La MILF más Deseada 16

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A pesar de que la sonrisa no se borró de la cara de Diana, un par de lágrimas rodaron por su mejilla.

—Bueno, imagino que tendremos que mirar el siguiente video —dijo Julián—, a menos que vos no quieras. No me gustaría tener que esperar unos días para sacarme la duda, pero tampoco voy a mirar los videos sin que vos estés presente. Es más, creo que yo no debería estar presente... al fin y al cabo te está hablando a vos, y es obvio que esto tiene que ver con las relaciones sexuales entre ustedes.

—Ay, pobrecito Julián, es muy chiquito para entender que su papi y su mami cogían —al decir esto Diana metió la mano dentro del pantalón de Julián y le agarró la verga. Estaba flácida pero comenzó a endurecerse ante el primer contacto con los dedos—. ¿Qué vas a pensar cuando te enteres que a tu mami le gusta la verga?

Julián empezó a reírse.

—Creo que eso ya lo sé muy bien.

—Vamos, Julián, no me jodas. ¿Qué podría decir tu padre que yo no quiera que escuches? Me viste mil veces desnuda, me viste chupando vergas, cogiendo... incluso tu pija estuvo dentro de mi boca un montón de veces... hasta me la metiste en la concha. Me parece que sí podés seguir mirando lo que tu padre diga. Ya tenemos confianza más que suficiente como para hablar sin filtros de cualquier tema sexual. Cualquiera. Hasta los más zarpados y morbosos. Como madres que le chupan la pija a sus hijos. Me imagino que yo no debo ser la única que lo hace... ¿pensás que por acá podría vivir otra madre que le coma la pija al hijo?

—Dudo mucho que haya otra madre que lo haga tan bien como vos...

—Gracias —dijo Diana, con una radiante sonrisa.

—Pero yo también pensé en ese asunto. Alguna debe haber. Esto antes me parecía una locura inaudita; pero ahora ya no me resulta algo tan extraño. Tal vez te hayas cruzado en el supermercado con alguna madre que le chupa la verga al hijo.

—Uy, eso me da mucho morbo —Diana apretó más fuerte la verga de Julián y la sacó del pantalón, empezó a masturbarlo lentamente—. Y sí, no te lo voy a negar... me da morbo chuparte la verga. Sé que está mal... y justamente por eso me da tanto morbo.

Julián miró a su madre a los ojos. Todo ese morbo del que ella hablaba ardió con furia en su interior. Guiado por su instinto masculino, se acercó a la rubia y la besó en la boca. Diana se quedó paralizada, esa no era la forma en la que un hijo besaría a su madre; ese era un beso entre amantes. Cuando él se apartó de ella dijo una sola palabra:

—Chupala.

Ella sonrió con picardía y todo el agobio producido por el reencuentro con su marido, se esfumó súbitamente. Se puso de rodillas delante de su hijo, se aferró a esa rígida verga con ambas manos, y comenzó a chuparla de la misma forma en que lo hacían las actrices porno. Tragó tanto como pudo y dejó que su saliva lubricara bien todo el tronco, cuando retrocedió, le dio un fuerte chupón al glande. Luego lo recorrió trazando círculos con la punta de la lengua. Repitió todo el proceso tres o cuatro veces y luego miró a su hijo a los ojos, sacó la pija de su boca y dijo:

—Cuando quieras que te chupe la verga, no tengas miedo en pedírmelo. Me gusta hacerlo... me calienta.

—¿Y también te calienta que te meta la verga en la concha?

—Mucho.

—¿Y te molestaría que te pidiera eso?

—No... molestarme no... siempre y cuando sea por poco tiempo. No quiero que mi hijo me coja... eso me parece demasiado; pero te puedo permitir meter la pija un ratito.

Diana se puso de pie y se quitó toda la ropa, quedando completamente desnuda. Se sentó sobre su hijo, mirándolo a la cara, y acomodó la verga para que entrara en su concha. Después empezó a bajar lentamente. Ella la tenía tan mojada que la penetración se produjo sin ningún esfuerzo, solo tuvo que bajar sin prisa y subir cuando fue necesario, para que la verga pudiera acomodarse mejor. Cuando entró toda abrazó a Julián y lo besó en la boca de la misma forma en que él la había besado.

No se quedó allí mucho tiempo, grabó en su mente la sensación de tener la pija rígida de su hijo metida en la concha y luego se levantó. Quería mostrarle cuáles eran sus límites. Esos segundos de penetración habían sido más que suficientes. Ahora ella podría retomar su tarea de chuparla, pero Julián tenía otra en mente.

—Tenemos que seguir viendo el video de papá.

—¿Estás seguro? ¿Ahora? ¿No querés que la siga chupando? —Ella se puso de rodillas y le lamió el glande.

—Es que me da mucha intriga... además me da la impresión de que él va a decir algo que te puede calentar todavía mucho más...

—¿Y vos pensás que si estoy más caliente voy a permitir que me metas la pija un poquito más? —Julián no respondió—. Está bien, no me voy a enojar con vos por eso. Sé que te debe encantar meter la pija en una concha, a mí también me gusta sentirla adentro. Bueno, sigamos mirando el video, a ver qué pasa. Después seguimos con esto, de todas maneras tu pija se para sin ningún esfuerzo. —Diana sintió un escalofrío, esa misma frase se la había dicho muchas veces al Tano, y no podía creer que ahora se la estuviera diciendo a su propio hijo.

Julián buscó el siguiente video en la lista, como estaban prolijamente numerados, era fácil saber con cuál debían seguir. Hizo doble click en el archivo y una vez más su padre apareció, ocupando toda la pantalla. Ahora vestía una remera mangas cortas color azul. A Julián le dio la impresión de que habían pasado varios días entre éste y el primer video.

—Hola de nuevo, mi amor —dijo Eduardo, desde la pantalla.

—Hola, querido —saludó Diana, con calidez. Ya no lloraba, su hijo le había levantado el ánimo y le alegraba mucho poder escuchar a Eduardo una vez más. Lo extrañaba mucho y ésta era la mejor forma en la que podía pasar tiempo con él.

—Estuve dándole vueltas a lo que te dije en el video pasado y si no sigo adelante, nada de eso va a tener sentido para vos. Por eso me obligué a ordenar mis ideas, para poder contarte todo. No sé cómo te vas a tomar esto, y eso es lo que me aterra. Pero quiero ser sincero, ya verás vos cómo lo manejás. Espero que puedas ponerte en mi lugar y entender al menos una parte de todo lo que voy a decirte.

—Cuántas vueltas que da —dijo Julián, impaciente.

—Sí, esa es una de las características de tu padre —aseguró Diana—. Siempre le costó ir al grano. Pero, shh... callate que ahí sigue...

—Bueno, mejor voy al grano porque no quiero dar muchas vueltas —al escuchar las palabras de su marido, Diana comenzó a reírse—. Te mentí al decir que te fui infiel porque quería que vos te animaras a serme infiel. —La risa de la rubia se detuvo en seco—. Sí, así como suena de loco. ¡Mirá, me tiemblan las manos al decir esto! —Eduardo acercó sus manos a la cámara para mostrar que, efectivamente, se sacudían como hojas secas en otoño—. Vas a pensar que soy un imbécil, pero siempre me imaginé que serías más feliz con otro hombre. Sos una mujer demasiado hermosa como para estar toda la vida atada a un mediocre como yo —El corazón de Diana latía a toda velocidad, sus manos también temblaban—. Vos te merecés más, mucho más. Quería que me fueras infiel, pero vos siempre te portabas bien. Apenas y si salías a bailar con tus amigas. Pero un día... un día cambió todo. ¿Te acordás cuando fuimos a ese hotel juntos, donde conociste a un tipo que te tiraba los galgos? —Diana recordaba perfectamente ese momento, incluso se lo había contado a su hijo—. Bueno, gracias a este tipo me enteré que vos sí podías llegar a serme infiel. Hablé con él, aunque vos no lo sepas. Me contó absolutamente todo lo que pasó en el baño... me contó cómo se la chupaste. —Diana se puso pálida y sintió todo su cuerpo frío—. A mí me puso muy mal saber eso, no te voy a mentir. Fue como una patada al hígado. Pero al mismo tiempo me alegré por vos, porque habías tenido una pequeña aventura sexual. Habías aprovechado tu increíble belleza para poder pasarla bien, y te felicito por eso. No estoy enojado con vos, ni un poquito.

—Necesito que hagamos una pausa —dijo Diana—. Urgente.

Julián detuvo el video de inmediato.

—¿Estás bien? —Le preguntó a su madre.

—No lo sé... es mucha información junta. Necesito unos segundos para poder procesarla.

Su hijo aguardó en silencio durante un breve período de tiempo y luego dijo:

—Deberías ponerte contenta. Él supo desde el principio lo que hiciste con ese tipo en el baño del hotel, y no se enojó con vos. Al contrario.

—Sí... supongo que sí. Además lo está diciendo honestamente, se le nota. Hasta parece contento de que le haya chupado la pija a ese tipo.

—Es que... ya lo dijo él, siempre se sintió poco hombre para vos. Todo el mundo te lo dijo... hasta yo lo pienso. O sea, afectivamente papá fue el mejor tipo del mundo. Pero sexualmente... me da la impresión de que dejaba mucho que desear. ¿No es cierto?

—Sí...

—No parecés muy convencida.

—Es que...

—Tendrías que reconocerlo vos también, mamá. Así te va a ser más fácil ver las cosas desde el punto de vista de papá.

—Puede ser...

—Mirá que yo no me voy a ofender ni un poquito. Pienso igual que él. ¿Entonces? Eduardo era un buen tipo, pero... ¿era igual de bueno en la cama?

—No. No sabía coger —Diana lo admitió y todo su mundo interior comenzó a vibrar con ecos del pasado. No era la primera vez que decía esa frase, pero lo había dicho con tanta convicción que sintió miedo—. Siempre me dejaba con ganas de más. Yo quería un tipo que me cogiera fuerte, que me hiciera sentir como una puta... pero él era incapaz de lograr eso. Lo amé mucho... todavía lo amo... pero no sabía coger. Es la pura verdad.

—Bien —dijo Julián, con una amplia sonrisa. Tomó la mano de su madre—. Lo importante es que vos lo admitas, no te sientas culpable por haberlo engañado. Él mismo te impulsó a hacerlo... así que no te pongas mal por nada de lo que diga. Él no quiere que te sientas mal.

—Eso es cierto.

—¿Seguimos mirando el video?

—Sí, ya estoy mejor. Gracias.

—Mi miedo —continuó diciendo Eduardo— era que no volvieras a repetirlo. Suena loco ¿no? La mayoría de los maridos rogarían para que sus esposas no los vuelvan a engañar... pero yo suplicaba pidiendo todo lo contrario. Quería que volvieras a hacerlo, que te animaras. Quería que pensaras más en vos, que fueras feliz.

—¿Ves? —dijo Julián—. Se nota que te amaba mucho... era capaz de sacrificar su propia felicidad, para que vos fueras feliz.

Diana no dijo nada, pero el frío interior de su cuerpo se desvaneció y fue reemplazado por una acogedora calidez.

—Pero sí te animaste —dijo Eduardo, y Diana se puso tensa—. Sé que encontraste un amante. No te asustes, amor, no lo digo con resentimiento. Me pone feliz que hayas encontrado a alguien que pueda satisfacerte sexualmente. Sí, me puse un poquito loco cuando me enteré, por los celos... es algo involuntario, no lo puedo evitar; sin embargo cuando superé esa etapa, solo me quedaron sensaciones positivas.

—Así que él sabía sobre el Tano —dijo Julián, pausando el video.

—Eso parece...

—No te veo tan impactada por la noticia.

—Es que... hubo veces en las que sospeché que él podría saberlo. Se podría decir que le di motivos para sospechar. Pero nunca se enojó conmigo. Ahora que estoy segura de que lo sabía, me sorprende que se lo haya tomado tan bien.

—Como dijo, a él le hacía feliz verte feliz. Estoy seguro de que vos quedabas muy contenta después de ver al Tano.

—Sí, super contenta. Con el Tano me sentía joven y linda otra vez, y con él podía sentirme una puta por un rato. Eso al principio me daba mucha culpa; pero después aprendí a manejarlo mejor. Al parecer a Eduardo le gustaba que yo tuviera la oportunidad de sentirme así.

—¿Él sabía que a vos te gustaba sentirte como una puta?

—Emm... mejor sigamos mirando el video. Quiero escuchar qué más tiene para decir.

—Lo que te voy a contar te va a parecer una locura —continuó Eduardo—. Es una locura, lo admito. Pero esta fantasía ya estaba muy metida en mi cabeza, no había forma de sacarla, y vos ya habías dado el primer gran paso. Cuando empecé a sospechar que me estabas engañando, empecé a comprar cámaras de fotos, filmadoras y otras cosas, con la excusa de que yo estaba interesado en eso. Esta parte no es del todo mentira, me gusta la fotografía y me encanta que Julián haya desarrollado un gusto por esa afición —Diana dio una palmadita en la rodilla de su hijo, él sonrió—. La mentira vino después. ¿Te acordás que hice conectar cámaras de seguridad? Te dije que solamente se iban a activar si sonaba la alarma. Ahora ya no tenemos ni cámaras ni alarmas, porque tus aventuras terminaron y ya no son necesarias. Me da un poco de pena que se hayan terminado, pero tampoco te quiero presionar a que sigas adelante con eso. Tal vez para vos fue solo una experiencia pasajera y ya te sacaste las ganas.

—¿Te sacaste las ganas? —Preguntó Julián, pausando el video.

—Sí, pero no del todo. Es decir, si hubiera sabido que tu padre estaba de acuerdo con que lo engañara, entonces hubiera seguido con mis "aventuras". Te juro que lo hubiera hecho, porque me encanta coger. Pero me sentí muy culpable, yo pensaba que estaba lastimando a tu padre, y no quise seguir haciéndolo.

—Eso quiere decir que no sos tan egoísta. Vos también sacrificaste tu felicidad por él.

—Puede ser...

—Aunque, si hubieran tenido una mejor comunicación entre ustedes, no hubiera sido necesario. Al parecer él estaba muy orgulloso de sus cuernos. Quiero saber para qué puso las cámaras, aunque ya me lo imagino.

—Esa es la parte que más miedo me dio. Cuando mencionó las cámaras, casi se me viene el mundo abajo. Porque... bueno, ya te vas a enterar por qué lo digo.

Intrigado, Julián volvió a reproducir el video y su padre siguió hablando.

—Las cámaras nunca fueron pensadas para que sirvieran junto con la alarma, ni siquiera estaban conectadas al circuito de seguridad. Estaban conectadas a mi computadora, la portátil. Yo podía prenderlas y apagarlas cuando se me diera la gana. No fue casualidad que las haya puesto en el living, el comedor y en nuestro cuarto.

—Yo no quería la cámara en el cuarto —dijo Diana, esta vez fue ella quien pausó el video—. Me hacía sentir incómoda y vigilada... aunque estuviera apagada. Pero tu papá me convenció de ponerla porque los ladrones suelen revisar los dormitorios. Ahora que lo pienso, fue una suerte que nunca nos hayan robado, porque de lo contrario las cámaras no hubieran servido para una mierda.

—Y papá hubiera tenido que dar muchas explicaciones a la policía.

—Así es. Bueno, quiero ver qué dice tu padre ahora pero... me parece que lo vamos a tener que dejar por hoy.

—Pero... yo quiero seguir viendo. Ahora viene la mejor parte.

—Sí, la mejor parte para vos... pero para mí viene lo peor. Me hago una idea de las cosas que tu padre va a contar, y me da miedo que pienses mal de mí.

—Pero si yo ya sé lo que pasó.

—No sabés todo. Vos solo sabés lo que yo te conté; pero no te dije más nada porque cada vez que te quería contar algo, vos te ponías super mal. Te enojabas conmigo.

—Perdón, tenés razón. Pero te prometo que no me voy a enojar con vos, ahora nos llevamos mejor. Ahora te conozco un poco mejor. De verdad, mamá. No me voy a enojar.

—Te vas a enojar. Además, Julián, acabo de enterarme que mi marido me dejó grabaciones, que me mintió con lo de su infidelidad, que sabía que yo lo engañaba, que puso cámaras por toda la casa, para espiarme... es demasiada información junta. El cerebro me va a explotar. Necesito descansar un poco.

—Está bien, entiendo... y yo prometí que voy a mirar esto solo si vos estás conmigo. Así que si lo dejamos acá, no voy a mirar nada.

—Bien, así me gusta. Te prometo que en cuanto yo me sienta un poco mejor, vamos a seguir mirando. Antes necesito acomodar las ideas, como dijo tu papá.

—Bueno.

—Me voy a la cama. Que descanses.

Diana se levantó y se fue de la habitación. Julián aún tenía la pija dura y estuvo a punto de decirle a su madre que ella le había prometido seguir con "el asunto", pero se dio cuenta de que no era el mejor momento para insistir con ese tema. Si su madre se había ido, entonces no quería seguir con "el asunto". Presionarla sería un error y solo conseguiría hacerla enojar. Estaba logrando grandes avances en la relación con su madre, pero aún debía ser cauteloso. Un paso en falso podría arruinar todo.

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