Casa Sola

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Subí al baño y me contemplé por unos minutos al espejo antes de comenzar a desvestirme lentamente. Dejé ese vestido tan bonito colgado del toallero, después me retiré el brasier y sentí un alivio en el pecho. No me lo había quitado desde que me vestí hacía ya varias horas. Luego me quité los calzones y los dejé sobre la taza. Me quedé contemplando mi cuerpo completamente desnudo frente al espejo, pero con mi cara aún arreglada. Tomé mi pene y mis testículos y los acomodé entre mis piernas. Las cerré y me vi al espejo visualizándome sin esos órganos externos. Sentí bonito pero también triste y rápidamente volví a abrir las piernas dejándolos salir de su breve cautiverio.

Luego tomé unas almohadillas de algodón y las mojé con desmaquillante. Comencé por limpiarme los ojos, seguí por mis mejillas y terminé con la boca. Volver a ver mi cara desnuda fue desconcertante. Ya me había desconectado de este yo. De pronto mi apariencia era toda aparentemente masculina. Me quité el broche del pelo y me metí a bañar. Comencé a pensar en las cosas que podría hacer con Manolo si el me aceptaba como era y sentí la sangre fluir hacia mi pene, dejándome con una erección a medias. Me concentré en asearme y salí relajado del baño.

Tomé toda la ropa de mi hermana que había ensuciado y la llevé a la lavadora. No quería ir acumulando prendas porque haría más probable que me atraparan. Entoallado me dirigí de vuelta a su cuarto y saqué unas bragas rojas y un brasier que combinaba. Me pareció que el corte y el color podían ser provocativos y eso me movió a elegirlos. Me las probé y volví a contemplar mi cuerpo al espejo.

Aún no había usado el primer vestido negro, el que dejaba mis clavículas expuestas y me entallaba la cintura. Me pareció que era adecuado para recibir una visita como la que iba a recibir. Esta vez decidí volver a intentar con los tacones rojos. Siempre me gustó mucho el contraste del rojo con el negro y me gustaba como me veía. Después de unos minutos practicando se me hizo mucho más fácil caminar y nuevamente ver cómo cambiaba mi modo de caminar me prendía.

Mi pelo mojado era más fácil de manipular y me hice un peinado similar al anterior pero mejor logrado. Esta vez en vez de ponerme un broche decidí usar una diadema roja de moño que encontré entre las cosas de mi hermana. Entre sus cosas también encontré unos aretes plateados con forma de corazón y un choker de cuero que decidí ponerme también.

Volví a hacer la misma rutina de maquillaje que antes, esta vez optando por una sombra morada para los ojos y por un rojo más brillante para los labios. Me paré frente al espejo. Me veía guapa y sexy. Estaba lista para recibir a Manolo.

Aún le faltaría cerca de 40 minutos para llegar. Bajé a la sala para prepararla y me di cuenta que no tenía nada que ofrecerle de tomar. Fui a la cocina pero tampoco encontré nada. Decidí que sería buena idea salir a comprar algo. También me emocionó la posibilidad de salir a la calle así. Los vecinos chismosos ya deberían haberse ido a dormir y estaba bastante segura que nadie me reconocería. Me aventuré a las calles.

Al salir de mi casa me aseguré que no hubiera nadie cerca y caminé tan rápido como los tacones me lo permitieron. Una vez estuve más lejos de mi casa me relajé y comencé a caminar más lento. Ahora más bien me concentraba en mecer mi cintura para verme más confianzuda y atractiva. Quería que me miraban y disfrutaba las miradas de los hombres al verme pasar, aunque debo decir que había miradas que me incomodaban realmente. Muchos hombres solamente volteaban a verme el culo y no apartaban los ojos de ahí, y lo hacían con tanta lujuria que me hacía sentirme mal. Finalmente llegué a la tienda y pedí dos botellas de vino y unos cacahuates con la voz más femenina que pude. Me daba miedo que alguien en la calle me fuera a descubrir y me hiciera algo.

Una vez los tuve caminé de regreso, esta vez con más prisa que antes puesto que había dejado de disfrutar que todos los hombres se me quedaran viendo. Al llegar a casa me sentí aliviada. Me senté en la sala para reflexionar sobre lo que había pasado y pensé en lo difícil que es ser una mujer en este país. Finalmente, una parte de mi se sintió bien al percatarme que realmente convencía a las personas de ser mujer, aunque me tuviera que enterar de este modo.

Faltaban como 5 minutos para que llegara Manolo según mis cálculos cuando tocó la puerta. Afortunadamente ya tenía casi todo listo. Una botella nos esperaba sobre la mesa de la sala mientras la otra esperaba en el refrigerador y los cacahuates estaban servidos en un plato botanero. No era, quizás, el arreglo más romántico, pero yo no tenía ningún interés romántico con Manolo. Era todo puramente sexual.

Abrí la puerta y lo recibí con una sonrisa muy grande que no pude contener. Él me contestó con una sonrisa pequeña y un beso en la mejilla. No lo había tenido tan cerca antes y su olor mezclado de hombre que lleva trabajando todo el día y loción que parecía se acababa de poner hicieron que mi estómago cosquilleara.

"¿Dime qué se me olvidó?" me preguntó. En su manera de preguntar se veía claramente que él sabía que no se le había olvidado nada y más bien quería saber por qué lo había llamado. Decidí contestar elusivamente.

"Ví cómo no podías dejar de mirar mis labios hace rato". Silencio de su parte. "Creo que tenías muchas ganas de hacer algo al respecto y te olvidaste de hacerlo". Había hecho mi parte. Faltaba ver cómo respondía.

Se rió. "De todas las maneras que conozco de pedirle a alguien que te bese ésta es la más creativa que he visto". Me sonrojé inmediatamente. Evidentemente le estaba pidiendo un beso pero el hecho de que lo dijera así al aire me hizo sentirme expuesta. Voltee a ver al suelo de la vergüenza y vi cómo su mano se acercaba desde abajo hasta detenerse en mi mentón. Lo sostuvo entre su pulgar y su índice y movió mi cabeza para que volteara a verlo. Cuando voltee su cara ya se estaba acercando a la mía y simplemente decidí cerrar los ojos.

Su beso era duro pero tierno. Sentía la rasposidad de los pelos de su cara rasurados hacía unas horas que comenzaban a brotar. Sus besos no paraban y apoyé mis manos sobre sus hombros. Sus manos mientras tanto se posaban en mi cadera y sentía cómo me apretaba. Mi pene comenzó a llenarse de sangre y sentía que él quería acercar su cuerpo al mío. Me asusté, rompí el beso y retrocedí.

"Tengo que ir al baño" le dije agitada. "Por favor siéntate y sírvenos vino si quieres" sonreí.

Me miró un poco desconcertado pero después hizo lo que le dije sin chistar. Me pareció interesante que me obedeciera de tal forma.

Entré al baño y acomodé mi pene y mis testículos entre mis piernas. No estaba lista aún para hablar con él de mi secreto. La verdad es que me daba mucho miedo y quería posponerlo todo lo que fuera posible. Salí, concentrándome en caminar de un modo en que mis órganos no se fueran a escapar de su nueva cárcel. Me senté cerca de él sin pegarme.

Tomé mi copa de vino y lo voltee a ver sonriendo, chocamos copas y dimos un buen trago. Siempre me ha gustado esa sensación cálida que viene con el primer trago de vino. Charlamos un poco sobre cosas tontas y poco profundas. Él era bastante cómico y me hacía reír mucho. Parecía gustarle que yo me entretuviera con sus chistes y así entre risa y risa nos fuimos acercando hasta quedar casi pegados.

Hubo un momento en que solté una carcajada y se pudo escuchar mi verdadera voz. Me puse muy nerviosa pero lo voltee a ver y parecía que o no se había percatado o no le había importado. Definitivamente esperaba que fuera la segunda, pero aún no podía saberlo. Pronto las risas devinieron en besos y yo me encontraba derretida sobre su pecho mientras el me acariciaba la espalda con la mano del brazo que me abrazaba. Su mano lentamente comenzó a bajar por mi espalda hasta que llegó a posarse sobre mi nalga. En ese momento me percaté del bulto que se formaba en su pantalón.

La mano que tenía sobre mi trasero comenzaba a sobarme y esto me excitó bastante. Dejé escapar un suave gemido para indicarle que me gustaba lo que estaba haciendo. Mientras, mis manos fueron casi por su propia cuenta hacia su cinturón y comenzaron a deshacerlo. Él abrió las piernas, indicándome que quería que siguiera. Después del cinturón abrí el zipper y él sólo se quitó el pantalón dejándolo en el suelo.

Un bulto se asomaba por la tela de su calzón, rogando ser liberado. Comencé a frotarlo por encima de la tela y él soltó un gemido grave de placer. Alzaba ligeramente su cadera, cosa que yo interpreté como señal de que quería que le quitara el calzón. "¿Quieres que te la chupe?" No podía creer que estaba pronunciando estas palabras. Ni siquiera aceptaba que me gustaban los hombres y ahora estaba aquí, aceptándolo de lleno en la sala de mi propia casa. Manolo asintió casi con desesperación, cosa que me prendió aún más.

Me bajé del sillón y haciendo que abriera sus dos piernas me arrodillé en medio y de frente a su entrepierna. Comencé por acercar mi boca y soplar sobre la tela donde claramente el bulto se hacía más grande. Después de jugar con él por unos segundos, comencé a retirar el calzón lentamente. Su pene salió disparado hacia arriba. Lo tomé con una mano pero no hice nada más.

Mis labios se dirigieron a sus muslos, que comencé a besar con pasión. Él comenzó a gemir cada vez más fuerte y aún no había tocado su pene. Después de hacerlo esperar posé mis labios sobre la cabeza y dejé que se deslizaran hacia abajo muy lentamente. De un solo movimiento llevé su pene hasta el fondo de mi garganta, del mismo modo en que después salí. Solamente había chupado el dildo de mi hermana unas horas antes pero lograba meter el pene de Manolo hasta mi garganta con bastante felicidad. No sentía el reflejo que te hace vomitar a pesar de que chocaba con mi campanilla una y otra vez.

Después de unos minutos de chupar su pene con toda mi boca y garganta comenzó a tocarme, mientras yo seguía entrada devorando su carne. Primero escabulló su mano por debajo del brasier y comenzó a pellizcar mis pezones suavemente. Esto me hizo gemir por lo que procedió a pellizcarlos con más fuerza. Después de un rato sentí su intención de bajar hacia mi entrepierna. Saqué su pene de mi boca y brinqué hacia atrás.

"Espera" no sabía cómo decirle esto pero tenía que hacerlo ya "necesitas saber que quizás no soy como lo esperas". "¿A qué te refieres?" me contestó confundido y ligeramente frustrado por el modo brusco en que paró la actividad sexual. No se me ocurrió otro modo de decírselo más que mostrándole. Me levanté y tomé su mano. Mientras caminaba lentamente hacia el la dirigí para que pudiera sentir el bulto que se escondía por debajo de mi vestido.

Cuando puse su mano sobre mi bulto, no la apartó, solamente se me quedó viendo. No supe interpretar su mirada. Después de unos segundos en los que tuve mucho miedo por fin hizo algo. Comenzó a frotar mi entrepierna con la mano que había colocado ahí y sentí cómo masajeaba la cabeza de mi pene utilizando su pulgar y su dedo índice. Solté un gemido de placer. Era un placer enorme. No solamente el de ser tocada, sino el de ser aceptada así y seguir siendo deseada.

Me tomó bruscamente por la cintura y me aventó sobre el sillón. El se acercó boca abajo y levantó mi vestido. Acercó su boca a las bragas rojas que apenas y podían contener a mi órgano que estaba duro a reventar. Lo colocó dentro de su boca con una suavidad que me sorprendió y comenzó a hacerme el mejor sexo oral que he recibido en mi vida. En cuestión de dos o tres minutos yo estaba a punto de explotar. Le pedí que parara.

"Quiero que me cojas" le dije con decisión. Nuevamente no podía creer la situación en la que me encontraba, pero definitivamente me sentía feliz.

Manolo asintió y obedeció mis órdenes. Me dio la vuelta de un movimiento, poniéndome boca abajo y viendo hacia donde él no estaba. De pronto sentí una banda elástica siendo colocada sobre mi cara. Eran sus calzones, me estaba tapando los ojos. El olor de sus genitales ahora lo tenía pegado a mi nariz y era un olor que me excitaba muchísimo. De pronto sentí unas manos posarse sobre mis nalgas y una ventisca fresca sobre mi ano. Manolo comenzó a soplarle antes de posar un suave beso sobre mi orificio.

Gemí del placer. Nunca nadie me había estimulado por ahí y no podía imaginar lo bien que se sentía. Comenzó después a masajearme con su lengua y yo me entregué al placer de ser la botana personal de mi invitado. Alcé un poco mi cadera y Manolo comenzó a masturbarme mientras seguía devorando mi hoyo. No poder ver nada era un factor extra que me volvía loca. Hubiera hecho lo que ese hombre me pidiese.

"¡Métemela!" le pedí casi gritando. Su actitud cambió en ese momento.

"¿Ah sí? ¿La quieres dentro?"

"Siiiii" contesté.

"Ruégale a papi" me dijo.

"Papi, por favor métemela"

"No sé, ¿estás segura que la quieres?"

"Sí papi estoy segura, por favor"

"Mmmm, no sé, no me convences"

"Papi, por favor métemela, te lo ruego por lo que más quieras" No podía creer que estaba rogándole a un hombre que me penetrara, pero no podía esperar a tenerlo dentro de mi.

"Está bien, solo porque me gusta consentirte". Sentí su cabeza comenzar a presionar contra mi orificio que ya se encontraba dilatado por todo el trabajo que ya había hecho con su lengua. A medida que su verga se abría paso por mi ano me di cuenta que era muy diferente que el dildo. Se sentía viva y caliente. Se sentía palpitando. Sentía los pliegues de su carne y las venas llenas de sangre. Le dije que era mi primera vez y prometió ir lento. Daba empujones contra mi cadera lentos pero fuertes y yo sentía como me rellenaba completamente con su carne.

Me sentía llena y satisfecha. Cada que la sacaba solamente quería que la metiera más dentro. "Ponte en cuatro" me dijo. Yo hacía lo que él quisiera que hiciera. El placer era demasiado para no hacerlo. Cuando me alcé sobre mis brazos y piernas sentí como me tomó de la cintura. Comenzó a darme más rápido. Mi ano ya se había acostumbrado a su tamaño y para este momento no sentía más dolor, solo placer. Me nalgueaba mientras me daba de perrito y yo me sentía extasiada.

No podía creer todo el placer que estaba sintiendo, nunca creí que el sexo pudiera ser tan intenso. Siguió dándome por la espalda mientras jalaba mi cabello. Yo seguía sin ver nada y que me tratara como me estaba tratando solo me prendía más. Me cogía ya con intensidad y velocidad. Me tenía bien agarrada de la cintura y casi parecía que yo era un objeto con el que se estaba masturbando, cosa que por alguna razón me hizo sentir aún más caliente.

De pronto se detuvo, bien dentro de mi y soltó un gemido largo. En ese momento comencé a sentir sus fluidos dispararse en el interior de mi cavidad. Eso me prendió tanto que yo comencé a disparar semen de mi propio pene, que llevaba minutos sin ser estimulado y aún así estaba perfectamente duro y, ahora, chorreante. Sentí todo el calor de sus jugos esparcirse dentro de mi tripa y pensé que si el cielo existía, así es como se debía sentir.

Después de un par de minutos en los que ambos nos quedamos disfrutando el orgasmo que compartimos, sacó su pene de mi lentamente y me despedí de él mientras salía. Me había encantado tener un pene dentro y solamente pensaba en la próxima vez que fuera a suceder.

Con Manolo no pasó mucho más. Nos vestimos y subimos a mi cuarto donde le invité un poco de mi porro. Después de platicar un ratito más, nos dimos unos cuantos besos y finalmente se fue. Intercambiamos números de teléfono y lo acompañé a su moto. Ahí nos despedimos nuevamente de beso y el me agarró de las nalgas mientras lo hacíamos. Me pregunté si alguien nos habría visto pero me parece que a esa hora ya nadie estaba despierto. Volví adentro y subí a mi cuarto.

Me desvestí y me acosté en la cama. Estaba agotada. Mientras me quedaba dormida me puse a pensar en todas las cosas que podría hacer mañana. Mi familia no volvía hasta el domingo...

Continuará...

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