Microrelatos

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Cuatro relatos cortos del fetichismo y dominación.
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Me siento delate de ti, los dos desnudos. Me amaso lentamente la polla y juego con mis huevos. Tu solo puedes mirar con deseo, nada de tocarte. La verga ya esta morcillona y con la punta húmeda, y tu solo puede abrir más las piernas intentando provocarme con tu coño que se muere porque le den caña.

Comienzo una paja lenta, arriba y abajo, descubriendo por completo el capullo y con los huevos rebotando en el borde del asiento. Te muerdes los labios, y no sabes si mirar mi polla cada vez más dura, o mirarme a los ojos suplicando que te deje participar.

Finalmente te hago una señal para que te acerques y te arrodilles entre mis piernas y comiences a lamerme los huevos como una perrita mientras me acaricias los muslos y el vientre.

Subes mordisqueando el tronco y tus uñas arañan suavemente mi piel. Cuando llegas a la punta pasas la lengua por le borde del capullo, la parte que sabes más sensible antes de meterla toda de golpe en la boca. Pero es muy gorda, te están dando arcadas y aun así incites en metértela hasta las campanillas.

Te separo y obligo ha hacerme una cubana, apretada entre tus tetas, mi polla es tan larga que aun sobresale el capullo para que lo mames mientras que te mueves dándome placer.

-Escupe, putón que me encanta que me escupan en la polla.

Con mala leche suelta un salivazo espeso y caliente que golpea mi capullo y se derrama lubricando el vaivén de tus tetas.

Si avisar te cojo en peso y te tiro sobre el sofá, colocándote de lado me coloco una de tus piernas sobre el hombro para dejarte bien abierta antes de empezar a meterla.

Hoy sientes mi polla especialmente gorda y dura, quieres que te folle más rapido pero yo insisto en ir lento y profundo desesperándote y haciendo que sueltes todas las palabrotas que sabes. Quiero que me mires, sabes que tengo fetichismo porque me mires a los ojos, quiero ver tu cara cuando se acerque el orgasmo, como tu expresión pasa del vicio al descontrol, ya no puedes hablar, solo jadear como una perra cansada, el placer te esta subiendo... y entonces me paro en seco.

Aun como mi polla bien clavada, me maldices por pararme en lo mejor, te hago callar embistiendo con mi polla de nuevo, esta vez más profundo, puedes sentir el capullo entrando en tu útero y golpeando contra la cerviz.

El coño te chorrea un flujo abundante y espeso, el orgasmo se acerca de nuevo, aun más intenso, puedo sentirte temblar y como tu coño se contrae estrujándome la polla... y me vuelvo parar en seco. Esta vez te revuelves e intentas pegarme, suelto una carcajada y comienzo a moverme esta vez en círculos, con mis caderas haciendo una especie de ocho mientras te beso la pierna que tengo al hombro.

Así, suave endiabladamente lento, volviéndote loca de deseo, te estrujas las tetas y chupas y mordisqueas tu pezones y solo eres capas de decir --No pares... cabrón... no pares.

A la tercera es la vencida, y la tortura ha merecido la pena, el orgasmo es tremendo, como un terremoto que antes de que acabe, empieza un replica un poco menos intensa, el tercer orgasmo te llega cuando sientes mi semen golpeando contra el fondo de tu útero, me corro con un gruñido animal y aun así sigo bombeando tu coño un rato. Te quedas rendida en el sofá sin ganas de moverte. Cuando me separo te doy un azote en el coño que te hace saltar.

-Eres un hijoputa... sino fuera por el gustazo que me das... te mandaba a la mierda.

Yo me limito a sonreír con malicia.

*************************************************

Un día en el metro, un desconocido le puso el paquete el culo. Ella primero se sintió incomoda, pero al notar lo grande que lo tenía le dejo hacer, no sabía muy bien porque, simplemente se calentó disfrutando de esa polla dura contra su culo.

El desconocido le frotaba el pollón que iba creciendo contra su culo hasta un tamaño considerable. Ella estaba colorada, pero disfrutando a la vez. La curiosidad le puedo y discretamente le palpó la polla por encima del pantalón sintiendo su dureza y el calor por encima de la tela.

Ella no quería, de verdad, que no pero ya sabes lo irresistible que es un buen cipote. Mientras ella le acariciaba la tranca, el desconocido se envalentonó y comenzó a meterle mano, eras caricias bruscas, pellizcos... y ella solo podía dejarse hacer embrujada por ese pollón gordo. La situación se volvió tan descarada, que una chica que estaba cerca le sonreía cómplice, entonces ella recobro la cordura y se bajo, pero el desconocido la siguió por la calle hasta un callejón apartado. La agarró fuerte y la beso acallando así cualquier protesta.

Cuando al separarse se sacó la polla y en cuanto ella vio se rindió, era la polla más grande que había visto nunca, dura y con las venas marcadas, el capullo goteando precum; fue como si la hipnotizara.

Solo hizo falta un gesto del desconocido para que se arrodillara para mamársela, pero era tan gorda... solo podía meterse el capullo en la boca. El desconocido la agarro del pelo, pero no hacia falta, ella solo se esforzaba por tragar más... y que huevos... a juego con el pollón, unos cojones grandes y pesados que prometían estar cargados de leche. Chupaba y lamía el pollón haciendo todo lo posible por complacer al desconocido, se sentía tan guarra y sumisa...

El desconocido la empujó contra la pared, le rajó los pantyes de un tirón y le aparto el tanga. Entonces puso su gordo capullo en la entrada de su coñito que para entonces estaba completamente mojado, temiendo y deseando el momento de que le metiera ese bello monstruo.

Fue cuidadoso al principio, sentía como la llenaba por completo, como su coño se abría con una poco de dolor delicioso. Pero cuando la tenía por la mitad se acabaron las delicadezas, empezó a follarla muy duro, a joderla porque no se puede llamar de otra forma. Y ella lloraba, pero de placer, mientras que sentía ese pollón reventándole el coño en el callejón, como si fuera una vulgar puta.

Se dejo llevar por el placer, no sabe cuanto tiempo, en algún momento el desconocido le arranco la camisa y el amasó las tetas por encima del sujetador. Todo le daba igual, era solo su juguete y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para complacer a ese pollón que le estaba dando orgasmos sin parar hasta que le flojearon las piernas.

Entonces el desconocido hizo que se arrodillara delante de él y con un gruñido se corrió en su cara, bueno... en su cara, en su pelo... chorretones cayendo en sus tetas.

A ella le hubiera encantado limpiarle la polla con la lengua la mezcla de semen y flujo vaginal, preguntarle como se llama y como podía volver a encontrarlo. Pero el desconocido se fue sin una palabra. Dejándola con la ropa hecha un trapo, el maquillaje corrido y oliendo a sexo.

*************************************************

Había perdido la apuesta y era hora de pagarla, me iban a ordeñar, así como suena, ordeñarme como si fuera una vaca ¿Pero como se ordeña a un macho?

No me hacía ninguna gracia la situación, por lo general soy yo el dominante, así que estar desnudo y a cuatro patas sobre la mesa, me así sentir un poco indefenso, Puso un plato entre mis piernas para recoger el semen antes de empezar a pajearme muy lentamente, debido a la postura y la forma en que apretaba mi polla parecía realmente que me estuviera ordeñando.

-Tienes los huevos bien cargados- Dijo ella sopesándolos sin dejar de pajearme con la otra mano.- ¿Vas a darme mucha leche?

-¿Quieras acabar de una vez? Esto es ridículo.

Como toda respuesta comenzó a chupar mis pelotas mientras apretaba más mi polla hasta casi hacerme daño. No tardo mucho en que su lengua subiera a mi culo lamiéndolo sin reparos haciendo que un escalofrió placentero refriera mi espalda. Chupa de una forma obscena, ruidosa y derramando saliva caliente. Con la punta de su lengua queriendo entrar en mi ano mientras su mano se deslizaba cada más lentamente por mi polla, recogiendo el abundante líquido preseminal para usarlo como lubricante con el que acariciaba mi capullo hinchado e hipersensible.

Sin poder ver lo que ella hacía por allí atrás, todo era una sorpresa placentera, de forma caótica e imprevisible, pasa de besar dulcemente a morder, acariciar o escupir. Mientras su mano seguía imparable bombeando mi polla, en una dulce tortura cada vez más lenta a medida que notaba como aumentaba mi excitación. Ella estaba dispuesta a largar su venganza todo lo posible.

Solo dejo ese infernal beso negro para decir con un tono perverso que se me estaba poniendo la polla gordísima. Y tenía razón; mi polla, ya de por si tan gorda que su pequeña mano no llegaba a rodearla por completo, ahora tenía una erección monstruosa, podía sentirla llena de sangre y palpitando, como si estuviera apunto de reventar.

Sin previo aviso introdujo un dedo en mi culo hurgando hasta llegar a la próstata, lo que me provoco un placer desconocido, como si estuviera apunto de llegar al orgasmo pero sin terminar de desbocar en el placer que ahora mi cuerpo ansiaba. Le pedí que dejara correrme y por toda respuesta un segundo dedo se unió al primero masajeando la próstata mientras que con la otra mano me seguía pajeando con tanta intensidad como si me quisiera arrancar la polla.

Era cruel y delicioso a la vez, me costa respirar y me estremecía en pequeños espamos de placer sin llegar aun verdadero orgasmo. El líquido preseminal caía sobre el plato en un hilo continuo mientras ella mordisqueaba cariñosamente mis inflamados huevos.

Sin avisar, aumento la presión de la próstata, su mano se acelero y por fin permitió que me corriera con un orgasmo brutal y demoledor. Gruñendo como un animal solté grandes chorros de semen que parecían no acabar nunca.

Ella apoyó la cabeza en mi muslo, respirando de forma acelerada, como si el orgasmo lo hubiera tenido ella y no yo. Mi polla seguía dura, incapaz de volver a su estado natural y ella siguió pajeandola para exprimir las últimas gotas de semen y con voz mimosa me felicitaba por ser un buen lechero.

Mientras yo me recuperaba de la tremenda corrida, ella cogió el plato y con los dedos empezó a recoger los espesos grumos de semen y llevárselos a la boca, chupándolos con glotonería como si fuera una golosina, para terminar lamiendo el plato hasta dejarlo completamente limpio. Después simplemente se quedo sonriéndome como una niña traviesa sin decir nada.

Creo que voy a empezar a peder más apuestas.

*************************************************

La había atado a la cama, las manos al cabecero con un pañuelo de seda y los tobillos a los largueros con sus propias medias, dejándola completamente abierta de piernas, con una almohada bajos las caderas, su coño quedaba impúdicamente expuesto.

Tras su último encuentro le había ordenado que no se masturbara, fue difícil mantener su palabra durante ese tiempo, pero finalmente había cumplido; pero al precio de estar tan caliente, que el solo hecho de tenerlo a centímetros de ella cuando la ataba con nudos firmes la había calentado sobre manera. Pero el había hecho su trabajo con dolorosa indigencia, sin apenas mirar su cuerpo desnudo, sus pezones duros por la excitación ni la humedad que empezaba a brillar en entre sus labios vaginales.

Ahora volvía a entras en la habitación suavemente iluminada, trayendo consigo una pequeña palangana y los otros utensilios, no tardo mucho en extender la calida espuma por su pubis usando una antigua brocha de afeitar que ella había visto alguna vez curioseando en su baños.

En tacto de las cerdas de crin de potro sobre su intimidad la solivianto, eran suaves y firmes a la vez, primero por su pubis, luego recreándose en las ingles y por último entrado entre los labios vaginales recogiendo su flujo que ahora manaba abundantemente mezclándose con la espuma.

La obsoleta navaja barbera tenía un brillo siniestro bajo esa luz y ella intento apartarse pero las ataduras se lo impidieron. Puedo sentir el primer contacto helado del acero sobre su piel, las pasadas lentas y precisas que la despojaban de los rizos de su coño.

De nuevo se revolvió cuando se acerco a los labios mayores y él le ordeno estarse quieta con expresión severa, aunque luego beso en el muslo para tranquilizarla antes de continuar. Ella seguía con la respiración agitada, pensando que en cada pasada la navaja resbalaría, podía imaginarse el dolor y la sangre, pero el miedo se mezclaba con la excitación de sentir sus dedos trabajando con seguridad en su coño húmedo.

Cuando el trabajo estuvo acabado él la limpio con una toalla humada, dejándola aun más expuesta que antes, podía ver perfectamente su coño enrojecido por la excitación, los pliegues inflamados y el clítoris hinchado fuera de su capucha ansioso de más contacto.

El acerco la boca a ese coño recién afeitado e hipersensible y el con solo sentir su aliento sobre la piel desnuda, ella ya pudo sentir la anticipación del placer. Empezó a lamerla como un animal hambriento que devora una fruta madura. Follandola con los dedos sin dejar de sorber el clítoris y ella hubiera deseado tener las manos libres para agarrarlo del pelo y hundirle la cabeza entre su piernas porque ya estaba al limite, apunto de explotar, pero sin dejarla llegar... suplico que la follara, que no la tortura más. Lo grito tan fuerte que hasta los vecinos debieron oírla pedir como una vulgar puta que se la metiera de una vez.

La sección de su gruesa polla abriéndose camino en su interior la hizo gemir, el tacto de su pubis contra su coño afeitado era nuevo y excitante. La agarro del pelo y la beso con furia antes de comenzar a follarla con esa mezcla de ternura y brutalidad tan difícil de entender. Solo mucho tiempo después, saciado el deseo, le soltó las ataduras y ella vencida por el placer solo pudo acurrucarse sobre su pecho, se sentía plenamente de su propiedad, no necesitaba ataduras para retenerla a su lado porque solo era un juguete de sus caprichos.

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