Somos Felices Las Tres Capitulo 30

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Erika y Nuria hacen avances en mi feminizacion.
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Parte 30 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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DEL CAPITULO ANTERIOR...

Nuria procedió a narrar en detalle cada una de las cosas que ocurrieron en esa corta visita al mercado. A Erika le entusiasmó mucho la posibilidad de tener sexo con un jovencito virgen y lleno de energía. Anticipaba que lo iba a disfrutar mucho, y aprobó la audaz locura de su perrita. Lo celebró haciendo algo que ya tenía algún tiempo no hacía: halando la pelambre del bollo de su mujer, mientras conducía con la mano izquierda. Estaba tan emocionada que no controlaba la fuerza con la cual realizaba aquella acción, pero Nuria toleró valientemente el dolor, en aras del amor y devoción que sentía por aquella mujer que había llegado para transformar su matrimonio, y su propia vida, hasta el punto de que se estaban desatando pasiones desconocidas para ella, reduciendo a su mínima expresión cualquier sentimiento de pudor, y borrando el instinto de controlar su propia vida, delegando en la otra cualquier decisión, por insignificante que fuese. Ese nuevo estado de vida le proporcionaría múltiples placeres, aventuras inolvidables y la tranquilidad de no tener que discernir casi más nada en su vida, a cambio de obedecer las instrucciones y órdenes de su mujer, en quien confiaba ciegamente, lo que le brindaba ese extraño estado de calma sumisa que no era incómoda, sino por el contrario, bastante agradable...

/ / /

Al llegar a la casa, fueron recibidas por mí, y la sorpresa de Nuria fue mayúscula, pues no parecía para nada un hombre. Más aún, por un instante llegó a pensar que durante su ausencia yo había metido una puta en nuestra casa. Lo que pasa es que siguiendo las instrucciones que previamente me había dejado nuestra dueña Erika, había aprovechado la ausencia de las dos amantes para avanzar en mi proceso de feminización. Esa misma mañana había acudido al salón de belleza que Erika había escogido para mí, habiéndoles dejado las instrucciones pertinentes para mi transformación. Había estado toda la mañana recibiendo el tratamiento planeado por nuestra dueña, el cual consistía en sacarme las cejas hasta darles una forma no solamente femenina, sino sensual, exageradamente sexy. Cuando miré en un espejo el resultado de este trabajo, confieso que me dio miedo, porque parecía una zorra, e inmediatamente pensé cómo iba a poder continuar mi vida regular con tal presencia. Me imaginé llegando al edificio de nuestra oficina y llamando la atención de las otras personas que ya me conocían. Poco sabía de otros planes de Erika, los cuales aplacarían tales temores.

Una vez terminado el proceso de darle forma a mis cejas, pasaron a maquillarme los ojos. Fue un proceso largo, y para mí un poco fastidioso y aburrido, pues debía permanecer inmóvil sobre la silla en la que la cosmetóloga fue realizando su trabajo. Me delineó los ojos, aplicó colores y sombras en mis párpados y al final me aplicó unas pestañas postizas. Cuando esta parte del trabajo estuvo terminado y me presentaron un espejo, yo no podía creer la transformación hecha a través del maquillaje. Hasta yo mismo me enamoré de la mujer que veía reflejada en el espejo. Las empleadas del lugar se arremolinaron alrededor mío y algunas daban sus comentarios de admiración, mientras que otras lo celebraban con una risita. Ya era del todo conocido por todas ellas la razón por la cual estaba en aquel salón, y aunque fue humillante en cierto modo, también en mi subconsciente celebraba el más grande avance hecho en mi vida para aparentar ser la mujer que en secreto había deseado ser, y también un cierto orgullo por haberme atrevido a llegar tan lejos, y al mismo tiempo anticipando la sorpresa que causaría en mi esposa y su amante cuando me vieran a su regreso a casa.

El siguiente paso fue un trabajo de pedicure. Le dieron forma a las uñas de mis pies, eliminaron cualquier vestigio de dureza en la piel mediante un procedimiento de abrasión y aplicación de suavizantes. Hecho lo cual, procedieron a pintar mis uñas de un color rojo encendido, casi escandaloso, y llamativo. Cualquier persona con la cual me cruzara notaría de inmediato aquel tratamiento. A mí me gustó mucho. Ya a esta etapa, cualquier modificación a mi cuerpo la recibía sin la timidez y vergüenza iniciales. Por el contrario, quería más aún, hasta deseando lucir como una puta.

Después de los pies, procedieron a la manicure. Luego de preparar la piel de mis manos y dedos, aplicaron uñas postizas. No tan largas, por lo que me pareció conveniente, pues debería aprender a realizar mis labores con unas uñas que jamás había tenido. Después aplicaron el mismo esmalte de color que en los pies. Yo contemplaba maravillado cómo mis manos lucían ahora como las de otra persona, y me gustaba lo que ahora veía.

Al terminar la manicure me pasaron con la estilista, quien después de lavarme el cabello, el cual ya había crecido algo desde que Erika me lo había ordenado, procedió a darle unos rayitos de tinte dorado, que hacían contraste contra mi cabello de color castaño. Después de ello le dieron forma, ondulando aquí y allá, hasta crear un peinado decidamente femenino. Quien me viera, no tendría dudas de que se trataba de una mujer. El único inconveniente era el de mi vestimenta. Yo había venido vistiendo unos jeans y una franela blanca, y zapatos deportivos. Era notorio el contraste entre mi ropa y la apariencia de mi cara, manos y pies.

El siguiente paso fue la perforación de los lóbulos de mis orejas, para instalar unos aretes escandalosos que Erika les había dejado previamente. Yo me sentía feliz, cada vez más femenina, dejando atrás todo mi pasado como hombre. Mientras me hacían todos estos procedimientos mi mente repasaba las acciones que estaban ocurriendo ahora en mi vida, y cómo yo me había atrevido a dar el gran paso de aceptar ser transformado en una mujer, tal como lo había decidio Erika con la aprobación y el apoyo de Nuria. Yano había posibilidad de dar marcha atrás en este proceso, y me preguntaba qué más me esperaba en el futuro, y si mis cambios se irían a limitar solo a la parte estética y cosmética, o por el contrario ellas decidirían profundizar aún más mi transformación.

En ese momento llegó la dueña del local, quien me llamó,

-Claudia, sígueme, que vamos a darte el toque final.

Yo la seguía hasta un cuarto lateral, y tras entrar, cerró la puerta y me mostró unos leggings rosados y una blusa blanca, con muchos encajes y bordados. También había un brassier sobre el gabinete. Ella me ordenó que me desvistiera, lo cual hice lentamente, pues temía dañar mis uñas y mi peinado. Una vez desvestido, se sonrió al ver la tanguita minúscula que ocultaba y comprimía mis genitales, antes de proceder a ayudarme a colocarme el brassier, el cual ya venía con un relleno de silicón. Le ajustó los tirantes y se retiró unos pasos para contemplarme. Nuevamente se sonrió pícaramente, y me pidió que me colocara los leggings, los cuales eran muy estrechos, pero por ser su tejido flexible pude completar la tarea sin mayores problemas. Sentía que más que pantalones, llevaba puesta una media panty. Finalmente me ayudó aponerme la blusa, después de lo cual se arrodilló delante de mí para ayudarme a calzarme las sandalias que Erika había escogido para mí. Por suerte eran de tacón muy bajo. Todavía debía aprender el arte de caminar en tacones...

Al finalizar, ella me dió un bolso dentro del cual había metido toda mi ropa, y dándome la mano me condujo hacia la sala en la que las empleadas realizaban sus labores. De inmediato, todas me rodearon y me llenaron de comentarios, halagos y una que otra picardía. Me hicieron dar la vuelta, y aplaudieron, lo cual llamó la atención de algunas otras clientas, quienes al voltear para verme, no entendían la razón de tanta algarabía por otra mujer que había sido tratada tal como ellas lo estaban siendo en ese momento.

Un minuto más tarde, ya caminaba yo por el centro comercial, lo más lento y sensual que podía, atrayendo miradas y hasta un par de guiños y un piropo de otros hombres que me creían una putica por mi indumentaria y maquillaje. Me dirigí al estacionamiento y viendo que ya era pasado mediodía decidí encargar una paella a un restaurante cercano a la casa, pues no me iba a dar tiempo de hacerla yo y tenerla lista para la llegada de Erika y Nuria. Como el centro comercial quedaba distante de la casa, el pedido estaría listo para cuando llegara a recogerlo.

Al bajarme del auto me di cuenta por primera vez que mi voz varonil me delataría, por lo que practiqué una cuantas veces hablar muy suave, casi como un susurro y en el tono más agudo posible. Esa estrategia me ayudó en el restaurante pues la persona que me entregó la orden me saludó "siempre a sus órdenes, señorita". Al menos creo que no sospechó que entre mis piernas llevaba algo que desmentía la apariencia exterior que mostraba y que había recibido con mucho esmero y profesionalidad en aquel salón. Al llegar a la casa, me consumía la excitación de sentirme más mujer que nunca en toda mi vida, tras haber sido transformado y haberme expuesto a extraños, haciéndoles creer que era verdaderamente una mujer. Por otra parte, sentía gran curiosidad por el impacto y la sorpresa que causaría en las dos mujeres. Todo ello sin contar con el momento en el que Nuria compartiría conmigo todos los detalles de su encierro lésbico con nuestra dueña y señora.

Cuando pude sentir que el auto de Erika estaba siendo estacionado frente a nuestra vivienda, me asomé a la ventana. No podía creer la forma en que Nuria venía vestida, y me resultaba casi imposible imaginar que hubiese tenido el valor de andar por la calle con casi nada puesto encima, y de paso, de tejido tan tenue que desde donde yo me encontraba era muy fácil distinguir no solo sus pezones alzados, sino la sombra de la aureóla de cada uno de los senos, y mi asombro fue aún mayor cuando también era bastante fácil adivinar la sombra de su púbis peludo. Pude ver cómo Nuria sacaba del maletero su bolso y me sorprendió ver que entre sus nalgas destacaba un objeto negro. Ya me enteraría de qué se trataba. Pude escuchar cómo Erika le dijo que dejara allí un par de bolsas plásticas, seguramente de alguna compra que habrían hecho, que ella se las llevaría a su casa y las traería mañana. No pude aguantar, y me dirigía la puerta, para abrirla apenas sintiera que ya estaban frente a la misma, sin darles tiempo a usar la llave.

La cara de asombro de Nuria fue espectacular. Creo que por un instante pensó que se trataba de alguna otra mujer que estaría conmigo, pero cuando volvió a mirar mejor, pudo comprobar de que se trataba de mí. Se avalanzó sobre mí y me dio un beso profundo, interrumpido por fracciones en las que decía, "qué bella estás, mi amor", o "me parece increible, mi cielo, estás preciosa", y me seguía comiendo a besos. Mientras, Erika seguía de pie en la puerta, observando la escena con una amplia sonrisa de satisfacción, comprobando que el trabajo encargado había sido llevado a cabo según sus instrucciones. Esperó hasta que Nuria me hubiese dado todas las muestras de amor y admiración por la transformación inesperada. Finalmente Erika pudo entrar y tomando mi cara entre sus manos me dio uno de esos besos que jamás se podrón olvidar. Nuria nos veía, y después me confesó que no sintió ni un ápice de celos, sino por el contrario, veía aquella acción como el sello final que nos convertiría en una familia diferente, de tres chicas que comenzarían a compartir sus vidas como una comunidad de lesbianas. Nuria gozaba al ver cómo nuestras lenguas se entrelazaban y gemíamos. Yo por mi parte con gratitud y una pizca de lujuría, y Erika por la suya, como un acto que confirmaba su posición en el trío que ahora formaríamos, como la cabeza de familia, autoridad indiscutible y controladora de lo relativo al negocio y al hogar. Entró pisando fuerte y tanto Nuria como yo nos rendimos a su voluntad.

Esto quedó confirmado aún más cuando pude ver que Nuria se arrodillaba ante Erika, y postrándose besó sus pies a la vez que decía, "Mi querida dueña y señora, no te doy la bienvenida a nuestro hogar, porque desde ahora es el tuyo. Quiero confirmarte mi decisión de pertenecerte y obedecerte en todo. En ésta, que será tu casa desde ahora, se hará solo lo que tú decidas. Te amo como nunca he amado a otra persona y me hará muy feliz compartir mi casa y mi vida contigo. Usame, y dime lo que esperas de mí". A mí me sorprendió tanto el gesto físico de rendirse a sus pies, como la parte de su declaración en la que dijo que nunca había amado a otra persona de modo igual. Erika se dejaba adorar en silencio, con una amplia sonrisa.

Cuando Nuria terminó de hablar, no respondió nada, pero volteó su mirada hacia mí y me miró con fuerte intensidad, como preguntando si no haría lo mismo de lo acababa de hacer la que hasta ese día había sido mi esposa para convertirse en su mujer. Yo me sentí perturbado, pero algo en mi subconsciente me impulsó a postrarme y repetir el gesto de Nuria y tras besarle los pies declaré "Me siento muy agradecida por haber abierto mi mente a esta nueva vida que me espera. Quiero ser la mujer que tú quieres que sea y comportarme a la altura de tus espectativas. Renuncio a ser el esposo de Nuria para comenzar a ser igual que ella en la formación de esta relación. Prometo servirte y ser también tu mujer y permitir que conduzcas mi vida conforme tú lo consideres conveniente para tus propios intereses y los de nosotras dos, tus esclavas. Te amo de un modo especial y diferente y espero a llegar a amarte tanto como lo hace Nuria. Soy toda tuya, adorable y preciosa mujer".

Después de toda esta ceremonia, Erika terminó de entrar en nuestra casa, y dijo que necesitaba ir al baño, tras lo cual Nuria le preguntó, para mi sorpresa (pues aún desconocía los detalles de su noche de amor) si quería que la acompañara, a lo cual Erika le dijo que si, que necesitaba su "servicio". Yo me quedé solo en el salón, esperando el regreso de ambas, quienes lo hicieron abrazadas por las cinturas y riendo. Me daba mucho gusto y morbo verlas así, tan acarameladas. Erika dijo entonces que estaba hambrienta, a lo que Nuria respondió, "Yo también, dulce amor", y dirigiéndose a mí me preguntó si podríamos servir el almuerzo, a lo que respondí que sí, que me acompañara a la cocina para servir los platos. Estando a solas le comenté a Nuria lo sexy que se veía y le pregunté,

-¿Cómo lo pasaron?

-Fue una experiencia extraordinaria, mi vida. Algo que jamás podré olvidar.

-¿Hubo mucho sexo entre ustedes?

-¡Ni te imaginas! Necesitaré un largo rato para contarte todos los detalles.

En ese momento entró Erika a la cocina, buscando alguna botella de vino para abrirla y acompañar la comida y tras escuchar lo último que decía Nuria, agregó,

-¡sí! Fue algo muy intenso, muy bello, muy emocionante y rico en vivencias. Como estoy planeando ir a dormir a mi casa esta noche, para darles a ustedes la oportunidad de dormir solos como una pareja por última vez, podrás aprovechar para contarle a Claudia todo, mi amor.

-¿Todo?

-Si. No quiero que entre nosotras hayan secretos. Este nuevo matrimonio de tres que comenzaremos a vivir desde mañana se tiene que basar en la confianza compartida y sin que hayan secretos entre las tres. Prométanme que siempre contaran todo lo que les pase, y hasta los pensamientos que tengan.

-Si, mi dulce cielo

-Si, mi dueña y señora, haré igual que Nuria, me entregaré a tí para que seas tú quien regule mi vida desde ahora.

-Muy bien. Bueno, vamos a comer, que el estómago me está regañando.

Al momento de sentarse a la mesa, Nuria lo hizo antes que Erika y yo. Erika permaneció de pie, con una cara severa, por lo que Nuria se disculpó y volvió a sentarse, esta vez desnudando su culo, tal como había sido instruída. Pero Erika se mantuvo de pie, seria. Nuria volvió a pararse y entonces Erika habló:

-No olviden que ahora en esta casa mando yo. Ustedes así lo han decidido, al prometerme sumisión y obediencia. Esto significa que debemos ir aprendiendo a realizar ciertos gestos y ceremonias que confirmen mi superioridad sobre ustedes. Una de ellas, tal como tal vez lo acaban de notar, es que siempre deben esperar a que sea yo quien se siente primero. También al final, seré yo siempre la primera en levantarme, a menos que yo lo pida, o les conceda un permiso para hacerlo antes que yo. Por otra parte, Claudia, Nuria te ha demostrado la manera en que debe sentarse siempre, posando su piel desnuda contra la superficie de los asientos. Tú, que desde ahora serás considerado una mujer por nosotras dos, deberás cumplir también con esto. ¿Está claro?

Nuria y yo respondimos afirmativamente y nos disculpamos por no haber tenido la cortesía de respetar su jerarquía y autoridad. Erika se sentó y ambas, Nuria y yo, nos sentamos. Puesto que yo vestía unos leggings, no tuve que realizar la maniobra que Nuria hizo, para mi asombro y admiración. Sin duda, más tarde me revelaría muchas más cosas que un simple acto sexual lésbico entre mi esposa y mi dueña.

Una vez sentadas, Erika preguntó,

-Cuéntanos, Claudia, ¿cómo fue tu experiencia de transformación en la mujercita que ahora eres?

- Encantadora, mi dueña. Yo imaginaba que sería algo muy excitante, pero nunca en la medida en que ocurrieron las cosas.

- Me parece increible, mi amor, que estemos comiendo las tres como una familia de mujeres, después de haber estado casada contigo todos estos años, sin que nunca me imaginara tus desos ocultos.

- A mí también me parece un sueño, porque una cosa es ponerme una pantaleta a escondidas o recrearme viendo videos de hombres feminizados y la otra es ponerme en las manos de ustedes para que me hagan una mujer, en todos los sentidos.

- Y esto ha sido tan solo el comienzo, Claudia. No te imaginas lo que tengo en mente para que de verdad llegues a ser toda una hembra, como tu rica esposa, que me ha regalado una noche maravillosa, de cuyos detalles te podrás enterar más tarde. Pero anda, cuéntanos lo de esta mañana.

- Lo primero que hice fue darme un "baño de novia", rasurando cada rincón de mi cuerpo, y sumergiendo mi cuerpo en un baño de espuma de dulces olores. Después me apliqué una de las cremas humectantes de Nuria, lo que me dio una sensación extraña y exquisita, por la suavidad de mi piel, y por el dulce aroma que desprendía mi cuerpo al salir de la casa. Me puse una ropa muy holgada, y además una pantaletica muy pequeña, lo más pequeña posible, que salí a comprar ayer, después que ustedes salieron.

- ¿ah, si? ¿de qué color?

- Era un hilo dental rojo, que me costó un poco ponerme, por lo pequeña. Pero sirvió para mi propósito de comprimir mis genitales y sentirme lo menos varonil posible. Confieso que era incómoda al caminar, y también al sentarme pues el roce contra mi ano y el resto de la raja entre mis nalgas provocaba un cierto ardor. Pero decidí aguantar, y no me arrepiento, pues me mantuvo siempre alerta y consciente de lo que estaba por vivir y mientras lo estaba viviendo. Al llegar al salón que tú había escogido me sentí bastante nervioso.

- Corrección... "nerviosa". No quiero que más nunca hables en género masculino, sino femenino. No lo olvides.

- Perdóname, mi dueña. No volverá a ocurrir.

- Si te vuelves a equivocar me estarás dando una razón para castigarte. Y créeme, que no será un castigo erótico como los que les doy a nuestra esposa Nuria, sino mucho más fuerte.

- Lo entiendo, mi dueña.

- ¿Y qué más pasó, mi amor? ¿Se dieron cuenta de que olías como mis cremas?

- Si. Al entrar, la recepcionista me recibió con una gran sonrisa, pues seguro ya había sido avisada de la razón de mi visita. Al llevarme a la primera estación de mi transformación, me guiñó el ojo y dejó caer un comentario... "hueles muy rico, me encanta, Claudia".

- O sea, ¿que ya sabía tu nombre de mujer?

- Claro. Erika había hecho la reservación bajo ese nombre, que fue el que tuve que usar al anunciarme.

- Fue la primera vez en tu vida en que pudiste mostrar una parte de tu ser femenino a otras personas aparte de nosotras dos. ¡qué emocionante!

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