El Masajista 2da. Parte

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Esteban se enfrenta a una prueba de conocimientos.
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Parte 2 de la serie de 8 partes

Actualizado 03/18/2021
Creado 11/27/2014
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La verdad pocas veces es pura y nunca simple

Oscar Wilde

*

Esa mañana Josefa, después de dejar a su hija en el colegio, le indicó al chofer del taxi, que había contratado temprano, que se dirigiera al hotel Biarritz en las Condes.

Se acordaba, mientras subían por la autopista, de la observación que le había hecho su hija. La había encontrado hermosa y elegante esa mañana. Efectivamente iba ataviada con un traje de dos piezas muy elegante, un estuche que hacía juego con sus zapatos de tacón alto; no le gustaba usar joyas.

Le tuvo que explicar que tenía una importante cita con un cliente. Y no le estaba mintiendo, ya que la mañana del día anterior, había recibido un email en que Helen le enviaba de forma criptica: 'H.Biarritz, Yun Lo, 11 AM, cocktail. Con lo que le indicaba lugar, nombre del cliente, hora y vestimenta a utilizar. Por supuesto, Helen ya había enviado a Yun Lo, la foto e identificación de Josefa para que él se encargara de dar las instrucciones necesarias para que ella pudiera ingresar, en cualquier lugar en que él estuviera. Ella era su acompañante.

Esa mañana, se sentía inquieta. Había numerosas razones para que lo estuviera. En este momento se dirigía a atender a un cliente que, según Helen, quería no sólo compañía durante los eventos sociales a los que estaba invitado, sino que deseaba que su acompañante se quedara con él durante la noche. Por suerte Helen, sabía cuáles fueron sus condiciones; aceptó sólo a quedarse con él un par de horas. Ese sólo hecho, la hacía sentir como si estuviera engañando a Esteban, su muchacho. Ya que nunca pensó que la noche recién pasada, que asaltaba su mente a cada momento, sería la que le permitiría "conocer" en forma bíblica a Esteban. Y de qué forma. Cuando el muchacho la abrazo, tuvo la sensación que su cuerpo se hacía más pequeño de lo que era. Se sintió como un conejo atrapado por las manos de un oso. Sin embargo, sonrió cuando recordó cómo ese oso que la lanzó a la cama, ella prácticamente lo convirtió en su juguete sexual cuando se apoderó de su verga, aun cuando hubiera tenido dificultad en un comienzo cuando trató de insertarla dentro de su vulva; pero, era tal su excitación, que la convirtió en un río, e hizo que se ese enorme pedazo de carne hinchada y dura, se deslizara como un cuchillo en la mantequilla cuando entró en ella. Recordaba como su vulva vibró apretando esa masa de carne que la llenaba plena. Ahogó un gemido al sentir que el interior de su vulva saltaba ante esos recuerdos tan vívidos, al darse cuenta que iba en el taxi.

Por suerte, en ese momento el taxi estaba ingresando a la entrada del hotel Biarritz, por lo que rápidamente dejó de divagar y se concentró en lo que tenía que hacer ahora, y sobre todo, que tendría que ir rápidamente a un baño a secar su calzón que lo sentía totalmente mojado.

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Esteban al regresar esa tarde a casa, encontró a Lucía que estaba viendo televisión en la sala de estar.

"¿Cómo esta mi pequeña preferida?" la saludo Esteban

"Bien. ¿Acaso tienes otra preferida?" le contesto la niña como mostrando celos.

"Si, La otra es tu mamá. A propósito, te dijo a qué hora llegaba?"

"Me llamó hace poco y me dijo que tendría que ir a Viña del Mar, así que creo llegará tarde", le contestó la niña.

"Ah, O.K., Yo también llegaré tarde hoy, así es que te tendrás que quedar con la nana. El domingo saldremos de paseo, ¿te parece?"

"Y a donde me llevarás" le preguntó Lucía.

"¿Qué te parece que vamos al zoológico?"

"¿Y por qué no salimos a andar en bicicleta?"

"Hecho. Salgamos temprano en la mañana, veamos si tu mamá nos acompaña". Esteban se despidió con un beso de su pequeña hermana y se fue a su dormitorio a ducharse y cambiarse de ropa

Mientras se preparaba para la cita con Isabel, hizo un recuento de todo lo que había pasado la noche anterior. No podía dejar de recordar cómo su madrastra prácticamente lo había violado, con ese pequeño y exquisito cuerpo que por primera vez tuvo la ocasión de estrujar. De sólo pensar en cómo había besado sus pequeños pechos tan firmes, y en cómo había tomado su trasero apretado ayudándola en su movimiento de vaivén cuando se colocó a horcajadas sobre él, hizo que pene se pusiera tan erecto que le produjo escalofríos.

'Tranquilo, no tienes que pensar en Josefa ahora' dijo, como mandándole el mensaje a su pene.

Se terminó de vestir y tomó su libreta de notas, en la que había dejado la dirección de la que sería su nueva jefa.

Miro la hora en su celular. Eran las 8. Tenía tiempo se dijo. Abrió su notebook y busco en Internet las coordenadas de la dirección de Isabel. Las anotó en su libreta y salió.

Con el tráfico automotriz que había en la autopista, le tomó casi ¾ de hora llegar a la casa de Isabel. Finalmente enfiló a la avenida que indicaba su nota y se encontró con unas enormes casonas rodeadas de arboles. Ya atardecía, por lo que la luz axial del sol, generaba sombras y colores en todos los tonos de verde y rojo en esos árboles. Buscó el número. Allí estaba. Una enorme muralla de ladrillo a la vista, rodeaba la casa; enfiló el automóvil hacia la entrada.

Se bajó y tocó el timbre. Se escucho una voz por el parlante "¿Diga?"

"Soy Esteban Hernández" dijo, acercándose al micrófono del timbre. Se oyó el chasquido de la cerradura de la puerta al abrir y escucho unos pasos acercándose.

Allí estaba Isabel, vestida esta vez con una tenida deportiva de dos piezas. El pequeño top de color celeste, que llegaba hasta arriba del ombligo, parecía querer reventar sosteniendo sus enormes pechos. La parte inferior de color negro, totalmente ceñido a su cuerpo, hacía destacar sus caderas que al insertarse en su entrepierna, hacía que su almeja casi mostrara la hendidura.

"Hola, Esteban", le dijo al acercarse para saludarlo con un beso en la mejilla. Lo miró cuando éste, con los ojos muy abiertos, todavía no lograba digerir el espectáculo que ella le estaba brindando.

"Perdona mi indumentaria, pero cuando llego a casa, me gusta quedar lo más cómoda posible, incluso con menos ropa que esto" agrego con una sonrisa cómplice.

"Ven, sígueme" y dándose la vuelta lo guió hacia el interior de la casa, momento en el Esteban pudo darse cuenta del enorme y firme trasero de Isabel, que hacía que sus nalgas se movieran como conejos bajo una alfombra, en la apretada tenida deportiva.

Entraron a la sala del living y Isabel lo guió hasta una terraza techada a la que se accedía desde allí.

Allí había unos cómodos sillones con cojines. En la mesa de centro había una bandeja con dos copas y varias botellas de licor y bebidas, más pequeñas fuentes con diferentes tipos de bocadillos.

"Ven, ponte cómodo, y por supuesto, sácate la chaqueta. ¿Qué te gustaría de beber?" Esteban se sentó y ella se acercó a su lado de pie.

"Por ahora, preferiría un jugo, si te parece" le contestó.

"Por supuesto, mira, prueba estos excelentes quesos" y pinchando uno, se lo acercó a la boca. Esteban se estremeció recordando la noche anterior en que algo similar había gatillado toda una noche de pasión.

"Hum, excelente", le dijo mientras Isabel le pasaba un vaso en el que había vertido jugo y se sentaba en el sofá junto a él.

"Bueno, Esteban. Vi el currículum que me dejaste con la secretaria. Ahora, me gustaría que continuáramos con nuestra conversación, porque quiero explicarte el motivo por el que te pedí que vinieras acá. Tal como te comenté, necesito contar con una persona con tus conocimientos, para echar andar este nuevo proyecto, y dejar toda la línea de masajes, exclusiva para damas, en un solo local que será en Huechuraba."

"Ahora, quiero hacerte una pregunta, ¿Puedo contar con tu discreción respecto de lo que viene a continuación? Al decir eso, Isabel se acercó más a él, apoyando su mano en su pierna.

"Por supuesto que puedes confiar." Le aseguró el joven sin poder apartar su mirada del exuberante busto.

"Bien. Algo te dejé traslucir en nuestra conversación anterior, ¿te recuerdas?"

"Sí, me comentaste que querías darle un toque personalizado al servicio de masajes. Hasta allí lo tengo claro. ¿Me puedes dar más información el respecto?" Inquirió Esteban.

"Te explico, queremos que los masajes que proporcionemos a las mujeres del barrio alto, sean lo más sofisticado y personalizado. No habrá ninguna restricción, sólo la que ellas impongan. ¿Me sigues?"

"¿Quiere decir que el trabajo incluye tener sexo?"

"Bueno, sólo hasta cierto punto. Déjame que te lo ponga de este modo. Supón que la clienta, a la que has aplicado las técnicas de masaje, muestra señales de excitación. ¿Qué harías?"

"Bueno, podría intensificar el trabajo manual en sus zonas erógenas, ¿te parece correcto?" le preguntó Esteban acordándose de las técnicas sobre las que había leído.

"Excelente. Eso es precisamente lo que quiero de tí. Y ahora llegó el momento de la verdad" le dijo sonriendo mientras le tomaba de la mano y lo instaba a levantarse con ella. "Quiero que me muestres lo que aprendiste hasta ahora en la universidad y saber si tendrás que recibir mayores instrucciones prácticas."

De la mano lo y guió hacia una habitación adyacente a la terraza. Al entrar, Esteban pudo ver la completa instalación para masajes que había: toallas, aceites de todos los colores, cojines de todos los tamaños, batas de algodón. Alcanzó a ver también una sala en la que había un jacuzzi que daba hacia el jardín.

"Así es como se verán los boxes en las nuevas instalaciones", señaló Isabel mostrándole todo. "Aquí puedes cambiarte de ropa. Te tengo una completa muda que considero apropiada para el trabajo, que se compone de un pantalón largo más una camisa sin mangas, espero no haberme equivocado en la talla. Yo me prepararé también, porque quiero que me trates como si fuera una clienta, ¿Estamos?" le dijo Isabel mirándolo y haciendo un escrutinio de cada uno de los gestos del muchacho.

Esteban le sostuvo la mirada, he hizo gala de toda su personalidad para observarla de arriba abajo.

Isabel sonrió y le acarició el rostro, después se giro y se fue a la habitación en donde estaba el jacuzzi.

Esteban se sacó su vestimenta quedando desnudo y procedió a colocarse el pantalón y la camiseta sin mangas, ambos blancos; no había bóxer. La vestimenta de suave algodón le quedó bien. Isabel había cuidado ese detalle. Cuando terminaba de vestirse, apareció Isabel. Esta vez venía con una bata de algodón rosado, que la cubría desde el cuello hasta los tobillos.

"¿Qué te parece?" le preguntó coqueta girando como si modelara.

"Perfecto, señora, pero tendrá que colgar la bata, ya que el masaje que le haré, requiere de su desnudez", le dijo Esteban adoptando un tono profesional.

Isabel no colgó la bata, simplemente la dejó caer para que durante unos segundos Esteban la contemplara, después subió a la camilla y se acostó. Esteban le colocó una toalla sobre sus caderas y procedió a frotar sus manos con uno de los aceites aromáticos que había tomado de la repisa cercana y a continuación se colocó a un costado de la camilla de masaje y comenzó con un suave masaje que partió en los hombros de Isabel.

Ésta estaba nerviosa. Si bien había generado esta situación, no era fácil para una mujer como ella, estar completamente desnuda esperando que un tipo con el físico de Esteban le comenzara a tocar su cuerpo.

Hasta ese momento, Esteban se daba cuenta de que él no tenía mucho control de la situación y menos de las reacciones de su cuerpo. Había ya comenzado a sentir una leve tensión en su pene.

Deslizó sus manos hacia la cintura de Isabel, ampliando el movimiento hacia el comienzo sus caderas, saltando la zona de su trasero, siguió con el masaje hacia sus muslos y fue bajando lentamente hacia sus corvas, las pantorrillas para llegar hasta los pies, en los que se detuvo para masajear firme la planta y después cada uno de los dedos.

Isabel a esta altura estaba en la gloria. La sola presencia del recio y alto muchacho, la había dejado a mil y ahora, al sentir que su cuerpo había comenzado a reaccionar ante la presión de sus fuertes manos, que se traducía en un aumento de la temperatura que se centraba principalmente en el triángulo de su ingle, al mismo tiempo que sentía que sus pezones se endurecían contra la camilla.

"Ahora, quiero que se coloque al borde de la camilla, con su cuerpo de costado y mirando el centro de la camilla", le pidió Esteban. "Voy a proceder a aplicarle una técnica oriental de descontracturación"

Isabel hizo lo que le pedía Esteban, girándose hacia el lado izquierdo de la camilla y quedar así de costado frente a él. Éste le tomó su rodilla y la flexionó lentamente llevándola hacia su pecho. Al hacerlo, él ya le había quitado la toalla de sus caderas, dejando a la vista su redondo trasero desnudo y por lo mismo, mostrando la hendidura. Isabel pensó 'me siento como una jovencita a la que están a punto de culear', y sintió que de su vulva comenzaba a humecerse.

Esteban colocó su mano sobre su cadera y con un movimiento rápido presionó con todo su cuerpo las caderas de Isabel contra la mesa de masaje.

Isabel dio un grito, sorprendida, pero inmediatamente sintió una relajación total y quedó despaturrada sobre la mesa de masajes y agradecida también de sentir el cuerpo de Esteban que permaneció unos segundos sobre ella.

"Qué me has hecho, Esteban" murmuro de cara a la mesa.

"Señora, ahora colóquese en la otra orilla, para aplicar el tratamiento en el lado izquierdo", le dijo Esteban mientras daba vueltas por la camilla de masaje para colocarse del otro lado.

Lentamente Isabel giró su cuerpo presentando a la mirada de Esteban, sus tetas y su entrepierna que brillaba húmeda, para colocarse en la misma posición en el costado derecho de la camilla.

"Le ruego que se ponga más al borde de la camilla" le pidió Esteban.

Ella corrió sus caderas de modo que sus nalgas casi sobresalían de la camilla. El procedió a tomar su pierna desde su corva izquierda y la flexionó hasta su pecho, luego colocó su mano izquierda sobre la cadera de Isabel. En esta posición esta vez Isabel lo sintió. Un enorme bulto se había posicionado contra su trasero. 'su pico se siente enorme' pensó Isabel, al sentir que entre su culo y ese miembro apenas cubierto por el delgado pantalón de algodón, los separaba la nada misma. El miembro duro del joven estaba apoyado precisamente allí, en toda su raja. 'Oh, esto debería hacerlo desnudo, para sentirle todo el pico contra mi concha!' pensó. Un segundo después sintió la mano Esteban que presionaba sus caderas contra la mesa de masajes, en un rápido movimiento, que nuevamente la hizo gritar de satisfacción, ante ese movimiento tan particular.

'Si es capaz de producirme esto, cómo será cuando realmente me culee' pensó Isabel totalmente flácida.

Después de un rato, se giro para quedar de espaldas. "Eres un siete, Esteban." Le dijo mirándolo con una sonrisa que cubría toda su cara.

"¿Lo sintió bien, señora?" le dijo Esteban tratando de parecer profesional.

"¡Me encantó!", le dijo Isabel. "¡Quiero más!"

"Por supuesto, señora, ahora seguiremos con el masaje frontal." le contesto Esteban.

Nuevamente buscó uno de los aceites, se frotó las manos, mientras Isabel lo miraba de arriba abajo hasta fijar su vista en el tremendo bulto que el muchacho estaba desplegando. '¡Dios, cómo lo tiene! ¡Casi no puedo esperar de chupárselo!' pensó Isabel al mirar que el hinchado miembro hacía una curva al presionar la cabeza contra el borde de la pretina de su pantalón de algodón.

Esteban comenzó desde el mismo costado, a masajear primero las rodillas, después subió hacia los muslos, bajando sus manos por el exterior de ellos, para después llegar al interior y comenzar a subir hacia su pelvis. En ese momento, su masaje fue más lento para subir por su vientre hasta llegar a los costados de sus pechos, sin tocarlos. Continuó con el lado izquierdo para bajar hacia su vientre e internarse nuevamente hacia sus muslos, masajeando su muslo interior, para luego presionar con ambos lados de su ingle dejando que sus índices se apoyaran levemente en el comienzo de sus labios vaginales.

En ese momento Esteban le dijo a Isabel "Señora, ahora, con el fin de poder alcanzar mejor tanto sus muslos como su cuello, voy a arrodillarme sobre la camilla. ¿No le incomoda?"

"Noo! Para nada, haz lo que tengas que hacer!" contestó Isabel, casi gimiendo.

Esteban se subió a la camilla, colocando ambas rodillas a los costados de las piernas de Isabel procedió a masajear sus caderas, subiendo por los costados hasta posicionar sus manos en la zona del cuello y los hombros.

En ese mismo momento, Isabel se dio cuenta de lo que tenía a pocos centímetros de su cara: la cabeza de la verga, con la fuerza de su erección, había logrado saltar el surco de la pretina del pantalón de algodón, deslizando hacia atrás la tela, por lo que allí estaba, temblando frente a su rostro la mitad de la verga con su cabeza roja pegada al ombligo y que se enanchaba y curvaba en ese cuerpo carnoso por el comenzaba a escurrir el liquido pre seminal.

Hasta allí llegó el control de Isabel y, sin pensarlo dos veces, con sus dos manos tomó la verga de Esteban y la guió hacia su boca que esperaba ansiosa con su lengua totalmente estirada para lamer el jugo que escurría por la pequeña hendidura.

Recorrió toda la cabeza rodeándola con su lengua, bajando por el tronco, mientras al mismo tiempo con una mano, tiraba del pantalón de algodón, para librar las caderas de Esteban de la prenda que las cubría.

Los ojos de Isabel se abrieron asombrados al observar, en toda su magnitud, la enorme verga del muchacho que apenas lograba contener en su mano.

Isabel lo miro a los ojos y le dijo con voz ronca "¡Hasta aquí llega tu test, muchacho, estás aprobado!, Y aquí comienzo yo" y bajando de la camilla, lo llevó de la mano hasta unos de los sofás. Allí lo empujó, y ella se colocó de rodillas frente a él, le tomó la verga desde los testículos y comenzó succionarle la cabeza. Lo lamio y lo chupó largamente, gimiendo y al hacerlo produjo una vibración a lo largo del miembro que hizo temblar de excitación a Esteban.

Isabel, cada vez que chupaba la verga del muchacho, sentía que su vulva se recogía interiormente, al mismo tiempo que más y más se humedecía. En un momento no pudo más, y tomando firme el tronco, empezó a llevarlo más profundamente hacia su garganta. Quería sentirla toda, apreciar su firmeza y su tamaño, su grosor.

Abrió su boca al máximo, y llevó su cabeza hacia adelante y creyó no lograrlo.

De pronto, toda esa dura carne entro hasta el fondo de su garganta. La mantuvo allí largo rato, saboreando, moviendo su lengua alrededor, acariciándolo.

Esteban le acaricio su cabeza, sin forzarla, le acomodó el pelo para poder verla en acción. Su placer era visual. Sentía que podía durar, sin presionarla, y dejó que ella estableciera el ritmo. Después de un rato, ella levantó su cara hacia él sonriendo. Se irguió, apoyó una rodilla sobre el sofá y levantando una pierna, acercó su pelvis hacia la punta de su verga y tomándola la guió hacia la entrada de la hendidura de su vulva.

Sin dejar de mirarlo, con su boca abierta comenzó a introducirlo. Como un relámpago pasó por la mente de Esteban, la imagen de Josefa mientras hacía lo mismo la noche anterior.

Las enormes tetas de Isabel y el peso de sus caderas bajando a lo largo de su verga, dejaron atrás esa imagen.

Pero, tan pronto lo tuvo adentro, Isabel hizo algo inesperado para él, saliendo de la posición en que estaban se giró quedando de espaldas a Esteban y tomando de nuevo la verga se la introdujo hasta el fondo de su concha. En esa nueva posición, comenzó a mover frenética sus caderas buscando el tan ansiado orgasmo.

Estaba claro ahora para Esteban, que Isabel lo había convertido en el juguete de placer que debía llevarla al éxtasis.

Le tomó los pechos y empujó con fuerza su pelvis hacia arriba, apoyando los movimientos casi descompasados de Isabel. De pronto sintió que ella quedaba rígida en sus brazos y que echaba la cabeza hacia atrás apoyándola contra el sofá y comenzaba a temblar ante el orgasmo que se había apoderado de su cuerpo.

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