La MILF más Deseada 15

Historia Información
Capítulo 15.
7.3k palabras
4.89
1.4k
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Parte 15 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
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Nokomi
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Después de las últimas e intensas sesiones de foto con su hijo, Diana se había olvidado completamente de Daniel, el tipo que conoció en el parador de la playa; pero éste volvió a meterse en su vida mediante un mensaje de texto.

Ella estuvo a punto de descartarlo, al ver que se trataba de un número desconocido. Pero cuando vio el nombre Daniel, escrito en el mensaje, recordó todo. Se alegró de que el tipo haya decidido escribirle, le ayudaría a mantener despejada la cabeza. Porque aún no podía borrar de su memoria la sensación que le produjo tener la verga de su hijo entrando en su concha. Pero eso había ocurrido, y tendría que lidiar con ello, le gustara o no.

Intercambió breves mensajes con Daniel, y lo agregó a su lista de contacto. A ella le dio la impresión de que el tipo estaba tanteando terreno, para intentar llevar la conversación a un plano más íntimo. En un momento él tomó coraje y fue mucho más directo: "Me quedé re caliente con vos, rubia. No sabés las ganas que tengo de meterte la pija".

Diana se rió a carcajadas al leer esto, de pronto se sintió como una joven de veinte años. Todo su cuerpo se electrificó y la apatía se esfumó. Estaba contenta, este tipo era un pajero, pero era justo lo que andaba necesitando. No quería complicaciones, quería a alguien como el Tano... alguien que fuera de frente, sin vueltas. Casualmente ese alguien podría ser otro tipo que conoció en una playa. Se preguntó si las playas serían un punto de reunión habitual para tipos como el Tano. Supuso que sí, las playas y los gimnasios; porque el Tano no dejaba de hablar de lo mucho que le gustaba ir al gimnasio. Daniel también tenía el cuerpo marcado y trabajado, seguramente él también debería frecuentar un gimnasio, y haría ejercicio sin camiseta, para que las mujeres pudieran ver su torso tallado a cincel. A Diana se le empezó a mojar la concha de solo imaginar la situación... Daniel con el pecho brilloso, por el sudor, levantando pesas, con los músculos tensos, y su verga...

Diana cayó en la cuenta de que nada de esto tendría sentido si Daniel resultaba ser un tipo "poco dotado". Ella no se había casado con su marido por el tamaño de su verga, sino porque lo amaba. Pero cuando ella por fin tomó la decisión de ponerle los cuernos, lo hizo pensando pura y exclusivamente en el placer sexual que podría brindarle un tipo con una pija como la del Tano. Diana no estaba buscando un compañero sentimental, lo tenía bien admitido, y no se avergonzaba por ello: quería una buena pija.

Por eso le respondió con sinceridad y picardía:

--No me gusta perder el tiempo con pito-cortos. Pero si venís bien equipado... podemos hablar.

Todo el cuerpo le tembló al mandar ese mensaje, le encantaba dejar salir a la rubia puta y atrevida que tantos años había pasado prisionera del "qué dirán".

Al parecer ella hirió el orgullo de Daniel, y él decidió mandarle una prueba fehaciente que demostraba que no era ningún pito-corto. La rubia se quedó impresionada al ver la foto que acababa de llegarle al celular. Se podía ver una pija grande y erecta, agarrada desde la base por una mano, lo cual le daba una buena comparación. La calentura le recorrió el cuerpo. De pronto sintió deseos de que ese hombre le metiera toda la verga. Llegó una segunda foto, y acá se veía la verga sola, en todo su largo esplendor. No había mano que la sujetara, y ella, que ya tenía una clara idea del tamaño de esa pija, sintió un revoltijo sexual en la parte baja de su cuerpo. Como si su concha le estuviera pidiendo a gritos que le dieran la oportunidad de degustar ese miembro masculino.

Diana pensó que la verga era tan grande como la de Julián, quizás hasta un poco más, no podía asegurarlo, ya que la imagen había sido tomada en primer plano. Pero de todas formas era imponente. No supo qué contestar, las palabras se borraron de su mente y solo pudo recordar las sensaciones que le dejó su hijo, al meterle parte de su verga, para las sesiones de fotos.

--Decime cuándo nos vemos --escribió Daniel--, y te meto toda esa pija, putita.

A la rubia se le fueron todos los papeles, empezó a acariciarse la concha que ya estaba húmeda, liberó sus grandes tetas y se sacó una foto en las que las grandes gemelas se vieran bien, junto con su cara sonriente. Le mandó la imagen a Daniel y él respondió de inmediato.

--¡Me matan tus tetas! ¡Qué bueno poder verlas! Por la carita de puta que tenés, se nota que te morís de ganas de sentir una buena pija.

Ella se rió con fuerza y respondió con un simple "Tal vez". Estaba agradecida con Julián por haberla convencido de iniciarse en el negocio de las fotos porno, no solo por todo el dinero que estaban obteniendo, sino también porque ésto había reavivado su confianza. Por primera vez en años Diana se sentía dueña y señora de su vida, y si quería divertirse, cogiendo con ese tipo de la playa, como años antes lo había hecho con el Tano, entonces lo haría... solo que esta vez no sentiría nada de culpa. Se limitaría a disfrutar de su vida sexual de la forma en que siempre soñó con hacerlo.

La charla con Daniel no se extendió mucho más, ella le dijo que si las cosas marchaban bien, tal vez se verían en un futuro cercano. Después usó las fotos que recibió del tipo para estimular su imaginación, durante una prolongada y fogosa sesión de masturbación.

--2--

Más tarde, ese mismo día, Diana encontró a Julián editando fotos, pero de milagro el chico no estaba con la pija dura. Tal vez ya se había hecho unas cuantas pajas mirando las imágenes, y ahora solo se dedicaba a retocarlas, hasta que quedaran perfectas.

--¿Pasa algo? --Preguntó Julián, al ver a su madre. Ella estaba vestida de forma casual, con una blusa larga y una calza tres cuarto negra. Incluso así estaba muy sexy--. Algún día tendríamos que hacer una sesión con ropa más informal. Como para variar un poco.

--Me gusta la idea. Los conjuntos que mandan los alemanes son hermosos, pero las mujeres no nos vestimos todos los días así. Estaría bueno hacer unas fotos con ropa normal. Pero bueno, vine a pedirte ayuda con algo.

--¿Con qué?

--Pero si no querés, simplemente me lo decís, y listo. Tal vez a vos tampoco te entusiasme mucho esa tarea.

--¿Qué tarea? ¿De qué hablás, mamá?

--Em... en mi placard... en la parte de arriba, hay como cuatro o cinco cajas llenas de cosas. Me gustaría que las revises para ver si algo de todo eso sirve, y lo que no sirva, lo tiramos.

--¿Y por qué no querés hacerlo vos? O sea, yo lo hago, no tengo problema, pero...

--Son las cosas de tu padre.

Julián se quedó petrificado, se le cortó la respiración en seco. La muerte de su padre todavía le pesaba mucho, el solo hecho de trabajar con las cámaras que él le regaló, suponía una gran tortura; porque debía recordarlo constantemente. Recordaba las charlas con él, las risas, las cervezas que se tomaron juntos. Los ojos de Julián se llenaron de lágrimas, y eso provocó que Diana también se pusiera a llorar. Ella se acercó a su hijo y lo abrazó con fuerza.

--Perdón, Julián --dijo ella--; no te pediría esto si yo pudiera hacerlo. Lo intenté, te juro que lo intenté. Pero me da miedo. No sé qué hay en esas cajas, y me aterra encontrar algo que me recuerde demasiado a él. Tuve que guardar todas las fotos de él, porque solo con verle la cara, ya me pongo mal. Necesito el espacio en el placard, y sé que habrá algunos cachivaches que no sirvan para nada. A tu papá le gustaba guardar boludeces. Esas cosas las podemos tirar; pero vos te podés quedar con todo lo que consideres importante.

--Está bien, lo voy a hacer. No sabía que había cosas de él... pensé que habías tirado todo.

--Regalé la ropa y algunas cosas más; pero nunca me animé a abrir esas cajas. Sé que ahí, además de boludeces, guardaba cosas que valoraba mucho. Creo que ahí está guardado nuestro álbum de fotos del casamiento... cosas así. Si yo veo eso, me deprimo. Pero tampoco es que quiera tirarlo a la basura.

--Entiendo. No te preocupes, mamá. Yo me voy a encargar de revisar las cajas.

--Gracias, hijo. Te amo mucho.

--Y yo, a vos, mamá --dijo, con la voz entrecortada por el llanto.

Julián se puso manos a la obra. Mientras su madre miraba una serie en el living, él se metió a su cuarto y abrió las puertas superiores del ropero. Lo invadió un tufo a moho y encierro, era cierto que su madre llevaba meses sin abrir esas puertas. Posiblemente no lo hacía desde que falleció su marido. Las cajas de cartón parecían estar en buen estado, al menos no habían sido invadidas por insectos; pero algunas bolitas de naftalina no vendrían mal, para prevenir destrozos. Todas tenían escrito "Eduardo", en letras grandes, el nombre de su padre.

Bajó la primera caja, la apoyó en la cama y al abrirla se encontró con una vieja cámara de fotos, tenía pinta de ser de los años setenta. Esto emocionó mucho a Julián, ya que llevaba tiempo pensando en comprarse alguna cámara antigua, para darle un efecto retro a sus fotos, sin depender de filtros. Incluso pensó que podría vestir a su madre con ropa típica de los años setenta y hacer una sesión "retro". Pero aún era demasiado pronto para planificar eso, cabía la posibilidad de que la cámara no funcionara. Luego la analizaría mejor.

En esa misma caja encontró papeles que, sin dudas, se trataban de pagos de impuestos y cosas varias. Nada interesante.

Siguió revisando las demás cajas. Encontró ropa vieja de su padre, un par de zapatos, corbatas, cintos, cosas que Julián no necesitaba, o mejor dicho, no quería. El único problema que tenía para usar ropa que alguna fue de su padre, era que ésta parecía ropa que solo usaría un anciano. A pesar de que Eduardo murió joven, siempre se vistió como un hombre mayor. Esta moda no encajaba con Julián, que prefería ropa un poco más moderna y casual. Regalaría esa ropa a algún centro de caridad, a alguien le serviría.

También encontró el álbum de fotos del casamiento de sus padres. Se lo llevaría su propio cuarto, para que su madre no tuviera que verlo. Tal vez más tarde lo revisaría.

Estaba por dar la búsqueda por concluida, al menos había hecho un buen hallazgo; pero al revisar el fondo de la cuarta caja se dio cuenta de que la cámara de fotos no era el único objeto interesante que había guardado su padre.

Salió de la pieza, en busca de Diana, y le dijo:

--Mamá, tenés que ver esto.

--Ya te dije que si encontraste fotos, no quiero verlas.

--No son fotos, mirá --le enseñó a su madre el objeto que tenía en la mano.

Se trataba de una pequeña caja negra rectangular y muy delgada.

--¿Es un estuche? --Preguntó Diana.

--No, es el disco de almacenamiento externo. Para guardar información.

--¿De verdad? No sabía que tu padre tuviera eso. Tal vez lo usaba para guardar las fotos que sacabas con la cámara.

--Sí, es muy útil para eso. Tenía ganas de comprarme uno como este, para no llenar el disco rígido de mi computadora.

--Bueno, es una compra que te ahorraste, no creo que tu padre lo haya llenado completamente. No sacaba tantas fotos.

--Sí, es posible que esté prácticamente vacío. Bueno, me lo guardo. Un día de estos voy a mirar qué tiene. Si hay alguna foto linda, te aviso.

--¡Ay, Julián! Te dije que no quiero mirar esas fotos.

--Mamá, no podés estar ignorando las fotos de papá toda la vida. Ya pasó más de un año y medio, yo también lo extraño, y me gustaría que hubiera algunas fotos de él en la casa. No tenemos ni un solo cuadro con una foto suya.

--Es que a mí esas cosas me ponen mal.

--Pero mamá, estoy seguro de que si ves la misma foto todos los días, te vas a acostumbrar. Incluso te puede ayudar a superar la muerte de papá.

--No sé... tal vez.

--Vamos a probar. Después voy a buscar una buena foto de él, y la voy a mandar a reproducir en grande, y que le pongan un lindo marco. Ahora tenemos plata, podemos darnos ese lujo.

--Está bien. Tenés razón, sería lindo tener una foto de él.

Julián guardó en su pieza el disco y la cámara de fotos vieja. Guardó en el placard la caja con los recibos de pagos porque pensó que, tal vez, algún día podrían servir para algo. Al resto de las cosas las dejó cerca de la entrada de la casa, luego las llevaría a algún centro de caridad y donaría todo.

--3--

Diana estaba aburrida, se había pasado casi toda la semana encerrada en su casa, sin mucho para hacer, más que sacarse fotos... y para colmo eso la había dejado con ganas de más.

Quería hacer algo divertido, algo travieso. Pero supo que no podía contar con su hijo en cuanto llegó al living.

Julián se había instalado delante del televisor, con suficientes provisiones de comida chatarra como para un año. Tenía papas fritas, galletitas dulces, caramelos, Cheetos, Doritos, y varias latas de una bebida energizante. Con el control de la PlayStation en la mano y los pies sobre una silla, se dispuso a pasar toda la noche jugando. Eso fue lo que le dijo a su madre, luego de contarle que se había comprado un juego de cowboys, con un nombre raro que Diana no pudo retener por más de dos segundos. Ella le aseguró que de juegos y cowboys no sabía nada, pero que tenía talento para cabalgar... y probablemente saldría a buscar algo para montar toda la noche. Esto no le causó nada de gracia a Julián; pero él se limitó a apretar las muelas y a recorrer el inmenso terreno que le ofrecía el juego. No quería iniciar una nueva discusión con su madre, las cosas estaban marchando de maravilla y, aunque le costara asimilarlo, él no podía decidir con quién se acostaba su madre.

Diana quedó maravillada por la calidad gráfica del juego, le pareció estar viendo una película en la que su hijo movía al protagonista. Estuvo a punto de quedarse junto a su hijo y mirar cómo él jugaba, pero conocía a Julián y sabía que él quería estar solo, tapando sus arterias con toneladas de comida chatarra y golosinas.

La rubia volvió a su cuarto, preguntándose qué haría durante el resto de la noche. Su salvación llegó con una serie de mensajes de texto, gráficos y explícitos. Era Daniel, el tipo que había conocido en el parador de la playa. Le había enviado una foto de su pija bien dura, en primer plano, junto a un mensaje que decía: "Si venís esta noche a mi casa, te la meto toda".

A Diana se le mojó la concha al ver eso. Daniel ya le había mostrado la verga en fotos, y estaba fascinada por ese tamaño; pero hasta ahora nunca la había invitado a coger, y se lo estaba pidiendo de forma totalmente directa, sin dejar el menor lugar para las dudas. Esta misma noche Diana podría poner a prueba toda su habilidad para cabalgar, y podría hacerlo con un espécimen de gran tamaño.

Movida por la calentura, ella se desnudó completamente, se sentó en la cama y abrió las piernas. Con la práctica que había adquirido durante los últimos meses, se sacó una foto en primer plano de la concha, luego se la mandó a Daniel. Agregó una sola línea de texto: "Esta concha quiere pija... y mucha".

Daniel respondió al instante, le mandó la dirección de su casa diciendo: "Acá te espero, para llenarte la cajeta de leche... puta".

Años atrás Diana se hubiera sentido muy ofendida con ese comentario, pero gracias al Tano aprendió a disfrutar de cuando un hombre sexualmente atractivo la llamaba puta. Se vistió tan rápido como pudo. Se puso uno de los conjuntos de ropa interior que le había mandado la empresa alemana, uno negro, que le quedaba especialmente chico, y le marcaba mucho la concha. Arriba se puso una minifalda y un top, también negros. Era muy evidente que llevaba medias y portaligas, prácticamente parecía una actriz porno.

--Me voy, Julián... --dijo, cuando volvió al living.

--Ajá... --su hijo respondió sin apartar la mirada de la pantalla, mientras se tiroteaba con unos forajidos.

--Me invitaron a coger, así que voy a volver tarde.

Esta vez Julián dejó todo lo que estaba haciendo, sin siquiera recordar que podía pausar el juego. Cuando giró la cabeza para mirar a su madre, asesinaron de un balazo a su personaje. Los ojos se le desencajaron al ver el revelador atuendo de su madre. Las tetas parecían casi desnudas, apenas si estaban cubiertos los pezones. La minifalda a duras penas llegaba a ocultar la ropa interior, y esas medias, sumadas a los tacos altos, le daban una apariencia totalmente pornográfica.

--¿Qué dijiste? --Preguntó él, anonadado.

--Dije que me invitaron a coger, así que voy a llegar tarde.

--¿Quién te invitó?

--Alguien que conocí por ahí... un tipo muy lindo. Me tiene loca... me mandó un mensaje diciéndome que hoy me iba a coger... y la verdad es que entre tantas fotos, y lo zarpadas que fueron, estoy re caliente. Necesito coger... y mucho.

--Pero... mamá...

--No te preocupes, tal vez y hasta lo convenzo de filmar todo, así lo podemos mandar a la web.

--¿Qué?

--Y no va pedirnos plata, porque no tiene por qué enterarse de eso... me llevo la cámara, la chiquita. Es más cómoda y filma mucho mejor que mi celular.

--Mamá, esperá...

--Me tengo que ir, ya pedí el taxi.

Una bocina sonó en la calle y la rubia abandonó su casa, sin darle tiempo a Julián a decir nada.

El taxista quedó tan sorprendido con la radiante sensualidad de la rubia que se pasó la mayor tiempo del recorrido mirándola a través del espejo retrovisor. Diana se sintió halagada por esto y no se molestó en mantener las piernas demasiado juntas. Estaba muy caliente y pudo haberle dado una gran alegría al taxista; pero lo encontró demasiado viejo y poco atractivo. A ella la estaba esperando un tipo joven y viril, con una buena pija. Podía aguantar un poco más.

Cuando llegaron a destino el taxista se demoró más de la cuenta en cobrarle, para poder admirar las tetas de Diana, que parecían a punto de saltar fuera de la ajustada tela que las cubría. El tipo, por no prestar atención, terminó entregándole a Diana más dinero del que ella pagó. La rubia bajó del taxi y contó la plata, no solo el viaje le había salido gratis, sino que además había ganado dinero. En un arrebato de honestidad, estuvo a punto de volver y decirle al taxista que le había cobrado de más, pero al mirar de reojo se dio cuenta de que el tipo le estaba mirando el culo sin ningún tipo de disimulo. Ella podría conservar el dinero, había brindado un buen espectáculo, y podía agradecerle el viaje de otra manera. Dejó caer uno de los billetes y se agachó para juntarlo. El taxista pudo ver cómo la tanga era mordida por los labios de la concha de Diana. La rubia pensó que tal vez el viejo se moriría de un infarto allí nomás. Juntó el billete y caminó hasta la puerta de la casa. Cuando tocó el timbre, una luz se encendió en el interior de la casa. Ésta fue la señal que hizo que el taxista acelerase y se perdiera en la noche, con una fuerte erección dentro del pantalón.

La puerta se abrió y apareció Daniel, sin camiseta, luciendo sus torneados músculos, solamente tenía puesto un short de playa y chancletas, en la mano sostenía una jarra de cerveza. Los dos dedicaron unos segundos a admirarse el uno al otro, ambos eran conscientes de su atractivo físico y sabían cómo usarlo a su favor.

Sin decir una palabra, Daniel se hizo a un lado y dejó a pasar a Diana. Cuando ella entró, cerró la puerta.

--¿Te gustan los tipos que van sin vueltas? --Preguntó Daniel, tomó un gran trago de cerveza--. Bueno, no andemos con vueltas... chupame la pija, y mostrame lo puta que sos.

Él bajó el short de un tirón, exibiendo ese gran falo, completamente depilado, que Diana había visto en las fotos. En persona era aún más imponente, pero lo que más le gustó fue que le recordaba mucho a la verga de su propio hijo. Se sintió culpable por esto, ella no debería estar pensando en Julián en esta situación. Justamente todo este asunto era para quitarse la verga de su hijo de la mente. Pero al ver semejante miembro masculino, a mitad de camino hacia una erección, se le hizo agua la concha. También le calentó mucho que Daniel la desafiara de esa forma tan soez, exigiéndole que ella demostrara que realmente era una puta.

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