La MILF más Deseada 18

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Capítulo 18.
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Parte 18 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
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Capítulo 18.

—1—

Todo estaba listo. Ahora Diana y Julián podían mirar los videos desde la cama. Era de una sola plaza, y eso favorecía la situación. Julián se acostó boca arriba, mirando hacia la pantalla, la cual había girado para que quedara apuntando derecho a los pies de la cama, como hacía cuando quería mirar Netflix estando acostado. Sin embargo ahora tenía un motivo mucho mejor.

Diana se tendió en la delgada franja de colchón que quedó libre, con la cabeza orientada hacia los pies. Mejor dicho, con la cara justo al lado de la pija de su hijo, que era precisamente donde quería estar. Agarró el pene y empezó a chupar lentamente.

Reprodujeron el siguiente video en la lista, no fue muy diferente a los anteriores. Allí se podía ver a Diana cogiendo con el Tano, principalmente en el living de la casa. Otras veces en el dormitorio.

Lo que sí era diferente era que ahora Julián podía acariciar la concha de su madre mientras ella le chupaba la pija. Diana no parecía tan interesada por lo que ocurría en pantalla, estaba totalmente concentrada en comerle la verga a su hijo. Esto la hacía delirar de placer y más al saber que él le estaba hurgando la vagina.

Julián se puso a imaginar qué habría pensado su padre al darse cuenta que Diana no solo lo engañaba, sino que lo hacía regularmente. Si realmente disfrutaba de ser un cornudo, entonces la puta de su mujer le estaba regalando momentos de placer infinito. Tal vez incluso Eduardo gozaba al ver que quien se cogía a su esposa era un hombre bien dotado, con el físico trabajado. Un hombre más acorde a esa rubia monumental.

Los siguientes videos fueron muy similares al primero: el Tano entraba en la casa, Diana suplicaba por una buena verga, y él se la cogía durante largos minutos. A pesar de lo repetitivas que eran las imágenes, la calentura de Julián no hizo más que crecer. Atribuyó ese efecto a la magnífica mamada que le estaba dando su madre.

Por un rato él ignoró lo que ocurría en pantalla y se concentró en la labor de petera, tan bien ejecutada por Diana. Sin embargo la situación dio un gran giro en el siguiente video. Diana le abrió la puerta a dos hombres, uno era el conocido Tano; pero Julián no tenía idea de quién podía ser el otro.

—¿Y ésto? —Preguntó, confundido.

Su madre no respondió, tenía la verga metida hasta el fondo de la garganta y no le apetecía sacarla.

Los dos hombres comenzaron a juguetear con la rubia del video, todo fueron risas y halagos, hasta que el Tano le ordenó a Diana que se pusiera de rodillas en suelo. Ella obedeció, como si fuera una perra amaestrada. Julián se quedó atónito cuando vio que el tipo que no conocía se abrió el pantalón y sacó su verga; pero lo que más le impactó fue ver cómo su madre agarró esta pija y se la llevó a la boca al instante. Empezó a chuparla con devoción, como tantas veces lo había hecho con la verga del Tano, y éste no se quedó de brazos cruzados. También liberó su miembro y se lo ofreció a la rubia. Ella se la metió en la boca sin esperar a que le dieran la orden.

—Nunca me dijiste que habías engañado a papá con dos tipos a la vez —dijo Julián, con cierto tono de resentimiento.

—Te dije que me porté muy mal con él... más de una vez intenté contarte todo; pero vos te ponías como loco. Los videos que dejó Eduardo cambiaron todo, ya no siento culpa por haberle puesto los cuernos, ni siquiera por hacerlo con dos tipos a la vez. Si él realmente disfrutaba tanto siendo un cornudo, para él este video habrá sido como el mejor regalo de Navidad.

Julián sabía que su madre tenía razón. Aún así le molestaba ver como ella ofrecía tan poca resistencia a esos dos hombres. Le recordó a aquella tarde en la playa y comprendió por qué su madre se mostró tan tranquila al comerle la pija a dos tipos: ya lo había hecho antes. Y Julián tuvo la certeza de que lo que veía en pantalla no era la primera vez que su madre había participado en un trío. Ella se mostró totalmente tranquila todo el tiempo, se bajó el pantalón sin que se lo pidieran y se puso en cuatro para que el amigo del Tano le metiera la verga. La recibió con el culo en pompa y los gajos de la concha bien abiertos. Julián se preguntó cuántas veces ese tipo se había cogido a su madre.

—¿Cómo fue la primera vez con el amigo del Tano? —Preguntó, mientras acariciaba el pelo de su madre.

—No fue muy diferente a lo que estás viendo —aseguró Diana—. Solamente les tomó un par de minutos convencerme de participar en un trío. Me acuerdo que un par de días antes de que eso pasara una de tus tías hizo comentarios en una reunión familiar, después de tomarse algunos vasos de vino de más. Dijo que había escuchado rumores de que yo le ponía los cuernos a tu padre... y que participaba en fiestas sexuales. No sé de dónde sacó eso, yo me enojé con ella y representé muy bien mi papel de “Esposa fiel”. Aseguré que nunca había engañado a Eduardo y que eso de las fiestas sexuales me parecía absurdo. Tu tía dijo que ella sabía, por buena fuente, que yo había estado en la cama con dos hombres a la vez, como mínimo.

—¿Y a quién se refería con “Buena fuente”?

—Ni puta idea, como te digo, hasta entonces yo nunca había estado con dos hombres. Pero ella me metió el bichito, yo se lo comenté al Tano, esa misma noche... porque sí, después de jugar el rol de la esposa fiel, me entró una calentura tremenda. Le dije a tu padre que me iba a la casa de una amiga... y fui a coger con el Tano, toda la noche. Un par de días después me sorprendió invitando a su amigo y me dijo: “Vas a cumplir esa fantasía que tenés de comerte dos pijas a la vez”. Y bueno... lo demás ya lo estás viendo.

—¿Eso pasó muchas veces?

Diana miró a su hijo, mientras lo masturbaba

—¿Si te digo la verdad te vas a enojar?

—Te prometo que no me enojo. Ya sé que a papá le gustaba ser cornudo, así que mientras más le hayas metido los cuernos, mejor es para él. Entonces, ¿te cogieron mucho entre los dos?

—Sí, mucho. Al Tano le calentaba ver como otros tipos me cogían, por lo que empezó a visitarme regularmente con su amigo... o con otro amigo. Ese no fue el único que me cogió. Te recuerdo que en esa época yo tenía toda las mañanas libres, vos estabas en la escuela y tu padre en el trabajo. Tenía horas para hacer lo que se me diera la gana. Mientras yo no estuviera con la regla, el Tano venía a casa y me daba una buena cogida, a veces venía solo, otras veces con un amigo. Además hubo ocasiones en la que usé la excusa de “me quedo este fin de semana en la casa de una amiga”. Como tu padre era un cornudo alegre, ni siquiera me preguntaba por esa amiga. Él ya sabía qué iba a hacer yo. Me iba a la casa del Tano para que él me garchara todo el fin de semana... y siempre hubo alguien más. Me volví adicta a comerme dos pijas a la vez. Me encanta, me vuelve loca, me llena de morbo y me hace sentir libre. —Julián estuvo a punto de agregar un comentario, justo cuando su madre prosiguió—. Creo que en los únicos momentos en los que puedo chupar una pija, sin estar pensando en otra, es cuando te la chupo a vos. Porque hijo tengo uno solo, y ese morbo es incluso más grande que comerme dos pijas.

Diana se ruborizó, sabiendo que había hablado de más. Julián se sintió halagado con esas palabras, pero no dijo nada. Diana bajó la mirada y volvió a chupar la verga de su hijo.

Julián tenía mucho que procesar, ahora sabía que su madre había cogido con dos hombres a la vez, y que había sido una práctica común en ella. Se imaginó la situación que estaba viendo en pantalla, repetida en diversas situaciones: en la cama de sus padre; en la casa del Tano; en una playa. Allí siempre estaba su madre en cuatro, recibiendo una pija por la concha, mientras chupaba la otra con toda devoción, como si fuera una esclava sexual bien amaestrada.

En todos los años que Julián pasó junto a su madre, nunca imaginó que estaba viviendo con una mujer adicta al sexo. Se preguntó cómo había hecho ella para aguantar esos años en los que no fue infiel a su marido. Debieron ser muy difíciles... tal vez por eso Diana terminó animándose a sacarse las fotos porno, a pesar de que él fuera el fotógrafo. Tal vez ella extrañaba sentirse una bomba sexual, que los hombres admiraban. Antes creía que él había creado un monstruo sexual, al introducir a su madre al mundo del porno; ahora sabía que no lo había creado, sólo lo había despertado.

—¿Te molesta saber que me cogieron entre dos? —Preguntó Diana.

—No, para nada. Está bueno... creo que me pasa un poco como al Tano. Da morbo verte coger con otro tipo.

—¿Lo decís en serio? —Una gran sonrisa se dibujó en sus labios.

—Sí. A pesar de que al principio me jodió un poco todo lo que pasó con Lautaro, después usé un montón de veces esas fotos para hacerme una paja. —No tenía problemas en confesar eso, ya había hablado mucho de sexo con su madre y sabía que tenía permiso para pajearse pensando en ella, al fin y al cabo Diana se calentaba con su pija tanto como él se calentaba con la concha de ella.

—Me alegra saberlo, pensé que te estaba haciendo sufrir con todo esto. Me calentaba hacer sufrir a tu padre, tal vez porque él me dijo que me engañó. Pero no me gusta hacerte lo mismo a vos.

—Sin embargo lo hiciste... cuando te pusiste a juguetear con mis amigos.

—Eso fue porque estaba enojada con vos. Quiero que te saques de la cabeza la absurda idea de que vos sos mi dueño y que podés decidir con quién puedo coger y con quién no. Mirá, si era libre de coger con quien quisiera, cuando estaba casada, más lo soy ahora, que soy viuda.

—Está bien, lo entiendo. Fui un boludo, vos sos mi mamá y sí, tal vez me jodió un poco ver cómo mis amigos te deseaban; pero es cierto, yo no puedo decirte qué podés hacer y qué no.

—¿Entonces se terminó esa boludez de “Te prohíbo que te cojas a mis amigos”?

Julián apretó los dientes y muy a su pesar dijo:

—Sí, se terminó. Ya no te voy a joder más con eso.

Siguieron mirando la pantalla, la rubia ya había cambiado de amante, pero no de posición. Ahora era el Tano quien le metía la pija en la concha, y ella se la chupó al segundo hombre.

—Hubo veces en las que tu papá me llamó por teléfono, justo cuando yo estaba cogiendo con dos tipos a la vez. Ahora sé que lo hizo a propósito, él sabía perfectamente que eso estaba ocurriendo.

—¿Y vos qué le dijiste?

—La verdad. Le conté que le estaba poniendo los cuernos, que me estaban cogiendo entre dos... y ni siquiera me molesté en disimular los gemidos. Él me preguntaba detalles y yo se los contaba. Claro, en ese entonces yo creía que todo era parte de un juego sexual. Me calentaba contarle esas cosas, especialmente porque eran verdad; pero yo creía que él las tomaba por puros inventos míos. Ahora sé que no.

—Tuvieron una relación muy rara.

—Sí, pero de alguna manera, funcionó. Aunque me hubiera gustado que él me dijera la verdad mientras estaba vivo, para poder seguir cogiendo sin culpa. Durante unos años me porté bien, solo porque me sentí muy culpable por todas las veces que le puse los cuernos...

—Y con dos tipos a la vez.

—Sí...

El video terminó de forma abrupta y Diana salió de la cama. Julián se quedó mirándola, con la pija aún dura.

—Ya vengo, te quiero mostrar algo —dijo ella, antes de salir de la habitación.

Julián se acostó y empezó a masturbarse lentamente, para no caer en el aburrimiento. La estaba pasando de maravilla con su madre, y ella no parecía enojarse cuando él rompía un poquito las reglas y le metía parte de su verga.

Diana regresó con el celular en mano y un cable USB. Se sentó frente a la computadora, conectó todo y abrió la carpeta de multimedia del celular.

—No sé cómo te vas a tomar esto... tal vez te enojes; pero creo que es hora de que lo veas.

Abrió un video y regresó a la cama. Le dio un golpecito en la pierna a Julián, para que se hiciera a un lado, y se colocó en cuatro. Él se colocó detrás, y sin pedir permiso, acercó su pija a la concha. La metió un poco, y Diana no se quejó.

Miró la pantalla y allí apareció su madre, vistiendo ese extraño atuendo... el mismo que había usado aquel día en que Lucho y Esteban los visitaron. El día en que Julián se fue de la casa, enojado, y no volvió hasta la noche.

El cuerpo de la Diana del video apenas estaba cubierto por cintas negras horizontales que, al ser unidas por una tira vertical, formaban un pornográfico vestido que ni siquiera llegaba a taparle toda la concha.

—¿Qué tal me queda? —Preguntó a la cámara.

—Te queda perfecto, Diana —respondió una voz que Julián reconoció como la de Esteban.

—Sos una mujer preciosa y ese vestido es tremendo —dijo una segunda voz, la de Lucho.

Julián se quedó tieso, sin retroceder ni un milímetro, con su pija aún metida en la concha de su madre. El corazón empezó a latirle más rápido. Diana —la que estaba en la cama con él—, empezó a masturbarse con intensidad, sin apartar la vista de la pantalla.

Lucho y Esteban se deshicieron en halagos: “Tenés un cuerpo espectacular, Diana”. “Ya quisiera yo tener una madre tan hermosa”. “Te queda genial, es super sexy”. “Sí, es algo zarpado... pero a vos te queda tan bien que no parece obsceno”. “¡Qué buen culo tenés!”. “Me encantan tus tetas”.

Mientras le decían estas palabras, aprovechaban para tocar un poquito acá y otro poquito allá. Diana no se quejó en ningún momento por estos impertinentes dedos que recorrían su anatomía, ni siquiera cuando uno de los chicos le acarició la concha directamente. Como no llevaba puesta ropa interior, bastaba con colocar la mano debajo de ese pseudo vestido para alcanzar los gajos vaginales. El segundo en tocar directamente le metió un dedo, y ella soltó una risita nerviosa.

Julián empezó a moverse muy lentamente, provocando que la cabeza de su verga jugueteara con el agujero de la concha de su madre. En pantalla ocurrió eso que él tanto había temido. Con tantos halagos, Lucho y Esteban lograron convencer a Diana de que “les diera un premio”.

—Bueno, pero es esto y nada más —aseguró ella, mientras se ponía de rodillas delante de los amigos de su hijo.

—Sí, te prometemos que después de esto no te molestamos más —respondió Esteban, que ya había sacado la verga del pantalón.

Diana empezó a acariciar las dos pijas que aparecieron delante de ella, hasta que éstas se pusieron duras. Lo hizo simulando cierta timidez, como si quisiera decirle a los pibes: “Yo no soy la clase de mujer que anda chupándole la pija a los amigos de su hijo”. Pero sí que era esa clase de mujer, y a Julián ya no le cabía ninguna duda.

Y se metió una en la boca. Sí, lo hizo sin ningún atisbo de pudor. Se tragó esa pija como se había tragado tantas a lo largo de su vida. Todo el cuerpo de Julián se tensó, su madre le estaba practicando sexo oral a sus amigos... a esos mismos amigos que tantas veces le habían hecho comentarios como: “Si la agarro a tu vieja, le rompo el orto”. “Debe ser muy buena petera, con esa boquita tan linda que tiene”. “¿Cuántas pijas se habrá comido tu mamá?”.

La tensión lo llevó a introducir más su verga en la vagina de Diana, pero ella siguió masturbándose como si no hubiera notado que ese falo erecto estaba ganando terreno.

En la pantalla se podía ver a la rubia degustando las vergas con devoción, chupaba una durante un rato y luego pasaba a la otra. Esos dos pibes debían sentirse en la gloria, tenían a una mujer monumental arrodillada delante de ellos, comiéndoles las pijas. El que sentía que eso era parte del mismo infierno era Julián. Sin embargo había otra parte dentro de él que disfrutaba al ver a su madre en pleno acto sexual. Además... la tenía justo delante de él... podía meterle la pija. Ella no se quejaría.

Hizo el intento, introdujo más su verga, hasta la mitad. Diana se movió un poco, pero fue solo para separar más las piernas y levantar su cola.

“Es como si se me estuviera ofreciendo”, pensó Julián.

Eso lo incentivó a ir más adentro. Como lo había hecho durante la última sesión de fotos. Diana sabía qué ocurriría si continuaba mirando el video en esa posición, con la pija de su hijo entrando en su concha. La excitación la llevó a abrazar esa idea, estaba cansada de luchar contra su moral. Ella quería que pasara, quería disfrutar ese placer prohibido que pocas madres se animaban a experimentar. Comenzó a mover lentamente las caderas, como diciéndole a su hijo: “Esto me está gustando”.

Por otro lado, la Diana del video dio por concluida su sesión de sexo oral. Se puso de pie y le dijo a los amigos de su hijo:

—Creo que con eso tienen suficiente.

Julián creyó que Esteban y Lucho se quejarían, que suplicarían por más. Pero en lugar de hacer eso, uno de ellos dijo:

—¿Nos podés mostrar cómo te tocás? Quiero grabar eso, por favor... sé qu es mucho pedir... solo eso.

—Mmm... está bien, si miran sin tocar.

Con altanería Diana caminó hasta su dormitorio, los dos pibes lo siguieron, apuntando la cámara del celular hacia adelante. Cuando entraron a la pieza, la rubia ya estaba en cuatro, en el borde de la cama, con una mano acariciando su concha. La última cinta del vestido se le había subido un poco, y eso ya era más que suficiente para que todo el sexo quedara a la vista. La cámara del celular enfocó un primer plano de esos jugosos labios vaginales. No pasó mucho tiempo hasta que una verga apareció en pantalla, muy cerca de esa concha. Era la de Esteban, que sostenía el celular. Ni siquiera pidió permiso, y eso fue lo que más molestó a Julián... bueno, eso y saber que todo ocurrió mientras él estaba deambulando por la calle, enojado con su madre. Se tensó aún más y dio una fuerte embestida en la concha de Diana, al mismo tiempo que Esteban hacía lo mismo. Al unísono, la mujer del video y la que estaba en la cama, gimieron de placer. En ninguna de las dos ocasiones Diana emitió queja alguna.

Le había pedido a los amigos de sus hijos que miraran sin tocar, pero no habían pasado ni cinco segundos que uno de ellos ya le estaba metiendo la pija, y ella la aceptó mostrando lo hábil que es para mover las caderas.

—¡Uy, qué puta más hermosa! —Dijo Esteban.

Julián apretó los dientes y las manos con las que sujetaba las caderas de su madre, retrocedió con la verga y dio otra fuerte embestida, hasta clavarla por completo.

—Te dejaste coger —dijo, casi sin mover la mandíbula—. Te dejaste coger, como una puta.

Dio otra fuerte embestida.

—¡Ay! ¡Sí... me dejé coger! ¡Yo quería que me cogieran!

En el video apareció Lucho, justo delante de la cara de Diana. Le ofreció su verga y ella, con total naturalidad, se la llevó a la boca y empezó a tragarla, mientras Esteban le metía y le sacaba la pija una y otra vez.

—¡Estás re entregada, puta! —Exclamó Esteban, a lo que Diana respondió:

—¡Háganme lo que quieran! ¡Cójanme toda!

—¡Qué puta que sos! —Estas palabras vinieron de Julián, que ya estaba marcando un ritmo constante en el movimiento de su cadera—. Sos re puta... te dejaste coger re fácil... por esos dos pelotudos.

—Sí, me entregué fácil... y eso es lo que más me calienta —aseguró ella, gozando de la pija de su hijo.

Todo el cuerpo se le acaloró como nunca antes. Su hijo la estaba cogiendo. No había sesión de fotos para justificar que esa pija estuviera entrando y saliendo de su concha. No, lo estaban haciendo por puro gusto. Ella estaba en cuatro, por puro amor a la verga... a la verga de su hijo.

—¡Puta de mierda! —Julián la agarró de los pelos y empezó a darle duras embestidas, produciendo un fuerte chasquido cada vez que su pubis chocaba contra las nalgas de su madre—. ¡Te dejaste coger! ¡Te dije que no te cogieras a mis amigos!

—Vos no me podés decir con quién coger... yo quería que ellos me metieran la pija, y me la metieron... ¡Los dos!

Y así fue, Lucho y Esteban intercambiaron lugares. Ahora se podía ver la pija de Lucho gozando de la concha de Diana.

—¡Ah sí! —Dijo la mujer del video—. Quiero probar esas dos porongas tan lindas. Me vuelven loca. Me ponen muy puta.

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