Vegetariana

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A falta de juguetes, encontré un perfecto reemplazo.
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Parte 11 de la serie de 46 partes

Actualizado 09/07/2023
Creado 08/08/2023
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Empecemos aclarando algo, soy vegetariana, pero no el tipo de vegetariana que tú crees.

Ésta es una parte de mi vida que no le he contado a casi nadie, solo a los muy muy muy cercanos y que con toda certeza sé que no se van a escandalizar.

Si no han leído "Amor Adolescente" vayan y le den una mirada antes para que tengan mejor contexto. Yo prefiero los detalles y allá está hasta con cada pelo y señal, pero si no creen que les haga falta, esta es la versión resumida: es básicamente mi historia de adolescente cuando me enamoré de un chico un poco mayor que yo y de cómo perdí la virginidad.

La verdad no podía estar más enamorada y feliz por la forma en que había sucedido todo, había sido perfecto. Lástima que... no duró mucho.

---

Uno se pasa la adolescencia asustada por cómo será la primera vez, tantas cosas ridículas que te cuentan o lees y nunca pasan. En realidad, lo único que sí me contaron y me pasó, es que apenas pruebas ese delicioso postre, quieres literalmente hacerlo a toda hora, te consume el deseo y no desperdiciar ningún momento para estar con esa personita que te encanta.

En mi caso, no nos podíamos ni sentir cerca porque la libido nos atropellaba y terminamos haciéndolo en los lugares que menos nos esperábamos: en los baños de la Universidad tanto en la de él como en la mía, en el estacionamiento de nuestras casas, en los baños de los bares, en las fiestas que hacían en las casas de los amigos y en las fincas nos metíamos derecho a una habitación y prácticamente no nos veíamos con los demás.

En el carro, ufff en el carro de nuestros padres sí que lo hacíamos, ya fuera de ida o venida nos echamos un rapidín o nos manoseamos. Nos encantaba esa sensación de que alguien nos fuera a ver y sí que disfrutaba mamárselo en los trancones mientras conducía.

Su obsesión con mis nalgas era tremenda, le encantaba verme en ropa interior, agarrarlas, morderlas, darle palmadas y besitos. Para mí era muy excitante y a la vez difícil, ya saben que es algo que me volvía loca, pero que trataba de evitar porque me daba vergüenza decirle lo que sentía o proponerle que me ayudara a experimentar.

Inclusive varias veces esperaba que lo hiciera por iniciativa propia, pero creo que por respeto o por educación nunca sobrepasaba el límite.

---

Así duramos un poco más de un año, escapándome en las noches para poder estar con él y regresar en la madrugada antes de que mis padres se despertaran mis padres.

Hasta que su papá un día tuvo que ir más temprano, abrió la puerta del cuarto de Mateo y fijo yo estaba arriba llevada del carajo, agarrándome los senos mientras me lo comía cual vaquera de rodeo. Del susto me caí de la cama tratando de cubrirme con algo.

- Necesito hablar con ustedes dos, por favor vístanse

Él señor cerró la puerta haciendo una mueca de decepción. Me moría de la vergüenza tener que salir y darle la cara, pero ya que nos había descubierto no había nada que hacer.

Nos dio una cátedra completa sobre respeto a la pareja, a los padres y a lo sagrada que es la casa de una familia como para que la cojan de motel. Ninguno de los dos le respondió, solamente nos quedamos con la cabeza agachada y las manos cruzadas al frente. Lo peor fue que le prohibió a Mateo que me volviera a entrar a la casa. Eso me hizo sentir como si fuera la mujer más puta, perra e impura del mundo.

Después de eso todo cambió, porque no nos podíamos ver tanto, ni hacerlo prácticamente todos los días. Para empeorar las cosas a Mateo le habían robado la moto y tampoco podíamos salir por ahí y en mi casa era imposible porque mi mamá estaba todo el tiempo, no nos dejaba pasar de la sala y a cada rato interrumpía o pasaba para echarnos un ojo.

Empezamos a pelear porque a mí me cuidaban demasiado como si fuera una niña, me limitaban las horas de llegada, los permisos para ir a fincas y hasta me compraba con sus compañeras de la Universidad. Todo iba de mal en peor y decidimos darnos un tiempo.

Me dio durísimo y traté de concentrarme solo en los estudios, pero era imposible no pensar en él. Ya había pasado 1 mes y no me aguantaba más, lo llamé y haciendo caso omiso de las palabras de su papá me fui a pasar la noche en su casa, esta vez nos aseguramos de poner pasador a la puerta.

Otra noche para no olvidar, no pegamos el ojo por estar juntos toda la noche y me sacó todos los orgasmos que tenía acumulados. Ya se escuchaban los pajaritos cantar y el cielo comenzar a aclarar.

Yo estaba encima y él agarrándome las nalgas, estaba demasiado excitada, abrazando su cabeza y se me salió sin pensarlo.

- Ahhh amor, tócame el culito

Mateo me miró un poco extrañado, pero no le disgustó la idea. Levantó su torso de la cama y me pasó las piernas por detrás, me besó los senos mientras los apretaba con sus manos y me metió sus dedos a la boca para que los llenará de saliva.

Los colocó con calma en mi culito que con solo pensar que iban en su dirección palpitaba de emoción. Con solo poner su dedo encima se me salió un gemido más fuerte que nos podía haber delatado. Me tapó la boca y abrió los ojos recriminando.

Movía el dedo en círculos mientras lo cabalgaba, le gemía al oído, pero cada que medio ejercía presión se me salían los gemidos sin querer.

- Shhhh

- Amor, no soy capaz, se me salen

- ¿Te gusta mucho?

- Si --dije con algo de vergüenza-- si un poco

- ¿Y esto?

Sentí que empezó a meter su dedo hasta la primera falange. Cerré los ojos y me mordí la boca para tratar de no hacer ruido, pero fue imposible no gemir, fue igual que la vez que lo hice masturbándome, como si en mi trasero tuviera un detonador de orgasmos y con solo meter un dedo me hiciera explotar. Me tapó la boca con la mano y sacó el dedo muerto de risa.

- Mateo --toc toc toc-- nos va coger el día --dijo su papá tratando de abrir la puerta--

- Ya voy, ya voy Pá --contestó nervioso-- no escuche el despertador

No nos habíamos fijado, hace casi una hora que me debía de haber ido antes de que sus papás o los míos despertaran. Yo me levanté a toda prisa recogiendo mi ropa del suelo para esconderme en el closet, mientras Mateo se vestía para abrirle al papá.

- No me gusta que cierre esa puerta con seguro

- Si Pá, se me olvido quitarlo ayer cuando me cambié

- Muévase pues que llega tarde a la universidad y me hace llegar tarde a mi

- Si señor

Mateo se fue a bañar, yo trataba de vestirme dentro del closet sin hacer mucho ruido. Llegó empapado, enrollado en su toalla y cerró la puerta. Abrió el closet, me ayudó a salir y me dio un beso agarrándome las nalgas. Se empezó a vestir a la carrera, mientras hablábamos.

- Que rico que volvimos a estar juntos

- Si mi vida, te extrañaba mucho

- ¿Te parece si salimos el viernes?

- Si, voy a pedir permiso desde ya

- Listo mamacita, así intentamos lo que dejamos empezado

- Si --le contesté con la cara roja enrollando los dedos--

- ¿Te gusta eso? ¿por qué no me habías dicho?

- No sé, solo me dieron ganas de probar --obviamente si sabía y llevaba rato queriendo decírselo--

- Mamacita, te dejo que sino mi General --refiriéndose a su papá-- me mata ¿ya sabes cómo salir cierto?

- Si mi novio --le fui a dar un beso y se corrió--

- Eso lo hablamos luego

- ¿Cómo así? --se me cayó la mirada enamorada al piso--

Su papá no dejaba de pitar insistentemente afuera de la casa para que saliera y él aprovechó eso como excusa para no seguir el tema. Me dio un pico en la mejilla, cogió su morral y bajó corriendo. Desde la ventana vi cómo se metió al carro y me quedé ahí parada como una idiota en shock.

Acabamos de pasar toda la noche juntos y ¿se despidió de pico en la mejilla? y aparte no le parecía una reconciliación. Salí sin cuidado y al pasar por la sala su mamá, que nos alcahuetea nuestros encuentros nocturnos, me habló.

- Agata mija ¿usted por acá? --me habló sorprendida--

- Sí señora, que pena

- ¿Ustedes no habían terminado?

- Si, pero nos estamos dando otra oportunidad --contesté con duda recordando las últimas palabras de Mateo--

- Ay mija --suspiró-- eso de estar terminando y volviendo no es bueno para ninguno de los dos

- Si, doña Karla, yo sé, pero ¿qué hago? Mateo me encanta

Ella me miró desconsolada, de una forma que nunca lo había hecho, me dio un gran abrazo y un beso en la cabeza como lo hace mi mamá.

- Muñeca usted sabe que yo la quiero mucho y Mateo puede ser mi hijo y todo, pero uno como mujer no puede dejar que jueguen con uno, sino se la montan

- Sí señora, yo sé, quedamos de hablar el viernes

- Ay mija --suspiro--

La cara de ella era de total decepción, se le notaba que tenía un nudo en la garganta, algo que me quería contar, pero no podía. Me corrió un escalofrío por todo el cuerpo, como un mal presentimiento.

- Ya me asusto doña Karla ¿Mateo le ha dicho algo de nosotros?

- Mija, eso es algo que ustedes tienen que hablar

- Está bien, gracias por el consejo. Que tenga buen día

Fui a la tienda y compré unos panes y una bolsa de leche. Mi excusa para que pensaran que me había levantado a comprar algo y no que había dormido afuera.

---

Estuve toda la semana con esa cosita maluca que no me dejaba estar tranquila, aproveché que uno de mis profesores nunca llegó a clase y decidí comprarle unos chocolates y darle la sorpresa en su Universidad.

Iba caminando por los corredores con cara de pastel, hasta que a lo lejos lo vi con su grupo de amigos y él abrazando a Manuela, pensé que era solo un abrazo normal de amigos, pero cuando se volteó y le dio un beso, se me heló todo y hasta los chocolates se me cayeron al piso. Me agaché para recogerlos y se me salieron las lágrimas de inmediato, no sabía ni que hacer, pero ya todo el mundo me empezaba a mirar raro, entonces salí corriendo para el baño y me encerré en uno de los cubículos.

Me sentía como una completa idiota, me imaginé de todo, menos que Mateo fuera a ser capaz de hacerme algo así. Se me venía a la mente la cara de la mamá cuando hablamos y seguro eso era lo que trataba de decirme.

- ¡MALDITO PERRO! --grité sin fijarme si había alguien más--

Salí envalentonada, me sequé las lágrimas en el espejo, maquillé y aseguré de quedar bien mamacita. Al menos que le tiemble todo cuando me vea. Retome mi camino por el corredor llevándome más de una mirada.

Él a lo lejos me vio y se puso pálido, trató de quitarle la mano a Manuela de encima, pero ella inconscientemente se la agarró y siguió hablando con sus amigos. A cada paso que daba no decidía si hacerle un escándalo o cómo abordarlo. Con su cara de espanto sabía que yo llevaba la ventaja de la sorpresa.

- ¡Hola Mateo! --lo saludé como si nada--

Sus amigos abrieron el círculo en el que estaban hablando y cuando me vieron tan guapa me abrieron espacio para saludar.

- Hola Agata ¿qué haces por acá? --le temblaba hasta la boca--

- Por unos libros que no hay en mi U

- Bacano eso de los convenios entre universidades --dijo uno de sus amigos que estaba bastante interesante--

- Si una belleza, voy a necesitar un guía ¿me ayudas?

- Claro --obviamente interesado--

- ¿Esta no es tu vecinita? --preguntó Manuela mirándome de arriba a abajo-- ¿la que vino el otro día con uniforme?

- Si si, esa misa soy --le contesté-- y por lo que veo ¿Si te gustaba Mateo?

- Si claro, casi que no me hace caso, pero ya llevamos 6 meses de novios

- Ah --lo miré como un culo-- 6 meses que bien vecino --increpé irónicamente--

Me hervía la sangre y me provocaba tirarle una cachetada que le volteara la cara y hacerlo quedar mal. El muy maldito tuvo el descaro de estar con las dos todo este tiempo.

- Bueno Manuelita, cuídalo, que si te descuidas te lo roban

- ¡¡¡UYYYYYYY!!! --gritaron en coro--

- Si --se rio de mala gana y le dio un beso-- por eso lo mantengo bien cerquita

- Un placer --voltee hacia su amigo-- ¿vamos?

Me di la vuelta sin siquiera volver a mirar al muy maldito, me temblaba todo por dentro y no sabía cómo deshacerme de su amigo. Cuando llegamos a la biblioteca saqué la excusa de que no había traído el carnet para poder prestar el libro y le di las gracias por haberme acompañado. Salí de la Universidad y tomé el primer taxi que vi.

No paraba de llorar, esos momentos bonitos se acababan de borrar por completo, trataba de escribirle un mensaje con el celular, pero me salían tantas lágrimas que ni veía la pantalla.

Mateo no era ningún príncipe azul, era un completo cobarde e idiota que no tuvo las güevas parar decirme la verdad.

En la mente me venían mil preguntas a la cabeza: «¿cómo podía ser tan estúpida de no darme cuenta antes? ¿cómo pude pasar la noche con él? ¿cómo pude enamorarme tanto? ¿cómo pude darle mi virginidad a tremendo imbécil? por inocente y confiada, por andar de enamorada ¿hasta pensaste en que te rompiera el culo? eres una idiota Agata.»

Llegué a mi casa, traté de que mi mamá no me viera llorando y me metí a la habitación. Ella se sentó en la cama y me empezó a acariciar el cabello con ternura.

- ¿Agata que le paso?

- Nada Má --con la voz quebrada--

- ¿Cómo que nada? ¿Entonces por qué está así?

- Por nada Má

- ¿A mi muñeca qué le pasó?

- Vi a Mateo con otra mujer

- Maldito, cuando lo vea lo...

- No Má, no vale la pena ese idiota --la abracé y me solté en mar de lágrimas como si fuera una niña chiquita--

- Ay mi muñeca hermosa, acá estoy mi princesa

Mi mamá solo se quedó ahí en silencio, acariciándome la espalda y el cabello igual que cuando era niña y me despertaba gritando por alguna pesadilla. Lloré, lloré, lloré y lloré hasta que me quedé dormida.

---

Mateo llegó a tener el descaro de volverme a hablar, ni siquiera se disculpó, lo único que me dijo es que había sido mi culpa por no querer que nadie supiera que éramos novios, mientras que a Manuela si le encantaba gritarlo a los cuatro vientos, y si lo aceptó, eso fue un error, pero no le daba derecho a mentirme. Lo peor es que me ofreció ser su moza, porque igual me gustaba ser discreta. No jueputa qué ofertón ¡malparido!.

Obvio que me desquité, él había quedado súper obsesionado con la idea de partirme el culo porque era algo que nunca había hecho. Me hice la que lo perdonaba y lo calenté toda una noche diciéndole cómo quería que lo hiciera, pero le pedí que hiciera reservas en un Hotel, podría ser la moza, pero igual me tenía que gastar un buen lugar.

Me empezó a llamar desesperado, le contesté las dos primeras veces y le dije que estaba en un trancón, pero que me esperara en la habitación desnudo que ya iba a llegar. Nunca lo hice y mejor apagué el teléfono porque me lo iba a quemar a punta de llamadas. Nunca más nos volvimos a hablar.

Ese definitivamente fue un calvazo que me regalaba la vida para que dejara de ser tan ilusa y empezara a darme cuenta que hay que ser más realista. Traté de decirme que no se trataba de desconfiar de todo y todos, sino de estar más atentos a las señales, pero en realidad, ya ni en mi sombra creía. Las palabras de halago de cualquier hombre me sonaban completamente huecas. Ya sabía lo que todos querían, lo mismo que Mateo, hablar bonito para llevarlo a uno a la cama.

Decidí concentrarme en mis estudios y prometí no volverme a cuadrar con nadie hasta terminar la universidad. El día que quisiera tener sexo, iba ser por mi decisión y solo para quitarme las ganas.

---

Mi gran problema es que me mantenía caliente, no quería nada con ningún hombre, pero sentía que con solo con masturbarme ya no me era suficiente.

Hasta tuve una época en la que me desquitaba con la almohada, la usaba tanto y me venía en ella que la terminé llenando de nudos. Me tocó decirle a mi mamá que me comprara otra porque me levantaba con dolor de cuello casi a diario. Además, en esa época las sex-shop no habían sido tan normalizadas como en la actualidad y no era tan fácil conseguir todo tipo de juguetes y lubricantes.

Recuerdo claramente una tarde calurosa de agosto, estaba sola en casa, mis papás iban a estar de visita todo el día en la casa de mi abuela. En esos días que el lívido te sobrepasa y en lo único que piensas es en sexo.

Solo me aguantaba unos cacheteros rojos y andaba con las tetas al aire por toda la casa. Ese tipo de clima bochornoso me pone mal y ni sentada con el ventilador de frente se me baja la calentura. Me masturbaba y a los 5 minutos otra vez estaba recaliente.

- Debería llamar a Mateo --dije en voz alta y de inmediato me regañé-- ¿acaso estás loca o qué?

La arrechera me tenía desvariando. Bajé a la cocina, abrí la nevera y sentí ese fresquito del viento helado, me provocaba meterme ahí dentro.

Saqué unos hielos y me los empecé a pasar por el cuello para bajar el calor. Fue refrescante por un momento, pero terminó excitándose más, no pude evitar pasármelos por los senos y luego seguir las goticas de agua que bajaban por mi abdomen y meter uno de esos hielos casi derretido entre mi ropa interior. El calor de mi sexo que emanaba como lava no tardo en derretirlo.

Ahí estaba de pie, con una mano en la puerta de la nevera y con la otra tocándome por todos lados, con los ojos cerrados, metiéndome los dedos y gimiendo. Cuando estaba a punto de venirme abrí los ojos y lo primero que enfoque fue un pepino cohombro verde oscuro que me llamó la atención.

Al principio rechacé la idea, agitando la cabeza hacía los lados, pero luego me cogió un ataque de risa. Me incliné para cogerlo y cerré de un portazo la nevera. Lo lavé bien en el lavaplatos y salí corriendo para mi habitación, igual sabía que mis padres no iban a estar, pero me sentía más segura probando algo así en mi cuarto.

Subí las escaleras muerta de la risa, cerré la puerta de mi habitación con seguro y me tiré en la cama. Cerré los ojos, me empecé a tocar por todo el cuerpo, lo primero que se me vino a la mente fue el miembro de Mateo, igual era el único que conocía y lo que más me gustaba de él. Recuerdo esas venas marcadas y su glande y me da escalofrío.

Me dejé llevar a tal punto de simular que lo estaba mamando, el sabor era obviamente algo diferente y el cerebro trataba de luchar contra eso. Así que lo llené de saliva lo bajé y acomodé en mi sexo y me dio un poco de risa «¿Agata que demonios está haciendo?»

- Pasar bueno --me contesté en voz alta--

Me agarraba los senos, pellizcaba los pezones y jugueteaba con el pepino en mi vagina, lo pasaba por toda la rajita esperando que me entregara sus jugos. El calor que hacía me ayudó bastante y sin siquiera darme cuenta estaba empujando el pepino en mi interior.

- Ay si, esto era lo que necesitaba

La forma del pepino angosta al inicio y un poco gruesa en el medio era perfecta para meter y sacarlo, porque entre más lo metía más se dilataba mi sexo. Estaba gimiendo como loca, llevaba meses sin sentirme tan bien, mordía las almohadas para evitar que me fueran a escuchar los vecinos y arrancaba las sábanas de la cama desesperada.

Estaba consumida de placer, daba vueltas de arriba a abajo, lo metía y sacaba, lo chupaba saboreando mis jugos y lo devolvía a su lugar. No terminaba de tener un orgasmo, lo movía dentro simulando la forma en que Mateo me lo metía, le daba vueltas sobre su propio eje dentro de mí, algo completamente nuevo pero que se sentía muy bien. Lo metía y sacaba rápido buscando el siguiente orgasmo.

Cada orgasmo me ponía peor y más desespero encontraba en mi cuerpo por ser follada con fuerza. Me hice boca abajo y lo cuñé con una de las cobijas para que no se moviera mientras simulaba cabalgar. Apoyaba las manos en la cabecera, miraba por la ventana hacía la casa de Mateo recordando como me gustaba hacerme encima mientras me agarraba las nalgas.

- Si Mateo cómeme --decía en voz alta-- ¡cómeme!

Me corrí otro par de veces, me chupé los dedos llenándolos de saliva. Traté de aguantarme un poco, lo juro, pero de nuevo estaba esa sensación, ese pensamiento que me pedía a gritos que lo hiciera.

- Quiero que me des por el culo --sonreí-- Ahhhh sí, por favor

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