La MILF más Deseada 07

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Nokomi
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—Dicho de esa manera suena mejor. No suena tan descabellado como que me caliente al tener la verga de mi hijo en mi boca.

—Lo dijiste vos, no yo... pero ya hablamos de este tema, cuando permitiste que yo use tus fotos para tocarme... la clave está en que yo no pienso en vos —no estaba seguro de cuán cierta era esa afirmación.

—Claro, pensás en tu profesora de matemáticas.

—De biología.

—¿No era de estadística? —preguntó Diana, levantando una ceja.

—Em sí... eso... de estadística. Qué boludo.

—Ajá... bien. La cuestión es que hay que pensar en otra persona, y también me tengo que calentar un poquito. Un poquito bastante. Me voy a la pieza, a tocarme un ratito...

—¿Te acompaño?

—No, voy sola.

—¿Por qué? Pensaba en que mientras podría sacar algunas fotos.

—Te dije que por ahora te olvides de la cámara. Yo te voy a decir cuándo seguimos con las fotos. Además no quiero que se te pare... todavía no.

Diana se dirigió hacia su cuarto y cerró la puerta, para que su hijo no espiara. A continuación se desnudó y se tendió sobre la cama. Cerró los ojos y comenzó a acariciar suavemente sus pechos y a jugar con sus pezones. Cuando los tuvo erectos, bajó una de las manos hasta su entrepierna y la frotó lentamente, mientras separaba las piernas. Pudo sentir la humedad manando de su sexo, y esto la incentivó a jugar un poco con su clítoris, dándole leves golpecitos con un dedo. Su respiración comenzó a agitarse y todo su cuerpo empezó a menearse. Introdujo uno de los dedos en su concha y cuando su agujero estuvo preparado, metió otro más. Los movió de adentro hacia afuera repetidas veces mientras pensaba en aquella ocasión, hacía ya muchos años, cuando disfrutó de una verga tan grande como la de su hijo. Recordó cómo ese hombre le penetró, estando ella en cuatro patas, y cómo después prácticamente la obligó a chuparle la verga. Eso la calentó muchísimo en aquella ocasión y estaba surtiendo el mismo efecto ahora, mientras se masturbaba.

Pocos minutos más tarde consideró que ya estaba lo suficientemente caliente como para volver a intentarlo. Con un grito llamó a su hijo y éste apareció casi de inmediato, como si hubiera estado esperando al otro lado de la puerta.

Julián se deleitó con la impactante imagen que ofrecía su madre, acostada desnuda, con las piernas abiertas, y dos dedos entrando y saliendo de su concha.

—Ya estoy lista —le dijo, sin dejar de tocarse.

—¿Qué hago?

—Sentate acá, al lado mío.

Él se acercó a la cama y ocupó el lugar que su madre le indicó, apoyando la espalda contra el respaldar.

—Bueno, vamos a ver qué tal sale ahora —dijo ella, volteándose para colocarse bocabajo, justo delante de su hijo.

Su cabeza quedó a pocos centímetros de esa verga flácida que esperaba por su atención. Diana no dejó de tocarse y se dio cuenta de que ahora ese pene le resultaba un tanto más apetecible que antes. Abrió la boca y ya sin dudarlo tanto, se acercó.

Se tragó la verga completa de una sola vez y la retuvo dentro de su boca, mientras con dos dedos se frotaba el clítoris. Movió levemente la lengua, como si con ella quisiera reanimar a un animal dormido... y así fue. La verga comenzó a ponerse dura y ella aceleró el ritmo de su paja. De pronto sintió una puntada de placer en la boca del estómago, y no fue por la razón que a ella le hubiera gustado. Aunque quiso ignorarlo rápidamente, supo que esa descarga de placer se debió a que en ese momento fue consciente de que esa era la verga de su hijo.

Si alguna vez alguien le hubiera dicho que ella tendría en su boca la verga de Julián, se hubiera sentido asqueada y ofendida por el comentario. No había forma de que ella, alguna vez, fuera hacer eso... al menos eso era lo que pensaba, porque allí estaba, con la verga de su hijo en la boca... y se estaba poniendo cada vez más dura.

Diana retrocedió y se levantó, hasta quedar de rodillas en la cama, masturbándose frente a su hijo.

—Ahora sí, tocate —le dijo.

Julián comenzó a hacerse la paja, recorriendo con la mirada el cuerpo de su madre, desde su cara desencajada por el placer, pasando por los grandes pechos que se bamboleaban sin parar, hasta llegar a la concha, que recibía continuas invasiones de dedos.

Cuando Diana vio que su hijo tenía la verga bien dura, volvió a bajar la cabeza hasta encontrarse con ella. Julián se la ofreció y ella se la tragó. No pudo tragarla completa, ni lo intentó, le bastaba con ir un poco más allá del glande, hasta sentir que su boca quedaba bien llena de pija. Se quedó allí, durante unos segundos, disfrutando de esa añorada sensación, y luego se retiró.

Esta vez no se puso de rodillas, sino que volvió a acostarse bocarriba, junto a su hijo.

—¡Mierda! Eso fue más fuerte de lo que me imaginaba —dijo ella entre risas, mientras se frotaba la concha a toda velocidad.

—¿Te gustó? —preguntó Julián, mientras acariciaba su verga con una mano.

—No me hagas decirlo... solamente voy a decir que no me desagradó tanto. Nada más.

—Bueno, eso es un avance.

—Sí, sí que lo es —de pronto Diana comenzó a reírse.

—¿Pasa algo?

—No, nada... bah, sí. Es algo irónico. Antes me moría de vergüenza tan solo con pensar que me verías desnuda, y ahora mirá... me estoy pajeando delante tuyo, como si nada. Sos mi hijo, carajo... debería darme un poquito de pudor.

—¿Ya no te da pudor?

—¿Pajearme delante tuyo? No, creo que a eso ya lo tengo asumido... aunque lo de tragarme la verga todavía me tiene muy intranquila.

—Debe ser por eso entonces.

—¿Por qué?

—Porque pasaste de estar intranquila por una cosa, a estarlo por otra mucho más... seria.

—Es cierto. Es como que cada vez que aparece una preocupación más grande, se van superando las anteriores.

—¿Entonces te puedo ver haciéndote la paja cuando quiera?

—Y sí... ya fue. ¿Qué le vamos a hacer? ¿Al menos te gusta cómo lo hago? —preguntó, mientras separaba más su piernas e introducía dos dedos en su concha.

—Sí, lo hacés muy bien —él también se masturbaba a buen ritmo.

—¡Uf, estoy re caliente!

—¿Tanto como para comerte una pija?

—Mmm... tal vez sí... vení, traela para acá.

Ella giró su cabeza, sin levantarla de la almohada, y abrió mucho la boca. Julián se puso de rodillas en la cama y acercó la verga hasta su madre. Diana se tragó un poco más que la vez anterior, sintiendo como el glande se aproximaba mucho a su garganta. No movió la lengua, pero sus dedos no dejaron de entrar y salir de su concha.

Julián no estaba seguro de cuánto tiempo debería permanecer allí, pero le gustaba tanto sentir la tibieza de la boca de su madre rodeándole la verga, que no quería retroceder. Sin embargo fue ella quien lo hizo, pasados unos segundos.

—¿Qué tal? —preguntó él.

—Creo que va mejorando.

Diana se sentó en la cama, dejando sus piernas algo separadas, sus dedos aún acariciaban su vagina, aunque ahora lo hacían con menor intensidad. Julián también volvió a sentarse a su lado, y al igual que ella, se mantuvo estimulando su sexo.

—¿Sabés una cosa? —Preguntó la rubia—. Una vez estuve con un hombre que la tenía grande como vos.

—¿Qué? ¿De verdad? Yo creí que el único hombre con el que habías estado era papá.

—¿Y cómo sabés que no hablo de él?

—Porque no te hubieras referido a él como "un hombre".

—En eso tenés razón. Bueno, la cosa es que tu padre no fue el único hombre en mi vida, aunque sí fue el más importante... bueno, sin contarte a vos, sabés a lo que me refiero.

—Sí... ¿y cuándo fue que estuviste con este otro hombre?

—Fue hace muchos años, vos eras chico. Nunca te lo conté, pero tu padre y yo estuvimos separados por casi un año.

—¿Qué, de verdad?

—Sí... porque él me engañó con otra.

—¿Papá? ¿Papá te engañó? —Preguntó incrédulo—. Siempre creí que él era el hombre más bueno del mundo.

—Y lo era... pero los buenos hombres también se mandan cagadas. Cuando me enteré no lo podía creer, me puse muy mal... nunca me había sentido tan traicionada.

—Si te hace mal hablar de eso, no me lo cuentes.

—No, ya no me hace mal, fue hace muchos años. Además es hora de que lo sepas, ya sos grande. Bueno... si es que querés saberlo.

—Sí, por favor. Contame.

—Bueno. Cuestión que cuando supe de la infidelidad, lo eché de casa. Él tuvo que irse a vivir a un departamento. Vos, como siempre fuiste tan apegado a tu papá, preguntabas por él todo el tiempo, y yo te decía que se había de viaje y que iba a volver pronto.

—De eso me acuerdo... y sé que volvió.

—Sí, tuve que tragarme mi orgullo y le dije a tu padre que volviera. Bueno, en realidad no fue tan así, lo que pasa es que yo me sentía muy culpable... porque durante ese tiempo yo también me mandé mis macanas.

—Pero estaban separados, no sé si cuenta...

—Emm, seguíamos siendo marido y mujer, solamente estábamos distanciados. Además habíamos hecho una especie de acuerdo: durante el tiempo de separación, estaríamos solos. Usaríamos ese tiempo solamente como una oportunidad para pensar en nuestro matrimonio, no para salir a coger con la primera persona que se nos cruzara. Él me prometió que seguiría siéndome fiel, y yo le prometí lo mismo. Tuvimos algunas discusiones medio feas, pero ese fue el acuerdo.

—Qué loco... nunca me imaginé que se hubieran peleado de esa manera. Ni una sola vez los vi discutir.

—Porque nunca discutíamos delante tuyo... pero tampoco es que discutiéramos mucho. Tu padre era un tipo muy bueno, y sabía que se había mandado una cagada grande; por eso, cuando llegamos a un acuerdo, se portó de maravilla conmigo. Durante ese tiempo de separación fue muy amable, me dio mi espacio y siempre me trató con respeto. La que no hizo lo mismo fui yo.

—¿Vos lo tratabas mal?

—A ver... de forma directa lo trataba muy bien, le hablaba de buena manera... bueno, la mayoría de las veces. Admito que hubo ocasiones en las que le hablé bastante mal; pero él se las bancó. Prefería que yo le dijera todo eso, y que no me guardara nada. Pero más allá de eso, en ciertos momentos fue casi como volver a nuestra etapa de noviazgo, e incluso a veces me divertía charlando con él. Lo que él nunca supo es que en realidad yo lo estaba tratando mucho peor. No estaba respetando mi parte del acuerdo.

—Ah, ya veo... ¿Ahí fue cuando conociste a este tipo?

—Exacto. Este tipo no tuvo que hacer mucho para conquistarme, yo estaba enojada... despechada... y bueno, no lo voy a mentir, también estaba cachonda. Era como si quisiera devolverle a tu padre el mal que me hizo. Al menos así lo pensé al principio, pero con el tiempo me di cuenta que no era por eso... sino porque tenía ganas de tener una aventura sexual. ¿Sabés la cantidad de tipos que me hicieron propuestas indecentes? Me mantuve firme y dije que no, en cada ocasión; incluso en aquellas ocasiones en las que la tentación fue muy grande.

—Siempre me imaginé que habías tenido que rechazar a muchos hombres en tu vida.

—Sí, hombres y mujeres... hubo varias que se me insinuaron de forma bastante directa.

—¿Qué? ¿De verdad? No te imagino teniendo sexo con una mujer.

—Hay muchas cosas de mí que nunca te imaginaste.

—¿Eso quiere decir que lo hiciste?

—Quiere decir que lo dejo a tu criterio. Ahora te estoy hablando de otra cosa.

—Perdón, es que tirás una bomba tras otra... y me mata la curiosidad —Julián se estaba pajeando lentamente mientras hablaba con su madre.

—Así que tuviste muchas propuestas... ¿Cuál fue la más difícil de rechazar?

—Emm... bueno, esa fue una vez en la que salí a bailar con mis amigas, tu padre y yo ya llevábamos casados algunos años, y vos ya eras nacido; pero chiquito. No soy de salir mucho, de hecho esa fue una de las últimas veces que entré a una discoteca; porque cada vez que voy a una me siento culpable... además es donde más insinuaciones recibo.

—Me imagino, muchos se deben volver locos al verte con linda ropa, y bailando.

—Sí, y soy consciente del impacto que provoco en la gente, no creas que no. Esa vez un tipo, joven y musculoso, se me puso a bailar cerca; después de un rato me pidió que bailase directamente con él. No lo vi como algo malo, entonces acepté... yo tenía un vestido rojo, súper ajustado y bastante corto. No pasó mucho tiempo hasta que el tipo empezó a acariciarme, especialmente en la espalda. Cuando intentó hacer lo mismo con mi cola, le aparté la mano, pero no me enojé. Tenía una sonrisa encantadora, era un tipo lindo y no parecía peligroso, sólo estaba caliente... y bueno, yo también. Seguí bailando con él, y le aparté la mano cada vez que tuve que hacerlo, aunque a veces lo dejaba que me acariciara un rato el culo, o las piernas. Claro, el tipo se dio cuenta de que yo estaba cediendo, por eso se animó a más. Me arrimó por la espalda, y mientras lo hacía me manoseó un poco las tetas. Además yo podía sentir que tenía un bulto importante. Tendría que haberme apartado, pero en lugar de eso empecé a bailar de forma sensual. Casi sin que me diera cuenta, el tipo empezó a llevarme al rincón más oscuro del boliche. Ahí los arrimones y los toqueteos se hicieron mucho más evidentes. Yo seguía apartándole la mano, pero en varias ocasiones llegó a acariciarme la concha por encima de la tanga. A esa altura de la noche yo ya me sentía muy culpable, no sabía cómo le iba a explicar todo eso a mi marido; pero tampoco podía parar... estaba muy caliente. El tipo me arrimó por detrás, ya estábamos en un rincón en el que nadie nos iba a ver, yo ni veía a la gente que estaba cerca. En eso siento que él saca la pija... la tenía re dura. Lo sé porque se la agarré con una mano. Era grande, bastante más grande que la de mi marido. Ahí fue cuando me tendría que haber ido, pero me quedé un rato más. El tipo aprovechó, me corrió la tanga y empezó a acariciarme la concha... me sentí como una puta, nadie me había tocado ahí desde que me había casado con tu papá...

—¿Ahí fue cuando te fuiste? —Preguntó Julián.

—Em... no... me dejé tocar. El tipo incluso llegó a meterme los dedos... yo estaba muy caliente, y tenía la cabeza algo nublada, había estado tomando un poco; pero no tanto como para justificar mi comportamiento.

—¿Y qué pasó después?

—Después pasó algo de lo que me arrepiento mucho. El tipo puso la verga contra mi concha, y empezó a metérmela. Y yo... en lugar de apartarme, me acomodé y retrocedí para que entrara... no sabés lo que me dolió, nunca me habían penetrado con algo tan grande. Pero al mismo tiempo fue la sensación más placentera que había experimentado hasta el momento. Nunca le conté de eso a tu papá. El tipo me agarró con fuerza de las tetas, y siguió empujando, hasta que me la clavó entera. Yo estaba en puntas de pie, con las piernas separadas, y la cola levantada; lista para que me cogieran. Ahí fue cuando el remordimiento se hizo aún más grande, porque de verdad estaba dispuesta a dejarme coger por un desconocido, dentro de un boliche. Salí prácticamente corriendo de ahí, avergonzada y acomodándome la ropa como podía. Al tipo no lo vi nunca más, y por suerte no me siguió.

—Uf... —Julián se pajeaba con ganas—. No me imaginé que te hubieras animado a tanto. ¿No cuenta eso como una infidelidad?

—No sé... tal vez sí. Pero yo me esforcé mucho, hasta que me convencí a mí misma de que no lo era. Aunque ahora, analizándolo un poco, tal vez sí cuente como infidelidad.

—Me imagino que algo parecido te habrá pasado otras veces.

—Sí, pero nunca de forma tan alevosa. A veces sólo eran insinuaciones, o algún roce "sin querer". Pero...

—¿Pero? —Como Diana no dijo nada, Julián insistió—. Dale, mamá, podés contarme lo que sea, yo te voy a querer igual. No me importa que no hayas sido perfecta durante tu matrimonio. Ese es un asunto tuyo, y de papá. Él también se mandó sus cagadas.

—Está bien... con el "pero" me refería a que hubo otras veces que rozaron la infidelidad; o incluso tal vez lo fueron, por más que yo intentara convencerme de que no.

—Quiero saber de esas veces.

Diana vio la verga de su hijo, y como él seguía pajeándose. Entendió perfectamente por qué estaba tan interesado en sus relatos. Eran candentes, hasta ella se estaba mojando cada vez más al contar esas anécdotas. Estaba pasando un buen momento con su hijo... un momento algo turbio y extraño; pero después de las sesiones de fotos, se estaba acostumbrando a eso.

—A ver, dejame pensar, —dijo ella, mientras se acariciaba la concha. Miró una vez más la pija de Julián—. Esperá, antes quiero probar algo. Permiso...

Ella bajó su cabeza, y sin detenerse, se tragó buena parte de la verga de su hijo. Él se quedó inmóvil, disfrutando del momento. La tibieza de la boca de su madre era tan agradable, que estuvo a punto de eyacular. Sin embargo, haciendo un gran esfuerzo, se contuvo. Una cosa era que su mamá le permitiera acabar sobre su cuerpo, para poder sacar algunas fotos... pero sabía que ella se enojaría mucho si le acababa dentro de la boca.

—Es una sensación muy extraña, —dijo Diana, cuando soltó la verga—. Me recuerda a algo que pasó una vez que tu padre y yo nos fuimos un fin de semana largo a un lindo hotel; fueron unas mini vacaciones. No podíamos pagar algo muy caro, pero necesitábamos relajarnos. Vos eras chico, y te dejamos abandonado por ahí, —dijo, con tono de burla; Julián sonrió—. Eso no importa, lo que sí importa era que estábamos solos, y el hotel era precioso. Tenía una pileta divina, y como era temporada baja, no había mucha gente. Eso me agradaba, porque podía andar en bikini sin que me estuviera mirando todo el mundo. Por aquel entonces era algo que me ponía muy incómoda. Pero que hubiera poca gente no significaba que no hubiera nadie.

—Había un tipo...

—Sí... y ese tipo era atractivo. Él estaba solo, tenía pinta de ser esos empresarios medio egocéntricos, que pasan todo el día en el gimnasio, y se conservan bien. Aunque en realidad creo que no tenía ni cincuenta años. A él se le iban los ojos cada vez que yo le pasaba cerca. No disimulaba ni un poquito, incluso una vez tu papá le hizo un llamado de atención por la forma en la que me miraba. Tuve miedo de que fueran a pelearse, pero el tipo le pidió disculpas amablemente. Con la que no tuvo tanto taco, fue conmigo. Una tarde tu padre y yo estábamos en la pileta, y el tipo estaba ahí. Entré al hotel, para buscar unas toallas, y él me siguió. Me empezó a decir que yo era muy hermosa, y que no entendía cómo me había casado con un tipo sin gracia. Me dijo que él me podía dar mucho placer, sólo si yo estaba dispuesta a recibirlo. O sea, directamente me invitó a coger. Obviamente le dije que no. Pero él fue muy insistente. Aprovechó, durante todo el fin de semana, cada momento que yo me alejé un poco de tu papá. Él seguía diciéndome barbaridades, y me halagaba de forma poco discreta. El último día de nuestras mini vacaciones, el tipo se me acercó cuando yo entré a buscar agua para el termo. Sabía que se estaba quedando sin tiempo, y si había tenido un mínimo de sutileza, lo perdió en ese momento. Antes de que pudiéramos ser vistos por algún empleado del hotel, me agarró la mano y la apoyó sobre su verga; dijo: "Ésto es lo que tengo para vos, puta hermosa". Lo miré sorprendida, en ese momento tendría que haberle gritado de todo, e incluso le podría haber hecho una denuncia por acoso sexual. Pero me dejó tan impresionada el tamaño de su verga... y la forma prepotente en que me lo dijo, que me calenté. No estoy orgullosa de eso; pero me mojé toda. Miré para todos lados, y vi que no había nadie. Le hice señas, para que avanzara, y terminamos en uno de los baños del hotel. El tipo no anduvo con vueltas, ni bien entramos, se quitó el short, dejando su pija colgando en toda su extensión. La tenía toda depilada, y era más grande que la de tu padre... más o menos como la tuya. —Diana acarició la verga de su hijo—. Yo estaba muy mojada, y no por el agua de la pileta. Me gustaría decirte que lo dudé, o que estuve a punto de irme; pero sería mentir. Entré totalmente decidida, y lo hice. Me puse de rodillas, y sin mucho preámbulo, me metí toda esa pija en la boca. Me encantó sentir cómo se ponía dura adentro de mi boca... me encantó la rigidez... el tamaño... me encantó que el tipo me tratara de puta, y me pidiera que la siga chupando. Habré parecido una prostituta, o una actriz porno. Ahí estaba, en un baño, con un desconocido, moviendo la cabeza como una petera profesional. Le estaba comiendo la pija con una pasión que ni a tu padre le mostré. Para colmo lo miraba y le sonreía, como buena putita complaciente. En ese momento no entendí por qué me estaba comportando así, pero no importaba, porque mi único objetivo era comerme toda esa pija. Para colmo era tan grande que al meterla en mi boca me hacía salivar mucho, empecé a babearme toda. Pero no dejé de darle chupones, o de tragármela toda. Estaba descontrolada. No sé cuánto tiempo le estuve chupando la pija, pero sé que fue bastante. Obviamente el tipo me acabó en toda la cara, y dentro de la boca. Tragué tanta leche como pude, pero como era mucha, ésta terminó cayéndome por las tetas. Seguí chupándola un rato más, hasta dejarla bien limpia, y después me levanté. Mientras me lavaba la cara, el tipo salió del baño. Tal vez le fue suficiente con acabar, o pensó que yo no me animaría a más... pero sinceramente no sé cómo habría reaccionado si él hubiera intentado cogerme. Bah, sí sé... me hubiera dejado coger. Estaba re caliente. Pero bueno, tal vez a él ya no se le paraba dos veces... por suerte se fue; de lo contrario me hubiera portado muy mal. Aún pero de lo que me porté. Le di un rato, para que volviera a la pileta, y en ese interín agarré el termo, lo golpeé contra una pared, y lo rompí. Volví, con el termo sonando a vidrios rotos, y me senté al lado de mi marido. Le dije que había demorado porque se me rompió el termo, e intenté ver si vendían uno por algún local cercano al hotel. Él me creyó, y me agarró de la mano, sin sospechar que yo venía de hacerle un pete a un tipo. Ni yo lo podía creer. Siempre había criticado a las mujeres que engañaban a sus maridos, y me enojé cada vez que me trataron de puta. Pero ahí estaba, sentada, como si no hubiera pasado nada, después de hacerle tremendo pete a un desconocido. Me sentí una basura, pero al mismo tiempo estaba excitada. Unos minutos más tarde tuve que subir a mi habitación, a hacerme una paja.

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