso: no podía apartar mis ojos de su cuerpo cuando estábamos juntos. Ni podía dejar de imaginar sus manos recorriendo mi piel desnuda, sus labios posados en mi pecho... Aquel fin de semana, lo pasé prácticamente encerrado en mi habitación, sin querer ni verla. Y ella, que asomaba de vez en cuando la cabeza por la puerta, solícita: "De veras, Alex, ¿te encuentras bien?. Casi no has comido, y me preocupas".

Pero toda mi tranquilidad se derrumbó en un momento. Llamé en alta voz, pero nadie me respondió, con lo que asumí que aún no había llegado (mi madre no regresa hasta las 8 p.m., las 9, la mayor parte de los días). Me dirigí al aseo y abrí la puerta, y al hacerlo, sentí el agua de la ducha correr, y advertí el ligero vapor que llenaba el recinto. Y, tras las cortinas, el cuerpo desnudo de Cari, como una sombra rosada en la que no se distinguían apenas sus formas.

¿Cómo es que había olvidado bloquear el pestillo, ella, tan celosa normalmente de su intimidad?. Cerré la puerta, y me recosté sobre la madera. Porque la falsa confianza acumulada durante todo el día se había ido al garete. Y otra vez me asaltó el deseo irresistible por mi hermana. Algo que no podía, que no debía ser de ninguna forma.

Y volví a abrir la puerta lentamente, sin ruido alguno, y estuve durante largo rato... ¡sí, espiando a mi hermana!. Y los movimientos de sus brazos alzados de vez en cuando me hacían imaginar más que ver sus pechos erguidos por la postura. Y, cuando se puso frente a la cortina unos instantes, percibí la sombra un poco más oscura de su vello púbico. Cerré la puerta, con el corazón batiendo como un tambor.

Sin poder evitarlo, di un paso más en mi camino hacia no sabía donde: me senté en un sillón, en una posición tal que dominaba todo el pasillo donde estaba el aseo, fingiendo leer un diario. No tuve que esperar mucho. Cari salió al pasillo vestida solo con sus braguitas, y una toalla sobre los hombros, que se mantuvo abierta solo el tiempo preciso para ofrecerme una visión fugaz de sus senos desnudos. Se detuvo un momento, con cara de sorpresa, y luego avanzó hacia donde yo estaba, sonriente, sujetando con una mano los dos extremos de la felpa que cubría ahora su pecho. Se inclinó sobre mí y me besó en los labios, como siempre, en un beso que era no de pasión, sino de familiaridad, no de deseo, sino de cariño fraternal. Al menos por su parte.

A duras penas pude contener mis ansias de atraerla contra mí, de depositar en sus labios llenos otro beso, distinto del que me había regalado. De abrazarla contra mi cuerpo, de acariciar su piel desnuda...

Ya no puedo resistirme más a la evidencia: amo a mi hermana, con amor de hombre por una mujer, la deseo casi dolorosamente. Y la conciencia de la imposibilidad de este amor, máxime cuando ella está enamorada de otro, se clava como un puñal en mi corazón.

- Chicos, tengo que salir de viaje esta tarde, y estaré fuera cuatro días -dijo mi madre, mientras estábamos de sobremesa, tras la cena -.

- ¿A dónde esta vez? -pregunté-.

- A París.

- Mmmmmm, ¡París! -dijo Cari-. Me encantaría tener una vida tan interesante como la tuya, siempre viajando, conociendo lugares y gente nueva.

- Más bien es una lata. Apenas me deja tiempo el trabajo, vuelvo al hotel deseando quitarme los zapatos de tacón que me están matando, darme un baño caliente, y dormir. Además, ya te llegará la ocasión, cuando termines los estudios. O antes. Quizá podríamos hacer una escapada los tres juntos, en las vacaciones del próximo año.

Cari palmoteó como una chiquilla excitada.

- ¿Lo prometes, mami?.

- Bueno, habrá que ver... Pero sí, considéralo como una promesa.

Yo no podía dejar de pensar en las cuatro cenas con Cary, los dos solos en la pequeña mesa de la cocina, en las cuatro noches con Cari durmiendo muy cerca de mí, en la otra habitación, como una tentación permanente, para la que no sería barrera la presencia de mi madre en el dormitorio principal... Pero no, tenía que arrojar lejos de mí tales pensamientos, porque no se trataba de cualquier mujer, sino de mi hermana.

Esta mañana, mi madre ya no estaba cuando me levanté. Había un acuerdo tácito, según el cual yo utilizaba el aseo antes que mi hermana, porque ella tardaba un tiempo infinito en ducharse y vestirse, y yo tenía una clase que empezaba media hora antes que la primera de las suyas. Luego protestaba: "que si lo dejaba todo encharcado, que si no me molestaba en colgar las toallas húmedas"...

Y entonces, ocurrió.

Tres minutos para el cepillado de dientes, cinco para la rasuradora eléctrica, otros cinco para una ducha rápida. Como todos los días. Y su irrupción en el baño me sorprendió completamente desnudo, de frente a la puerta, mientras aplicaba la loción en mi cara. Ella terminaba de levantarse. Llevaba puesto un corto camisón semitransparente, que permitía distinguir sus hermosos senos, y sobre el que resaltaban los bultitos de sus pezones erectos. Una mínima braguita, y nada más. Se quedó inmóvil durante muchos segundos, con los ojos muy abiertos, y luego salió apresuradamente. Pero, si miró hacia abajo, TUVO que advertir que mi pene estaba creciendo a marchas forzadas.

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