Joyas Familiares Confiscadas (P. 01)

Historia Información
Padre e hijo debieron cuidar mejor sus deseos y palabras.
5k palabras
5
330
00
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí

PERSONAJES:

• Alex Alfani (hijo mayor)

• Stefan Alfani (padre)

• Lauren Luna Alfani (madre)

• Stephanie (hija menor)

• Fátima Montero (cabeza del Ministerio para la Igualdad y Contención del Peligro Masculino)

• Paula (ex novia de Alex)

• Steven (el mayor amigo de Alex)

PART 1: NADIE PUDO VERLO VENIR

Perspectiva de Stefan

El desayuno familiar prosiguió, a pesar de que se respiraba el viernes y fin de semana en el aire, y a pesar del incómodo tema en el noticiero sintonizado en el televisor de la cocina: por ocasión del mes de sensibilización de la violencia contra las mujeres y el segundo aniversario del Ministerio para la Igualdad y Contención del Peligro Masculino, Fátima Montero, ministra para la Igualdad y Contención estaba siendo entrevistada (más un espacio para el adoctrinamiento y el monólogo, si se le preguntase a Stefan).

-Fátima ¿qué le dirías a los padres cuyos hijos adolescentes están por cumplir con el Programa Federal de Contención Sexual para la Justicia? -- Preguntó Rodrigo, el presentador del noticiero.

Fátima Montero tardó unos cinco segundos para formular una respuesta y dijo -- Bueno, esta pregunta es una excelente oportunidad para calmar algunos nervios: no tienen de qué preocuparse, los chicos que llegan a los dieciséis años están bien cuidados; las medidas hechas a sus partes íntimas son tomadas por profesionales que pasaron por rigurosas pruebas psicológicas y de confiabilidad, por lo que esta etapa de sus vidas no debería ser muy distinta a una visita con el médico. Los padres no tienen que preocuparse porque alguien vea esto en un contexto erótico.

-Muchos sectores y políticos de oposición consideran la presunción de culpabilidad una injusticia, un cruel prejuicio sobre los jóvenes varones y una herramienta de excesiva coerción...

- ¡Coerción! -- Fátima interrumpió ("como de costumbre" pensó Stefan) mientras levantaba la ceja izquierda y sonriendo burlonamente -- es chistoso, Rodrigo. En el pasado, sectores conservadores culparon a los gobiernos de izquierda de minimizar el control parental sobre sus hijos y ahora, tienen un abanico de posibilidades para enseñar a sus varones el bien: incluso si los chicos no son requeridos por una acusación, los padres pueden poner a sus hijos en cinturones de castidad y extender su adolescencia legal hasta los veinticuatro años si lo ven necesario. Ahora, la presunción de culpabilidad no prescribe para todos delitos, solo los listados en la Ley de Contención Sexual, además creo que ser puestos en castidad preventiva es mejor que pasar hasta cuatro años en prisión preventiva.

Dos años atrás, Stefan y su esposa, Lauren Luna, se habrían preocupado porque su hija menor Stephanie llegase a escuchar mucho lenguaje sexual a raíz de estas nuevas políticas que agitaron el debate en medios, hasta que un día, hace unos meses una amiga de su curso le contó de su hermano, al cual hicieron usar un cinturón de castidad -- El hermano de Betty usa un calzón metálico gracioso ¿Está enfermo o algo por el estilo? -- La pregunta de su, entonces, hija de trece años los golpeó como un balde de agua fría. Finalmente, llegaron a la conclusión de que era lo suficientemente mayor para tener la famosa "charla" añadiendo a ella el tema de castidad semi-forzada en los chicos mandada por el gobierno.

- así que ¿todos los chicos usan ese protector? -- Preguntó Steph.

- Bueno, ninguno que tú conozcas, mi vida, solo chicos lo suficientemente mayores para ser requeridos -- Respondió Lauren. Stefan prefirió a su esposa para responder a las preguntas de Stephanie, de mujer a mujer.

- ¿Alex tiene uno? ¿Es ya mayor?

- De hecho, sí, es mayor para eso. El cinturón de castidad de tu hermano está guardado en un depósito del gobierno -- Stephanie rio al escuchar "cinturón de castidad" pero Stefan y Lauren consideraron mejor acostumbrar a su hija a todo ese lenguaje técnico porque previeron que no en mucho tiempo esto se volvería el tema principal de la conversación pública.

- ¿Y le van a poner el cinturón?

- ¡No, Stephanie! Tienes que entender la seriedad de esta situación: todo esto es un nuevo paso en la vida de tu hermano ¿Cómo te hubieras sentido si él se hubiera burlado de ti cuando tuviste tu primer periodo? No haremos a tu hermano usar su cinturón, confiamos en él, le enseñamos bien, esos dispositivos son para malas personas, hombres que no respetan a las mujeres.

- Lo siento, mamá. No volveré a reírme, no era mi intención ¿Papá también tiene su propio cinturón de castidad?

- Sí, lo tiene, pero nadie se lo requirió, voluntariamente, le tomaron medidas para su propio cinturón para ser un símbolo de solidaridad hacia con las mujeres y su seguridad, y solidaridad hacia Alex, así no tendría que atravesar este proceso solo.

Aunque eso era una verdad a medias; al tiempo que pasó en el Congreso la Ley de Contención Sexual, Alex acababa de cumplir dieciséis, por lo que fue de los más jóvenes entre la primera generación de chicos (rango de edad 16-24) que fueron requeridos para tomarles medidas y ser anotados en el registro del Ministerio por la Igualdad y Contención. Dos meses después, agentes del Servicio de Administración Tributaria visitaron la empresa donde Stefan trabaja para anunciar compensaciones en impuestos para los contribuyentes varones en el rango de edad 25-55; todo lo que tenían que hacer era dejar que el Gobierno tomara sus medidas íntimas para producir y resguardar sus cinturones de castidad (justo como a su hijo).

Tres días después, un sábado, la compañía de Stefan prestó sus instalaciones para que los agentes del gobierno tomaran medidas de sus empleados interesados en aplicar. Stefan acababa de ser ascendido de puesto y de recibir un aumento de sueldo, por lo que una compensación en impuestos por los siguientes cuatro años era una oferta atractiva, así que se presentó a su trabajo ese sábado. Los agentes del Ministerio para la Igualdad brindaron una charla a Stefan y sus compañeros de trabajo para explicar el propósito por el que serían medidos y registrados: explicaron que sus cinturones serían nuevos prototipos o mejoras de los actuales, para hacer dispositivos más seguros y cómodos para chicos más jóvenes. También explicaron que si uno de los aplicantes cometía un delito listado en la nueva ley, el Ministerio podría prescribir castidad forzada como castigo (no mucho de qué preocuparse para Stefan, conocía bien a su esposa y a sí mismo, era un buen hombre).

Después de escuchar la conferencia y firmar los contratos, a los sesenta y siete hombres se les pidió formar una fila en el corredor, descalzos y sin pantalones ni calzoncillos puestos. Stefan estaba seguro de sus expuestas morenas, peludas y bien torneadas piernas y de sus genitales; su pene alcanzaba 18 cm en erección e incluso, su esposa y una antigua novia le llegaron a decir que tenía pies bonitos, como de una escultura griega. Pero incluso con todo ese amor propio y de haberse desnudado muchas veces en vestidores, la situación no podía ser más incómoda; al menos el hombre de atrás solo podía verle sus nalgas.

Al llegar al final de la fila, terminando el corredor, un hombre en sus sesentas tomaba las medidas del pene con una regla especial y con una cinta métrica medía la cintura, cadera, testículos y "¿piernas?" Stefan no recordaba que Alex le contara que esa gente tomara medidas de sus piernas "¿para qué?" No podía imaginarlo, si los cinturones de castidad eran como bikinis masculinos altos. Otro hombre joven, un rubio flaco con barba prominente en sus veintes estaba anotando en un bloc las medias y una mujer en sus treintas, alta, pelirroja, cara bonita y piernas largas gritaba órdenes a los hombres que iban llegando al final de la fila.

Stefan estaba casi al final de la línea, solo dos chicos delante de él y la mujer le gritó - ¡Manos arriba en la nuca y sin hablar! -- Hizo como se le indicó. Mientras los dos hombres terminaban con su compañero de adelante, la mujer gritó nuevas indicaciones - ¡Ahora mirando al punto rojo al frente! -- No entendió a qué se refería la mujer y no se dio cuenta de que había bajado las manos, por lo que le gritó otra vez - ¡¿No escuchaste? ¡Manos en la nuca y mira al punto rojo! -- De nuevo subió sus manos y se dio cuenta de que habían pegado a la pared un cartel con un gran punto rojo.

Miraba el punto rojo en la posición que se le indicó ("van a arrestarnos y encerrarnos en calzones de hierro" pensó). El hombre más viejo lo tomó por las caderas y lo acercó hacia sí por lo que Stefan caminó dos pasos cortos. A pesar de la curiosidad que sentía por bajar la mirada y ver qué le estaban haciendo, se enfocó en no dejar de ver el punto rojo. Sintió que el señor rodeaba con sus brazos su cintura y caderas para medirlas con la cinta métrica, incluso midió la circunferencia de sus nalgas, después tomó el pene de Stefan con sus manos calientes y lo midió con la regla mientras le dictaba al chico las medidas. Sintió que tomaba su pierna izquierda y la rodeaba con la cinta, así que no se resistió a preguntar:

Sabe, mi hijo no me contó de que le midieran las piernas, qué es lo que...

- ¡SILENCIO¡¿Buscas que te coloquen de una vez el cinturón de castidad?

Decidió permanecer en total silencio y seguir mirando el punto rojo ("pero qué visita tan extraña al sastre" pensó). El "sastre" terminó de tomar las medidas de Stefan y al final el chico más joven le preguntó su nombre. Regresó a la sala de conferencias por su pantalón, zapatos, trusa y portafolio (solo había imaginado en sueños caminar desnudo por la oficina). La pelirroja y el resto de su equipo regresaron también a la sala de conferencias a agradecerles a los hombres su cooperación. La mujer, Julie (o al menos ese era el nombre que Stefan leyó en el gafete que colgaba de su pecho) se acercó a él en la planta baja del edificio:

- Lo siento, señor Alfani, fui un poco dura con usted, pero ese es mi trabajo.

- Está bien, Julie, lo comprendo.

- Tiene que saber que, aunque los dos hombres que tomaron sus medidas fueron entrenados por el Ministerio por la Igualdad, siguen siendo varones, por lo que una figura femenina imparcial tiene que ver el proceso para que ustedes no confabulen con ustedes dos; solo Dios sabe por qué olvidamos mencionarlo. Todo esto, aunque no lo parezca, es por su propia seguridad, los hombres necesitan de vez en cuando perder un poco el control. Dígame ¿es casado? -- Le preguntó Julie mientras miraba a su anillo de casado, en su mano izquierda).

- Sí, ya por veinte años, tenemos mi esposa y yo una bella hija y un hijo apuesto -- Respondió mientras veía a sus ojos, tan verdes como profundos.

- Parece un hombre decente y un buen padre, espero que no nos haga ir a encerrarlo a usted y a su hijo en sus cinturones. No creo que su esposa y nuera les haga alguna gracia que confisque las joyas masculinas de la familia. -- Stefan sonrió tímidamente y un poco incómodo ante el comentario y olvidó preguntar para qué le midieron las piernas.

Alex y Stephanie terminaron de comer sus panqueques, Lauren apagó el televisor y Stephan tomó las llaves de la camioneta -- Apúrense, niños, hoy los llevaré a la escuela -- Alex tenía poco de haber terminado la relación con su novia Paula y Stephan estaba preocupado de que, con toda la misandria institucionalizada, su hijo se metiera en serios problemas (además, nunca le agradó su exnuera, se veía un poco desquiciada). Alex se sentó en el asiento del copiloto y su hermana atrás. Stephan dejó primero a Steph y llevó a Alex a la preparatoria.

Después de decirle adiós y besar a su hijo en el cachete, Stefan llamó y detuvo a Alex -- Hijo, por favor, compórtate y mantente lejos de esa chica.

- Pá, sé cómo manejarla, todos piensan que está loca.

- Alex, tengo más camino recorrido que tú y sé por qué te digo que...

- Por favor ¿esta charla es por esa perra de la televisión? Te lo dijo papá, tengo todo bajo control; si tú crees que soy un idiota, pues mejor que mamá y tú me pusieran el dispositivo como a Steven.

- ¡Cuida lo que dices! No vuelvas a decir eso jamás, sabes lo grotesca que considero la mera existencia de esos artefactos, pero no me tientes a hacer algo de lo que me pueda arrepentir; si los padres de Steven encontraron un buen motivo para encerrar a tu amigo, quizás los cinturones de castidad no son tan malos como pensé. Solamente prométeme que te mantendrás alejado de Paula, y de las chicas en general, por un par de semanas.

- Lo prometo.

Stefan vio a su primogénito, que recientemente cumplió los dieciocho, entrar a la preparatoria, todo hecho un hombre, ya no había ningún niño. Alex se parecía mucho a él cuando Stefan era más joven, pero incluso hoy día eran bastante parecidos: Ambos tenían barba tupida, aunque recortada, piel morena como la canela, cabello negro rizado. Alex también tenía de su madre: La nariz afilada y los ojos azul metálico, casi grises.

Stefan se apuró al trabajo, con la expectativa de un nuevo día aburrido, aguardando el momento de regresar a casa para hacer ejercicio y tener una cena familiar previo a llevar a Alex a una fiesta esa misma noche. Nadie podía ver venir lo torcidas que sus vidas se volverían en cuestión de horas.

Perspectiva de Alex

La clase de activación física no era muy gustada entre sus compañeros del curso, pero Alex disfrutaba los días que tenían práctica de soccer, como ese viernes. El soccer era su deporte favorito y lo practicaba desde que tenía memoria, por lo que no eran de extrañar sus piernas largas, torneadas y bronceadas. Los varones jugaban divididos en dos equipos mientras que las chicas jugaban en una cancha distinta (eso ayudaba a Alex a cumplir con la promesa que le hizo a su padre). La clase duró alrededor de una hora y media y tenían treinta minutos para ducharse y cambiarse de ropa en los vestidores.

El vestidor de hombres tenía en una esquina la zona de duchas, donde cinco regaderas sin división hacían correr el agua desde arriba, por lo que cinco chicos podían ducharse simultáneamente. En la regadera del fondo, arriba de las llaves en forma de cruz para regular el agua fría y caliente, estaba anclada a la pared la caja de ducha inteligente proveída por el gobierno con el fin de que los chicos castos limpiaran bien sus genitales sin retirar sus cinturones. Todo el artefacto parecía un viejo teléfono público; a un costado tenía tres botones, uno para dispensar jabón, otro para el agua y otro para aire (como si se tratase de una secadora eléctrica para el cabello), y en el otro costado una manguera por la que salía todo dependiendo qué botón presionaran y con una boquilla que se conectaba a las aberturas en los costados de la cámara genital más que suficientemente pequeñas para meter siquiera un dedo meñique. Alex solo sabía de dos chicos que necesitaban esa regadera, su amigo Steven y otro chico de un curso debajo de ellos, ambos castos, aunque quisieran ser otra cosa.

Alex hablaba con Steven acerca de la fiesta de la noche mientras se bañaban desnudos (solo Alex totalmente); Steven había terminado de lavar todo lo que estuviera a la vista, así que conectó la boquilla a una de las aberturas de su cámara genital para enjabonar por dentro presionando el botón para ello ("como si estuviera sirviéndose soda en una fuente de sodas" pensó Alex la primera vez que vio a Steven duchándose en la escuela con el cinturón puesto).

- Así que ¿irás a la fiesta de Lizzie, Steven?

- No te dejaré abajo, hermano, además la escuela casi termina, no quedan muchas fiestas a las que ir. -- Steven presionó el botón de agua al considerar que ya era suficiente jabón.

- Sabes, tres años pasaron volando. Voy a extrañarte ahora que irás a la universidad, hemos estado juntos desde el último año de preescolar. -- Alex terminó de ducharse y tomó su toalla para comenzar a secarse, primero su cabeza y después sus testículos colgantes, pene y nalgas.

- Extraño hacerlo así, el método clásico -- dijo Steven mientras veía a Alex secarse mientras él presionaba el botón de aire para secar sus genitales fuera de vista.

¿Tus papás te liberarán del cinturón ahora que entrarás a la universidad?

- Nah, lo prometieron, pero desde que somos niños sabes que les gusta tener la última palabra en cada aspecto de mi vida, incluido cuándo puedo ver a mi amigo de ahí abajo.

Cuatro meses después de que a Alex y a sus compañeros de curso les tomaran medidas, una nota llegó a los padres y tutores para notificarles que los cinturones de castidad estaban listos para ser prescritos, ya fuera como sentencia, "prisión preventiva", o como una herramienta de crianza si ellos mismos lo veían necesario. Para mala suerte de Steven, sus progenitores sobreprotectores no perderían una oportunidad de "proteger" a su único hijo, incluso protegerlo de él mismo. Desde entonces, Steven había pasado dos años usando su cinturón de castidad mientras sus padres guardaban la llave; la dinámica era básicamente obtener la liberación si sus padres (especialmente su papá) consideraban que había ganado el derecho, y solo en fines de semana y dentro de casa, salir a la calle sin usar su elegante bikini de acero inoxidable era impensable para sus padres.

Alex había olvidado su crema humectante corporal, por lo que Steven le regaló un poco de la suya. Aplicó un poco en sus gruesas piernas morenas, de igual forma Steven en sus delgadas blancas. Steven era en algunos aspectos todo lo contrario a Alex, físicamente era uno de ellos: Era cinco centímetros más alto que Alex, su cabello era rubio y lacio, su color de piel blanco lechoso y muy flaco (cuidaba su alimentación, pero no era tan fan de los deportes como Alex). Después de humectar sus pechos y brazos, Steven tomó su toalla para limpiar las pequeñas manchas de crema de su cinturón, especialmente en la zona de la entrepierna, a los costados de su bulto oculto.

-¡Mierda! Olvidé la tarea de Historia en mi escritorio esta mañana -- Dijo Alex mientras se ponía su brief blanco.

-Bueno, de cualquier forma el semestre casi termina, además, tus notas seguirán más altas que las mías. Hermano, yo no me preocuparía si fuera tú -- Steven no usaba ropa interior porque era incómodo mientras usaba su cinturón de castidad. Aplicó desodorante en sus axilas.

-Sí, olvidé eso y tu regalo- entrecerró sus ojos llevando su palma a su cara- ¡Feliz cumpleaños, amigo! -- Se abrazaron rápidamente y sus bultos se tocaron un instante, Alex sintió el frío y la dureza del cinturón de Steven, a pesar de su ropa interior. Temiendo una erección, inmediatamente se puso sus jeans.

No era la primera vez que Alex sentía una curiosidad desmedida por el cinturón de castidad; en el primer semestre de preparatoria, justo después de que los padres de Steven decidieron proteger a su hijo incluso de sí mismo, el pobre chico estaba devastado y frustrado, por lo que Alex decidió visitar a su mejor amigo para animarlo. Habiendo convivido desde niños, los chicos sentían la confianza suficiente para desvestirse uno frente del otro, por lo que Steven, con lágrimas brotando de sus ojos y la voz medio quebrada, bajó su pantalón para mostrarle a Alex. Ahí estaba, el cinturón era parecido a un bikini de tiro alto (a nivel de la cintura), hecho de acero inoxidable de grado quirúrgico, bloqueado por dos candados localizados cada uno en un costado de la cintura, cerrando y uniendo por arriba la parte frontal y trasera; era donde la magia ocurría, porque el cinturón se anclaría a los huesos de la cadera, impidiendo que el chico pudiera deslizarlo hacia abajo para quitárselo. Por la parte de abajo, el frente y el trasero se unían por una bisagra justo debajo del perineo, por lo que el dispositivo se abriría y cerraría como una trampa para moscas. Tenía un total de cuatro agujeros: uno grande atrás a la altura del ano para defecar, moldeado a la forma de las nalgas, y otros tres alrededor del bulto, dos a los costados para insertar la manguera para el baño y uno debajo del pene, para orinar, suficientemente ancho para que la orina fluya y no inunde la cámara genital pero lo tan pequeño que no cabría ni un dedo meñique.

12