El Abogado. Cap. 01

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Me desabrochó de memoria los zapatos, mientras acercaba su cara a mi erección.

Cuando me deshice de la ropa, ella se levantó y colgó el resto de mi ropa en el closet.

"Estás muy tentador. Pero, primero una ducha" Y diciendo eso, se desprendió rápidamente de su sostén y sus bragas y, antes de que pudiera agarrarla, corrió hacia la ducha.

Con mi pene bamboleándose hacia izquierda y derecha cuando corrí tras ella, me veía ridículo. Romina, con sus nalgas apretadas, moviéndose de izquierda a derecha, era un poema. ¿Y por qué no se ven ridículas las mujeres cuando van desnudas, caminando o corriendo? ¿Será porque no les sobra nada?

Cuando me uní a Romina en la ducha, estaba ya empapaba completamente, no se resistió cuando la estreché entre mis brazos. ¡Qué sensación más agradable sentí! Era algo imposible de creer. Pero allí estaba yo, teniéndola así bajo la ducha, besándola, acariciando su espalda, manoseando su redondo y firme trasero, sintiendo la presión de su suave vientre contra mi pico erecto contra el cual ella se restregaba. De pronto sentí que se deslizaba por mi cuerpo, hasta quedar de cuclillas, pasando sus mejillas contra mi pene, primero, para tomarlo en su pequeña mano, después.

Sentí tensarme aún más, cuando vi Romina, con el agua corriendo por su cara y su pelo, acercar su boca a mi pene y engullirme. Me tensé aún más y creí que acababa, especialmente cuando sentí cómo su lengua me recorría el nervio central por abajo, a medida que más de mi verga era absorbida hasta casi tocar su garganta.

Eché su largo pelo rubio hacia atrás, para contemplar su accionar. Estaba en ruta y había logrado sobreponerme del impacto inicial. Ella, sin detenerse un instante, lamió con su lengua los bordes de mi glande, mientras sus dedos me acariciaban las bolas. Nuevamente creí que explotaba cuando sus dedos rozaron justo allí, donde emerge el pico y confluye con el nacimiento del ano.

La tomé de los hombros y la subí."Es hora de algo más" Le dije.

Ella asintió y me pasó el gel de baño. La giré y comencé a cubrir todo su cuerpo con la espuma, recorriendo con mis manos su espalda, sus flancos, sus muslos. En varias ocasiones, hundí mi cara entre sus nalgas para besarlas, gesto que Romina apreciaba con un gemido. Me levanté y desde atrás, acaricié más que lavar, los pomos de sus orgullosos pechos. Sus pezones endurecidos, se me escabullían entre mis dedos. Eran los momentos en que Romina apretaba su trasero contra mi dureza y yo, tomándolo desde el centro, lo presionaba y agachándome, recorría el valle, hasta dejar la cabeza rozando en la entrada de su vulva. Romina apretaba sus muslos y no dejaba que la penetrara.

"Quiero mirarte cuando me penetres" Decía. Haciendo que me tensara aún más al escuchar esas palabras.

La ducha terminó y salimos. Romina me mostro el cajón de las toallas y esta vez me dediqué a contemplarla mientras se secaba el pelo con el secador. Apoyada en el mesón, ella sonreía. Su largo pelo rubio, flotaba con el envión de aire que generaba el secador, desplazándolo hacia los lados, como hebras de oro que huyeran por el espacio, atrayendo mi mirada, apartándome de contemplar la tersura de su vientre impoluto, como el de una adolescente, y sus largas piernas que tenía cruzadas, que ocultaban el pequeño bulto de su sexo.

Cuando terminó, Romina se acercó y bajando su mano, tomo mi erección diciendo con una sonrisa: "Esta vez tendré que guiarlo, porque parece que se encuentra extraviado"

Caminé de modo más raro, siendo guiado esta vez, arrastrado por el pico hacia el dormitorio el que ahora se encontraba en semi penumbra, lo que me sorprendió, ya que cuando habíamos entrado inicialmente, los amplios ventanales mostraban la luz de un radiante sol de la tarde.

Cuando llegamos chocamos con la cama, se giró de frente hacia mí y rodeándome con sus brazos, tal como lo había hecho la primera vez, me beso. Por un segundo, por el rabillo del ojo, a pesar de que las pesadas cortinas cubrían totalmente los ventanales, pude adivinar, más que ver, la sombra de una figura que permanecía inmóvil en el sillón del fondo de la habitación.

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