La MILF más Deseada 03

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—¿Y por qué creés que pasa? O sea, sé que estoy desnuda... y que hago poses eróticas; pero soy tu mamá, Julián.

—Lo sé... pero... —recordó algo que él mismo había estado pensando, para no sentirse tan culpable cada vez que se masturbaba mirando las fotos de su madre—; pero el cuerpo femenino es algo universal... por más que yo sepa que sos mi mamá, no se puede negar que tenés en un gran cuerpo. A vos posiblemente te pasaría si vieras un hombre desnudo...

—Puede ser, no lo sé... no tengo verga, no sé cómo funciona exactamente.

—No me refiero a que se te pare, sino a que se te... moje.

—Bueno, es posible... pero yo creo que hay una especie de filtro que evita que nos excitemos al ver a nuestros padres, o a nuestros hijos. ¿No te parece?

—No creo que haya algo así... o sea, a mí se me para; pero no es que esté pensando en vos.

—¿Entonces en quién?

Julián no se esperaba esa pregunta, cuando él se masturbaba no pensaba en nadie en particular, sólo intentaba pasar por alto el hecho de que ese cuerpo pertenecía al de su madre; pero sabía que esto no sería suficiente para convencerla, por lo que se inventó la mejor mentira que pudo.

—Cuando yo iba a la facultad —comenzó diciendo—, había una profesora que nos daba estadística, ella era rubia y tenía un cuerpo muy parecido al tuyo... nunca me había dado cuenta de ese parecido, hasta ahora. A mí me gustaba mucho esa profesora... bah, creo que nos gustaba a todos los varones... y a algunas chicas también. Cuando te veo a vos con poca ropa, pienso en ella.

—Nunca me habías contado de esta profesora.

—No te conté porque me daba vergüenza —Julián estaba sorprendido de sí mismo, no sabía que fuera capaz de mentir tan descaradamente; él nunca había tenido ninguna profesora que equiparara a su madre en belleza—. A mí me tenía loco esa profesora, incluso alguna vez se me cruzó por la cabeza invitarla a salir; pero me daba miedo quedar en ridículo y que después todos mis compañeros se enteraran. Cuando vos adoptás esas poses tan eróticas, es inevitable que me la imagine a ella haciendo lo mismo.

—Pero... ¿no podés pensar en otra cosa?

—Te dije que es inevitable. Obviamente intenté pensar en otras cosas, pero me pasa igual —en ese momento la mirada de Julián fue atraída como por un imán hacia la vagina de Diana, la cual estaba sentada con las piernas separadas.

—¡Ay, Julián! —se quejó ella al darse cuenta hacia dónde miraba su hijo, y cerró las piernas.

—Perdón, eso también es inevitable.

—Sí, claro... ¿ahora me vas a decir que no podés mirar para otro lado?

—¿Querés que hagamos una prueba?

—¿Estás enojado?

—Un poco, no me gusta que me acusen de degenerado, y mucho menos que lo haga mi mamá.

Diana se quedó boquiabierta, no se había dado cuenta que estaba insinuando eso de su propio hijo, se sintió una pésima persona al tratarlo de esa manera luego de todo lo que él había hecho para que pudieran ganar dinero.

—Perdoname, Julián. No es que piense que sos un degenerado... es sólo que me tomó por sorpresa verte así. Yo sé muy bien que en algún momento te excitarás, ya hablamos de ese tema hace tiempo; pero no me imaginaba que pudiera pasarte al verme.

—Al verte desnuda... o casi. Porque si te veo vestida no me pasa.

—¿A qué prueba te referías?

—Ah sí... veamos qué pasa —Julián se puso de pie, dejó la cámara sobre una pequeña mesita junto al sofá y luego, sin darle tiempo a su madre para que reaccione, se bajó el pantalón hasta los tobillos. Su verga erecta se sacudió como un resorte.

La rubia se llevó una mano a la boca al ver ese miembro viril aparecer repentinamente frente a ella, un remolino de calor se formó en la boca de su estómago.

—Intentá mirar para otro lado —la desafió su hijo.

Ella apartó la mirada, incluso intentó mirarlo a los ojos, pero fracasó en todas las ocasiones, su atención siempre fue capturada por esa verga venosa con velludos testículos que la miraba como si la estuviera invitando a portarse mal. Diana se cubrió los ojos con una mano y comenzó a reírse.

—Es cierto, no se puede evitar.

—Te lo dije, es inevitable —al escuchar la risa de su madre, Julián se tranquilizó mucho—. ¿Ahora entendés un poquito mejor lo que me pasa?

—Lo que no entiendo es cuándo te creció tanto esa cosa.

—Esa "cosa" tiene nombre. ¿No habíamos quedado en llamar a las cosas por su nombre?

—Bueno... la verga. No me imaginaba que la tuvieras así.

—Tal vez porque nunca me la habías visto parada.

—Eso es cierto.

—Yo tampoco me imaginaba que tuvieras la concha tan...

—¿Tan qué?

—No sé cómo describirla... ¿Hinchada?

Diana volvió a estallar en risas.

—Tu padre me decía lo mismo. Yo siempre creí que exageraba.

—No, para nada. Es como si fueran dos pancitos juntos —Diana siguió riéndose, Julián se despojó de su pantalón.

—¿Te vas a quedar así? —preguntó ella.

—Si no te molesta... porque la verdad es que duele mucho tenerla apretada ahí dentro.

—No sabía eso...

—Para ser tan grande, hay muchas cosas que no sabés acerca de las vergas.

—No es que me haya pasado la vida analizándolas... yo siempre les di el uso justo y necesario. Pero volviendo al tema... preferiría que no anduvieras con las bolas al aire, ya de por sí es medio difícil para mí estar sacándome la ropa frente a vos; si tuviera que hacerlo mientras vos la tenés así, sería peor. ¿Por qué mejor no te doy unos minutos para que baje y después seguimos con las fotos? De paso aprovecho para cambiarme, me voy a poner el conjunto de mucama.

—Bueno, me parece bien... qué bueno que no decidas suspender todo, tenía miedo de que lo hicieras.

—Se me pasó por la cabeza, pero creo que sería exagerar demasiado las cosas. Era de suponer que en algún momento tuviéramos que lidiar con problemas como éstos; lo mejor es hablarlos e intentar resolverlos... de lo contrario nos quedamos sin trabajo, los dos.

—Eso es muy cierto.

—Bueno, ya vengo.

Antes de irse Diana dio un último vistazo a la verga de su hijo y caminó hasta su cuarto con una sonrisa en el rostro; él tenía mucha razón, no se podía evitar mirar esas partes en una persona desnuda, incluso sabía que su hijo le empezó a mirar la concha desde que se levantó y que, posiblemente, se la estuviera viendo mientras caminaba.

-3-

Diana reanudó su ritual de masturbación en cuanto terminó de ponerse el traje de mucama, cayó en la cuenta de que habían pasado años desde la última vez que se había pajeado tantas veces en un mismo día; pero al mismo tiempo le agradaba haberlo hecho, porque estaba disfrutando mucho de ese estado prolongado de excitación. Casi podía sentir cómo su cuerpo acumulaba calentura.

Mientras se metía los dedos en la concha se le vino a la mente la imagen de la dura verga de Julián, por un momento se asustó, pero enseguida recordó algo que él había dicho: «No pienso en vos, pienso en otra persona». Se preguntó si ella sería capaz de hacer lo mismo; se imaginó en cuatro patas en la cama, aguardando por esa gran verga... y la idea la estimuló a masturbarse todavía más rápido.

Sabía que la situación estaba llegando mucho más lejos de lo que ella querría, pero al mismo tiempo no podía dejar de pensar en el dinero que recibiría por las sesiones de foto y, particularmente, en lo bien que se sentía al posar frente a la cámara. Debía volver al estudio y dar lo mejor de sí, aunque tuviera que tolerar que a su hijo se le pusiera dura la verga al verla posar.

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Anonymous
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1 Comentarios
AnonymousAnónimohace 7 meses

De lo mejor de Literotica.Uns historia muy excitante Enhorabuena,muy buen trabajo.

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