E-Mail Entrante.

BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí

‒Córrete. Por mí. Dame tu placer. Déjate ir.

Cierro los ojos con fuerza mientras echo la cabeza para atrás y disfruto de todas las sensaciones que me provocas. Las contracciones de mi vagina no tardan demasiado en aparecer, y mis gemidos aumentan en intensidad y volumen. De repente, sacas tus dedos de mi sexo para centrarte únicamente en ese botón mágico que me va a llevar al éxtasis. Lo colmas de mimos mientras mi cuerpo se va sumiendo en múltiples espasmos que te indican que me voy a correr. Gimoteo mientras intentas acallarme volviendo a mi boca, nuestras lenguas se enredan sin cesar en el momento en el que recibo una tremenda ola de placer y grito tu nombre. Tus movimientos comienzan a ralentizarse mientras sigo disfrutando del placer que me brindan las últimas gotas de mi orgasmo. Carcajeas satisfecho, te encanta saber todo lo que eres capaz de provocar en mí.

Mientras intento recuperar el aliento, tu mano asciende a mi vientre, acariciándolo con mimo y paciencia mientras me recompongo. La punta de tu nariz juguetea con mi cuello mientras pongo mis manos a ambos lados de tus piernas y cojo una bocanada de aire para después soltar un taco. Te ríes e, inexplicablemente, ese sonido me encoge el corazón.

Me pongo de pie con más lentitud de la que me gustaría admitir, me siguen temblando las piernas incontrolablemente, y la excitación comienza a aumentar de nuevo. Tengo muchísimo calor. Interpretas mis movimientos sin apenas tener que intercambiar palabra, y te recuestas en la cama sin quitarme el ojo de encima. Me agarro el pelo en una coleta improvisada que sello con el coletero de mi muñeca, mientras observo cómo se tensa cada ápice de tu cuerpo. Apoyo las rodillas en la cama y me acerco a ti a gatas hasta apoyar mi culo directamente sobre tu erección. La tela que nos separa se empapa al instante, dejándote apreciar nuevamente toda mi excitación. Me inclino sobre ti y voy dejando un rastro de besos por toda tu cara hasta volver a encontrarme con tus labios, que reclaman los míos con voracidad. Comienzo a mover mis caderas arriba y abajo, deslizándome a través de tus bóxers mientras mi lengua recorre cada rincón de tu boca, y posas tus manos en mis nalgas, dibujando el movimiento que he empezado a realizar sobre ti. Comienzo a bajar hasta tu cuello, depositando besos amplios y lentos antes de sacar la punta de mi lengua a pasear. En un momento dado muerdo con fuerza el lado izquierdo de tu cuello, provocando que tus manos estrujen mi culo con fuerza mientras siseas de placer. Sonrío a medida que voy bajando por tu pecho y posando mis labios en él, no lo suficiente como para besarte. Observas mi cabeza descendiendo lentamente hacia tu miembro, que me pide a gritos que lo libere de una vez. Gimes tan bajito que apenas se percibe, aunque mi clítoris lo sigue escuchando como si de un eco se tratara.

Comienzo a acariciar la silueta de tu miembro a través de la tela: primero, mis dedos van dibujando un recorrido de abajo a arriba sin llegar a tu glande; después, es mi palma adaptada a tu forma la que te acaricia; hasta que, finalmente, mis dedos se centran en encontrar tu glande y dibujar círculos alrededor de él. Esta vez eres tú quien maldice al aire cerrando los ojos. Aprovecho tu falta de visión para meter una de mis manos directamente por debajo de la tela y acariciarte la polla sin miramientos ni delicadeza, haciendo que tu cuerpo emita un pequeño espasmo que no hace más que envalentonarme. Esta vez la que te masturba soy yo, aunque no por mucho tiempo.

Libero tu miembro por completo y me deshago de tus bóxers sin apenas dificultad. El simple gesto de apartarme la coleta hacia la derecha provoca que te muerdas los labios y respires demasiado agitado. Bajo la cabeza lentamente mientras no separo mis ojos de los tuyos, que me observan extasiados e impacientes. Mi aliento se posa en la base de tu pene. A pesar de haberlo visto hace unas horas mientras nos masturbábamos a la par, tus constantes descripciones no estaban nada lejos de la realidad, así como tampoco todas las veces que me lo había imaginado dentro de mí. Con una longitud más que suficiente, las venas se marcan a través de todo su grosor y envergadura; quizás suene estúpido, pero me encanta tu polla. Mi lengua se posa en tu piel ardiendo mientras asciende hacia tu glande como si éste fuera un premio que llevo ansiando toda mi vida. Cuando llega a él, la punta de mi lengua juguetea en círculos, colándose de vez en cuando por el pequeño agujero que me premiará con tu néctar, mientras una de mis manos rodea tu pene y lo acaricia de arriba abajo, creando un pequeño semicírculo en el camino. Una de tus manos acaricia mi cabeza en el momento en el que me introduzco tu glande por completo en la boca, voy descendiendo hasta que la noto entera, provocándote un jadeo que no pasa para nada desapercibido. Succiono mientras subo y bajo la cabeza unas cuantas veces, notando el calor de toda la sangre que se encuentra en tu polla.

Me encantaría que te corrieses en mi boca, pero puede esperar. Vuelvo a incorporarme, sentada sobre tus piernas, mientras relamo mis labios con satisfacción y mis manos siguen acariciándote.

‒Hay condones en mi pantalón, bolsillo izquierdo.

Me sonrojo al confirmar que sabías que iba a pasar exactamente esto cuando me citaste en el hotel. Me levanto de la cama mientras intento localizar tus pantalones entre tanta ropa dispersa por la habitación. Cuando lo encuentro, me sitúo de espaldas a ti y me agacho muy despacio, proporcionándote una vista completa de mi culo y vagina, mientras busco el condón.

Cuando vuelvo a la cama, observo que ahora vuelves a estar sentado, con la espalda apoyada en el cabecero de la cama. Me siento a horcajadas sobre ti, a unos milímetros de tu miembro, que permanece erguido y apoyado en mi vientre. Rasgo el envoltorio del condón y te lo coloco con delicadeza mientras te miro a los ojos. Te observo sin apenas moverme durante unos minutos, me miras con tanto ardor que siento que me estás sobrevalorando, que has puesto sobre mí unas expectativas que no son reales. Mi humedad vuelve a mojarte las piernas.

Levanto mi culo y, con la mano derecha, agarro tu pene para dirigirlo a la entrada de mi vagina. Un leve roce provoca que gimotee a unos milímetros de tu boca, mientras apoyo mis manos sobre tus hombros. No me creo que vaya a pasar lo que tantas veces me he imaginado durante este verano. Dejo caer mi culo de un golpe, clavando mis uñas en tus hombros al sentir toda su plenitud dentro de mí. Levantas mi barbilla con una de tus manos para besarme mientras mi interior se acostumbra al grosor de tu polla. Pensaba que el simple hecho de que me penetrases me liberaría de toda la excitación que me provocas pero, lejos de ello, me abruma sentir que necesito absolutamente todo de ti.

Comienzo a moverme adelante y atrás, notando cómo las paredes de mi vagina se ciernen sobre ti, como si llevasen esperándote toda la vida. Me muevo lento y pausado, permitiendo que tu polla se mueva hasta estar a punto de salir de mí, para después volver a introducirla de un golpe seco que me hace vibrar de placer. Tu boca se va directa a mis pechos mientras tus manos sujetan mis caderas, ayudándome en cada movimiento. Al cabo de unos minutos, apoyo la planta de los pies a cada lado de tus piernas, para flexionar las rodillas arriba y abajo, cada vez más rápido y más brusco. Pierdo la cuenta de todos los tacos que vas mascullando a medida que subo y bajo mientras tu polla palpita dentro de mí.

Sin apenas saber cómo ha pasado, me encuentro arrodillada de espaldas a ti. Apoyo mis manos justo debajo de uno de los cojines del cabecero, y agacho la espalda hasta que la punta de mis pezones roza la colcha de la cama. Noto cómo colocas tus rodillas a cada lado de las mías mientras escucho el sonido que producen mis fluidos sobre el látex mientras te masturbas sin cesar. Comienzas a besarme la espalda mientras una de tus manos aprieta uno de mis pechos y desciende hasta volver a masajear mi clítoris sin que pueda evitar dejar de gemir a estas alturas. Noto tu glande rozar mi entrada mientras me acaricias el culo. Impaciente, muevo mis glúteos hacia atrás, provocando que, de nuevo, tu polla se introduzca completamente en mí de un golpe seco. En ese momento, azotas una de mis nalgas con suavidad.

‒Joder. Me vuelves loco ‒tu voz se ha tornado ronca, hecho que no ayuda con lo excitada que estoy en estos momentos. Para terminar de rematar, acallas un gemido que provoca que me humedezca más a pesar de que lo consideraba ya imposible.

Muevo mi cuerpo al compás de tus embestidas, que se mantienen lentas mientras una de tus manos alcanza mi clítoris y comienza a masajearlo. Dejo caer una de mis mejillas hasta la cama, rindiéndome por completo al placer que me provocas. El ritmo de tus embestidas aumenta a la par que vuelves a azotarme un par de veces más. Es como si mi vagina estuviese hecha a tu polla y viceversa. Se acoplan a la perfección. Una y otra vez. Tu pene acoge mis contracciones sin apenas dificultad, mientras que ahora sólo se escucha el ruido sordo que provocan nuestros cuerpos chocándose una y otra vez, tan rápido que no me da tiempo a recomponerme de la anterior embestida cuando ya se produce la siguiente. El ritmo de tu mano sobre mi clítoris aumenta, al igual que lo hacen mis gemidos junto a los tuyos. Los espasmos recorren mi cuerpo como si fuesen electricidad, y siento que la vagina me arde. A la quinta embestida, aprieto las sábanas mientras sucumbo al placer del orgasmo gritando una y otra vez tu nombre. Dos embestidas después, gruñes el mío mientras te corres dentro de mí.

Dejo caer mi pecho sobre la cama, que me parece exageradamente áspera en comparación con tu piel. Tu torso se ciñe sobre mi espalda, besándome los hombros mientras ambos intentamos calmar nuestra respiración. Cuando te incorporas, aún dentro de mí, comienzas a acariciar mi espalda y mis nalgas, haciéndome cosquillas.

Permanecemos así un rato. En silencio. Sólo se escuchan nuestras respiraciones entrecortadas y un breve gimoteo que me permito emitir. No puedo evitar estremecerme cuando sacas tu miembro de mí. Al instante, sin embargo, vuelvo a humedecerme otra vez.

Carcajeas mientras me giro para mirarte, tumbada sobre mi espalda, con una pierna estirada y la otra ligeramente flexionada. Te acercas a mi boca para besarme lento, con sumo cuidado, como si me fuese a romper. En el momento en el que tus ojos se cruzan con los míos, sin articular palabra, sé que me has escuchado.

‒Tengo la ligera sospecha de que eres insaciable.

Acto después, metes tu cabeza entre mis piernas, haciendo que arquee la espalda una vez más.

12
Por favor califica esto historia
El autor agradecería tus comentarios.
  • COMENTARIOS
Anonymous
Our Comments Policy is available in the Lit FAQ
Postear como:
1 Comentarios
AnonymousAnónimohace alrededor de 2 meses

Hola Naunet, tus palabras son una delicia. Ojalá escribas más historias húmedas.

Comparte esta Historia