La MILF más Deseada 07

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En ese momento Julián empezó a eyacular, lo hizo a grandes chorros, que cayeron sobre la mano de Diana, que en ningún momento soltó la pija. Ella lo ayudó, moviendo la mano un poco, hasta que él, entre espasmos de placer, dejó salir hasta el último chorro de semen.

—Ah, bueno... ¡cómo acabaste! —Ella miró su mano, estaba cubierta por el líquido blanco.

—Uy... perdón.

—Ay, sonso... ¿cómo vas a pedir perdón? Raro hubiera sido que no acabes, después de las cosas que te conté. Podré ser tu madre, pero no soy ingenua. Sé que te habrás imaginado en una situación igual; pero con otra mujer.

—Eh... sí, claro... con otra mujer. Es que fueron momentos muy... morbosos. ¿Ahora me vas a contar del tipo que conociste? Ese otro tipo...

—Eso te lo cuento mañana.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque creo que ya tuviste suficiente estímulo por un día... mirá cómo me dejaste la mano, —ella extendió los dedos, hilos de semen se formaron entre ellos—. Mañana te cuento todo.

—Ufa, está bien.

Él quería saber más sobre las andanzas de su madre; pero Diana ya había tomado una decisión. Tendría que aguantar la intriga, al menos por un día más. Al menos ya había acabado, y no tendría que ir a su cuarto a seguir el trabajo solo. Pero sabía que, con la calentura que tenía, no pasaría mucho tiempo hasta que su verga se despertara otra vez. Agradecía tener disponibles todas las fotos de su madre, para que le sirvieran de inspiración.

—Bueno, ahora agradecería que me dejaras sola un ratito, —pidió la rubia.

Julián no tenía ganas de irse, pero no quería iniciar una discusión; se marchó sin decir nada, cerrando la puerta al salir.

Diana abrió las piernas y se llevó a la concha la mano llena de semen. Comenzó a masturbarse usando este blanco y espeso líquido como lubricante. Tuvo tentada a lamerse los dedos, pero se dijo que eso sería demasiado. Por más que el sabor del semen pudiera excitarla mucho, era el semen de su hijo. Mientras se tocaba recordaba las anécdotas que le había contado a Julián, y no podía dejar de imaginar la pija de su hijo en lugar de la de aquellos hombres. Se dijo que eso se debía a que el recuerdo del pene de esos hombres ya estaba difuso, y que a la verga de Julián la había visto apenas segundos antes... incluso la había tenido dentro de su boca. Por eso, cuando imaginaba el pete que le había hecho al tipo del hotel, sólo podía imaginar que se la estaba chupando a su propio hijo. Ésto la llenó de culpa y morbo, por partes iguales. Estaba demasiado caliente como para detenerse a pensar con claridad, dejó que su mente la guiara hacia donde quisiera. Se vio ella misma, de rodillas, tragándose la verga de su hijo, tal y como lo había hecho minutos antes; pero ahora imaginaba que se la chupaba con la misma pasión que al tipo del hotel. Incluso se vio a sí misma suplicando por semen... quería probarlo.

Diana se lamió los dedos, sin siquiera darse cuenta, lo hizo como un acto reflejo. El sabor del semen la embriagó, en lugar de apartar la mano, relamió cada rincón de ella, como si fuera una gata acicalándose. En su mente repetía la frase: "¡Ay, sí, ay sí... qué rica pija... dame toda la lechita!" Su otra mano le frotaba el clítoris con intencidad.

—¡Julián! —Gritó, a todo pulmón.

En apenas unos segundos la puerta del cuarto se abrió, Julián tenía la verga dura, porque había estado masturbándose... y más dura se le puso al ver a su madre contorneándose de una manera tan sexual.

—¿Pasa algo, mamá?

—Trae la cámara... rápido, —dijo, sin dejar de pajearse violentamente—. Dale, rápido.

Julián se fue y apareció otra vez, casi al instante, con la cámara en mano.

—Vení... —dijo ella, al verlo—. Dale, vení...

El chico se subió a la cama y empezó a tomar fotos de su madre, ella tenía el rostro en una erótica expresión de placer. De auténtico placer.

—Meteme la pija en la boca.... ¡toda!

Julián la miró con los ojos bien abiertos, pero fue lo suficientemente astuto para no preguntar nada. Agarró su dura verga y la clavó en la boca de su madre. Cuando la pija entró, Diana la recibió como si fuera la de uno de sus amantes, se aferró a ella apretando bien los labios. No se movió, se limitó a quedarse quieta, pero estaba segura de que la expresión de placer en su rostro sería auténtica. Cualquiera que viera esas fotos pensaría que ella, realmente, estaba chupando la verga.

Llegó al orgasmo y se obligó a soltar la verga, porque de lo contrario hubiera empezado a chuparla salvajemente. Se retorció en la cama mientras se colaba los dedos y permitió que Julián le sacase tantas fotos como creyera necesario. El chico no perdió mucho tiempo en esto, dejó la cámara a un lado y allí, arrodillado frente a su madre, empezó a pajearse. Lo hizo con tanta intensidad que en pocos segundos ya estaba sintiendo esa gran ola de placer subiendo desde sus testículos, estaba a punto de acabar, otra vez. Agarró una de las piernas de su madre y la separó de la otra tanto como pudo. Acercó la verga a la concha, tanto que su glande la rozó en más de una ocasión. Le sorprendió ver que Diana abría los labios de la concha, casi como si le estuviera pidiendo que le clavara la pija. No lo hizo, pero sí empezó a llenársela de leche. Mientras acababa acercó tanto su pija al agujero de la concha, que el glande penetró un poco, soltando un potente chorro de semen allí dentro. Retrocedió, temeroso de que su madre se enojara, y dejó salir el resto de su leche.

Con las manos temblorosas, Julián agarró la cámara... si su madre le preguntaba por qué había hecho semejante cosa, entonces usaría la excusa de siempre: "Era para las fotos, mamá". Capturó unas cuantas imágenes y, para su sorpresa, Diana no dijo nada. Se quedó con las piernas abiertas, rendida por el cansancio. El semen chorreaba por sus labios vaginales, dando toda la impresión de que alguien se la había cogido recientemente.

En la mente de Diana los distintos argumentos colisionaban entre sí. Por un lado estaba asustada, por lo que su propia forma de actuar, y por lo mucho que Julián se había acercado a su concha. Pero por otro lado, había disfrutado de una de las experiencias sexuales más intensas en los últimos años. Tenía los ojos cerrados, pero le agradaba imaginarse abierta de piernas, cubierta de sudor, con semen chorreando de su concha. Intentó dejar de lado los malos pensamientos, para no arruinar el negocio de fotos.

—Voy a querer esas fotos, —dijo—. Me voy a hacer como mil pajas mirándolas... deben ser re porno.

—Lo son, —aseguró Julián, con una gran sonrisa—. Estás re puta, mamá.

Eso hizo sonreír a Diana. Le agradaba sentirse como una puta, al menos por un rato. Sabía que la próxima vez que conversara sobre sexo con su hijo, podía darle todos los detalles de lo que realmente ocurrió con su "gran amante", como a ella le gustaba llamarlo.

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