La Agente de Valores Cap. 04

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Parte 3 de la serie de 6 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 02/24/2017
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Alguno de los participantes buscan nuevas intenciones

*****

1

Esa tarde, desde su oficina, una hora después del almuerzo, Terese llamó a George, su ex novio y le dio los detalles de las empresas que necesitaba investigar. Éste le prometió que al día siguiente tendría la información. Cuando cortó la llamada, Terese estaba inquieta; miró la hora, eran ya las 4:50, cerca de la hora que acostumbraba a retirarse de la oficina. Se sentía como una colegiala en su primera cita. Es que esta vez deseaba llamarlo. Necesitaba hacerlo. Quería escuchar su voz de barítono, ese timbre que le llegaba al centro de su vientre. No quiso dilatar más la llamada y marcó el teléfono que le había dado Leonid.

Escucho a una voz femenina contestar su llamada. "BRC, buenas tardes. ¿Con quién desea comunicarse?" En ese instante Terese se dio cuenta que Leonid le había dado el número de la Central. Quiso responder muchas locuras en ese instante, pero sólo atinó a decir: "Deseo comunicarme con el Sr. Leonid Vasiliev, por favor" Mientras lo decía, sentía que su voz perdía aliento y se sintió hablando como una niña. '¡Qué es lo que pasa contigo, Terese!', se dijo, cuando advirtió el tono de su voz. Se seguía reprochando, cuando lo escuchó contestar:

"Hola, soy Leonid Vasiliev, ¿quién habla?"

Se demoró unos segundos en responder:

"Soy Terese"

"Terese. ¡Pero cómo pude ser tan despistado y no te di mi número directo. Por favor, perdóname! ... ¡No sabes lo que deseaba escuchar tu voz. Estuve muchas veces por llamarte!" Le dijo con verdadera preocupación en su voz.

"¿Y por qué no lo hiciste? También quería escucharte" Dijo Terese con ansiedad, pegándose el auricular a su oído para escucharlo mejor.

"Sentí que no debía interrumpir tu trabajo. ¿Quieres que nos encontremos en el mismo restaurant, para hacer la reserva?" Preguntó Leonid, también anhelante de escucharla decir que sí.

"¿A qué hora?" Preguntó ella.

"¿Te parece a las 18:30?"

"Está bien. Te encuentro allí" Respondió Terese, dubitativa.

"¿Así no más?" Le pregunto Leonid.

"Que te echo de menos, y la pequeña, también" Dijo Terese, ahora lanzando una risotada.

"Eso me gustó más. Adiós, hermosa" Se despidió Leonid y ella cortó la llamada.

2

Leonid estaba ya en el restaurant, cuando apareció la cimbreante y elegante figura de Terese. Al verla entrar, todos los momentos pasados con ella, se agolparon en su memoria, y tuvo que contenerse para no abrazarla como hubiera querido hacerlo. Lo mismo sintió Terese, cuando lo vio parado al lado de la mesa, con su figura fornida y a la vez elegante. Cuando estuvo junto a él, Terese lo besó en los labios. Fue un beso que duró sólo un segundo, lo suficiente para darse cuenta que ese hombre la remecía entera. Su pequeña dio un brinco cuando sintió los labios de él sobre su boca, cuyos labios se abrieron levemente húmedos.

Terese cuando se sentó y lo miró nuevamente, no sabiendo qué decir, especialmente ahora que él había tomado sus manos entre las suyas. Quedamente le dijo:

"Quisiera contarte todo lo que he investigado hoy, pero dudo si es lo que quiero decirte y tú oír."

"Tienes razón. Esta noche, sólo quiero contemplarte. Ya habrá tiempo para lo demás." Le dijo Leonid, oprimiendo sus manos.

"Y yo quiero sentirte" Dijo Terese, y apoyándose en los brazos de su silla, se echó hacia atrás, mientras su pie derecho, de cuyo calzado se había desprendido, se levantaba bajo la mesa y se deslizaba entre los piernas de él, maniobra que quedó totalmente cubierta por el largo mantel que caía casi hasta el piso.

Leonid enarcó las cejas y sonrió con sonrisa cómplice, cuando finalmente los dedos desnudos del pie de Terese, se apoyaron en su ingle, para posarse en el bulto de su miembro. Pronto el pie subió un poco más, y sin dejar de mirarlo, esta vez con una cara picaresca, hurgó buscando en su entrepierna. Pronto su pequeño pie, encontró lo que buscaba: la hinchada erección de Leonid, que a los pocos segundos del toqueteo de Terese, había adquirido gran parte de su porte normal. Terese cerró los ojos, centrando todo su tacto en el dedo gordo de su pie que tanteaba la dureza de la verga de Leonid. Pronto abrió sus dedos como una horquilla los que se apoyaron en el centro de su gordo miembro.

"¿Qué pretendes hacer Terese?" Le dijo Leonid.

"Dejar a tu bebé, tal como está mi pequeña" Le dijo Terese, sin abandonar su sonrisa.

Pocos minutos antes, la maitre que se dirigía a ofrecerles la carta, vio con el rabillo del ojo a su amiga encargada de la recepción de los clientes, que poniendo su dedo índice en la boca, le hacía señas abriendo mucho sus ojos, que no lo hiciera. Ella se había dado cuenta de lo que estaba pasando en esa mesa.

Pero, alguien más también seguía atentamente a la pareja: Jane Portman, en aquella tarde, relativamente cálida, había decidido continuar con su seguimiento de Terese. La había esperado, esta vez a su salida de la oficina para seguirla hasta su departamento, esperando en el taxi que había tomado para seguirla. No estaba equivocada cuando la vio salir, usando un vestido de media tarde, probablemente para cenar. Como buena mujer, se fijó en todos los detalles de la indumentaria que lucía Terese: Un vestido gris oscuro de una pieza, hombros descubiertos; aunque la parte superior de cuello cerrado, no fuera ceñida, dado el tamaño de los pechos, muy parados y redondos, hacía que se realzaran aún más; el vestido tenía una franja ancha negra alrededor de su estrecha cintura y una del mismo tamaño, unos centímetros más abajo, que enmarcaba sus anchas caderas; con un par de líneas plisadas, la falda suelta que se abría, le llegaba a unos diez centímetros de las rodillas. Calzaba unos zapatos negros de tacones con cintas alrededor de sus tobillos. '¡La maldita está para matar. Se sabe hermosa!' Pensó Jane con franca envidia al verla salir del edificio de su departamento y caminar sinuosa hasta la vereda para pedir un taxi.

'Al fin te tengo' se dijo, mientras la seguía. Estaba segura que ahora conocería a su pareja.

Hizo la misma maniobra del mediodía, cuando la siguió en taxi, a que Terese entrara al restaurant, para seguirla a continuación. Cuando ingresó, y se paró frente a la muchacha encargada de asignar las mesas, y buscó el lugar al que había visto dirigirse Terese, casi quedó paralizada al ver que se detenía frente a una mesa ¡en donde estaba Leonid! '¡Maldito!' Se dijo, '¿en qué momento ocurrió esto?'. Apenas escuchó la voz de la encargada que le preguntaba:

"¿Tiene reserva o esperará a alguien?" Lo hizo extrañada de la actitud de la pequeña rubia, a la que veía observando a la pareja que ella había también había reconocido. Inmediatamente sacó las conclusiones de que algo pasaba aquí. Sin embargo, sólo se quedó esperando la respuesta.

"... Eh... No, vengo sola" Dijo nerviosa Jane Portman.

"Entonces por favor, sígame" Le dijo y la condujo al otro extremo del salón. Con la experiencia que tenía, creyó que era lo más apropiado.

"Le mando a la maitre de inmediato", le dijo cuando llegaron. Vio que la pequeña rubia se sentaba, sin despegar la vista de la pareja. No se había equivocado en su impresión, se dijo mientras volvía a su puesto.

Cuando llegó a su lugar, vio que su amiga, la maitre, estaba allí, y le dio un pequeño codazo, ya que vio que también observaba a la pareja. "Sí. Ya sé." Respondió esta de inmediato. "Este par definitivamente enganchó. ¿Pero, crees que ya tiraron?" Preguntó ésta, como si estuviera frente a un juego, en que se seguían las acciones una a una. La chica le respondió: "¿Viste el tremendo beso que ella le dio? el tipo estaría demente si ya no se la ha tirado. ¿Y te fijaste la 'cuerada' que tiene ella." A lo que la maitre respondió. "¿Y la de él, te parece poco? Con ese físico le entrego todo, hasta mi celular". Ambas se rieron y quedaron de acuerdo que esa pareja culeaba sin reparos.

"Ah, tienes que ir a la mesa 11, hay una rubia pequeña que acabo de instalar allí". No quiso agregar lo que había visto, ya que debían recomenzar sus respectivas labores; había comenzado a llegar más gente al restaurant.

Cuando la maitre se acercó a la mesa de Leonid, éste le preguntó a Terese:

"¿Querrías un aperitivo?"

"Bueno, pero pide algo para picar. Estoy muerta de hambre, y no quiero que el trago me maree."

Jane Portmann decidió que nada más sacaría allí, pidió la cuenta, y una vez que pagó, decidió abandonar el restaurant tratando de hacerlo lo más sigilosamente, para lo cual aprovechó que varias personas lo hacían también, acercándose a ellos para hacer como si formara parte del grupo.

Terese y Leonid continuaron con su cena, hasta que en un momento, Terese le comentó los sucesos de ese día, y pronto le estaba comentando animadamente los detalles, mientras Leonid recorría con su mirada, los detalles de sus ojos, su boca sensual, su fino cuello.

"¡Leonid!, ¿ me estas escuchando?" Le dijo ella después de un rato, viendo que él parecía tener una mirada perdida.

"Por supuesto, preciosa mía. Podría repetir cada una de tus palabras" Le dijo él, sonriendo.

Terminaron de cenar, salieron del restaurant y esperaron en la vereda a que llegara el taxi que habían pedido. Leonid abrazó por los hombros a Terese, mientras ella apoyaba su cabeza en su hombro. Subieron al taxi. Ambos se abrazaron y besaron excitados, mientras se dirigían al departamento de Terese.

3

A la mañana siguiente y tal como le había prometido, su ex novio llamó:

"Terese, te estoy enviando por correo las direcciones a las que te puedes dirigir en ese país, para conseguir información oficial respecto de la empresa cuyo nombre me enviaste. ¿Te parece que te llame para saber cómo te fue, o si necesitas otra cosa?" Le dijo, esperando una respuesta afirmativa.

"Gracias George, y sí, estaremos en contacto. Chao" Y cortó la comunicación.

Cuando lo hizo, decidió llamar a la línea directa de Leonid. Sintió que su cuerpo se estremecía al pensar, sin proponérselo, en la noche anterior.

"Ahora, sí estoy en condiciones de entregarte toda la información que reuní. ¿En dónde nos juntamos para revisarla?" Preguntó, mordiéndose los labios por no poder expresar todo lo que sentía por él en ese instante. En ese tipo de llamadas, él le había dicho que nunca habría un tratamiento de tipo cordial entre ellos, por razones de seguridad.

"Esta vez, me gustaría que vinieras a nuestras oficinas, quiero que te conozca el director. Enviaré un vehículo a buscarte. ¿Te parece?" Respondió Leonid.

"Ok. ¿A qué hora pasarán?"

"Dentro de unos veinte minutos. Sólo espera abajo, ellos te reconocerán"

"Bien esperaré" Dijo y cortó la comunicación.

****

4

Tan pronto salió del edificio, Gerardo Cabrera, el agente de inteligencia, se puso en contacto con alguien por celular.

"Quiero que me averigües a qué hora sale Terese Bellardo de su oficina. Sí, espero tu llamada" y se dirigió a un café que había al frente del edificio en donde vivía el hombre obeso, que dicha sea de paso, era el asesor de negocios de su embajada.

Mientras tomaba su café, sonó su celular y sacando una libreta de notas de su bolsillo, procedió a escribir lo que le dictaban por la otra línea. Se despidió, pagó su café y salió, pidió un taxi y cuando se acomodó en el asiento de pasajeros, le pasó una nota escrita al chofer, con la dirección a la que necesitaba dirigirse. No se hizo problemas tratando de hablar en inglés.

Media hora más tarde, el automóvil se detuvo y con su pésimo inglés, le señaló al chofer que esperara. El chofer se acomodó en el asiento, con el motor en marcha, el marcador siguió contando los minutos durante ese lapso. Poco tiempo después, el agente de inteligencia vio caminar a Terese por la calle a la que desembocaba la torre 2 y se detuvo, mientras miraba en la dirección en la que estaba detenido el taxi, varios metros hacia atrás. Segundos después, una van se detuvo frente a ella y vio que Terese se inclinaba hacia la ventanilla y haciendo un gesto afirmativo, se subía. En ese momento, Gerardo Cabrera que la miraba, apreció el espectacular perfil de Terese cuando la vio inclinarse: la quebrada cintura que se curvaba en el hermoso trasero y bajaba por esas enormes y largas piernas. Su mente libidinosa, se imaginó toda clase cosas, pero su mente profesional ganó y le indicó al chofer que siguiera a la van que había partido rauda por la avenida. De inmediato, tomó su libreta de notas, y anotó la placa. El taxista mantuvo la distancia del vehículo que seguía. Su experiencia le decía que debía hacerlo. Seguramente el tipo que iba sentado en su taxi, era el esposo de esa hermosa mujer, a quien quería sorprender en algún engaño. A él no le pagaban por hacer preguntas, por lo que siguió en silencio su marcha.

***

Terese se subió a la van en la parte de atrás, cuya puerta había sido abierta. Tan pronto entró, se encontró con una rubia de baja estatura que la saludó, dándole un beso en la mejilla, que Terese respondió de igual modo.

"Terese, soy Jane Portman, trabajo en la agencia con Leonid.

"Ah. ¿También trabajas en la auditoría bancaria?" Dijo Terese.

"No precisamente, estoy más bien, encargada de aspectos logísticos de la sección en la que trabajarás tú. Veo que traes material" Le dijo Jane, señalándole la carpeta de cuero que traía Terese en la mano.

"¿Estás al tanto de lo que le comenté a Leonid" Dijo Terese, un tanto sorprendida.

"Por supuesto. Él me comentó que hoy traerías valiosa información" Dijo Jane, mientras la van se ponía en marcha.

Terese observó que la parte en la que ellas estaban sentadas, estaba aislada por un grueso vidrio empavonado de la parte del conductor.

Jane Portman, que la observaba, le dijo: "No te preocupes, podría asesinarte y el chofer no se daría cuenta", y lanzó una carcajada. Al momento que lo dijo, Jane se dio cuenta que le había salido de alma. No podía dejar de admirar la belleza de Terese. Los ojos grises, su boca que delineaba todo el tiempo una sonrisa, su abultado escote, y sus largas piernas torneadas. A continuación agregó a boca de jarro:

"¿Qué te pareció Leonid?"

"¿En qué sentido?" Preguntó Terese, sin entender realmente el sentido de la pregunta.

"Vamos, Terese. No te hagas la gansa. En el único sentido que pudiste conocer a Leonid" Le dijo la rubia, mientras miraba la reacción de Terese.

Esta, descolocada, no sabía qué responder. "...Bueno... yo lo encuentro interesante"

"¿Interesante o rico?" Agregó la rubia, achicando los ojos.

"¿Qué sabes tú?" Se atrevió a preguntar Terese en ese momento.

"Todo. Sé que estuvo en tu departamento, y no creo que para tener una charla de entrenamiento acerca de lo que es nuestra agencia. ¿Te lo tiraste, supongo?"

Terese no supo qué contestar y sólo bajó la vista ante esta pequeña rubia, que mostraba un desparpajo que nunca creyó que tendría.

"Mira", continuó diciendo Jane, muy dueña de sí. "Tú y yo trabajaremos juntas en todo este asunto, por lo que te propongo algo".

Terese levantó la vista, sin saber qué esperar de esta pequeña rubia, que parecía saber todo lo que estaba pasando entre ella y Leonid, lo que la dejaba indefensa frente a ella, en cierto sentido.

"A mí me gusta Leonid, tanto como a ti", continuó la rubia, acercándose a ella, como en señal de confidencialidad. "Y si quieres que las cosas continúen con Leonid tal como están, tendrás que abrir una compuerta para que yo participe de lo que ustedes dos tienen. ¿Me sigues?"

Terese no podía creer lo que estaba escuchando y sólo atinó a responder "No entiendo eso del si. ¿Qué podrías hacer para impedirlo?"

"Muy sencillo, la agencia no permite las relaciones íntimas entre sus agentes, a menos que..." Contesto la pequeña rubia, mirándola a los ojos fijamente.

"...a menos que qué" Dijo Terese.

"Las cosas se mantengan en un plano estrictamente privado" Agrego Jane.

"Entiendo" Dijo Terese. Las cartas habían sido tiradas, y había que continuar el juego. "¿Me dejas que tantee el terreno?" Dijo finalmente después de un rato, Terese, consciente de que no tenía alternativa. Sabía que estaba en manos de la chica.

"Excelente. Yo sabía que comprenderías. Ya llegamos" Dijo Jane, mientras abría la puerta de la van.

****

Mientras el taxi seguía a la van, Gerardo Cabrera se preguntaba si no estaría haciendo el ridículo, y la muchacha simplemente iba a una cita de negocios. Pero, su instinto le decía que debía cerrar todos los ángulos de ese asunto, después de la cagada que se había mandado el abogado Vial. Él tenía instrucciones precisas de su General, de que debía mantener toda la reserva necesaria en esta operación financiera, cuyos detalles menores, él desconocía. La van finalmente se detuvo frente a un edificio. Le señaló al taxista que se detuviera unos metros más atrás, lejos del lugar en que se había detenido la van y le señaló al taxista que le diera su tarifa. Le dio una generosa propina y se bajó. Una vez que el taxi continuó su marcha, observó la calle, sacó una pequeña cámara, Observó bajar de la van a Terese, seguida de una rubia que apenas le llegaba al hombro. Apuntó la pequeña cámara y les sacó fotos, lo mismo que al entorno. También tomó una foto a la placa de la van, antes de que girara e ingresara hacia la zona de estacionamiento del edificio.

En ese momento, varias cosas le llamaron la atención a Cabrera: la rubia usaba chaquetilla y pantalones oscuros demasiado formales, parecía más bien un uniforme de alguna institución gubernamental, en comparación a la vestimenta de Terese, que lucía una tenida que hacía resaltar su figura, tremendamente voluptuosa, vista de perfil, tal como la recordaba del día en que la había conocido por primera vez, cuando había acompañado al abogado Vial a su oficina de la torre 2 del World Trade Center. Eso indicaba que ambas tenían propósitos muy distintos ese día, por lo que descartaba que ambas tuvieran una cita informal, de agrado, o lo que fuera. Y finalmente uno detalle no menor: la rubia era la que llevaba el maletín de mano que le había visto llevar a Terese, cuando había subido a la van. Se quedó observando el edificio al que habían ingresado ambas mujeres, que no presentaba ninguna característica especial o nombre de empresa o institución, lo que le preocupaba aún más. Caminó hacia la intersección y tomó nota de las calles, llamó otro taxi y le dio la dirección del departamento en que vivía. El resultado de esta primera parte de su investigación, tendría que comentársela con el asesor de negocios de la embajada, para informarle de sus hallazgos.

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