La MILF más Deseada 05

Historia Información
Capítulo 5.
5.7k palabras
4.52
2.7k
1

Parte 5 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
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Capítulo 5.

—1—

Pasaron dos días desde que Julián entró al dormitorio de su madre sin previo aviso. Luego de ver la reacción de Diana, creyó que el enojo le duraría semanas, y que ni siquiera le dirigiría la palabra; sin embargo se le acercó mientras él miraba una serie.

—Tenemos que hablar, —le dijo. Él apagó el televisor y la miró con cierto temor—. Quería decirte que ya no estoy enojada por lo que pasó.

—¿No?

—No, ya se me pasó... y quería que lo supieras.

—Bien, porque no pensaba pedirte perdón.

—¿Por qué no? ¿Acaso no entraste a mi cuarto sin avisar, para sacarme fotos mientras yo...?

—No, porque vos me hiciste lo mismo. Vos también entraste a mi cuarto mientras yo... hacía eso. No sólo no avisaste. sino que además te quedaste ahí, humillándome. Y cuando yo entro, con toda la intención de sacar fotos, me gritás de todo y me echás a la mierda.

Diana se puso pálida, lo que decía su hijo era cierto. Ese mismo día ella había entrado a al dormitorio de Julián, mientras él se hacía la paja... pero antes de eso...

—Pero vos también entraste antes... —Se defendió la rubia.

—Sí, pero fue sin querer... vos lo hiciste apropósito.

—¿De verdad te sentiste humillado?

—Sí... no la pasé nada bien mientras me decías que yo estaba pensando en mi profesora, y que ella tenía linda concha... y no sé qué otras boludeces más.

—No me di cuenta... creí que...

—Creíste que estabas haciendo bien, creíste que de esa forma ya no nos avergonzaría tanto hacer las fotos; puede que tu intención fuera buena, pero no fue el mejor método.

—Te pido perdón, Julián... me pongo a pensar en lo que hice y tenés toda la razón. Me basta con imaginar que mi madre me hubiera hecho lo mismo, mientras yo... me tocaba. Me hubiera muerto de la vergüenza.

—Está bien, ya pasó... y quiero dejar en claro que entré a tu cuarto solamente para sacar fotos... esa era mi única intención. Imaginé que no te molestaría... es decir, estuviste posando con la concha expuesta y te lo tomaste como lo más natural del mundo, no se me cruzó por la cabeza que fueras a enojarte de esa manera. Pensé que si te estabas tocando de verdad, sin fingirlo, entonces las fotos quedarían mucho mejores.

—Tenés razón, fui una boluda, reaccioné para la mierda. Lo único que puedo decir en mi defensa es que me asusté... es decir, abrí los ojos y de pronto vi una persona en mi cuarto. Me pegué un susto bárbaro.

—Entonces, ¿no te molestó que yo te viera haciendo eso?

Ella meditó su respuesta durante unos segundos.

—No, siendo honesta, eso fue lo que menos me molestó. Reaccioné mal por el susto, y me quedé enojada porque... no sé cómo decirlo sin quedar como una pajera...

—Decilo y punto, ¿no habíamos acordado a decir las cosas de forma directa?

—Sí, es cierto. Bueno, me enojé porque la estaba pasando muy pero muy bien... ¿me explico? Hacía tiempo que no me tocaba de esa manera... y vos me interrumpiste, después de eso no pude seguir.

Julián comenzó a reírse.

—¡Qué pajera! —Exclamó.

—¡Hey! —Ella le dio un golpecito en la pierna—. Esta pajera es tu madre.

—Sí, pero no encuentro otra forma de decirlo. O sea, vos te enojaste conmigo porque arruiné la paja que te estabas haciendo.

—¿Te parece poco? —La rubia levantó una ceja y cruzó los brazos.

—Bueno, vos también me interrumpiste a mí, en un buen momento, así que estamos a mano. ¿Te parece?

—Sí, me parece... y de ahora en adelante queda rotundamente prohibido que entremos al cuarto del otro sin previo aviso.

—Trato hecho.

—Y... de nuevo te pido perdón, lo último que quiero hacer, como madre, es humillarte.

—Todo bien... al fin y al cabo después se puso interesante la cosa, con la sesión de fotos. Por cierto, ahora sí tengo fotos suficientes para un pack.

—¿Incluyendo las que sacaste en mi cuarto?

—Sí... ¿te molesta que las use?

—¿Son buenas fotos?

—Son las mejores de todas. De verdad. Se te notaba en la cara que realmente la estabas pasando bien.

—Sí, realmente la estaba pasando bien...

—Sé que lo que hacemos es todo actuado, y está bien que así sea; pero no viene nada mal meter una pequeña dosis de realismo en algunas fotos.

—Bueno, pero la próxima vez que me quieras sacar fotos mientras yo me hago una paja, al menos avisame, para no morirme de un infarto al verte dentro de mi cuarto.

—Está bien. La próx... esperá... ¿eso quiere decir que vas a permitir que te saque fotos mientras te masturbás?

—Vos dijiste que así salen buenas fotos...

—Sí, así es.

—Entonces tendré que acostumbrarme a que saques esas fotos. Pero ahora no quiero pensar en eso, lo dejaremos para más adelante.

—Bien. Me alegra que hayamos aclarado las cosas. Tenía miedo que ya no quisieras seguir con este proyecto.

—Eso no va a pasar, Julián, ésta es nuestra única fuente de ingresos... y la verdad es que es mejor de lo que yo me imaginaba. Ganamos más plata haciendo esto que lo que yo ganaba en la tienda de cosméticos.

—Sí, totalmente... y eso que todavía no empezamos a mandar las fotos más... porno, como las últimas que sacamos. Ahí van a pagar más.

—Excelente. —Ella sonrió con total sinceridad—. Vos fíjate de qué otras maneras podemos hacer que nos paguen, mientras tanto vamos a seguir con las sesiones de fotos.

—Em, ya me adelanté con eso. Hace unos días encargué algo... que llegó hoy.

—¿Qué fue lo que encargaste? —Preguntó Diana, expectante.

—Emmm... mejor te lo muestro, ya vengo.

Julián fue hasta su cuarto y pocos segundos después salió llevando una caja envuelta en papel madera. La dejó en el sillón, junto a su madre y ésta se apresuró a abrirla.

—¡No te lo puedo creer! —Exclamó la rubia, echándose a reír—. ¿Vos estás loco?

—¿No te gusta? Pensé que te iba a agradar la sorpresa.

—No es que no me guste... es que... yo nunca usé uno de estos. —Diana extrajo el objeto de la caja, se trataba de un cilindro negro que se asemejaba a un misil hecho de plástico—. Nunca se me cruzó por la cabeza comprarme un consolador... no porque no fuera a gustarme, sino porque me daba mucha vergüenza comprarlo.

—Lo bueno es que hoy en día no es necesario entrar a una tienda para conseguir uno, se pueden encargar por internet. Si lo usás en las fotos, nos van a pagar un extra.

—¿Me lo tengo que meter en la concha? —Preguntó, mirando el cilindro plástico.

—No, en la oreja... ¡claro, mamá!

—Bueno, bueno —Diana se puso roja—. Ya sé cómo se usa... lo que pasa es que todavía estoy asimilando la información. O sea, por primera vez me tengo que meter un coso de estos... y además mi hijo va a estar mirando...

—Mientras saco fotos, no te olvides de eso...

—¿Vos querés que yo me ponga más nerviosa todavía?

—Un poquito, pero ya se te va a pasar, en cuanto... empieces a tomarle el gusto.

—Mmm, puede ser, —dijo Diana, levantando una ceja, mientras examinaba detenidamente el consolador—. ¿Qué ropa tengo que usar?

—La que vos quieras, no es necesario que uses alguno de los conjuntos.

—Entonces lo voy a hacer sin ropa... completamente desnuda. ¿Te parece bien?

—Por mí está bien. —Julián pudo sentir cómo su verga comenzaba a despertarse ante la posibilidad de ver a su madre desnuda una vez más.

—Bueno, vamos a hacer una cosita... dame unos minutos a solas, en mi cuarto, y yo te llamo cuando esté lista para las fotos.

—Perfecto, mientras tanto voy a ir preparando la cámara.

—2—

Una vez dentro de su dormitorio, Diana se acostó en la cama mirando hacia el techo, cerró los ojos y mientras se iba despojando de toda su ropa, recorrió su cuerpo con caricias, centrándose especialmente en sus pechos. Cuando ya estuvo completamente desnuda, separó las piernas e inició el proceso de masturbación, de forma más mecánica de lo habitual. Le costaba concentrarse en algo que la excitara y sus toqueteos no estaban logrando grandes avances, apenas consiguió humedecer un poco su vagina. «Lo intenté —se dijo a sí misma después de unos minutos—, va a ser mejor probar con las fotos».

Llamó a Julián dando un grito y el muchacho irrumpió en el cuarto apenas un segundo más tarde, como si hubiera estado esperando justo detrás de la puerta. Ella pudo notar cierto brillo libidinoso en los ojos de su hijo, no podía culparlo ya que seguramente ella estaba ofreciendo una imagen sexualmente explícita al estar abierta de piernas de esa manera.

—¿Todavía no lo probaste? —Preguntó Julián, al ver el consolador completamente seco, junto a su madre.

—No, pensaba hacerlo cuando ya estuviera lo suficientemente excitada... pero no hubo mucha suerte.

—¿Lo dejamos para otro momento?

—No, no... vos andá sacando las fotos, yo voy a intentar hacer mi mejor esfuerzo. Además no creo que las fotos se centren especialmente en mi cara... mucho menos cuando me meta esto... —Señaló el consolador.

—Bueno, está bien.

Julián podía sentir el lento despertar de su pene, el cual iba ganando tamaño dentro del pantalón. Ver a su madre en esa posición, como si estuviera esperando a que alguien la penetre, le hacía hervir la sangre. No es que quisiera que alguien se la metiera a su madre, sin embargo le resultaba difícil no imaginarla en pleno acto sexual, recibiendo una buena verga dentro de la concha.

Diana se preguntó por qué su hijo la miraba de esa manera y no comenzaba con las fotos, estuvo a punto de decir algo, pero guardó silencio, para evitar una nueva discusión. Tal vez Julián estaba aguardando por el momento indicado para comenzar a fotografiarla. Ella debía hacer algo respecto. Con dos dedos recorrió toda su concha de abajo hacia arriba, como si se la estuviera ofreciendo a un amante. Notó el bulto en el pantalón de su hijo y eso le produjo una extraña sensación, que nació en la boca de su estómago y bajó hasta su concha. Ya habían hablado sobre ese tema, era inevitable que él se excitara al verla, y lo más lógico era que a ella le pasara lo mismo al verlo.

—Si querés ayudarme, podés sacarte el pantalón... —dijo ella, con voz suave—. Mostrame como se te para la pija.

Julián la miró atónito, unos días atrás se calentó mucho al escuchar que ella se excitaba al verle la verga, pero que le estuviera pidiendo de esa manera provocó que se le pusiera como un garrote inmediatamente.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste, Julián... quiero ver cómo se te pone la verga. Ya aclaramos esto, a vos se te para al verme desnuda, a mí se me moja la concha cuando te veo la pija dura. ¿No lo vas hacer?

Él se quedó aturdido, mirando la concha de Diana, la cual ya comenzaba a emanar jugos sexuales. Cuando reaccionó se apresuró a quitarse el pantalón.

—¡Uy, la tenés re dura! —Dijo ella, con picardía. Se acarició la concha mientras admiraba ese imponente miembro masculino—. Tu pija es un poco más grande que el consolador.

Lo que más morbo le causaba a Julián era que su madre usara la palabra "pija" de esa manera tan directa. Lo que él no sospechaba era que ella también podía sentir ese mismo morbo al decirlo.

—Me da un poco de orgullo saber que mi hijo tiene una verga tan grande, y tan linda. —Diana se estaba acariciando la concha, sin dejar de admirar el pene—. Decime ¿Te gusta mucho mi concha? —Se la abrió con dos dedos, para que él la viera bien.

—Sí, mucho...

—¿Y te gustaría ver cómo me clavan?

Esta pregunta puso en alerta a Julián, pero estaba tan caliente que respondió con sinceridad.

—Sí, obvio...

—Entonces me la vas a ver bien clavada...

Diana agarró el consolador y comenzó a frotar la punta por la entrada de su vagina, introdujo un poco y luego lo sacó.

—Voy a tener que lubricarlo mejor.

Se lo llevó a la boca y empezó a lamerlo, como si se tratase de un pene real, Julián no daba crédito a lo que veían sus ojos, estaba tan maravillado que se había olvidado por completo de sacar fotos.

Su madre no dijo nada al respecto, ella también parecía estar inmersa en su propio mundo. Se llevó el consolador a la concha una vez más, y esta vez lo metió hasta la mitad, soltando un gemido. Comenzó un meneo lento, para que la concha se le fuera dilatando cada vez más.

—¡Uf, Julián... me diste un regalo hermoso!

Al muchacho le produjo una enorme calentura que su madre le hablara de esa forma, entre gemidos. Él también se estaba masturbando mientras miraba.

—Eso... pajeate sin miedo, que a mí me pone cachonda verla bien dura. —Diana no podía creer que estuviera diciéndole esas cosas a su hijo, pero las palabras fluían sin que ella pudiera controlarlas. Miró atentamente a su hijo haciéndose una paja, y al mismo tiempo ella se daba placer con el consolador—. Uy... si hubiera sabido que este juguetito era tan bueno, me hubiera comprado uno hace mucho tiempo...

Recobrando un poco de su cordura, Julián se acordó de tomar fotos. Lo hizo con prisa, sin detenerse demasiado en tiempo en lograr una buena toma. Capturó la expresión de placer en la cara de su madre, y tomo varios primeros planos de la concha siendo penetrada por el consolador, luego reanudó su masturbación. Estaba posicionado justo entre las piernas de Diana, con la verga apuntando hacia la concha, casi como si fuera un amante a punto de penetrarla. Esto, en lugar de incomodar a la rubia, la calentó. Separó más las piernas y las levantó, sacó el consolador y se abrió la concha con los dedos, casi como si lo estuviera invitando a que se la metiera.

—Mmm... si seguís pajeándote así, vas a acabarme encima... —dijo Diana.

—No me falta mucho... pero cuando esté por acabar, me muevo.

—A mí no me molesta... —ella seguía acariciándose los labios vaginales.

—¿De verdad?

—Con la calentura que tengo ahora... no me molesta... ¿te sale mucha leche? Quiero ver...

Julián no podía creer que su madre lo estuviera incitando a acabarle encima, pero la sola idea de hacerlo produjo un gran efecto en él. Un par de segundos más tarde su verga estaba escupiendo abundantes chorros de semen, que fueron a parar al cuerpo de su propia madre. Ella lo recibió todo con la boca abierta en una gran sonrisa. El semen no llegó hasta su cara, pero sí le cubrió buena parte del estómago, las tetas y, porsupuesto, la concha.

—¡A la mierda! ¡Me llenaste de leche! Sacame una foto, quiero ver cómo quedé...

Cuando Julián recobró un poco la compostura, luego de tan potente orgasmo, tomó la cámara y fotografió varias veces todo el cuerpo de su madre.

—Dale, mostrame —insistió ella.

Su hijo se le acercó y le enseñó las ímagenes capturadas.

—¡Uy, que fuerte! Hace mucho que no me llenan de leche... que hermosa que estoy...

—Qué modesta...

—Me importa un carajo la modestia. Si quiero hacer esto necesito sentirme hermosa... y provocativa. ¿Te parece que no lo soy? —Se llevó una mano a la concha y empezó a masajearla, untando el semen en toda la zona.

—Sí, estás hermosa mamá... de verdad.

—Gracias... te juro que me siento re puta en este momento... y eso me gusta.

—Nunca pensé que te escucharía decir algo así.

—Eso es porque nunca me viste en mis momentos de más calentura... me puedo poner bastante... bueno, bastante puta. No hay otra forma de decirlo. Pero ya me estaba olvidando de esta sensación... hace mucho que no la experimento. ¡Y me encanta!

—Me alegra que te sientas tan bien. —Él miró atentamente cómo su madre se pajeaba mientras con la otra mano se untaba semen en todo el cuerpo—. ¿Estás por acabar?

—Sí... sii... estoy re caliente...

—Te voy a sacar fotos acabando.

—Dale...

Ella cerró los ojos y se concentró en masturbarse, no podía dejar de pensar en el momento en que su hijo eyaculó, todo el cuerpo le vibró al ver cómo saltaba el semen de esa gran verga, y le caía sobre el cuerpo. Entre gemidos se metía los dedos tan rápido como podía, se acordó del consolador y se lo metió entero de una sola vez, soltando un grito de placer y dolor. Se masturbó con soltura, aún sabiendo que su hijo estaba allí para mirarla, esto no la inhibió ni un poco; todo lo contrario, tener audiencia la motivaba a mostrarse aún más osada. El primer orgasmo llegó, y Diana comenzó a sacudirse en la cama, dejando salir potentes gemidos. A Julián se le puso dura la verga otra vez, pero en lugar de pajearse, aprovechó para sacar fotos, quería tener ese momento capturado en imágenes. Se le ocurrió algo mejor, dejó las fotos de lado y empezó a grabar en video los consecutivos orgasmos de su madre. Recorrió con la cámara todo el cuerpo de la rubia, deteniéndose un rato en cada parte: la expresión de placer en su cara; las grandes tetas que no dejaban de sacudirse; las caderas, con su hipnótico meneo; y la mejor parte... la concha, que no paraba de recibir ese consolador negro una y otra vez.

Cuando tuvo suficiente metraje, dejó la cámara y se acostó bocarriba al lado de su madre, él también quería pajearse... otra vez. Diana abrió los ojos y se contró con la dura verga de su hijo, continuó masturbándose, aunque más lento, y sin apartar la mirada de ese miembro viril. Mientras se penetraba con el consolador no dejaba de fantasear con la idea de ser penetrada por una verga de ese tamaño.

Se estaba pajeando junto con su hijo, y sabía que después se arrepentiría de esto; pero en ese momento de calentura sólo podía sentirse feliz, por todo el placer sexual que estaba recibiendo, y por la gran relación de confianza que estaba forjando con Julián.

Cuando los dos acabaron una vez más, y se dieron por satisfechos, ella dijo:

—¿Cuántas madres le permiten a sus hijos hacerse la paja con ella?

—Sos la mejor mamá del mundo, —dijo Julián—. ¿Lo vamos a repetir algún día?

—No sé... tal vez, pero si es que hay una sesión de fotos de por medio, de lo contrario se me haría muy raro.

—Sí, me refería también a las fotos.

—Sé que me voy a sentir mal por esto; pero ahora te quiero decir que lo disfruté, y por todo lo que acabaste, se ve que vos también.

—¿Y por qué deberías sentirte mal?

—Y... no sé... ¿tal vez sea porque mi hijo me llenó de leche? Me parece motivo más que suficiente.

—Pero lo hicimos por las fotos, no por otra cosa... ¿cierto?

—Em... sí, eso es cierto. Seguramente salieron unas fotos geniales...

—Y un video...

—¿Un video? —Ella se sentó en la cama y lo miró a los ojos.

—¿Te molesta?

—No sé... ¿por qué lo grabaste? No me digas que pensás mandarles un video...

—No, al menos eso todavía no lo pidieron; pero está bueno tenerlo, por las dudar... si es que vos te animás a que lo mande.

—Ya veremos, un video es diferente... me da un poquito más de vergüenza. ¿Ese fue el único motivo por el que lo grabaste?

—¿Y cuál otro motivo voy a tener?

—Em... se me ocurre uno, pero prefiero que lo digas vos. No me voy a enojar, Julián... es más, te doy permiso.

—¿Permiso a qué?

—Vamos, hijo... es obvio que lo vas a usar para hacerte más de una paja. De verdad no me molesta, me hace sentir halagada que te calientes con mi cuerpo.

—¿De verdad?

—Sí, estuve sincerándome conmigo misma y admito que me da cierto morbo que lo hagas, un morbo lindo. No sé cómo explicarlo... pero me hace sentir bien saber que te hacés la paja mirando mis fotos.

—¿Entonces... puedo...?

—Sí, hijo... dedicame todas las pajas que quieras, a mí me va a poner muy contenta. Y si algún día querés que te muestre un poquito la concha, pedimelo.

—Lo voy a tener en cuenta.

—Ah, lo único que te voy a pedir es que no se repita esto de acabarme encima...

—Pero... yo solamente lo hice porque vos me lo pediste.

—Sí, ya sé. No estoy enojada, para nada... pero de todas formas tengo la sensación de que con eso ya nos fuimos un poquito a la mierda, además dije algunas barbaridades de las que ya me estoy arrepintiendo. Es que cuando me caliento mucho, pierdo la cabeza... empiezo a decir y a hacer cosas que no son propias de mí.

—Sí, de eso ya me di cuenta, jamás te imaginé comportándote de esa manera.

—Era uno de mis secretos más íntimos, y ahora ya lo sabés: cuando me caliento, me pongo muy puta... lo peor de todo es que me gusta.

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