7:45 Tres desayunos y una porra

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7:45 Tres desayunos y una porra.
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En el pasillo, al otro lado de la puerta, la doncella Fátima, una mujer magrebí, ha traído el desayuno, encargo para tres, en bandeja de plata y vajilla de porcelana. Humea apetitoso el café y trae la agua para el té. Pastelitos y panecillos, mermeladas y un cuenco con huevos revueltos. Se prepara para entrar dándose un último repaso frente a un espejo.

Viste un sobrio, aunque cortito, uniforme doméstico de faena color negro, con delantal blanco, faltaría más, y el negocio de su señora, la lencería fina, exige un estilo de la casa con toques picantones, que consisten en unas medias de nailon negras con costura trasera, ligueros y portaligas, zapatos de tacón de punta alto, y lleva algunos botones de la bata desabrochados, el botón de abajo suelto para lucir al caminar el blanco del muslo por encima del elástico de encaje de las medias, y un par de presillas del escote desabotonadas para lucir la canal entre los pechos, y dejar asomar las blondas del brassier malva, también preceptivo. Unos aretes y una gargantilla son sus detalles personales.

Fátima era una mujer magrebí de piel aceitunada, de talante dócil y muy bien mandada. Tenía unos bellos ojazos negros siempre realzados por el lápiz, que abría mucho con gesto rendido cuando me miraba arrobada. Llevaba un larguísimo pelo azabache, largo hasta las posaderas. Una cara redonda, mofletuda, con unos labios chiquitos y regordetes, siempre pintados de rojo, y expresión de sumisa odalisca, siempre invitando al sexo. Poseía un par de buenas gemelas colganderas cuyas masas se acumulaban abajo, salvo que el andamiaje del sujetador las vomitara hacia fuera, y unos pezones con unas aureolas oscuras muy anchurosas, que me encantaba estrujar hasta hacerla daño. Lucía unas amplias ancas, bien altas, con un par de rollizos michelines de carne, un nalgatorio monumental que bamboleaba a golpes de cadera cuando caminaba, y que me provocaba a zurrarlo sonoramente siempre que pasaba por delante, y un macizo muslamen a juego. Tenía un bollo abultado y muy peludo que albergaba una amplia antesala llena de pulposos pliegues carnosos y que chorreaba abundante en cuanto la metía mano, y en cuyo fondo se escondía el umbral de un dedal estrecho y agarrado, que le apretaba a uno bien el muñeco cuando se la endiñaba, casi tan ceñido como cuando, después que me lo pedía humildemente, se la clavaba en el hojalatero. - Ramón Amador. MEMORIAS -

Apenas ha dormido con la escandalera de la orgía del señorito Ramón, que se oía por toda la casa. Se la pasó dándole al chichi con el dedito, fantaseando con el señorito al calor de los gritos de las otras hembras, pero eso no satisface lo mismo que tenerle realmente encima jadeando, con su rabo sacudiéndole el coño. Uuf!, la última lo menos hace una semana, en el cuarto de la lavadora. A media noche escuchó a la Svetlana, su compañera, la otra sirvienta de la casa, en la cama de al lado, también gimiendo en pleno afán, también desvelada. Acudió a su cama por ver de consolarse juntas, pero a la mañana les queda el ansia de la ausencia de varón. Esta mañana han chismorreado todos los detalles. Las dos andan ojerosas, febriles y con la vulva excitada.

Luego fue a servir el desayuno a la señora Mimí, la tía de Ramón, que espera en un coqueto salto de cama en tul lila casi transparente, la obligada visita matinal de su sobrino, pintándose y arreglándose desde temprano. La mañana es el mejor momento de su querido sobrino como amante. Su primera descarga del día, si es que antes no ha andado trasteando con la servidumbre, el muy cabrito, claro. A la tía le gusta salir para la oficina con la alegría de un polvo en el cuerpo y con las bragas mojándose con la leche que le rezuma después. Puede que luego las huela, deleitándose en el recuerdo, en la intimidad de su oficina, en alguna pausa del trabajo.

"Ya les has servido el desayuno? Sabes si se marchó su invitada? Se la veía contenta?" -- pregunta ansiosa.

"No siniora. No lis llevé aún il disayuno porque yo no quiere interrumpir, porqui ista mañana aún si oye ruidos de follar. Además iran dos, una siniora y una jovencita, crio su hija"

"Será cabrón! Invité a cenar a la marquesa de Merdiú, una cliente mía que me va a introducir en los círculos que ella frecuenta, una mina de maduras insatisfechas con pasta listas para dejarse desplumar." -- comenta la señora mientras se cepilla el pelo. - "La marquesa de Merdiú es una chismosa que no se puede callar la boca y esperaba que esparciera la fama de Ramón. Como zorro en gallinero, ya sabes, podía hacer estragos vendiendo mi género de lencería. Anoche al terminar de cenar, después de caldear el ambiente con unas copas, música suave y hacerla compartir mis confianzas cariñosas con mi sobrino, que si besitos, que si mimos, que si mano al muslo, me retiré alegando sueño para dejarle el terreno despejado. Pero no sé de donde sale la hija!"

"Mi disi Svetlana qui al poco que usted va cama, ella abri puerta a hija, qui viene de su fiesta con su novio a ricoger a la mamá a llevar a casa" -- explica Fátima

"Vaya por dios!"

"Lo qui pasa después Svetlana no sabe. Piro yo hoy visto chico durmiendo in sofá salón, qui crio novio hija. Cuando paso il hasi como qui duermi, pero yo vio qui il mucho caliente porqui tiene gran bulto en manta qui si poni grandi cunado yo paso, y luego mucho mira piernas cuando yo subo escaleras"

"Pues ya ves, al final terminaron revueltos. El canalla de Ramón se trajina también a la hija!! A ver ahora como la señora cuenta la aventura. Espero que haya sido un caballero y al menos haya dejado contenta a la mamá. No vayamos a tener un problema.Y a ver el chico, si los ha oido."

"No creo qui poblima, siniora. Yo anoche oye dos voces distintas qui disin aaaah, aaaaahh!. Cómo gime, cómo grita, las dos mujeras! Yo creo que il las pone mucho contintas a las dos, piro mucho bien contintas. Y no una, sino dos, tres, más vices, yo no cuenta. Poblima porqui chico novio seguro qui escucha, porque hoy tranca grande."

"Está bien, Fátima. Luego le dices que le espero. No me marcho sin saber que ocurrió. Y sin que cumpla con su tía, que me he levantado hoy con el chichi hirviendo, que mira, ya te dejé ahi unas bragas para lavar! Ah, y le recuerdas que a las once tiene cita en casa de la señora del Rameral y unas amigas para mostrarles la nueva colección de lencería. Y si le ves desganado, te autorizo que le animes un poco"

"Gracias sinora, con mucho gusto"

"Ya se el gusto que le tienes, ya. Pero no abuses. Me lo pones a tono y ya"

"Claro siniora"

La Fátima se encamina hacia el cuarto de invitados y al pasar por la balaustrada de la escalera que da al salón, puede ver cómo la manta del chico en el sofá se mueve al compás de una gayola. El chaval se corta al ver arriba de la escalinata a la criada, que tose quedo para avisar que pasa, pero luego casi se parte el cuello por mirarle a Fátima las piernas, mientras ella, sabedora, se entretiene muy coqueta y calientapollas todo lo que puede en su camino.

Adolfito José ha pasado una noche de perros y tiene a la vez un cabreo de cojones y una calentura de muerte. En el salón ha resonado toda la noche como en sala de conciertos toda la ópera que han interpretado las dos divas de la velada, aunque el cornudo no puede ni llegar a imaginar que una de ellas era su novia, a la que no conoce mucho en esas arias, y piensa que se estaban follando a su suegra y quizás a la dueña de la casa. Por más que se tapaba las orejas con los almohadones, la berrea le penetraba hasta la médula. Venía presumiendo en secreto que la suegra estaba en el bote por aquel par de polvos que echaron alguna vez, y hete aquí que esta noche otro se la pisa en sus narices, la pone como él nunca la puso, y además, a ver a quién va él ahora con el cuento y la reclamación, que habrá que disimular delante de la novia, así que a joderse y callarse. Y ahora no deja de pasar por delante esa criada culona tan maciza haciendo oficios, y se le dispara todo el calentón acumulado.

Por su parte, la Fátima, al llegar al cuarto de invitados se atusa el peinado, se repasa los labios y se ajusta el escote, antes de llamar a la puerta. Toc, toc!!

"Ah llegó el café! Pasa Fátima"

Entra Fátima y se come a Ramón con la vista.

"Jodir, qui buino está, ahí tumbado al lado di isas dos guarras. Y mira, si la tiene aún bien gorda que li llega por insima del ombligo! Que dilisiosa!", piensa Fátima, mientras se pone como un tomate y nota que le tiemblan las ingles y se le encandila el chumino al ver esa exagerada polla rolliza de más de dos palmos en reposo, surcada de abultadas venas, con la piel llena de pliegues a la espera de que las columnas de carne se hinchen, y rematada por el magnífico fresón amoratado de piel tersa.

Pero solo dice -- "Buinos días" -- y les sirve las tazas de café de forma servicial. Pero la cabecita y el corazón le bullen de sentimientos. Ardiente es el deseo que la agita. Por otro lado, aunque está acostumbrada a ver e incluso colaborar a que su amado señorito se solace en el coño de otra hembra, todavía no puede evitar un resto de celos. Pero sobre todo la domina el sentimiento amoroso, y la preocupación de que este par de zorras aprovechadas hayan agotado a su querido Ramón para satisfacer sus atrasados furores uterinos, que cuanto novio y marido anda por ahí sin cumplir con sus respectivas, que luego vienen todas a que las alivie su Ramón, sin preocuparse de hacerlo gozar como ella sabe buscarle el puntito a su niño, pobrecito mío, que se la tienen que haber dejado escocida.

Mientas se toma el café, Ramón repasa con los ojos golosos las carnes de la cavilosa sirvienta. Ella le hace ojitos con las pestañas, y se le va la mirada sin poderlo evitar a su sabroso miembro. Que se empieza a despertar y a levantar. Con el pié Ramón alza los bajos de la falda de Fátima hasta que se ven unas bragas rosaditas muy transparentes, que dejan ver todo el coño, y que muestran una mancha de humedad.

Las invitadas se dan cuenta de este coqueteo y hacen burla de la pobre Fátima.

"Mirarla, si se puso cachonda!" -- dice doña Virtudes, la Merdiú -- "Cómo está el servicio! Ya no respetan nada"

"Pues parece que a Ramón le va, mami, mira como se le está levantando" -- comenta su hija Inmaculada Consolación.

"Normal. Él es un hombre, verdad amor? Como quieres que reaccione? Y hará muy bien en tirársela las veces que quiera. Del varón, la vara. Más orden en la casa, aprende niña para cuando te cases, que tu marido hará bien de montar las chachas del servicio de forma regular, que era bien sabia la costumbre de nuestros abuelos de ejercer el derecho de pernada, que si no lo hace, en el mejor de los casos sentirán que no disfrutan del aprecio del amo y estarán mustias, y en el peor pondrán el culo ocioso al servicio de quien se los pida, que ya se sabe lo promiscuas que son las de su clase, y no entienden de moral, solo de la verga con que se las amonesta, con lo nefasto es que alguien venga a inmiscuirse en los asuntos familiares mojando en tu casa. Es ella la que no debe venir a provocar cuando estamos entretenidos los señores. El servicio, de toda la vida, a comer las sobras a la cocina, y para follarlas, al cuarto de la servidumbre, que en un paseo puedes despachar a varias" -- le alecciona doña Virtudes sobre las normas sociales al caso.

Y luego espeta a la criada: "Esta rica esa polla, no? Más quisieras, eh bonita?"

"Pues se la ha comido mi coñito! Mira la sustancia, mira como resbala!" -- sigue la hija, que disfruta por primera vez sentirse por encima de una mujer tan hecha y tan atractiva.

"Bien dicho hija, vas aprendiendo. Oye, tú con esa boca menuda de labios regordetes tienes que chupar divino la cuquita. Será que te apetece limpiarnos el conejito con una lamidita? Sabe a tu hombre!" -- dice Virtudes, provocadora.

"Ja, ja, ja!" -- se ríen socarronas las dos.

La Fátima mira al señorito, que le ordena obedecer con la mirada. Ella se somete dócilmente, pero les va a demostrar lo que sabe hacer a estas señoritingas tan engreídas que no lo habrán sabido hacer tan bien cuando el señorito aún anda deseoso.

Se va al baño y vuelve con unas toallitas mojadas en agua tibia y unas cremas. Primero se arrodilla sumisa a lamer esos dos coños, lamiendo y succionando los restos aún líquidos, mostrando su deleite. Luego limpia con la toalla las partes de las damas. A continuación unta de crema vulvas y anos escocidos. Un bálsamo que les da un alivio muy placentero. Las damas están encantadas con el servicio tan esmerado. La marquesa de Merdiú toma nota mental del detalle tan sibarita para copiarlo en su casa.

Nada más natural que continuar dando un repaso de limpieza al miembro de Ramón, ya tieso del todo. Ha ganado un palmo más y la piel ya se ciñe tersa alrededor de los puntales de chicha que envuelven. Primero lo limpia y lo unta de crema, pero pronto se encuentra engolfada, con la boca llena, mamando la polla de Ramón, y es obvio que, lejos de disgustarle la tarea, la ejecuta poseída de lascivia, perdida la cabeza.

Suena el teléfono. La Fátima se saca el manjar de la boca y lo coge.

"Es para Vd. siniorito. Es doña Martirio Isabel"

"Una admiradora! Pues vaya horas" -- opina doña Virtudes.

"Si? ... Holaaa, buenos días hermosa ..." -- Ramón tapa el auricular y le dice a Fátima -- "tú sigue chupando, que lo estás haciendo muy bien" -- y Fátima reanuda la mamada.

"Si ... no, que va .... Solo en la cama ... yo también, cariño ... no adivino ... un consolador?"

"Anda caliente, vaya, jaja" -- se ríe Inmaculada.

"Ah, que vienes a la sesión de hoy? ... no se ... llama a mi secretaria ... tiene mi agenda ... dile que es de mi parte ... ale cielo ... adiós, un beso"

La Fátima sigue chupando.

"Nena, yo me voy a saludar a mi querida amiga Mimí, que ya se habrá levantado" -- dice la marquesa de Merdiú. - "Y a agradecerle esta noche loca tan maravillosa. Tengo que hacer migas con ella y hacer planes. Y tu niña, no te entretengas mucho, que tendrás que atender a Adolfo José, que ya se habrá despertado."

Se levanta para vestirse. Recoge las bragas del suelo, para encontrar que están rotas. Sonríe y mira a Ramón con ternura mientras recuerda el momento inolvidable donde al llegar a la habitación, él hizo rraaaaaasss!, y se las rasgó ferozmente. Cuando va a recoger el sujetador otro tanto. Divino cuando se lo arrancó con violencia subiendo por la escalera. Gracias a dios las enaguas solo tienen una hombrera rota. Eso fue todavía en el salón y casi fue ella la que con la impaciencia provocó el accidente. Vestida con la enagua como única prenda sale de la habitación.

La hija está como hipnotizada por la escena de la comida de polla y ni responde mientras su madre sale del cuarto y se despide. Se está poniendo cachonda otra vez. Ramón ya está de pié follándose con ímpetu y sin contemplaciones la boca carnosa de la Fátima, cogida la cabeza a dos manos para acercarla a empellones, endiñándosela toda entera hasta ahogarla, y mira a la jovencita malicioso, buscando su connivencia. Inmaculada Consolación no puede evitar llevarse la mano al coñito y masturbarse con pasión, lo mismo que está haciendo la Fátima.

Al rato, las dos mujeres gimen a coro un orgasmo fenomenal.

Pero Ramón no ha descargado. Su verga aún luce tiesa en todo su poderío.

"Qui me disi su tía ..." -- dice la Fátima mirándole desde abajo del fardo de los huevos.

"Si ya, ya voy a darle su ración. Para quien te crees que me guardo esto?" -- dice Ramón agitando su miembro en el aire.

"Ah, y que a las once ... la señora del Rameral ..."

"La señora del Rameral? Ah si!" -- y Ramón recuerda a una madura teñida de pelirrojo, fue en el cuartucho de un restaurante, no? -- "Bueno Inmaculada, un beso, ahí está la ducha. Nos vemos, mua, mua"

"Adiós Ramón. Oye y que joder, tío, que gracias, que me ha encantado conocerte y que ya tienes mi teléfono. Y ahora, me yo a despertar a mi Adolfito. Seguro que duerme como un bendito!"

La Fátima recoge el desayuno, y Ramón aprovecha para ir a mear y ponerse un batín.

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