Cayendo En Mi Propia Trampa

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A puertas del divorcio, encontramos como revivir la llama.
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10 años de matrimonio, después de nuestro segundo hijo, nada volvió a ser lo mismo. La rutina nos estaba matando, buscábamos excusas para no estar en la intimidad porque ninguno de los dos nos sentíamos cómodos.

No valía la pena alargar más esta situación; sin embargo, no sabía como decirle a mi esposo que lo mejor era que cada uno hiciera su camino. No tenía la valentía para hacerlo y por eso decidí invitar a la niñera a que nos reuniéramos en un restaurante cerca de la casa.

Le hice una oferta económica que sabía que no iba a rechazar, un adelanto del 50% por adelantado y el resto al terminar. Lo único que tenía que hacer era convencer a mi esposo de tener sexo con ella, para que yo los descubriera, así iba a poder pedirle el divorcio.

Ella se lo pensó unos días, pero con su mamá enferma y sin acceso a los sistemas de salud, decidió aceptar, siempre y cuando no la dejara de contratar.

Todo estaba preparado, viernes en la noche, él iba a llegar un poco tarde a casa porque se iba a quedar viendo el partido con sus amigos. Yo, supuestamente, iba a ir a visitar a mi hermana.

Me escondí en la habitación de mi hijo menor, mi esposo llegó algo alcoholizado. Ella al fin logro hacer dormir al bebe y se ofreció para prepararle algo de comer a mi esposo. Entre el espacio de la puerta y la pared trataba de espiarlos tanto como podía, las manos me temblaban y el corazón se me quería salir.

Ella estaba espectacular, se había ido hermosa y provocativa. Empezó a tirarle miraditas, risitas y coqueteos. Él al inicio se hacía el tonto, hasta trataba de evadirla, pero cuando se daba la vuelta no era capaz de dejarle de ver el culo como lobo hambriento.

Él se sentó en la barra americana y le dio un mordisco a su sandwich, mientras que ella lavaba los platos, aprovechando para poner uno contra el chorro y mojarse toda la camiseta blanca, dejando que se marcaran sus pechos sin sostén. Por poco y escupe el sandwich, pero prefirió hacer su mirada a un lado.

- Ups estoy toda mojadita

Se dio la vuelta hacia él y se estiró la camiseta para hacer más prominentes sus pechos y mostrarle sus pezones erectos por el frío.

- En la --se atragantó con su propia saliva-- secadora hay una camiseta mía que puedes usar

No sabía de donde sacaba tanta fuerza de voluntad, era imposible que el maldito de verdad fuera tan fiel. Ella fue al cuarto de lavado, se quitó la camisa quedando con el torso desnudo.

- ¿Me ayudas? No la encuentro

Mi esposo se levantó y cuando la vio así, se apoyó del marco de la puerta, dudoso de si tirársele encima o salir corriendo.

- María, mujer, por dios, cúbrase que yo...

Ella salió en su búsqueda, tomó una de sus manos y la descargó sobre uno de sus pechos.

- Tranquilo patrón que yo soy discreta --apretando su mano encima--, la señora no se tiene porque enterar

Boom, no aguanto más y cuando la vi besarla, levantarla de las piernas y montarla encima de la secadora, me tembló todo. No terminaba de entender por qué no había salido de ahí corriendo a confrontarlo de una vez, me estaba dando justo lo que necesitaba.

Mi entrepierna comenzó a arder, mi vientre se contraía y mi respiración se agitaba, recordaba esos apasionados momentos de novios cuando me devoraba con tanta pasión y mi mano se metió debajo de mi vestido acariciando mi sexo.

Ella lo empujó y él fue a dar a la pared, contraría, se hizo de rodillas y fue directo por su miembro. Le daba una salvaje mamada que lo hacía cerrar los ojos y ella giraba disimulada a verme como pidiéndome que interviniera de una vez.

Yo seguía ahí entre la espada y la pared, congelada por el miedo y candente por el deseo.

Se levantó para besarlo y agarrar su miembro, mi esposo le hizo dar la vuelta, apoyó sus manos en la secadora, le bajo los leggings de forma posesiva y brusca, se escupió en la mano y se llenó de saliva el glande, le separó las piernas y se la empezó a follar salvajemente.

La cara de placer de esa mujer provoco que mi dedo fuera adentro y que mi sexo se derritiera en mis dedos. Sus senos brincaba con cada embestida y se tapaba la boca para no despertar a los niños con sus gemidos.

Salí en silencio, sin que él me viera y me paré ahí en la puerta, acariciándome como una demente, el olor a sexo se confundía con el de los jabones. Ella, al verme ahí, actuó una cara de sorpresa y cuando mi esposo volteo a mirarme se quedó completamente pasmado y perplejo. Se tiró hacia atrás y se subió los pantalones tan rápido como pudo.

- Amor yo...

- Silencio, no digas nada

Le coloqué, él restó del dinero acordado encima de la secadora y le di una buena nalgada. Los dos me miraron sin entender que demonios era lo que estaba sucediendo.

Me lancé hacia mi esposo, agarrándole el miembro por encima del pantalón, dándole un candente beso. Me miró peor de confundido, como un ratón acorralado, sin saber como escapar.

- Si quieres te vas, o si quieres nos acompañas, como quieras

Le dije a la niñera, mientras arrastraba de la mano a mi esposo. Entramos a la habitación, le baje los pantalones, lo empujé a la cama y deje caer mi vestido quedando en ropa interior.

Me dejé caer de rodillas, me metí su miembro a la boca y pude sentir el sabor de su amante.

- Amor, yo este, no es lo que piensas, es que...

Me levanté, montándome a horcajadas y le coloqué el dedo, índice sobre los labios, me corrí las tangas a un lado, tomando su miembro con la otra mano y llevándolo a mi interior.

- Lo único que me molesto, es que al menos te debiste poner un condón, espero que eso no se repita, el resto espero que si

Lo besé apasionadamente, coloqué sus manos en mis caderas y lo empecé a cabalgar con la misma intensidad y ganas que sentía por él cuando éramos jóvenes. Él levantó su mirada por encima de mi hombro y cuando volteé a ver ella estaba ahí de pie, completamente desnuda en el marco de la puerta.

Me bajé de la cama, saqué un preservativo del nochero y se lo vestí con la boca. La tomé de la mano y cerré la puerta de la habitación. Yo misma me encargué de ponérsela encima y empujarle la cabeza hacia adelante para que le chupara los senos.

Lo hice tumbarse de espaldas, me monté encima de su cara y me deleité con su lengua jugando entre mi sexo y mi trasero, mientras que yo estrujaba mi clítoris y me apretaba los senos viendo como ella lo cabalgaba y gemía sin parar.

Ella no tardó en llegar, lo supe por la cara que hizo y porque levantó un poco las piernas y sus muslos se estremecían cuando se dejaba caer. Juntamos nuestras frentes, la tomé detrás de la cabeza.

- Más duro, móntalo, más duro, quiero que te lo comas todito

Ella se dejó caer de rodillas, levantó sus nalgas y empezó a agitarlas, sus gemidos ya se iban saliendo de control y ni siquiera porque mi impulso fue acallarlos con un beso.

Nunca en la vida había hecho eso con una mujer y cuando ella lo correspondió, me miró a los ojos y sonrió mientras su delicioso cuerpo se extasiaba liberando un orgasmo potente y poderoso.

- Eso es todo, muchas gracias

Le dije ayudándola a levantarse y abriéndole la puerta.

- ¿Puedo ver? --me dijo intrigada--

- Ver

- Si, se lo prometo

La senté en el sillón del tocador. Me tiré a la cama revolcándome con él a besos por toda la cama. Me atraganté con su miembro, saboreando sus orgasmos y cuando era mayor el sabor a caucho arranqué el preservativo de su miembro.

Me acomodé en cuatro, apoyando mis hombros en la cama y pasando mis manos hacia atrás para separar mis nalgas. Era algo que no hacíamos hacía muchísimo tiempo, pero estaba demasiado excitada y era lo que quería.

Él se lanzó de inmediato, metiendo su lengua en mi trasero, jugando en círculos, metiendo su pulgar en mi sexo y acariciando con sus otros dedos mi clítoris. Voltee mi cabeza hacia el otro lado para poder verla.

Lo metió dándole tiempo a mi esfínter a dilatarse, algo que no tardo demasiado por lo caliente que estaba con todo esto y menos viendo como ella, con las piernas abiertas, se separaba los labios con los dedos de una mano y atacaba su clítoris con la otra, moviéndola frenéticamente en círculos y soltando unas cuantas palmadas.

Me tomó por las caderas y me empezó a penetrar de una forma bestial y poderosa, tanto así que con cada embestida me movía hacia arriba, casi pegándome a la cabecera de la cama.

- Te la quiero chupar --dijo con timidez--

- Hazlo --respondí entre gemidos--

Se metió por debajo de mi esposo dándole una buena chupada a sus bolas, luego se agarró de mis muslos, se arrastró debajo de mí, bajo mis nalgas hasta su boca y cuando sentí su lengua meterse en mi sexo por poco muero.

- ¡Ahhh siiiii!

Grite y mi esposo se apuró en taparme la boca, la verdad es que hasta se me habían olvidado los niños. Lo miré de reojo, le confirmé moviendo la cabeza que iba a tener cuidado. Metí mi cara en la almohada y la mordí, lo que ayudaba a apaciguar los gemidos, pero no creo que lo suficiente.

Los dos me atacaban con descaro, fuerza y potencia, y cuando mi esposo descargó su acumulado y potente orgasmo en mi trasero, sentí que descargaba en su cara todos esos orgasmos acumulados y frustrados que no había podido tener hace años.

---

Se puede decir que caí en mi propia trampa, pero tal vez eso fue lo que salvo nuestro matrimonio, no tenía ni idea cuanto me podía llegar a excitar tanto sentir que me montaba los cachos y lo peor de todo que me gustara tanto verlo.

Se nos convirtió en una tradición, cada año, por la fecha del Super Bowl, les hago el mismo ofrecimiento a nuestra niñera y hasta ahora, solo una, lo ha rechazado; con el resto hemos jugado el mismo juego y por más extraño que parezca hasta apostamos entre nosotros si deciden aparecer después en nuestra habitación o no.

Ahora más abiertos y con más confianza de volver a tocar temas delicados entre nosotros, le pude contar una fantasía que me gustaría vivir y para el próximo año tenemos planeado contratar un niñero y probar al contrario, espero que acepté ir a la habitación para que entre los dos me hagan y me den por todos lados, ojalá al mismo tiempo.

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