Anita - Así Empezó Todo

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Alfredo metió toda esa carne en la boca. Los pequeños labios, que de pequeños no tenían nada, el durísimo clítoris, ya erecto y fuera del capuchón y la fue chupando dejando la punta de la lengua en un duelo implacable con el clítoris. Tendría como mínimo unos doce milímetros. Era anormalmente grande, como le gustaba a Alfredo.

Ahhh… Ohhh… Más fuerte, cariño mío… cómeme toda… ¡Todaaaaa! – Anita explotaba en un incontrolable y violento orgasmo. – Sigue… Ya todo me da igual. Soy una puta, pero ya nada me importa. Fóllame toda. Métemela toda. Te quiero sentir encima de mí… Ohhh…

Alfredo se quitó toda la ropa y la penetró de golpe, pero sin violencia.

Ohhh, D. Alfredo… ¡Qué pene más bueno! Espere… póngase un preservativo. No quiero quedarme en estado…

No… Me voy a correr dentro de ese coñito tan bueno que tienes. No lo perdería por nada en este mundo.

¡No! No haga eso… se lo imploro. ¿Después que haría yo? – Después de una media hora de lucha y ruegos por parte de ella, Alfredo la inundó de esperma caliente.

Había sido delicioso, pero Anita lloraba desconsoladamente.

¿Por qué, D. Alfredo? Me va a terminar de destruir. Qué voy a hacer yo embarazada… En cima estoy en el período fértil. Dios mío. Soy una desgraciada. ¿Que va a decir Doña Marta?

Cálmate. Tú eres fértil, pero yo no.

¿Qué quiere decir? – Lo miraba sin comprender nada.

Después del nacimiento de Jaimito me hice una vasectomía y tengo esperma congelado en un banco de esperma de Paris, por si queremos tener más niños. Pero mientras tanto, follamos tranquilos.

¡Qué tranquila me quedo! ¿Por qué no me lo dijo antes?

Me gustó follarte en ese estado de ansiedad. Estabas deliciosa así.

Ahora cuéntame lo de tu novio. Tienes el coñito muy apretado. Se conoce que lo has hecho pocas veces.

Si. Unas veinte o menos. Después me dejó por una de su trabajo.

¡Qué imbécil! Un tesoro cómo tu… ¿Alguna vez te lo hizo por detrás? – Ella lo miró muy intranquila.

¿A cuatro patitas? Si, dos veces. – De sobra sabía que estaba evitando contestar.

No. Por el culito.

Quería hacérmelo, pero no lo dejé. ¡Eso si que no! Tiene que doler muchísimo. Ahí empezó nuestro problema. Al parecer la otra lo dejaba y a él le gusta mucho. No estará pensando…

Ya lo veremos… de momento lo dejamos así. Vamos a ducharnos.

Se metieron los dos en la ducha de la habitación de Anita.

Ella ya no se sentía inhibida. Se había hecho a la idea de ser la amante secreta de D. Alfredo, pero en ningún caso quería perjudicar a doña Marta.

Alfredo la lavaba con mucho gel y a cierta altura le introdujo el índice derecho en el ano.

No, D. Alfredo. Eso no… ¡Se lo ruego!

Alfredo la sujetaba firmemente y continuaba con los movimientos del dedo.

¿Te duele? – ella se encogió de hombros.

No… ya no, pero no me lo haga.

Sí… ¡Te lo hago! – Casi gritó. – Te quiero muy lavadita aquí. Ahora me vas a pedir que te siga metiendo el dedo en el culito. Sabes que no me puedes resistir. ¡Pídemelo!

Ai D. Alfredo… Yo…

¡Pídemelo! – El tono con que lo dijo no admitía negativas.

Sí… vale, D. Alfredo. Por favor siga tocándome el culito. Quiero sentir su dedito dentro. Más dentro. Ahhh… así… siga… más dentro. Ohhh… me gusta.

Ella le acariciaba y le lavaba el pene y los testículos con mucho cariño. Lo qué más la asustaba, era que él la tenía completamente dominada. No era capaz de rehusarle nada ni tampoco de mentirle. Era su esclava, de eso no tenía ninguna duda.

Anita, cuando estemos los dos solos me llamas Alf. ¿Vale?

Vale… pero me resulta extrañísimo.

Ya en la habitación, Alfredo la mandó acostarse boca abajo. Después empezó a lamerle las orejas y el cuello. Eso la excitaba muchísimo. Después le fue lamiendo las espaldas e dándole mordiscos a la vez. Se le puso la carne de gallina. Alfredo sabía cómo ponerla a cién.

Alf… me haces tan feliz… Hace menos de dos horas te odiaba a muerte por tu chantaje… Ahora te lo agradezco todo. ¡Qué equivocada estaba!

Ya lo sabía, cariño. Nunca quise hacerte daño. – De repente y sin que ella lo esperara, empezó a darle un maravilloso beso negro.

Alf… Ohhh… ¡Qué maravilla! Qué sensación. – Alfredo puso la mano debajo de su sexo y a los pocos se quedó con ella inundada de sus jugos. Los lamió hasta la última gota.

Anita… ¿me quieres un poquito?

Ai, Alf… No me lo quiero ni plantear… Pobre Doña Marta. Dejemos esto así… amistad y sexo. No me hables más de amor.

Veo que te estás enamorando de mí.

Alf… no me hagas sufrir. No me digas esas cosas. Soy un ser humano. No me hables de amor. Placer y sexo. ¡Es todo! No me pidas más. Eres de Doña Marta y eso, pase lo que pase lo voy a respetar siempre.

Anita. Chúpame todo. Quiero correrme en tu boquita. ¿Me dejas?

Ella no contestó. Lo estaba deseando. Comenzó a chupar ese pene que tanto placer le había dado. Era grande y gordo. Tendría unos veinte y dos por seis cm. Cuando Alf se corrió, ella lo tragó hasta la última gota. Después, se abrazaron y se quedaron dormidos.

Dos horas después se despertaron.

Cuando Anita fue capaz de coordinar las ideas, no terminaba de asimilar todo lo que había pasado, pero se sentía relajada y feliz.

Alfredo se sentía cómo un chico joven.

Alf, estoy muy sorprendida conmigo misma y no termino de comprender. No soy capaz de rehusarte nada. Tampoco soy capaz de mentirte. Siento que me adivinas los pensamientos y te he confesado cosas inconfesables. No entiendo por qué… y eso me preocupa mucho.

Sabes, cariño. Nací en una familia muy pobre, pero tengo ciertos poderes y mucha capacidad de observación. Me hice rico por eso. Es muy difícil que no domine cualquier situación y suelo controlar a quién quiero. Nadie me puede mentir sin qué me entere. Puedo no descubrir la verdad, pero es prácticamente imposible engañarme.

¿De verdad?

Si. Tú te acostarías conmigo, mismo sin el chantaje. Eso solo me ayudó a ganar tiempo. Tú me deseas casi desde el día en que me conociste. Lo que pasa es que eres muy honesta y quieres mucho a mi mujer. Hoy descubrí que también la deseas a ella. Tendré que juntaros a las dos en la cama conmigo. – Anita estaba asombrada. Todo lo que decía era cierto.

Oh! Pero… bueno, ya no voy a decir nada. Si ella estuviera de acuerdo, me encantaría. Y realmente la deseo muchísimo… eres un hechicero. Me das miedo. ¿No tendrías celos de mí, si me acostara con tu mujer?

En absoluto. Me encantaría. Puedes intentarlo por ti misma, pero después entro yo en la danza con las dos. Y cuando no estoy en casa os podéis comer la una a la otra. Solo no quiero que mezcléis a nadie más en la fiesta, sobre todo a ningún macho, ni que nadie se entere. Otra cosa: ahora estás deseando que te folle el culito a pesar del miedo que te da.

¡Me asustas! Cómo me conoces. Hagámoslo, pero promete que no me harás daño.

Un poquito de daño tendré que hacerte, pero si haces lo que te digo, es solo un momento. Cómo cuando te desvirgaron el coñito. Vuelvo enseguida.

¡Qué tío! ¿Dónde habrá ido? – Pensó.

Alf había salido desnudo y ahora volvía con un tubo de crema en la mano.

K-Y Jelly, cariño. Un milagro de San Johnson & Johnson para los culitos vírgenes… y no tan vírgenes. – Se reía. – ¡Venga! A cuatro patitas con las mamitas apoyadas sobre la cama y el culito bien alto. – Ella obedeció.

¿Se lo haces a Doña Marta?

¡Claro! Lo tiene muy bueno y le encanta ser enculada. Le desvirgué el coñito y el culito cuando éramos novios. No lo quiere hacer sin este gel. – Alfredo se bajó y empezó a darle otro delicioso beso negro.

Alf… Me matas de placer.

Él cogió un poco de gel y la empezó a penetrar de nuevo con el dedo. – Qué bueno es. – Pensaba Anita. Después le introdujo dos dedos muy despacio. Le hacía un poco de daño y ella protestó.

Vale, mi amor, paramos un poco. Tengo que dilatarte poco a poco. Hazte una pajita despacio, qué te ayuda a relajarte. Pero no te me vayas a correr ahora. Haz un poco de fuerza cómo si quisieras hacer caquita, así abres el esfínter interno, cariño.

Mmm… Ya está mejor. La verdad es que resulta. – Dijo Anita

Alfredo untó entonces el pene con gel. Estaba durísimo y era bastante gordo. Se lo empezó a meter hasta que llegó al segundo esfínter y no entraba.

Me duele, cariño. Sácalo.

No. Lo dejo, pero sin forzar. Cuando puedas empuja tú un poquito…

Anita empezó a relajarse. Sabía que Alf no le quería hacer daño y eso la tranquilizaba.

¿Ves? Ya entró un poquito más. Continúa con la pajita y haz fuerza para fuera. Si te duele paras, pero no lo saques para fuera. Si te sale un poco de caquita no pasa nada. Nos lavamos y continuamos después.

Ahhh… Dios… entró, pero me duele mucho. ¡Sácalo!

No. No te muevas que ya te pasa el dolor. – Anita lo hizo y a los pocos se relajó del todo. Le fue pasando el dolor.

Ya no me duele. Me gusta.

Ahora es el momento de sacarlo e poner más gel. – Dijo Alf.

Lo sacó para fuera se puso más gel y se lo volvió a meter muy despacito. Entró bien.

¡Qué bueno! Lo qué me estaba perdiendo. – Ella se movía para atrás y para adelante y disfrutaba muchísimo. Al poco rato, Alf lo sacó para fuera. – ¡No! ¿Por qué lo quitaste?

Hazme caso, cariño. Hoy es suficiente. Es una zona muy delicada y no quiero provocarte ninguna lesión. Ahora nos vamos a lavar y mañana o pasado lo haremos de nuevo. ¿Te gustó?

Me encantó, Alf. – Él la conocía. A partir de ahora, sabía que ella se lo pediría muchas veces.

Claro que sí. Pero el sexo anal tiene reglas especiales: Puedes ser penetrada por adelante y luego por detrás, pero lo contrario solo después de lavarte muy bien o cambiar de preservativo. Si no respetas esta regla puedes coger colibacilos o algo por el estilo. El intestino tiene gérmenes que son dañinos para la vagina. El culito tiene que estar muy bien lavado y el recto vacío. Fue lo que estuve comprobando cuando te metí el dedo la primera vez cuando nos duchábamos. Lo mejor es hacer un enema antes.

No tenía ni idea…

Al terminar, el hombre debe orinar fuertemente antes de lavarse. O sea, hacer fuerza para que el pis salga con mucha presión. Eso elimina la mayor parte de los gérmenes. Después, ambos se deben lavar con un producto desinfectante. Cualquier jabón de higiene ginecológica es suficiente. Para hacer beso negro, el culito tiene que estar muy desinfectado también y no se puede hacer con cualquiera. El lavado pos coito anal debe ser inmediato. Nada de quedar diez minutos a relajarse. Lo ideal es hacerlo con preservativo, mismo con tu pareja, para evitar infecciones al hombre. Pero contigo y con Marta abro una excepción. Vuestros culitos son deliciosos y sagrados.

¿Qué es eso del esfínter interno?

Tenemos dos. El externo es controlado voluntariamente. El interno no lo controlamos. Hay que aprender a relajarse y con el tiempo se puede aprender a controlarlo parcialmente. Con el tiempo ya lo verás.

Eres una autoridad en la materia.

Es cierto. Tuve una buena maestra cuando era jovencito. La mujer de mi tío Alfredo. Además el culo es algo que me fascina desde siempre y he leído un montón de artículos al respeto. Para mi sexo sin culo no es completo. No lo hago siempre, pero es un postre de lujo que se debe tomar de vez en cuando.

¿Ya lo hiciste con hombres?

Lo de los tíos no me va. Ni lo he probado ni tengo ideas de hacerlo.

¿Y los travestis?

Bahhh… ¡Qué asco!

Bueno cariño, son casi las nueve. Voy a preparar la cena, ¿quieres?

Vale. Tengo que terminar un informe. Me voy para mi despacho y cuando esté lista comemos. Cenamos juntos.

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