Hipnosis en la Preparatoria 02

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Andrea Sofía hipnotiza a Catalina.
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Parte 2 de la serie de 2 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 02/16/2017
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"Catalina es una joven aplicada, aunque necesita poner más interés en la materia", dice la nota en el área de observaciones del profesor. Quien la lea y conozca al autor de la misma, toda vez que estudiase en esa preparatoria, sentirá la punzada de la envidia recorrer su cuerpo y carcomerle el alma. El maestro en cuestión es un académico exigente y de poca paciencia, habla recio, grita mucho, califica sin delicadezas ni miramientos; aprobar su materia es la piedra de toque, el último jefe antes de terminar de una vez por todas con el bachillerato. Le temen incluso más que al último examen de Física, pese a que su materia históricamente se considera de relleno; pocos son los que reciben un cumplido de su parte, menos aún son los que aprueban su materia en el primer intento, sin embargo Catalina está a poco de consagrarse como la única de su generación en alcanzar esta distinción. ¿Te preguntas el motivo? Atiende, pues, a lo que diré en seguida.

Catalina, ahí donde la ves, era diferente. Hace bien poco se contaba entre las jóvenes más populares y deseadas de la preparatoria; mayor por un par de años, ya que repitió el tercer semestre en varias ocasiones, pronto reveló un talle bello, de mujer recién despierta a la vida. Era inteligente para la manipulación social y bruta como pocas para lo relativo al estudio, cambiaba de novio como de calcetas y se decía que nunca había estado en la cama con nadie. Había sido la reina de belleza de la institución varios años seguidos y estaba a punto de concluir el bachillerato cuando de súbito su hermoso cuerpo, de pechos grandes y nalgas firmes y piernas torneadas, cambió. Como si hubiese sido víctima de algún oscuro encantamiento o de una depresión mal tratada dejó de comer, adelgazó hasta quedar reducida a un mondadientes humano, sin pechos, sin glúteos, sin atributos más allá de su cabello ensortijado y negro y su rostro de facciones delicadas, ahora violentadas por el hambre canina que parece consumirla, y sus ojos grises como de deidad lunar.

Dejó de asistir a los eventos sociales que antes presidía como la emperatriz preparatoriana que era, abandonó sus grupos de amigos, incluso alguien sugirió que se quería matar, no obstante la ahora reservada y elusiva y flaca Catalina se dedicaba a otras actividades, menos lustrosas para la mentalidad adolescente, pero a la larga quizá más provechosas: el estudio y la preparación. De la noche a la mañana se volvió una obsesa de las calificaciones, especialmente de aquella materia que tantas lágrimas había hecho derramar a generaciones y generaciones de estudiantes, brillantes y burros, populares y desconocidos, comprometidos y valemadristas. Parecía como si, a causa de una revelación onírica, la joven hubiera perdido todo interés en cualquier cosa que no fuera esa materia, incluidos la alimentación y el descanso. ¿Que cómo pudo ocurrir semejante cambio? Bien, no es sencillo declararlo, pero por no absorber mucho tu tiempo, abreviaré la historia.

Habrás con seguridad escuchado el nombre de Andrea Sofía. Pues bien, ella se consideraba la rival de Catalina. Entonces muchos no sabíamos de lo que era capaz, por eso no vimos venir la que se avecinaba. En más de una ocasión se había oído decir que Andrea Sofía era la muchacha más hermosa de la preparatoria, claro, después de Catalina. Entre mujeres la juventud suele ser una ventaja, a menos que se trate de adolescentes, en cuyo caso es preferible haber madurado un tanto. Catalina, que era bellísima, se sabía superior a Andrea Sofía y tendía a demostrar públicamente su hegemonía como icono de hermosura y de beldad. Imaginarás que Andrea Sofía, si acaso sufría esto en silencio, no iba a permanecer de brazos cruzados. Una tarde, cuando Catalina volvía de su práctica de voleibol, cuatro muchachas lideradas por Kate Geveshausen la interceptaron y la condujeron a una bodega en las inmediaciones de la escuela. Como pudieron ataron a la confundida y asustada Catalina y esperaron a que se presentase la agraviada que buscaba su venganza.

Llegó cercanas las seis de la tarde, acompañada de su regordete amigo nerdo, al que encomendó esperar afuera y vigilar por si acaso algún adulto se acercaba. Lo que sucedió adentro no lo sabe nadie más en la escuela, si quieres que te cuente tienes que jurar que nunca lo compartirás con otra alma viviente. . .

Bueno, con eso tengo.

Andrea Sofía había aprendido a hipnotizar y parecía que tenía un don natural para ello, Catalina estaba a punto de descubrirlo. Inmóvil, exhausta y aterrada, cuando Andrea Sofía la miró fijamente a los ojos mientras con las manos hacía extraños pases sobre el ensortijado cabello negro, poco a poco fue perdiendo la noción del tiempo y la conciencia de donde se encontraba, solamente los ojos de su joven rival existían. Entonces Andrea Sofía habló bajito, casi susurrando:

- Catalina: tienes mucho sueño, mucho sueño. Apenas puedes mantener los ojos abiertos, estás agotada. Mi voz te está envolviendo, te arrulla, te sientes segura y tranquila al escucharme. En cuanto mis dedos cierren tus párpados vas a estar profundamente dormida, pero seguirás escuchándome, cada vez más claro, cada vez más cerca de ti, hasta que mi voz resuene dentro de tu cabeza y sustituya cada uno de tus inútiles pensamientos.

La expresión de Catalina cambió lentamente, primero parecía rechazar las palabras, pero la tensión en su mandíbula era menor, la claridad de su mirada se empañaba con cada pase de las manos de Andrea Sofía, la respiración agitada comenzaba a volverse parsimoniosa y pesada. Al fin, con un rápido movimiento, Andrea Sofía acarició los párpados de Catalina y permanecieron cerrados.

- Muy bien, buena chica -prosiguió la hipnotista-. Ahora escúchame con atención: cada vez que pase mi mano frente a tu rostro volverás a este estado de trance, que se va a intensificar más y más conforme te lo induzca. Cuando estés en trance solamente escucharás mi voz, mi voz es lo único verdadero que conoces a partir de este momento y todo lo que te diga será verdad innegable e irrefutable para ti. Ahora presta atención: tú no eres rival para mí, eres solamente una nerda sin amigos, una gusana de biblioteca incapaz de socializar con otros chavos; ser popular te aterra porque solamente eres una boba e insípida nerd. De hecho, eres tan nerd y tan impopular y antisocial que vas a empezar a comer unas pocas hojas de lechuga cada tercer día y poco más para ver si así desapareces o al menos te conviertes en una raquítica debilucha sin tetas ni culo que presumir. . .

Aún no terminaba de programar a su enemiga cuando el regordete vigía tocó con agitación la puerta.

- ¿Qué pasa? -inquirió Andrea Sofía con irritación.

- ¡El maestro V. . .! ¡Viene el maestro V. . .! -respondió el lamentable vigilante.

- ¡Aléjalo de aquí! Pídele ayuda con algo o un consejo, no sé, pero llévatelo -ordenó ella alterada. El silencio volvió a reinar y la hipnotista se centró nuevamente en su víctima:

- ¿En qué estábamos? ¡Ah! Sí, te vas a volver flaca, esquelética y -por un instante pensó en el severo maestro V. . ., sádico, aterrador, con su materia de relleno que impedía graduaciones, y tuvo una perversa idea-. . . Vas a estar enamorada del maestro V. . ., eres tan nerd que lo idolatras y estás perdida por él, de hecho él y su materia son lo que más te importa en la vida, estás obsesionada. Dejarás de lado cualquier actividad con tal de dedicarle tiempo a V. . . y cuando llegues a estar a solas con él no perderás ocasión de ofrecértele de la manera más descarada, vulgar y torpe que puedas, ¿lo entiendes?

Catalina murmuró un sí. Andrea Sofía le ordenó borrar de su memoria consciente lo que había ocurrido esa tarde y la dejó ir, satisfecha de su triunfo. En cuestión de días el cambio fue notorio. ¿Que si se le ofreció al maestro V. . .? Eso no puedo saberlo, pero dicen que él la lleva en su auto después de clases, quizá a su casa, quizá a otra parte. Lo que he notado es que desde que Catalina lo frecuenta ya solo viste jeans entallados, una sudadera gris y sandalias y parece que ya no se ducha con frecuencia. . .

Ya hablamos demasiado, tengo tarea pendiente, luego nos vemos.

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