Casa Sola

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Un joven descubre cosas de si mismo que nunca imaginó.
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Todo comenzó un fin de semana que salió mi familia de viaje. Siempre es ir al mismo lado todos los años y honestamente yo no tenía ganas de volver a hacer las mismas cosas. Acababa de cumplir 18 años así que a mi madre le pareció aceptable que me quedara solo en la casa. Me dieron indicaciones de dejar todo bien cerrado y de cuidar al perro y partieron el viernes por la tarde. Así me quedé solo por primera vez en mi vida y tendría la casa para mí de aquí hasta el domingo.

Lo primero que hice tan pronto se fueron fue ir a mi cuarto a fumarme un porro. Normalmente cuando fumo me da hambre y me pongo caliente. Decidí pedirme una pizza y después atender mis impulsos sexuales. Colgué el celular y me puse a pensar en qué podría hacer. Tenía la casa sola para mí y debía aprovecharlo, no podía hacer algo que hiciera siempre. No se me ocurría nada así de que decidí sentarme a masturbarme en la cocina. El hecho de que fuera un lugar "público" de la casa me prendía mucho, pero pensar que realmente no había riesgo alguno me hizo darme cuenta que no era tan excitante en realidad.

Seguí caminando por la casa erección en mano hasta que pasé junto al cuarto de mi hermana mayor. Entré con morbo, puesto que ella nunca me dejaba estar ahí, y comencé a husmear entre sus cosas. En el cajón de abajo de su buró encontré un dildo como de 20 cm. Lo cerré rápidamente pero pensando que nadie estaba ahí volví a abrir el cajón lentamente y saqué el dildo y lo sostuve sobre mi mano. Nunca había visto uno y era más suave de lo que imaginaba. Después de inspeccionarlo volví a dejarlo con cuidado, intentando que quedara en la misma posición que lo encontré.

Me recosté sobre la cama y seguí sobando mi miembro un poco cuando me vino una idea a la mente. Siempre había querido probarlo y ahora era mejor momento que nunca. Realmente era algo que siempre intenté reprimir pero ahora estaba pacheco y caliente y esto me ayudó a desinhibirme. Finalmente estaba solo hasta el domingo y no tenía por qué salir de la casa. Podía hacerlo sin miedo alguno.

Rápidamente me paré de la cama y caminé hacia su closet mientras me desnudaba. Ahora mi sexo estaba tan duro como puede estar. Primero abrí el cajón de ropa interior. Saqué un brasier negro con encaje y lo medí contra mi pecho. Ella tenía una copa muy pequeña y me quedaba a la perfección. Después agarré un calzón blanco, también de encaje, y me lo puse lentamente. Acomodé mi miembro tieso hacia arriba y lo detuve con la cabeza sobresaliendo.

Voltee a verme en el espejo y ver mi figura resaltada con la ropa interior de mi hermana me hizo sentir algo que nunca había sentido antes. Decidí continuar con mi transformación con aún más entusiasmo. Corrí a mi cuarto usando su ropa y salir de ahí con la ropa me hizo sentirme aún mejor. Saqué mi rasuradora eléctrica del cajón y comencé a trabajar en mis piernas. Yo era bastante lampiño de por si, pero quería visualizarme con las piernas completamente lisas. Acabé bastante rápido. Llené mis manos de crema y la unté por todas mis piernas. Sentir su suavidad mientras las acariciaba con mis manos me llenó de un sentimiento de satisfacción.

Volví al cuarto de mi hermana y al verme de ese modo sonreí. Abrí el armario y comencé a ver sus vestidos. Saqué tres y los puse sobre la cama. El primero era negro con puntos blancos y tenía el cuello desnudo. Dejaba ver mis clavículas de un modo que a mi siempre me pareció muy sexy y me cubría hasta poco arriba de las rodillas. Además, el corte del vestido marcaba mis caderas de un modo que hacía mi figura verse más femenina. Me encantó vérmelo puesto y me lo quité, emocionado de probarme el siguiente.

Éste era un vestido azul de tirantes. No me marcaba tanto y llegaba hasta la mitad de mis espinillas, pero me hacía sentir bonita. Bonito. Ya no sabía ni cómo sentirme. Después de este pensamiento me lo quité reflexionando preparada para probarme el último. Era un vestido negro. Este era el más corto de los que tenía mi hermana. Me llegaba hasta la mitad de los muslos. Cubría arriba apenas mis pechos pero dejaba un escote coqueto. El brasier de mi hermana levantaba suficiente mi pecho como para que pareciera que tenía unos pechos pequeños. Di unas vueltas frente al espejo y me sentí muy sexy. Me intenté probar sus zapatos pero me quedaban chicos. Me senté un poco triste pensando que no podría usar unos zapatos que acompañaran este atuendo, cuando me vino la idea a la cabeza.

Me levanté y me dirigí al cuarto de mi madre. Me probé el primer zapato que vi y sentí un pequeño éxtasis al darme cuenta que me quedaba, aunque un poquito apretado. Tomé unos tacones rojos y unos zapatos negros de plataforma y volví al cuarto de mi hermana. Me puse los tacones primero pero me costó mucho trabajo caminar y decidí llevármela con más calma. Me volví a sentar en la cama y me cambié los zapatos por los negros. Me paré y sentí más comodidad, y ver cómo estos zapatos cambiaban mi postura me hizo sentir otra cosa bonita que me cuesta trabajo explicar.

Me senté en su escritorio y abrí sus cajones buscando maquillaje. En el primero lápices, en el segundo calcetines y finalmente en el tercero encontré lo que buscaba. Tenía idea de cómo usar todo puesto que siempre había prestado mucha atención cuando veía a mi madre o a mi hermana utilizándolos. Comencé por delinear mis ojos, continuando un poco la línea después del párpado. Después apliqué un poco de rímel a mis pestañas para resaltarlas, seguido de unas sombras rojas sobre mis párpados. Luego ruboricé mis mejillas y mi nariz ligeramente (truco que había aprendido de mi madre). Por último tomé un delineador de labios rojo y tracé el contorno de mi boca y luego lo rellené con un lápiz labial del mismo tono de rojo mate.

También tenía un barniz morado. Primero pensé que pintarme las uñas ya sería mucho rollo, pero después pensé "ya qué, es la única vez que podré hacer esto". Tomé el barniz y lo apliqué sobre las uñas de ambas manos con muchísimo cuidado. Para ser la primera vez que lo hacía me quedaron bastante parejas (otra vez aprecio haber puesto atención cuando lo hacía mi madre) y me quedé contemplándolas mientras se secaban. Una vez acabado esto decidí peinar mi cabellera negra. Me llegaba hasta los hombros pero la tenía un poco desaliñada.

Tomé un poco de crema para peinar que mi hermana tenía ahí mismo y comencé a pasar mis manos llenas de la crema por toda mi cabellera, haciendo que los cabellos erizados se unieran al resto, haciendo que todo se viera mucho más suave y sedoso que de costumbre. Decidí complementar mi peinado con un broche rosa que mi hermana tenía ahí encima y que me terminó quedando muy bien. Una vez terminé sentí una especie de nervios mezclados con emoción. Me paré y lentamente caminé hacia el espejo.

Cuando por fin estaba enfrente casi suelto una lágrima. Me veía hermosa. Todo se acomodaba a la perfección y creo que nunca en mi vida me había sentido tan bien respecto a mi imagen. Me dio un poco de tristeza pensar que esto sería solamente un secreto. Comencé a pensar en lo feliz que sería si yo me pudiera ver así todo el tiempo, aunque ese pensamiento rápidamente me asustó. Tenía rato que había perdido mi erección. Esto ya no se trataba solamente de un fetiche, realmente me encontré en el espejo y me hizo cuestionarme muchas cosas.

No podía parar de moverme y bailar lentamente frente a él para poder contemplarme en movimiento y vida. Comencé a hablarme a mi misma suavizando mi voz. Todo esto era tan nuevo y se sentía como nacer de nuevo, aunque extrañamente también se sentía como si hubiera vuelto a un lugar que no sabía que extrañaba. Decidí probarme los otros vestidos de vuelta para verme en ellos ahora que me había arreglado. Este me hacía sentir muy sexy pero quería sentirme en otros colores y formas.

Me voltee para dirigirme a la cama cuando un sonido me paralizó. Era el timbre.

¿Se habría olvidado algo mi familia y estaban volviendo por ello? No, ellos no tocarían. Ese pensamiento me tranquilizó y me dirigí a la puerta lentamente. Mientras bajaba las escaleras sonó el timbre nuevamente. Esto me hizo recordar cómo iba vestida, pero también me metió presión así que decidí apresurarme para acercarme.

Aunque no fuera mi familia, no quería tener que enfrentarme a una tía o a algún vecino que después pudiera decirle algo a mis padres. Me quedé quieta junto a la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Después del timbre, una voz grave "¡pizza para Juan José!".

Era la pizza. Me perdí tanto en lo que estaba haciendo que olvidé por completo que había pedido una pizza. Sentí un alivio y abrí la puerta, olvidándome brevemente que no me veía para nada como Juan José. El repartidor era bastante alto. Fuera de eso tenía una complexión normal. Sobre las plataformas de mi madre le llegaba más o menos a la altura de la quijada y eso me intimidó un poco.

"Tú no eres Juan José" me dijo, con una voz severa y expresión seria. Me puse nerviosa. "No, soy su hermana" contesté con una sonrisa tímida, suavizando la voz lo más posible. "Muy bien" me contestó, también con una sonrisa amable. Notaba sus ojos clavados en mis labios. Esto me hizo sonrojarme y me volví a sentir nerviosa. Extendí los brazos para que me diera la pizza y después le di las gracias despidiéndome.

No se iba y se me quedaba viendo, otra vez con seriedad. Hice una interrogación con los gestos de mi cara. "El dinero" me contestó. "¡El dinero! Perdona me había olvidado, me puse nerviosa" contesté otra vez con la voz más dulce que pude. Me di la vuelta para dirigirme a la cocina. Sentía las miradas del repartidor seguir mis piernas. Decidí caminar sintiéndome como una modelo, meciendo un poco mis caderas y disfrutando la atención.

Dejé la pizza sobre la mesa y tomé un poco del dinero que me había dejado mi madre para pagar. Volviendo me di cuenta cómo me escaneaba de arriba abajo con su mirada, intentaba ser discreto pero me daba cuenta perfectamente. Cuando le di el dinero aún no se iba. Otra vez lo interrogué con la mirada y me respondió con una pregunta. "¿Por qué te pusiste nerviosa?" Esta pregunta me puso aún más nerviosa. No sé por qué le compartí eso, no tenía por qué saberlo, pero ahora sabía.

Mientras esperaba mi respuesta me fijé que su cara había cambiado. Ahora tenía una mirada seductora y me sonreía de lado. Sus ojos estaban clavados en mis labios y yo me sonrojé aún más y sentía mi corazón sentir más rápidamente. Nunca había estado con un hombre, solamente lo había fantaseado una u otra vez, pero no me parecían muy atractivos. Aún así, este hombre que tenía frente a mi me parecía tan sexy y guapo que yo solo me veía invadida por unas ganas de lanzarme a sus brazos para besarlo. Mientras todo esto cruzaba por mi mente yo me había quedado en silencio y me hizo otra pregunta.

"¿Dónde está Juan José?"

Había pedido la pizza con mi nombre de hombre y ahora que habían pasado unos minutos y no se veía ningún rastro de Juan José así que me pareció natural su pregunta.

"No está" contesté "yo me llamo Carla"

haciendo la voz suave y esta vez intentando darle un toque ligeramente seductor. Me sonrió y sentí mi sangre calentarse.

"Mucho gusto Carla, yo me llamo Manolo".

"Mucho gusto Manolo" contesté con una sonrisa coqueta.

No podía creer lo que estaba haciendo. Hace 45 minutos mis padres habían salido de casa y yo pensaba que sería un día de fumar mota y ver la tele comiendo pizza. Ahora estaba ligando con un repartidor de pizza que parecía tener como 5 años más que yo y me estaba gustando muchísimo.

"Eso sería todo" me dijo, rompiendo mi burbuja y regresándome a la realidad.

Recuperando mi compostura le contesté "Ok, muchas gracias" haciendo una sonrisa de embobada que él respondió con otra sonrisa coqueta y discreta.

"Gracias a ti" me dijo con su voz seria, me guiñó el ojo y se dio la vuelta. Me quedé parada en la puerta viéndolo partir en su motocicleta.

El encuentro que había tenido con el repartidor había despertado nuevamente mi instinto sexual. Dejé la pizza sobre un sillón, sin importarme que se fuera a enfriar, y me dirigí directamente al cuarto de mi hermana. Extendí una toalla sobre la cama y me recosté. Comencé a frotar mi pene con ambas manos, sintiéndolo pulsar y palpitar entre mis dedos.

Después recordé lo que había en el cajón. Saqué el dildo y lo tomé en mi mano izquierda. Me le quedé viendo y algo me movió a comenzar a chuparlo. Comencé primero por la cabeza y a medida que le agarré la onda comencé a deslizarlo más profundo dentro de mi boca. Sentía mi pene ponerse aún más duro y un poco de fluido pre-seminal comenzar a brotar.

Manolo.

No podía dejar de pensar en su nombre, en su voz pronunciándolo y rápidamente comencé a imaginar que era su pene el que succionaba. Comencé a masturbarme con la otra mano y el fluido que había brotado de mi pene me lubricaba y hacía que mi mano deslizara con facilidad. Lo sentía pulsar abrazado por mi mano derecha y comencé a sentir que el semen quería brotar. Manolo. Me detuve. No quería eyacular aún. Me saqué el dildo de la boca y lo puse sobre la toalla.

Decidí subirme el vestido hasta el pecho, me bajé los calzones y me puse boca abajo. Saqué un poco del aceite que mi hermana guardaba en su cajón y lo vertí sobre mis nalgas. Con la mano derecha comencé a masajearlas, abriéndolas poco a poco con mis dedos hasta que tenía el índice frotándose contra mi ano. Comencé a masajear la entrada de mi ano con la punta del dedo hasta que decidí deslizarlo adentro.

Tenía más de un año que no había jugado con mi culo y se sentía bien. No dejaba de pensar en Manolo. Esto me llevó a que, a pesar de que nunca había insertado más que un par de dedos, decidiera llenar el dildo de aceite y acercarlo a la apertura de mi ano. Comenzaba a frotarlo contra la entrada del ano. Sentía su cabeza de plástico restregarse contra mi y cerrando los ojos solamente pensaba en ese maldito repartidor. No sé por qué no podía sacármelo de la cabeza ni dejar de pensar en él, pero me hizo no querer parar.

Sentí como la cabeza de plástico dilataba mi hoyo y se metía a mi orificio. Sentí cómo me expandía por dentro al mismo tiempo que sentí un ardor en el esfínter. Supuse que era normal y simplemente decidí ir más lento. Poco a poco inserté el juguete más y más profundo. Estuve ahí más de 20 minutos, dejando que mi orificio se expandiera poco a poco.

Después de este tiempo ya me encontraba acostada sobre mi espalda con las piernas abiertas. Aún llevaba el brasier y el vestido lo tenía enrollado sobre mi abdomen. Los calzones quedaron colgando de mi tobillo izquierdo y mis pies estaban descalzos. Ahora me había relajado y sentía solamente placer al insertar el juguete con un ritmo cada vez mayor. No había dejado de pensar en Manolo un solo segundo.

Me paré y decidí fijar el dildo sobre el suelo y comencé a montarlo. Lo monté y cerraba los ojos mientras tocaba todo mi cuerpo con ambas manos, imaginando que eran sus manos toqueteándome. Comencé a subir y bajar con velocidad y sentía el placer del dildo y sus pliegues llenándome por dentro y chocando contra mi próstata. Volví a agarrar mi pene después de un rato que tenía sin hacerle caso y comencé a masturbarme vigorosamente. Estaba completamente perdida en el placer. No tomó ni unos minutos antes de que estuviera explotando sobre el piso del cuarto de mi hermana. Chorros y chorros de semen salían disparados de mi pene sobre todo el suelo y sin control, dejando varios charcos pequeños por todas partes.

Yo me había quedado sentada descansando con el dildo insertado, y después de recuperar mi aliento y compostura me levanté lentamente, sintiendo como se deslizaba fuera de mi ano y el esfínter se volvía a cerrar. Tomé la toalla que había dejado sobre la cama y comencé a limpiar el semen del piso antes que se secara. Luego tomé el dildo y me dirigí al baño.

Había quedado un poco manchado de la punta pero en general estaba casi limpio. Decidí llenar el lavabo con agua y jabón y lo dejé remojando ahí. Luego me senté sobre la taza y comencé a limpiarme todo el aceite que había utilizado con papel. No me quería bañar puesto que no quería que se me corriera el maquillaje así que decidí mejor ir al baño de mi madre y utilizar el bidet para limpiarme bien de ahí abajo. Después de que ya me sentía bien limpia decidí volverme a vestir.

Me dirigí al cuarto de mi hermana nuevamente y tomé un par de calzones frescos. Me puse encima el vestido azul y volví a verme al espejo. Si antes me veía bonita, ahora que estaba toda arreglada no podía creer cómo me veía. Nunca me había sentido tan hermosa, y decidí que me tomaría unas fotografías con el celular. Me retoqué el maquillaje rápidamente y después pasé varios minutos tomándome fotografías en distintas posiciones.

Me sentía hermosa y satisfecha conmigo misma. Estaba realmente feliz. Fui a mi cuarto a terminar de fumarme el porro y me di cuenta que tenía mucha hambre. Decidí bajar a la sala donde tenía la pizza y me puse a comerla mientras veía la televisión. Estuve viendo televisión por un rato cuando comencé a sentirme cansada. Comenzaba a atardecer y sin darme cuenta me llevó el sueño.

Soñé que estaba en un campo largo y verde. Solo se veía cielo y pasto en cualquier dirección. De pronto comencé a flotar. Volé viendo el campo y sintiendo las nubes recorriendo mi piel, cuando de pronto volví a caer. Caía con velocidad y pensaba que me estrellaría contra el suelo pero ahí estaba él otra vez. Manolo me detuvo de caer y me posó sobre el piso. Después se esfumó y me quedé ahí en el campo.

Llegué a un lago con agua cristalina y me quité la ropa. No me había percatado hasta entonces pero llevaba un vestido blanco de manta que me quité antes de meterme al agua completamente desnuda. Tenía pechos y vulva, y sentía el agua recorrer todo mi cuerpo desnudo y me quedé flotando un rato.

Desperté nuevamente en mi sala con la televisión haciendo ruido frente a mi. Ya había anochecido. Pensé que fue un lindo sueño y comencé a recordarlo, cuando lo recordé a él. No entendía cuál era mi fijación con este tipo. Solamente había sido una atracción sexual la que sentía pero me obsesionaba. Apagué la televisión y me quedé pensando en silencio.

En un día en que me había dejado llevar por todos mis impulsos decidí dejarme llevar por uno más. Realmente me sentía libre como nunca lo había sentido antes y no me quería detener. Tomé el teléfono y llamé a la pizzería.

"Palacio de la Pizza buenas noches"

"hola, ¿está Manolo?" pregunté otra vez con mi voz suave.

"Manolo, te hablan......" "no sé, una chava"

"¿Bueno?" Escuchar su voz me hizo sentir la sangre caliente.

"Hola"

"¿Quién habla?"

"Soy Carla, ¿te acuerdas de mi?"

"¡Carla!" algo cambió en su voz "Sí me acuerdo de ti, cuéntame ¿qué pasó?"

No sabía que decirle "No pues, hace rato que viniste por acá se te olvidó algo"

"¿Ah sí? No me fijé dejarme nada ¿qué fue?"

"Vas a tener que venir para que veas" Le dije, ahora en un tono claramente seductor

Se quedó en silencio por unos segundos, que me parecieron eternos. "Ok" me dijo serio "Termino de trabajar en dos horas y voy para allá".

"Okis aquí te veo" y colgué.

No podía creer lo que acababa de hacer. Había invitado a un hombre a mi casa, además de que le había dicho que tenía algo suyo y realmente no tenía nada. Evidentemente mi intención era sexual y espero el lo haya entendido así. Aún así, tampoco estoy ni siquiera segura de que él haya captado mi pequeño secreto. Intenté hacérselo entender cuando le dije que Juan José ya no estaba aquí, pero quizás no entendió mi doble sentido.

¿Qué pasaría si el piensa que tengo vulva? ¿Cómo reaccionará cuando se dé cuenta? ¿Qué tal que se enoja conmigo y me hace algo? Podría lastimarme. Pero quizás si se dió cuenta. Quizás siempre se dió cuenta que yo era Juan José y por eso no vino nadie. Quizás mi voz me delató. La verdad no habría forma de saberlo hasta la noche, así que solamente debía prepararme y esperar lo mejor. Decidí volver a bañarme puesto que iba a recibir una visita. Además, podría volver a hacer mi maquillaje desde cero ya que ahora se encontraba un poco desgastado ya.

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