La MILF más Deseada 16

Historia Información
Capítulo 16.
6.6k palabras
4.88
1.4k
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Parte 16 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
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Nokomi
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—1—

La confianza entre madre e hijo había aumentado mucho, y Julián era consciente de eso. Después de pasar la noche mirando un video de cómo se cogían a su madre, mientras ella le chupaba la verga, supuso que no debía dar demasiadas explicaciones cuando se le acercó por detrás.

Diana estaba barriendo el piso y tenía puesta solamente una vieja remera que le llegaba hasta la mitad de las nalgas. Julián vio esos gajos vaginales, asomándose, y no pudo resistirse. Sacó la pija y arrimó a su madre por detrás, al mismo tiempo que la envolvía con sus brazos y le agarraba las tetas con firmeza. La rubia no dijo nada, sostuvo la escoba y cerró los ojos, las caricias en sus tetas le hicieron vibrar todo el cuerpo y lo mejor fue sentir esa dura verga encajándose entre sus labios vaginales.

—Estaba pensando —le dijo Julián al oído— que puedo hacer una edición del video que grabaste anoche, y vendérselo a la empresa alemana. Estoy seguro de que nos van a pagar muy bien.

—Esa es una idea excelente; pero no hay apuro. Mejor lo dejamos como una reserva, para cuando no sepamos qué mandarles. ¡Uy, qué traviesa está esa pija!

El glande se había encajado en el centro de su vulva y amenazaba con meterse dentro del agujero. Ella se meneó lentamente de un lado a otro, desafiando al peligro. Dejó la escoba apoyada en el borde de una mesa y permitió que su hijo le quitara la remera, dejándola completamente desnuda.

Julián y su madre bailaron al ritmo de una melodía inexistente. No había música que los acompañara, lo que los impulsaba a moverse era el morbo insostenible que crecía en ellos.

Julián estaba convencido de que su madre se arrepentiría en cualquier momento y se apartaría de él, o bien que le pidiera que fuera en busca de la cámara de fotos. Eso último no era tan mala idea. Estuvo por sugerirla él mismo; tal vez podrían seguir disfrutando del momento si lo disfrazaban con la excusa de una sesión fotográfica.

Pero esto no fue necesario, por alguna razón Diana comenzó a inclinarse hacia delante permitiendo que la verga de su hijo se colocara justo en la entrada de su concha, y retrocedió.

La penetración fue lenta y suave, como si la rubia estuviera tanteando el terreno. Julián no tenía idea de cuán lejos pretendía llegar su madre, tenía la verga tan dura como el deseo de meterla completa de una vez; pero por miedo a que todo terminara abruptamente, prefirió quedarse tan quieto como una estatua y permitir que Diana dirigiera todo. Lo único que hizo el muchacho fue amasar las grandes tetas de su madre, con devoción.

A Diana le agradaba que los hombres no se olvidaran de sus tetas, ella solía atraer las primeras miradas gracias a los pechos; pero en cuanto estaba desnuda la mayoría de sus amantes prefería centrarse en lo que tiene entre las piernas. Le encantaba que jugaran con sus melones; sus pechos eran muy sensibles y despertaban en ella un fuerte orgullo femenino.

Decidió recompensar a su hijo por este buen trato, balanceó su cuerpo de atrás hacia adelante, permitiendo que la verga saliera casi completa de su concha, para volver a clavarse. Julián estaba en la gloria, la humedad y la tibieza de la concha de Diana hacían vibrar cada uno de sus músculos; pero se mantuvo firme. No quería moverse ni un milímetro, ya que tenía miedo que cualquier movimiento abrupto asustara a su madre. El problema fue justamente que ella no dejó de moverse, lo hizo con una sensualidad asombrosa. Julián había estado pajeándose pocos segundos antes de abrazar a su madre y su verga ya pedía a gritos terminar con todo el asunto, aunque él no quisiera. Luchó para contener todo; pero no estaba acostumbrado a penetrar a bombas sexuales como Diana, que meneaba el culo con maestría.

La rubia se asustó al sentir el primer chorro de semen dentro de su concha. Su hijo le había acabado en la cara, o encima del cuerpo, incluso en la concha, pero por fuera; nunca había eyaculado en medio de una penetración. Notó que Julián se ponía tenso, como si quisiera detener el flujo de semen que escapaba de su verga. Sintió pena por él, había sido un acto involuntario, no podía enojarse. Estuvieron jugando con fuego y ella lo permitió, ahora se estaban quemando y Diana debía admitir que gran parte de la culpa era suya, por permitir que la verga de Julián entrara en su concha, y por moverse de una manera tan provocativa.

En lugar de apartarse, Diana retrocedió, provocando que la verga se clavara completa en su concha. Hasta el fondo. Los chorros de semen siguieron llenándola y ella podía sentir el tibio líquido acumulándose en su interior. Mientras esto ocurría, además de sentir un morbo inmenso, pensó en qué podía decirle a su hijo para que él no se sintiera mal. Tenía que ser algo bueno, algo que le hiciera notar que ella no estaba enojada y que, tal vez, hasta había sido bueno que él acabara de esa manera.

Se le ocurrió la excusa perfecta.

—Julián... cuando saques la verga, andá corriendo a buscar la cámara. Así me podés sacar unas buenas fotos con la concha chorreando leche. ¿Qué te parece?

—Es una excelente idea —aseguró él, aún aferrado a esas grandes tetas—. Pero voy a tener que hacerlo rápido.

—Sí, porque la leche va a empezar a salir... pero yo me voy a tapar la concha, a ver si la aguanto un poquito... pero apurate. Tenemos la chance de sacar fotos muy morbosas, a la web alemana le van a encantar.

—Está bien... a la una... a las dos... y las... tres.

Diana tapó el agujero de su concha al instante y cerró las piernas, manteniéndolas bien apretadas, como si estuviera aguantando las ganas de orinar. Julián corrió hasta su cuarto, con la pija aún dura, se sintió como un mono corriendo en la jungla, la situación era tan divertida como excitante. Le había acabado dentro de la concha a su madre y ella no se había enojado ni un poquito. Al contrario, parecía estar contenta con el asunto.

Por suerte él siempre dejaba una cámara lista para ser usada. Estaba junto al teclado de su computadora. La agarró y corrió de regreso hacia su madre.

—Listo, acá estoy... ¿Vos estás lista?

—Sí, ya no lo aguanto más adentro... voy a abrir las piernas y voy a dejar que chorree naturalmente... después tal vez pueda pujar un poquito, para que salga más.

Diana hizo exactamente lo que había dicho. Cuando separó sus piernas tuvo la consideración de levantar la cola e inclinarse hacia delante. Su concha dilatada ocupó un primer plano en la cámara y Julián comenzó a sacar una foto detrás de otra, retratando para la posteridad su propio semen manando de la concha de su madre.

Tal y como había predicho Diana, pudo capturar varias imágenes muy morbosas, que seguramente se venderían muy bien en la web alemana. La combinaría con otras que tenía guardadas, y las ofrecería como parte de un pack.

—2—

Julián se sentó frente a la computadora, con una taza de té en la mano, y se dispuso a revisar el disco rígido que su padre había dejado guardado en el placard. En las primeras carpetas encontró fotos viejas que habían sido escaneadas, algunas eran del casamiento de sus padres, otras retrataban la infancia de Julián.

Todo parecía de lo más normal, hasta que se topó con una carpeta llamada: "Diana (Perversiones)". Al ver esas palabras estuvo a punto de escupir el té contra el monitor.

Con la mano temblorosa agarró el mouse, lo dirigió hacia la carpeta e hizo doble clic. No tenía idea de qué encontraría allí dentro, pero presentía que no sería algo agradable.

Encontró varias carpetas más, pero hubo una que inmediatamente captó su atención, se llamaba "Para Diana". La abrió de inmediato y encontró un montón de archivos de video, prolijamente numerados, desde el uno en adelante. Reprodujo el primero y se quedó paralizado frente al monitor, mirando a los ojos de Eduardo, su padre.

Desde la pantalla, Eduardo le sonrió y saludó tímidamente con una mano, luego dijo:

—Hola, Diana... mi amor. Si estás viendo esto es porque soy un cobarde, y no me animé a decirte estas cosas de frente...

Julián presionó la barra espaciadora, deteniendo el video al instante. Dejó la taza de té sobre el escritorio, ya no le apetecía tomarla. Salió de su cuarto, con paso rápido. Encontró a Diana hojeando una revista, en el living.

—Mamá, tenés que ver esto... vení...

—¿Pasó algo malo? —Preguntó la rubia, preocupada.

—No, malo no... al contrario, creo que es algo muy bueno. Pero... te vas a poner mal.

—¿De qué carajo estás hablando, Julián?

—En serio, vení... tenés que verlo, yo no te lo puedo contar. Traé una silla.

Sin comprender nada, Diana obedeció a su hijo, lo acompañó hasta su cuarto, cargando una silla. Se sentó junto a él y Julián reprodujo el video desde el inicio.

Una vez más Eduardo saludó y dijo:

—Hola, Diana... mi amor. Si estás viendo esto es porque soy un cobarde, y no me animé a decirte estas cosas de frente. Sos el amor de mi vida. —Diana se tapó la boca con una mano y las lágrimas brotaron de sus ojos.

—¡Ay, no, no... paralo, paralo! —Exclamó la rubia, rompiendo a llorar—. ¿Qué es esto? No puedo ver esto... no puedo. —Ella intentó ponerse de pie, pero su hijo la detuvo.

—Mamá, no te pongas así. Miralo como algo positivo. No sé por qué, pero papá decidió grabar mensajes para vos. Está bien, es triste, porque lo extrañamos mucho —los ojos de Julián estaban vidriosos—. Pero a mí me pone super contento escucharlo hablar otra vez. ¿A vos no?

—Me pone muy triste, lo extraño mucho y...

—Y esta es una forma que tenés de reencontrarte con él. Esto es algo bueno, mamá. Puede que te pongas un poco triste la primera vez, pero después vas a agradecer haber encontrado estos videos. Los grabó para vos, con mucho cariño. Creo que lo mínimo que podrías hacer es mirarlos.

—Pero... voy a terminar llorando como una boluda...

—Llorá todo lo que quieras, si lo necesitás. Eso te va ayudar a sacarte toda la tristeza que tenés adentro. A mí me gustaría que recuerdes a papá con alegría, él siempre fue un tipo simpático y alegre. Estoy seguro de que a él le encantaría que te rieras al ver estos videos.

—Eso es muy cierto, a él siempre le gustaba verme feliz. Decía que no soportaba verme triste.

—A mí tampoco me gusta verte triste, mamá. No tenés que ponerte así, papá murió hace más de un año... pero encontró una forma de volver... tenés la chance de escuchar sus palabras una vez más, y es obvio que quiere decir algo que nunca se animó a decirte.

—Sí... tenés razón.

—Entonces, ¿sigo reproduciendo el video?

—No, esperá... dame unos minutos, para digerir la noticia. Esto es muy fuerte.

—Pero... ¿estás contenta?

—Sí, estoy super contenta. —Ella sonrió, a pesar de las lágrimas—. De verdad, me pone super feliz ver a Eduardo otra vez. Voy a esforzarme para tomarlo como algo positivo, pero estoy segura de que voy a llorar... y mucho.

—Tal vez si mirás estos videos muchas veces, dejen de causarte tanta tristeza.

—Puede ser... no sé. Ya vengo, necesito lavarme la cara, para refrescarme un poco.

Diana fue al baño, abrió la canilla y empezó a tirarse agua en la cara, estaba fría y eso la ayudó mucho a tranquilizarse. La pérdida de su marido fue el mayor golpe que recibió en su vida, cuando el médico la llamó para decirle que ya no podían hacer nada por Eduardo y que solo restaba esperar, ella conservó la fe. Tenía la esperanza de que su marido sería lo suficientemente fuerte como para soportar un infarto... pero luego vino otro, y éste terminó con su vida. Ni siquiera pudo despedirse de él. No de la forma en que le hubiera gustado hacerlo. Eduardo había dejado de existir y ella tenía que seguir adelante con su vida, más por su hijo que por ella misma. Durante las primeras noches de duelo suplicó por tener al menos una última oportunidad para hablar con Eduardo, una última oportunidad de escuchar su voz y verlo sonreír. Contra todo pronóstico, ahora eso era una realidad. Si bien ella no podría responder a las palabras de su marido, podía verlo y escucharlo... él le estaba hablando directamente a ella, utilizando un recurso tan simple como un video.

Podía hacerlo. Tenía que hacerlo.

"Julián tiene razón —pensó, mirando sus ojos irritados en el espejo—, al principio va a doler mucho; pero esto es una bendición. Voy a poder escuchar las palabras de Eduardo una vez más".

La alegría comenzó a florecer en su interior, como una débil llama en una casa fría. De a poco la calidez la fue reconfortando. Sonrió, con genuina felicidad.

—Puedo hacerlo —dijo en voz alta.

Se secó con una toalla y se miró al espejo una última vez. No estaba ni remotamente sexy, en su opinión; pero había recibido un golpe bajo, tenía derecho a estar así. Respiró hondo y sin dejar de mirar sus ojos a través de su reflejo, se dijo: "Vamos, Diana, vos podés hacer esto. Es tu marido, deberías estar feliz de verle la cara otra vez... de escuchar su voz. Muchas viudas matarían por tener esta oportunidad. No seas llorona".

Regresó a cuarto de su hijo y volvió a sentarse a su lado.

—Estoy lista —aseguró.

—Bien, si en algún momento querés que ponga pausa, decime.

—Ok.

El video continuó su reproducción desde el punto en el que lo había dejado Julián.

—Tuvimos nuestros malos momentos —dijo Eduardo, desde la pantalla—; pero siempre encontramos la forma de convivir en armonía. Fuimos felices durante muchos años —Diana sonrió, una vez más sus ojos se humedecieron—. Quiero que sepas que, a pesar de todo lo que te voy a decir en estos videos, siempre te amé y te sigo amando. Sos la mujer más linda del mundo, lo digo en todo sentido. Nunca entendí por qué te casaste conmigo...

—Yo tampoco —dijo Julián.

Diana pausó el video, dándole un golpe a la barra espaciadora.

—Che, no digas eso de tu padre.

—Pero mamá, seamos honestos. Nunca entendí cómo una mujer tan hermosa como vos, terminó casada con un tipo como papá.

—Me casé con él porque lo amaba mucho, para mí eso fue suficiente.

Reanudó el video y Eduardo dijo:

—Nunca entendí cómo una mujer tan hermosa como vos, terminó casada con un tipo como yo —Julián empezó a reírse.

—¿Ves? Hasta él mismo lo admitía. —Tenía un nudo en la garganta que le provocaba un dolor agudo; pero estaba feliz de ver a su padre otra vez. No quería llorar, eso arruinaría el momento... y haría que su madre se pusiera aún más triste.

—Me dijo muchas veces eso mismo —aseguró Diana—. Pero siempre le di la misma respuesta que te di a vos.

—Pero por algún milagro del cielo, terminamos juntos —continuó diciendo Eduardo—. Y me diste los años más felices de mi vida. Lo que quiero decirte tal vez te resulte chocante, incluso cabe la posibilidad de que no me creas; pero es la verdad. Todo es la pura verdad. Diana —hizo una breve pausa—, nunca te fui infiel. Ni una sola vez.

—¡Ay, no! —Diana volvió a pausar el video.

—¿Qué pasa, mamá? ¡Esa es una buena noticia! ¿Acaso no le creés?

—El problema es que sí le creo. Lo está diciendo con toda la sinceridad del mundo.

—¿Entonces? ¿Por qué te ponés así?

—Porque ahora me siento como una mierda de persona, por haberle puesto los cuernos con el Tano... y tantas veces.

—Pero... pero... ¿acaso papá no te dijo que te había engañado? ¿No te contó él sobre todo ese asunto?

—Es cierto. Por eso no entiendo por qué ahora dice esto. Él mismo me confesó que me había sido infiel... ¿por qué lo hizo, si era mentira?

—No sé... pero tal vez lo explique. Dale play al video... ¿podemos seguir viendo? —Esperó por la respuesta de su madre, pero ella había quedado paralizada, mirando la pantalla—. ¡Mamá! ¿Seguimos mirando?

—S... sí... dale...

—Tal vez no me creas —continuó diciendo Eduardo—. Estás en todo tu derecho a dudar de mí, después de todo fui yo mismo quien te contó de esa infidelidad. Esa fue la única vez en mi vida que te mentí, y me sentí como una mierda. Cuando vi la mirada de desilusión en tu cara... te juro que casi me muero de la angustia. Fue horrible. Sé que te sentiste traicionada... me dijiste que jamás hubieras pensado que yo llegaría a hacer una cosa así, que creías que yo era el hombre más bueno del mundo. Pero no lo soy. Es decir, es cierto que nunca te fui infiel. Pero sí te mentí y te lastimé... y lo hice por una absurda idea que se me metió en la cabeza. ¿Nunca te pasó que pensaras en algo con tanta intensidad que duele? Hablo de algo que sabés que no está, que no es ético... o moral... —Lo primero que llegó a la mente de Diana fue la verga de Julián. Durante muchas horas al día no podía dejar de pensar en el enfermizo morbo que le causaba chupar esa verga... o incluso permitir que su hijo la penetrara. Terminaba tan excitada que debía masturbarse como una posesa. Sabía que estaba mal y que tenía como excusa el asunto de las fotos porno. Pero también sabía que ella había abusado de esa excusa y que había permitido que las cosas entre ella y Julián llegaran demasiado lejos—. Eso es exactamente lo que me pasó a mí —continuó diciendo Eduardo—. Me obsesioné con una idea y la única forma de llevarla a cabo era inventándome esa mentira de la infidelidad. Perdón, Diana. Fui un imbécil, te lastimé, solo para poder cumplir una loca fantasía. Pero te juro que no lo hice pensando solamente en mí. Sabía que a vos también te haría feliz, aunque tuvieras que sufrir durante un tiempo.

—No estoy entendiendo nada —dijo Julián, pausando el video—. ¿Su fantasía era serte infiel? ¿Acaso eso lo hacía sentir más importante?

—No sé... tu papá nunca fue un tipo egocéntrico.

—Tal vez lo era, en secreto. Es decir, alguna vez habrá alardeado de la hermosa esposa que tenía... por ahí pensó que si todo el mundo se enteraba que él te había sido infiel, eso lo reafirmaría como hombre.

—No me parece propio de tu padre. Nunca fue un tipo machista, bueno, un poco sí, porque no le agradaba que yo trabajara. Él quería ser el sustento económico de la familia. Pero eso es porque fue criado con conceptos que hoy en día ya no tienen sentido. Eduardo nunca se sintió un "macho", de esos que se la pasan alardeando de todas las mujeres con las que se acostaron. Ni siquiera alardeaba de mí. Al contrario. Cada vez que me presentaba con un conocido, se ponía mal, porque nadie podía creer que yo estuviera casa con él. Sufría mucho. Incluso hubo gente que pensó que yo era una prostituta contratada para simular ser su esposa.

—Esa sí me la hubiera creído.

—¡Tarado! —lo retó Diana, dándole un golpe en la mano—. Tu papá era el sustento económico de la casa, pero nunca me pagó por sexo.

—¿Ni una sola vez? ¿Ni siquiera como un juego?

—¿Un juego?

—Qué se yo... escuché que hay hombres a los que les gusta fantasear con que su mujer es una prostituta, y les pagan para tener sexo con ellas. Como un juego sexual.

—No sabía de eso. Y no, tu padre nunca hizo una cosa así. Jamás insinuó que yo pudiera parecer una prostituta.

—Aunque sí lo parecés.

—¡Tarado! —Una vez más ella le golpeó la mano y él comenzó a reírse a carcajadas—. Bien que a vos no te gustaría que tu mamá se dejara coger por plata.

—¡Ey, eso fue un golpe bajo! ¿A qué hijo le gustaría que su madre se prostituya?

—Perdón, tenés razón. No lo dije con esa intención. Pero volviendo al asunto de tu papá... él jamás le dijo a nadie algo como "Miren que buenas tetas tiene mi mujer", al contrario. Sufría cuando alguien me halagaba las tetas, o el culo... o lo que fuera. Se ponía muy tenso y empezaba a estrujarse los dedos, como si quisiera arrancarlos.

—¿Entonces vos tampoco entendés qué fantasía se refiere?

—No, pero imagino que lo explicará en algún momento. —Julián se quedo en silencio mirando a su madre—. ¿Pasa algo?

—Sí, estás sonriendo. Eso me agrada.

—Creo que me está haciendo bien volver a escuchar a Eduardo, además ahora estoy intrigada. Quiero saber qué más tiene para decir.

—Bueno, sigamos mirando.

El video siguió reproduciéndose.

—Esta fantasía que me invadió la cabeza durante tanto tiempo también es la mayor de mis debilidades. —Eduardo hablaba a la cámara, estrujándose los dedos de la misma manera que había descrito Diana segundos antes—. Creí que yo sería más fuerte, pero tengo que admitir que mis deseos lograron manipularme tanto como para mentirte... esa era la parte más difícil para mí; bueno, eso era lo que creía en ese momento. Después me di cuenta que había algo mucho más difícil de afrontar. Pero te lo voy a ir contando todo de a poco. No quiero agobiarte con tanta información de golpe. Sé que te estarás preguntando de qué va todo este asunto de la fantasía, pero ahora mismo no puedo contarlo. Necesito aclarar mis ideas. Te lo cuento en el próximo video. Te amo, Diana. Y perdón si alguna vez te hice sufrir, no lo hice con mala intención.

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