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Recien llegada halla amor en mas de una persona
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Para el propósito de este relato, mi nombre será Nélida. Vengo de un pequeño pueblo rural, pero por buscar un futuro mejor, vine a la gran ciudad; ya que en una feria de empleo que llegó a mi universidad comunal, una compañía de seguros me contrató como recepcionista. Al llegar, no conocía a nadie, así que busqué algún apartamento en clasificados de periódicos. Llamé a una joven que buscaba con quién compartir los gastos, y ésta me citó a una discoteca; preacordamos cómo estaríamos vestidas para reconocernos fácilmente. Cuando al fin nos encontramos, ella me saluda:

- Hola, soy Marilyn.

Le digo mi nombre y me invita a una mesa. Marilyn me ofrece un trago, y le digo que mejor un refresco. Conversamos acerca del alquiler y la asignación de tareas, y luego me invita al apartamento. Lo encuentro razonable, pequeño pero acogedor y muy limpio. Incluso, hay dos camas pequeñas en el dormitorio. Ella me anima a inspeccionarlo y luego me pregunta:

- ¿Qué te parece?

- Me encanta.

- ¿En serio?

- Sí, es lindo. Si me aceptas como compañera, no tendrás queja de mí.

- ¡Acepto! Brindemos.

- Ya sabes que yo no bebo.

- Será solamente una copa, para sellar nuestro acuerdo.

- Entonces sí.

Entonces me sirve una copa de vino, que me resultó un poco fuerte, pero me la bajé entera, para no desairarla. Ella me vuelve a ofrecer:

- ¿Te sirvo más?

- Ya no, gracias.

Nos pusimos a conversar. Le dije que voy a trabajar como recepcionista y ella me informa que es publicista. Hablamos acerca de nuestros padres, escuelas y novios anteriores; en este departamento, yo no comenté mucho. Pero ella inquirió:

- ¿Dejas novio en tu pueblo?

- No.

- ¿Pero has tenido alguno?

- Algunos, pero no fueron en serio.

- Perdona que me entrometa, ya que somos compañeras. ¿Has tenido experiencia? Ya sabes, sexual...

- Alguna.

- ¿Qué tal? Perdona otra vez que insista...

- Digamos que tuve algunos orgasmos, si es eso a lo que te refieres.

Entonces, me dejó guardar silencio y siguió relatando sus experiencias: compañeros de escuela, y hasta profesores, pero enfatizó que nada significaron en su vida. Silenciosamente, asentí a todo lo que ella comentaba. De pronto, hizo una larga pausa y dijo:

- Perdona, estoy cansada, y me imagino que tú lo estás también.

- Es cierto. ¿Dónde dormiré?

- Toma la derecha.

Entonces, saqué lo que llevo en mis maletas y lo distribuí entre gavetas y ropero reservando ropa interior, toalla y demás artículos de aseo, y le dije:

- Necesito tomar un baño.

- Adelante, ya tú vives aquí.

Entré al cuarto de baño, me desnudé tímidamente y recogí mi ropa en una bolsita de supermercado para lavarla después, y pasé a la ducha. Ajusté la temperatura, feliz de contar con agua caliente y me bañé rápidamente. Me vestí nuevamente y ella pasó a bañarse también. Cuando salió hacia su cama, ya yo me había acostado. Emocionada por mi nueva libertad, no pude dormir pero traté de no molestarla. Entonces le oí comentar:

- Yo tampoco tengo sueño.

Aunque me sorprendió un poco, no le di importancia. Ella volvió a hablar:

- ¿Puedo pasar a tu cama?

- Adelante, esta es tu casa.

Yo me senté y ella quedó a mi lado. Entonces, me acarició la mejilla. Yo aún no sospechaba. Me dijo:

- Eres muy linda.

- Tú también. Debes ser un éxito con los muchachos.

Su caricia en mi mejilla fue más intensa, e incluso, a veces sus dedos tocaban mi cuello; imaginé que en medio de la oscuridad, ella no se daba cuenta de lo que me hacía, así que no la detuve. Entonces murmuró:

- Perdóname, pero eres irresistible.

Entonces sí me alarmé.

- ¿Qué?

- Tu belleza influyó en que te aceptara como compañera.

El tono de Marilyn fue insistente pero suplicante, y eso me llegaba al alma. Ella tenía hambre de amor. La abracé discretamente, pero ella se movió aprisa y me besó los labios. Una electricidad me invadió y me sentí compelida a reciprocarle sus besos. Abrí mi boca en pleno contacto con la de ella y me empujó su lengua. ¡Ya eso fue fuego! Le envié la mía y la devoró mientras yo hacía lo mismo con la suya. Mi cabeza daba vueltas y yo supe que no pararíamos hasta alcanzar el orgasmo. Encendió una luz sobre la mesita de noche y me quitó mi pijama. Yo fui a quitarle la suya y la sentí desnuda, y eso nos encendió más, porque pensó que yo aceptaba el lesbianismo. Me elogió:

- ¡Qué suaves tus caricias!

Bajó sus labios a mi cuello, y se contenía en su ansia de morderme a lo vampira. Luego cruzó hasta mis pezones y los aprisionó delicadamente con sus dientes. Mi enterpierna soltó un chorro de excitación y yo la empujé hacia mi cama y le reciproqué sus mamadas, aunque yo solamente usaba mis labios y mi lengua. Ella musitó, con voz trémula:

- ¡Qué rico, Nelly!

De pronto, me preguntó:

- ¿Confías en mí?

- ¡Sí!

Entonces, se levantó y me reclinó sobre la cama con mis pies hacia la cabecera, me sacó las pantaletas entre caricias hechizantes, y me lamió el clítoris. Yo gemí sonoramente y ella giró, colocándome su vulva sobre mi cara.

- Trata de hacerme lo que yo te haga.

Y recorrió mis labios vulvares con sus labios y su lengua. Al principio, yo la imitaba fácilmente y sin fallar, pero cuando ella rozaba mi clítoris, el placer me paralizaba. Cuando el orgasmo se avecinaba, yo quise apartar mi rostro para gritar, pero ella me dijo:

- Pégate a mi vagina y ahoga sus gritos ahí.

Para resolver este dilema, me agarré fuertemente a sus nalgas y eso me encendió más. Lamí para que ella me lamiera más y las vibraciones que producíamos al usar las vulvas mutuas como sordinas nos enloquecían más. Yo hasta lagrimeé, presa de tantas emociones nuevas. Los orgasmos nos inundaban los sentidos, pero yo descubrí algo sorprendente: yo podía seguir teniendo más orgasmos sucesivos, así que seguí chupando.

Cuando creí que ya no podía más, ella sacó su rostro de mi vulva y me indicó:

- Méteme tu dedo así.

Me insertó su dedo, y al principio, lo movía de afuera hacia adentro, como un pene; claro está, yo le seguí el juego. Luego lo arqueó y lo abanicó un poco, y entonces, algo se hinchó en mi pared vaginal: era mi punto G. Yo hallé el suyo y lo estimulé, aunque ya con alguna rigidez, porque esta sensación era mucho más fuerte. Sentí este orgasmo como un martillazo enorme en mi cabeza, y me sobrevino un desmayo...

Despertamos durante la madrugada y descubrí que ella también se había derrumbado sobre mí, porque no sé cómo, pero le pude provocar la misma sensación violenta. Fuimos al inodoro y luego nos aseamos en la ducha, donde me abrazó otra vez y me pidió perdón por abusar de mí:

- Ya sabes mi secreto: soy lésbica. No supe contenerme; me enamoré de ti a primera vista...

Y sollozó, anticipando mi rechazo.

Me quedaba un poco de calorcito en mis genitales, y le respondí enternecida:

- Yo también te amo.

Yo me sorprendí de mis propias palabras, pero luego las acepté como expresión sincera de mi corazón. Me besó apasionadamente, pero ya nuestros cuerpos no aguantaban tanta pasión y nos fuimos a dormir, quedándonos desnudas. Nos dio trabajo soltar nuestras manos para acostarnos en nuestras respectivas camas, así que, al despertar al otro día, las colocamos juntas, para sentirnos la una a la otra en lo sucesivo.
Parte II

Al principio, mi trabajo era sencillo: atender visitantes y contestar el teléfono. Pocas veces, me enviaban material para mecanografiar, como cartas de negocios o informes muy simples. Casi nunca tenía que trabajar horas extras, así que regresaba a mi compañera temprano, para ayudarle con la cena, algún lavado de ropa, o sencillamente, para tener sexo apasionado. Algunos fines de semana, nos dedicábamos a cabalidad al aseo del apartamento, porque yo le quería cumplir a Marilyn fielmente. Algunas noches, íbamos a bailar a las discotecas, y allí comencé a afrontar el dilema de ser lesbiana "de clóset" o abierta. De todos modos, la mayoría de los clubes a los que ella me llevaba no eran de "gays," así que yo podía disimular bailando con varones, pero guardando las distancias, porque no quería irme con ellos, no solamente para no causarle celos a mi amante, sino por temor a que ellos pudieran preñarme, contagiarme con SIDA o hasta agredirme.

También me invitó a su gimnasio favorito para ponerme en forma, aprovechando una oferta de dos por una, porque yo traía algunas libritas o kilos de más, y ya cuando mi cuerpo tuvo un aspecto más deseable, me llevó a depilarme todo mi vello corporal no deseado, para tener mi piel totalmente acariciable y libre de irritación. Una tarde, fuimos a una tienda de artículos sexuales, y al ver los consoladores tan enormes y grotescos que allí venden, sentí entre curiosidad, terror y placer morboso, al imaginarme que compraría uno gigante para poseerme como si ella fuese un macho, pero de todo lo que escogió, nada hubo por el estilo, sino solamente cremas, aceites y ropa interior sexy. Luego le pregunté acerca de lo que vi allí y ella me respondió:

- ¿Para qué quieres alguna cosa extraña por la vagina, o peor, por el ano? Yo puedo darte más placer con mis manos y con mi boca, y los orgasmos que tú me das no los cambio por pene alguno, ya sea pequeño o grande, real o artificial.

Eso concluyó ese asunto. Así me demostró que es lesbiana pura y no marimacho. Esa noche, Marilyn me dio todo un masaje erótico que me puso a millón, y cuando le di el suyo, no supe cuál de las dos disfrutó más, si yo, tocándola, o ella, dejándose tocar. Al final, nos abrazamos con nuestros cuerpos resbalosos y ardientes, pegándonos las tetas y hasta simulamos movimientos de hombre "penetrándonos", alcanzando un intenso orgasmo de cuerpo entero, sin un punto de origen específico. Renuentemente, nos lavamos el embarre y nos dormimos rendidas. ¡Esto sí es vida!

En mi trabajo, todo marchaba bien, y la paga me alcanzaba para cumplir con mi parte del alquiler y gastos, y hasta comprarme pequeños lujos, o hasta enviar a mi familia dinero o regalos. Pero hubo una situación con un ejecutivo menor, al que llamaré Juan, a quien le tocaban ciertas labores ingratas, como atender clientes o reclamaciones difíciles o quedarse hasta tarde para cuadrar cuentas; realmente, no estoy segura de su problema, porque sólo me llegaban rumores y comentarios de pasillo, muy prejuiciados, por cierto.

Una tarde, se formó una pequeña conspiración contra Juan, y lo noté nervioso y preocupado. En cierto momento, tuve que ausentarme de la recepción para ir al inodoro, y al regresar, él me encontró, y disimuladamente, me pidió que le ayudara con algo al final de mi turno. Le dije que sí, y hasta avisé a Marilyn de mi compromiso para trabajar tarde. Cuando se marcharon todos, él se puso a trabajar. Me indicaba ciertos programas de búsqueda para que yo se los atendiera y me pidió que imprimiese y grabase a discos copias de documentos de los que había que sacar informes. Pero él notó que faltaban datos, y tuvo que pasar por escritorios y oficinas, tratando de buscar la información faltante. Me pidió que escribiera pequeñas notas y resúmenes de lo que yo viese, y él las elaboraría; entonces me di cuenta de que: o era negligencia crasa de parte de los demás ejecutivos, o hasta un desfalco. Al final, creó varias copias, en papeles, diskettes y CDs, y me pidió que le ayudara a guardar algunas. Yo le dije que no quiero información confidencial en mi apartamento, para no involucrar a mi compañera con mi trabajo. Entonces, me pidió que lo acompañara a cargar todo lo que quería salvaguardar en su apartamento. Llevaba cierto aire de tristeza, producto de los abusos de sus compañeros de trabajo, y me compadecí. Le pedí que nos desviáramos a una farmacia, porque quería algún "jugo deportivo," porque sentía un poco de hambre pero ya era tarde para ingerir alimentos fuertes. Sin que yo misma, y menos él, nos diéramos cuenta, compré condones, porque sentí el impulso de consolarlo de manera un poco más directa. Así que al llegar a su apartamento y guardar todo, tropecé deliberadamente con nuestras manos, lo miré profundamente a los ojos y me abalancé sobre su cuerpo. El no llega a "nerd", pero tampoco era "Metrosexual". Lo besé entre cariñosa y furiosamente, tratando de seducirlo como Marilyn me sedujo a mí. El respondió con su tímida hambre y le hice bajar a mis pechos, entonces se entregó a ellos. Yo me calenté y lubriqué al instante, sin apenas darme tiempo a desnudarme. Cuando él descendió hacia mi vulva, evitó el contacto directo con los labios, y se limitaba a introducir un dedito en la vagina sin profundizar, pero su boca se aferró a mi monte de Venus y su lengua alcanzaba mi clítoris juguetonamente. Tuve un orgasmo pequeño, y ávida de más sensaciones, le extendí un condón, pero ya tenía puesto otro. Me penetró con un poco de prisa y tuve otro clímax suave mientras su pene se acomodaba en mi canal. Quiso comenzar lentamente pero le insistí:

- ¡Dame más duro, más adentro!

Empujó todo cuanto pudo y me preguntó:

- ¿Así?

Yo apreté un poco, procurando poner mi punto G en contacto con su glande y lo animé:

- ¡Sí! ¡Ahora, más rápido!

Me bombeó con locura y yo lo disfruté inmensamente, alcanzando mi ansiado super-orgasmo antes de que él eyaculara y se cansara. Entonces, se disculpó:

- Perdóname, no sé qué se apoderó de mí. No he debido aprovecharme de ti.

- Descuida. Ambos lo necesitábamos.

Tal vez no fue mejor que los jueguitos sexuales que otros chicos me hayan hecho en mi adolescencia, pero con él sentí una conexión, una clase de amor. Además, estaba demasiado delirante y aletargada para sentirme culpable; y luchando por no dormirme, me levanté, me aseé y él me llevó en mi apartamento. Allí me esperaba Marilyn, que me reclamó:

- ¿Estuviste con ese... Con ese...? ¡Hombre!

Con un poco de cinismo, yo le contesté:

- Sí... Tal vez, yo no sea homosexual de verdad.

Anticipé que me ripostaría con una bofetada, así que la miré directamente a los ojos, desafiantemente. Pero ella gritó:

- ¡Ahora mismo, te me largas de esta casa!

Me dolió mucho, hasta me asusté, porque aún no estaba lista para terminar mi relación actual, y mucho menos, iniciar otra, ahora con un hombre. Definitivamente, hubiese sido mejor que ella me golpeara duro para que se desahogara; así tal vez me perdonaría. Pero quise fingir fortaleza y hasta madurez, e inmersa en mi papel de mujer fatal, le respondí:

- Está bien, sé que me lo merezco.

Y fui a buscar mis cosas. Marilyn me obligó a llamarlo, diciendo:

- ¡Llama a ese tipo, a ver si quiere quedarse contigo, so prostituta!

Le dije que no conocía el número de teléfono de Juan, así que me insistió en que le dijera dónde vive él y ella misma me llevó. Hasta noté que pasamos cerca de la discoteca donde nos conocimos. Al llegar a la puerta del varón, traté de llamarlo sin hacer mucho ruido, pero ella se impacientó y golpeó más fuerte, hasta que él salió. Se le notaba desvelado, pero me atendió cortésmente y nos hizo pasar pronto. Ella explicó, bajo los efectos de un serio ataque de celos:

- ¡Esta ramera era mi chica; yo la amaba y creí que ella era sincera conmigo, pero veo que se metió contigo; ahora, te la regalo!

El entusiasmo de Juan se sobrepuso a su perplejidad y contestó:

- ¡Será un honor para mí el que Nelly se quede conmigo!

Su respuesta la exasperó más, y de muy mala gana, mi ex-amante me ayudó a soltar mis cosas en el apartamento. Al final, me dirigió una mirada de asco, como si el semen de hombre fuese un arma biológica o química, se dio la vuelta y se fue. Yo me disculpé:

- Juan, tú no te merecías el pasar tanto bochorno por mi culpa...

El contestó, mostrando discreción:

- Para mí, no es problema que vivas aquí. Yo respetaré tu privacidad. Solamente me interesa que estés bien.

Me dejé caer al piso de su salita, entre mis maletas. El trató de levantarme para depositarme en su sofá, pero yo me puse rígida, mientras murmuraba:

- ¡No soy digna de que me toques, soy una sucia!

El me tuvo que dejar. Después de un rato, volvió y me recordó:

- Falta poco tiempo para que amanezca. ¿Ves? Después de todo, yo tampoco pude dormir, así que aproveché el tiempo para darle los toques finales a nuestra presentación. ¡Ven, toma una ducha y preparémonos!

Me di cuenta de que empezaban a verse los primeros rayos de sol y me forcé a despertar, para asearme y vestirme. El preparó café y me dijo:

- Casi nunca yo tomo esto, pero necesitaremos toda la energía de nuestro ser, porque lo que nos espera en la oficina no será fácil...

Al llegar al despacho, él reunió sus documentos, y hasta tuvo que usar algunas de las copias que preparó como seguro. Pronto comenzó la reunión y Juan me reclamó a su lado; hasta yo tuve que dar algunas de mis propias impresiones del trabajo que realizamos anoche; aunque nerviosa ante tantos ojos que me miraban, supe expresarme coherentemente. El buscaba mi apoyo moral, porque su causa era justa, y aunque me sentí incómoda, por todo lo que viví durante las pasadas horas, mi sola presencia le sirvió como inspiración.

Me excusé para regresar a mi lugar, y tras deliberaciones no muy largas, hubo reprimendas hacia los empleados que le hicieron la vida imposible a Juan, aunque no tan severas como yo hubiese querido, pero el jefe no quería causar demasiada división a su equipo de trabajo. A mi amigo le aumentaron el sueldo y todos los demás se reportarían ante él desde ese día en adelante.

Estuvimos un poco eufóricos, hasta que nos tocó regresar a nuestra casa. Entonces, cayó sobre mí todo el recuerdo de mi traición y no me atreví a mirarlo. Insistí, con pena:

- Yo no soy muy buena para celebrar tu triunfo. No te merezco.

- Pero este triunfo es tuyo también. Yo solo no habría podido, pero tú me trasmitiste mucha fuerza...

El mismo se interrumpió, pensando que él había cometido una indiscreción, hasta le pareció que él me había violado para satisfacer su ego. Me aseguró:

- No te forzaré a hacer algo con lo cual te sientas mal. Tú no te preocupes; el solo hecho de que estás aquí me hace muy feliz. ¡Gracias!

El mismo cocinó algo muy delicioso, y al terminar de cenar, me ofrecí a limpiar para él. El fue muy considerado al ofrecerme ayuda. Su alegría debió ser muy contagiosa, pero yo seguía sintiéndome culpable. Me dirigí al sofá para recoger mis maletas, las que dejé abiertas debido a la prisa por mudarme y prepararme para trabajar a tiempo. El se retiró a dormir, y yo me recosté en su sofá, incapaz de dormir.

Pasaron varias horas y yo, nerviosa, fui a su habitación. Yo no estaba dispuesta a entregarme otra vez a él, pero me sentía muy sola. Abrí su puerta sin hacer ruido, y lo contemplé mientras él dormía. Yo temblaba y giré para irme corriendo al sofá, y él me llamó para que me detuviese:

- ¿Nelly?

Se me heló la sangre y me quedé pertificada; eran muchas las emociones que me embargaban, estuve a punto de enloquecer. El me explicó:

- Yo tampoco puedo dormir. ¡Estoy tan eufórico! Ojalá pudieses sentir lo mismo que yo.

Se podía ver que extendía su mano hacia mí, a pesar de la penumbra. Pero evitó alcanzarme porque todavía me respeta. Mi deseo por él se encendió otra vez, pero mi vergüenza me imposibilitaba el ceder ante él, y entonces, se me ocurrió pensar que él debería pasarla bien, aunque fuese con una mujer vulgar y barata como yo. Así que me volví lentamente, observé que él ya estaba sentado sobre su lecho y me acerqué. Le bajé el pantalón de su pijama y le saqué su pene, se lo acaricié y bajé mi cabeza para mamárselo. El exclamó:

- ¿No quieres que yo te acaricie también?

Yo me engullí su miembro más a fondo para no responderle. Y él insistió con mucha delicadeza:

- No tienes que hacer esto para mí.

Yo lloraba en silencio, así que usé mis lágrimas y demás secreciones para lubricarle y así brindarle mayor placer. El exclamó excitado:

- ¡Oh, Nellyyyyyyyyy...!

¡Y me llenó mi boca con semen! Y si mi garganta no hubiese estado tan irritada por mi llanto, yo me lo habría tragado todo, así que me limité a saborearlo. El me anunció: