10:30 Doña Puri

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"Rubito de ojos lindos, te espero a las seis"

Y para las seis ellos ya han decidido, casi de seguro a trompicones, sobre todo a principio de curso por la novedad, quien es el rubito que se presentará, lo más seguro con un ojo a la funerala, pero todo tembloroso y ansioso, a la cita. Y al final de curso, si se presenta el moreno tuerto que faltaba, da igual.

Claro está que la Glenis se tira al señorito Ramón, sin ir más lejos esta misma mañana, que mientras Manolo su novio entraba por la verja de los señores del Rameral, a esa hora más o menos la Glenis se está desenfundando al señorito en la cocina de la Mimí, el coño chorreando. Se lo folla habitualmente a sabiendas de doña Purificación, aunque mantienen el disimulo entre ellas, pero bien sabe la Puri dónde va muchas veces el Ramón a desahogarse después de afanarse con ella, con la excusa de ir a buscar agua a la cocina después del polvo, que la juventud no vuelve y un coño estrecho tampoco, así que muchas noches, después de entretener a la señora, el Ramón baja a rematar la faena en el culo prietito de la muchacha.

Y hete aquí que el Manolo se queda como arrobado mirando por la ventana del dormitorio de doña Purificación, donde ésta ha dejado desparramadas en desorden unas cuantas prendas íntimas que se ha estado probando antes de decidirse por el picardías verde con el que se en este momento se maquilla en el vestidor contiguo.

Alarga la mano y saca una combinación lila que le había hecho dudar mucho a la Puri si ponérsela o no. También saca las braguitas que la Puri ha llevado para dormir, que van sustanciosas como resultado del mucho soñar con Ramón toda la noche.

Se lleva las bragas a la nariz y aspira su olor con mucha devoción.

Se baja la cremallera, saca la tranca, que ya va buena, y se pone, allí mismo en el jardín, a masturbarse con la combinación lila. Madre del amor hermoso, virgen santa, vaya pedazo de verga que gasta el Manolo!

Doña Purificación pierde la cabeza y el sentido. Abstrayendo todo lo demás, aquel garrote es igualitico que el de su adorado Ramón. Sin poderlo remediar, doña Puri empieza a fregotearse enérgicamente el coño, soñando con Ramón, por supuesto, y no sabe el tiempo que pasa hasta que despierta, exhausta, extenuada, pero felizmente relajada, para presenciar como la Glenis, que ha llegado entretanto, con la combinación lila en la mano, como prueba del delito, empapada de una corrida fenomenal, le larga un par de buenos bofetones al Manolo, y le anda montando la marimorena por mirón, pajillero y vicioso.

Bien empleado le está, piensa doña Puri, que con los guantazos parece que se desprendiera de cualquier sospecha de haber sentido ninguna atracción por aquel gañan. Aliviada y ligera, ya se dispone a hacer los preparativos para la reunión, que le va a coger la tarde.

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