La MILF más Deseada 03

BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí
Nokomi
Nokomi
13 Seguidores

Se colocó la tanga sin preocuparse por la humedad de su sexo, luego se abrochó el corpiño y por último se puso las medias y el portaligas. A continuación revolvió cajones hasta que encontró una camisa blanca. La abotonó de forma tal que sus grandes pechos se asomaran hasta mostrar el encaje del corpiño. Para la parte de abajo optó por una falda negra que se le ceñía mucho al cuerpo y que no llegaba a cubrirle las rodillas. Se colocó un par de tacos aguja, color negro. Se miró al espejo mientras acomodaba su ropa, faltaba el último toque, el que le aportaría más sensualidad, de uno de los cajones de su cómoda extrajo un estuche, y allí dentro encontró sus anteojos, los cuales casi nunca usaba. El oculista se los había recetado para que pudiera descansar la vista, pero al usarlos le daba la sensación de parecer una secretaria salida de una película porno. Detalle que en este momento le resultaba favorable.

Mientras se pintaba los labios y se aplicaba un poco de rubor, ensayó miradas intensas, cargadas de erotismo.

Poco después se reencontró con su hijo en el living.

—Estoy lista —dijo ella, refiriéndose más a la excitación que al cambio de ropa.

—¡Wow! —exclamó Julián al verla—. Estás increíble... y eso que no mostrás prácticamente nada.

—Gracias. ¿Ves? No siempre es necesario utilizar lo que ellos mandan, al menos no todo.

—Sí, pero cuando ellos mandan algo, pagan más.

—Sí, sí, lo sé... pero te hice caso, la ropa interior es la que mandaron ellos.

—Bien. ¿Empezamos?

—Todavía no. Siento que si me saco fotos en el sofá... como que no va a tener mucho sentido. O sea, mi idea era parecer una secretaria... sé que a los hombres los vuelve loco la fantasía con la secretaria...

—Es cierto, es una linda fantasía.

—Pero para que se vea un poquito más real necesito un escritorio... y algunos artículos de oficina.

—Entiendo. Eso se puede arreglar, pero mejor lo hacemos en el estudio, eso va a parecer más como una oficina.

Les llevó unos treinta minutos preparar todo lo necesario. Utilizaron un escritorio que Julián tenía en su cuarto, el cual utilizaba para apilar toneladas de boludeces. Luego pusieron un viejo teléfono fijo, el cual aún funcionaba. Agregaron algunas carpetas, papeles, lapiceras y todo lo que consideraron propio de una oficina. Por último Diana trajo una silla, mientras Julián hacía lo mismo con uno de los reflectores.

Las primeras fotos mostraban a Diana sentada detrás del escritorio, simulando estar trabajando. Julián se dijo que su madre era muy buena actriz, ya que no aparentaba ser una de esas mujeres que salen en las películas porno sobreactuando de forma excesiva, Diana realmente podía pasar por una genuina secretaria.

—Ahora mirá a la cámara —pidió el muchacho—, pero hacelo como si estuvieras mirando a tu jefe.

—¿Con sensualidad?

—No demasiada, si no se puede ver falso. Más bien con picardía.

—A ver si me sale.

Ella cerró los ojos durante unos segundos, cambió el aire de sus pulmones y luego dirigió su mirada hacia el lente de la cámara, esbozando una pícara sonrisa. Julián se quedó pasmado, casi podía sentir como si su madre lo estuviera invitando a hacer alguna "travesura" con alto contenido erótico. La fotografió y se fue moviendo lentamente hacia su derecha, Diana lo siguió con la mirada, y fue aumentando gradualmente la sensualidad en sus gestos, incluso llegó a morderse suavemente el labio inferior y a mirar por encima del marco de sus anteojos.

—Bien, ahora andá sacándote la ropa.

Ella obedeció sin hacer ningún comentario. Dirigió sus manos hacia los botones de la camisa y uno a uno comenzó a desprenderlos, exponiendo así sus pechos, cubiertos por el corpiño blanco. Luego se puso de pie junto al escritorio y apoyó las manos sobre él, inclinándose levemente hacia adelante, con la clara intención de que "su jefe" le mirase el culo. Julián aprovechó para tomar varias fotografías de la retaguardia de su madre mientras ésta comenzaba a desprender la falda y a bajársela. Él notó que, gracias a los tacos que estaba usando su madre, ella tenía las piernas mucho más estilizada y la cola más erguida.

Julián se puso de rodillas en el suelo y fotografió las imponentes nalgas de su madre mientras ésta se inclinaba más hacia adelante y separaba las piernas. Quedó fascinado al ver cómo la tanga blanca se ceñía a esa vulva con la que ya había fantaseado en más de una ocasión.

Diana se dio la vuelta y se sentó en el borde del escritorio, colocó un pie sobre la silla, quedando con las piernas abiertas. Permitió que su hijo capturase varias imágenes y luego, cerrando los ojos, comenzó a acariciarse el cuerpo. Primero pasó las manos por su vientre, volviendo a subir hacia las tetas, luego se acarició las piernas. Se mordió el labio inferior y pensó en esos hombres que se calentarían al verla, esto la motivó a llevar su mano derecha hasta su entrepierna, y comenzó a acariciarse la vagina por encima de la tanga, prácticamente olvidando que su hijo la estaba viendo. Fue la voz de éste lo que la hizo volver a la realidad.

—Eso está muy bueno —le dijo.

Ella, instintivamente, apartó la mano y miró sorprendida a su hijo.

—¿Por qué paraste? —preguntó Julián.

—No sé... cuando hablaste me llené de vergüenza.

—¿Preferís que me quede callado?

—No, porque vos sos el fotógrafo y corresponde que me des indicaciones, es solo que estar haciendo... esto... delante tuyo...

—Vos no pienses en mí, pensá en lo que quieras, menos en mí. Olvidate de que soy yo el que saca las fotos... y el que te da indicaciones. Además, acordate que es todo "de mentiritas".

—Bueno, no tanto...

—¿Por qué lo decís?

—Porque si hago eso yo... lo siento. Puedo sentir el roce de la tela, y de mis dedos... ¿me explico?

—Sí, ya entendí —de pronto el que se sentía incómodo era él, su madre le estaba dando a entender que esos toqueteos en la entrepierna eran reales y que, por lo tanto, la excitaban.

—Pero de todas formas no es tan malo —se apresuró a decir la rubia—, eso me ayuda a animarme a más... a perder un poquito la vergüenza.

—Entonces tomalo como un recurso de trabajo. Esas... sensaciones, te ayudan a soltarte ante la cámara. Vos sentite libre de hacer lo que mejor te parezca, lo que mejores resultados te dé, y no te preocupes por mí, yo no voy a pensar nada raro. Lo único que voy a pensar es en toda la plata que nos van a pagar.

—Puede ser... es que me pone un poquito incómoda estar... excitándome sexualmente frente a vos.

Que su madre le hablara directamente de excitación sexual tuvo un impacto directo en su pene, el cual se tensó por una fracción de segundos.

—Podés mirarlo de la siguiente manera, mamá. Tu trabajo, además de modelar en ropa interior, consiste en provocar sexualmente a aquellos que te estén mirando, ¿no?

—Así es —un remolino de placer se formó en la boca de su estómago. Le agradaba saber que ella era capaz de excitar a otras personas.

—Entonces, si vos misma te excitás al modelar, lo más probable es que eso se transmita también a las fotos, y por ende, a los que vayan a mirarlas. Es como cuando escuchás a alguien cantar, o tocar un instrumento, y podés notar cuánto le apasiona lo que hace. Si esas personas notan verdadera excitación en la expresión de tu cara, entonces tu trabajo está bien realizado.

—Me gusta eso... viéndolo de esa forma no parece algo tan malo... y tiene algo de lógica. ¿Ves lo importante que son tus indicaciones?

—Bueno... gracias.

—Te pusiste colorado, sonso. No se te puede hacer un halago, siempre te ponés así. Algún día tenés que darte cuenta de tu buenos atributos, Julián.

—Algún día...

—Bueno, ¿seguimos?

—Sí.

Diana tuvo la sensación de que la charla había sido demasiado larga, su cuerpo había comenzado a enfriarse, por lo que debía hacer lo posible para subir su temperatura. Cerró los ojos una vez más, suspiró y volvió a acariciar su vientre, en esta ocasión no subió hacia sus pechos, sino que hizo el camino inverso, hacia su sexo. Usando cuatro dedos presionó con fuerza su vagina, sintiendo una descarga de placer directamente en el clítoris. Inició un lento movimiento con su muñeca, incrementando aún más la sensación agradable. Sabía que su hijo la estaba fotografiando, pero podía pasar por alto ese hecho, lo que más la incentivaba era saber que otras personas la verían, se excitarían y, posiblemente, se masturbarían. Pensar en esto la llevó a introducir la mano en la tanga y a tocarse la húmeda vagina de forma directa. Abrió los ojos para corroborar que su sexo no quedase al descubierto, sin embargo para cualquier persona que estuviera viéndola, resultaría obvio qué estaba haciendo con la mano allí dentro.

—Separá un poco más las piernas —le dijo Julián al mismo tiempo que se agachaba, para capturar la entrepierna de su madre en primer plano.

Diana obedeció sin oponer resistencia, y sin dejar de frotarse lentamente el clítoris. Miró directamente al lente de la cámara e imaginó que eran los ojos libidinosos de algún hipotético amante. Dejó de tocarse la concha, no por pudor, sino porque deseaba ir un poco más lejos, tal y como lo había hecho la última vez. Tomando la tanga por el elástico, comenzó a bajarla lentamente. Julián dio un paso hacia adelante, acercándose aún más al pubis lampiño de Diana. Tal y como lo había hecho en la sesión anterior, ella se detuvo justo antes de que su concha quedara a la vista. Estar tan expuesta la estimuló aún más, llevó las manos hacia su espalda y se desprendió el corpiño. Justo antes de dejarlo caer al suelo, se cubrió las tetas con un brazo.

Julián se sorprendió al ver a su madre en topless, aunque sus pezones no se vieran.

—¿Las vas a mostrar completas? —preguntó.

—No nos apuremos —dijo ella—. Primero sacame fotos así.

El muchacho asintió con la cabeza y se alejó para que el cuerpo completo de su madre entrara en el plano. Ella lo miró de forma sensual y, usando ambas manos, se agarró las tetas. Por un segundo a Julián le pareció divisar un pezón, pero no estaba seguro; se concentró en la tarea de tomar fotos.

Diana cerró los ojos y dejó la boca entreabierta, apretó sus tetas y comenzó a amasarlas lentamente, esto solía ser parte de su ritual de masturbación, y le producía mucho morbo estar haciéndolo frente a una cámara. Ese mismo morbo la impulsó a sujetarse las tetas desde abajo, dejando a la vista un par de pezones marrones y rugosos, los cuales estaban notoriamente erguidos. Julián se quedó boquiabierto durante unos instantes, no recordaba la última vez en la que había sorprendido a su madre sin corpiño; pero recordó que Diana dijo, momentos antes, que lo que menos le preocupaba era que él le viera las tetas. Aprovechó el tiempo que su madre estuvo con los ojos cerrados para contemplar esos redondos y suaves senos; pero en cuanto ella le dirigió la mirada, se ocultó detrás de la cámara y comenzó a capturar imágenes.

Diana sonrió, se sentía bien consigo misma, se había animado a llevar su nueva profesión un paso más hacia adelante, y su hijo parecía estar tomándoselo con mucha naturalidad, lo cual le ayudaba a relajarse.

—¿Te puedo hacer una sugerencia? —preguntó el muchacho.

—Claro, te dije que eso es parte de tu trabajo, no hace falta que preguntes.

—Es que me da miedo que te lo tomes a mal.

—No me lo voy a tomar mal. Vos decime tu sugerencia y yo decido si seguirla o no, y punto. ¿Qué se te ocurrió?

—Que te pellizques los pezones —dijo él, con un nudo en la garganta.

—Ah... eso lo puedo hacer.

—¿Si?

—Y... ya me saqué el corpiño... lo más difícil, en lo referente a tetas, ya pasó.

Diana se lamió la punta de los dedos índices y a continuación pellizcó sus pezones al unísono. La descarga de placer la tomó por sorpresa, por lo general no los tenía tan sensibles... sólo cuando se excitaba mucho. Posó para la cámara durante algunos segundos, durante los cuales masajeó y a pellizcó sus tetas reiteradamente.

—¿Querés que me dé la vuelta así me sacás fotos del culo? —preguntó ella.

—Bueno, pero... ponete de rodillas en el suelo.

—¿En el suelo?

—Sí, ahí vas a tener más lugar, el escritorio es muy chico... y me da un poco de miedo que se rompa.

—¿Me estás diciendo gorda?

—No, estoy diciendo que el escritorio es una porquería... si se lo compré usado a Lucho —se refería a uno de sus mejores amigos, al cual su madre conocía muy bien desde hacía años—, y vos viste cómo es Lucho, todo lo que vende es trucho.

—Te salió un versito.

—No es que me salió, siempre se lo decimos.

—Bueno, si se lo compraste a Lucho entonces ya me da miedo estar sentada acá, mejor voy al piso.

Sin comprender muy bien qué era lo que su hijo pretendía, Diana obedeció, bajó del escritorio y puso sus rodillas en el suelo blanco.

—Está frio —se quejó.

—Gajes del oficio.

—Con el próximo pago, vamos a comprar una alfombra... aunque todavía no entiendo bien por qué querés que pose en el suelo.

—Es que no me refería a esa pose exactamente... —su madre lo miró intrigada—. Tenés que apoyar las manos también.

—¡Ahh! Vos querés que me ponga en cuatro...

—Bueno, no quería decirlo de esa forma, suena mal.

—Pero se entiende mejor. ¿Qué te dije acerca de hablar claro? Prefiero que digas las cosas de forma directa, y que se entiendan bien, antes que estar diez minutos intentando explicar algo con indirectas.

—Sí... sí, tenés razón. Perdón. Ponete en cuatro... si querés.

—Bueno.

Diana se acomodó la tanga, y luego se posicionó en paralelo al escritorio, apoyó las manos en el piso e inclinó su cabeza hacia abajo.

—¿Así? —preguntó.

—Levantá un poco más la cola.

Ella araqueó un poco la espalda y bajó más la cabeza, podía sentir la tanga apretándole la concha y creía que en cualquier momento se rompería, dejándola completamente desnuda.

—Este... mamá...

—¿Qué pasó?

—Mmm... mejor te lo muestro.

Julián tomó una foto de la parte posterior de su madre y luego le tendió la cámara, mostrándole lo que había en pantalla. Diana se sorprendió a medias con lo que vio, porque desde antes sabía que ese era un riesgo. La tanga no le cubría la vagina por completo, sino que permitía que sus abultados gajos sobresalieran por los lados, aún no se le todo, pero de todas formas estaba mostrando parte de su concha. Lo que sí la sorprendió fue su propia reacción, en lugar de sentirse avergonzada, le dio mucho morbo lo que vio, era una pose muy sugerente y con la tanga dejando en evidencia lo que había debajo era prácticamente como estar invitando a alguien a que se la cogiera. Le gustaba pensar que alguien pudiera disfrutar de su cuerpo de esa manera.

—Bueno, con lo chica que me queda la tanga, era obvio que esto iba a pasar en algún momento —dijo ella, intentando aparentar naturalidad.

—Entonces ¿sigo sacando fotos?

—Y... ahora ya está —no quería decirle a su hijo que estaba encontrando excitante la idea de que le fotografiaran la concha de esa manera—. Seguí.

—Ok.

Julián volvió a posicionarse detrás de su madre y se agachó para tomar más fotografías. Ocurrió lo que él sabía que no podía evitar: la verga se le despertó. Poco a poco se le fue poniendo dura al admirar esos gajos carnosos. Tuvo que luchar contra el impulso de extender la mano y tocarlos. Cuando su madre se abrió las nalgas con ambas manos, la concha quedó levemente más expuesta, a Julián lo invadió el fuerte deseo de arrancar la tanga, sacar la verga y enterrarla completa en la concha de su madre.

Por su parte Diana también debatía entre la calentura y la cordura. Pensaba en que uno de sus hipotéticos amantes estaba detrás de ella y que en cualquier momento le haría la tanga a un lado y comenzaría a cogerla apasionadamente. «Quiero que me la metan hasta el fondo», se dijo mentalmente al mismo tiempo que acariciaba los lados de su concha que sobresalían de la ropa interior. Los sintió tibios y húmedos. Estaba muy caliente... y quería más.

—Me la voy a sacar.

—¿Qué? —Julián reaccionó como si se despertase de un hermoso sueño.

—Ya lo decidí —dijo ella, con voz firme—. No quiero darle más vueltas, porque de lo contrario no lo voy a hacer nunca. Me voy a sacar la tanga —la tomó por el elástico y comenzó a bajarla lentamente.

—Esperá —la interrumpió su hijo.

—¿Por qué? Pensé que querías esto... para que nos paguen más.

—Sí, pero ya que te la vas a sacar, podrías probar otra cosa antes.

—¿Qué cosa?

—Mmm... ¿cómo te lo explico?

—De forma clara, Julián.

—Bien. La idea es... —sintió su verga palpitando dentro del pantalón—, es que la tanga te quede metida en la concha.

—¿Y vos pensás que eso va a quedar bien?

—S... sí... estoy seguro de que sí.

—Bueno, vos sos hombre... tal vez entiendas más de estas cosas.

Diana subió nuevamente su tanga, pero la estiró más de la cuenta, hasta que sintió cómo sus labios afloraban completos y la tela quedaba apretada en el centro.

Julián admiró maravillado, tuvo que dedicar un par de segundos a manosearse la verga por encima del pantalón, luego calibró el lente de la cámara y tomó una captura en primer plano de esa hermosa concha.

—Quiero ver la foto —pidió su madre.

Él le alcanzó la cámara, dejando la última captura en pantalla. Diana se llevó una agradable sorpresa, el resultado era mejor de lo que ella había previsto; su concha parecía una boca de grandes labios mordiendo un pedazo de tela. Resultaba muy evidente que estaba mojada y esto no le importó demasiado, consideró que era un punto a favor, si su intención era excitar a aquellos que la vieran. «Que me vean bien mojada», se dijo. Le devolvió la cámara a su hijo y luego se abrió las nalgas con ambas manos. Mantuvo esa posición durante unos segundos y acto seguido procedió a quitarse la tanga. Lo hizo lentamente, para permitirle a Julián fotografiar la escena cuadro por cuadro.

Al ver la concha de su madre completamente desnuda, el muchacho tuvo que dejar de lado la cámara para contener su verga con la mano, la cual parecía una serpiente colérica a punto de atacar a su presa. Una vez más estuvo tentado a sacarla del pantalón, para que no le doliera al tenerla apretada allí dentro; pero distrajo su mente volviendo a su tarea como fotógrafo. Admiró la sonrosada almeja y se maravilló con ese agujero negro que apenas se abría.

Diana sintió una fuerte ola de placer recorriéndole el cuerpo, por primera vez en su vida estaba completamente desnuda frente a su hijo... y frente a una cámara de fotos. Sabía que encontraba todo morbosamente agradable por la excitación que tenía, por lo que decidió no darle demasiada importancia. De pronto se le ocurrió la idea de posar vestida de mucama, y mostrar la concha debajo de esa corta y sensual falda.

—Estaba pensando que... —al decir esto se dio la vuelta e instantáneamente se quedó paralizada. Vio a su hijo con la cámara en mano y una fuerte erección abultándole el pantalón.

Instintivamente ella retrocedió, quiso ponerse de pie, pero tenía la tanga entre las piernas. Se la sacó rápidamente y se alejó de su hijo, sin poder dejar de mirar ese gran bulto.

Julián comprendió al instante por qué su madre reaccionaba de esa manera, sin embargo no pudo hacer nada para evitarlo; se quedó inmóvil viendo cómo ella se sentaba en uno de los sillones.

—P... perdón —atinó a decir él.

—No sabía que... —Diana no encontraba palabras para explicar su situación—. ¿Es la primera vez que te pasa? —el muchacho no respondió—. ¡Julián!

—Eh... no. No es la primera vez que me pasa. Es sólo la primera vez que vos te das cuenta.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque sabía que ibas a reaccionar mal.

—No reacc... —era inútil negarlo, su reacción no había sido la más apropiada—. Sí, tenés razón; pero de todas formas ¿cuánto tiempo creías que ibas a poder esconderlo?

—No lo sé... no pensé en eso. Sé que te molesta, pero no pienses mal... no es algo que yo pueda controlar.

—¿No?

—Claro que no, mamá. No es como si yo le fuera a decir "Quedate abajo" y me vaya a hacer caso.

Nokomi
Nokomi
13 Seguidores