La MILF más Deseada 18

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—Yo siempre supe que eras tremenda puta, Diana —dijo Lucho, mientras le metía la pija—. Seguramente te comiste un montón de pijas a lo largo de tu vida.

—¡Sí... un montón! ¡Me encanta la verga! —Dio un fuerte chupón a la pija de Esteban—. Me gusta que me cojan de a dos a la vez.

Instintivamente Julián comenzó a imitar los movimientos de Lucho, él se cogió a Diana con la velocidad de un conejo en celo. Ella acompañó los movimientos sacudiendo las caderas, en sus dos versiones: la del video y la que estaba en la cama. Julián no lo podía creer, su madre estaba permitiendo que él se la cogiera, y ella misma estaba participando en el acto. Él se quedó quieto, solo para comprobar que era Diana la que buscaba su verga y, efectivamente, así era. Ella sacudía todo su culo de atrás hacia adelante, de arriba abajo, provocando que el miembro de su hijo se perdiera en lo profundo de su concha. Resopló de gusto cuando Julián empezó a moverse otra vez.

—Así... metémela toda... así... —suplicó la rubia, entre gemidos—. ¿Vos me querías coger? Bueno, acá me tenés... cogeme... y si me vas a coger, hacelo bien.

Esto incentivó a Julián, se aferró con más fuerza al pelo de su madre, obligándola a tirar la cabeza hacia atrás, y empezó a dar cortas embestidas, usando toda la fuerza de sus caderas. El corazón le latía tan rápido como esa verga entraba y salía de la concha de Diana.

El video terminó de forma abrupta cuando Esteban le acabó en la cara. Se vieron dos o tres chorros de semen saltando en las mejillas de Diana y la pantalla se puso negra. Julián ni siquiera se preguntó por qué el video terminó así, ni le importó. Él siguió en su tarea, no pensaba abandonar ahora, que tenía a su madre a su merced. Estaba disfrutando de la mejor experiencia sexual de su vida, y confiaba que para Diana fuera igual.

—¿Te gusta, puta? ¿Te gusta? —Preguntó, de la misma forma en que lo había hecho el Tano en varias ocasiones.

—¡Me encanta! ¡Llename de pija!

De pronto Julián agradeció que su madre fuera tan puta, porque de no ser así, no permitiría que su propio hijo le diera una cogida tan intensa, tan obvia. Él no quería acabar, el momento era magnífico y si podía hacer que durase eternamente, lo haría. Bajó un poco la intensidad, para que su verga descansara; pero la tibieza de ese sexo y los gemidos de su madre lo provocaron tanto que volvió a la batalla. Se lanzó con todas sus fuerzas, una y otra vez. Él estaba bien dotado, sin embargo sabía que la concha de su madre había sido usada en numerosas ocasiones y que ella estaba acostumbrada a este trato tan feroz.

“Me cogieron muchas veces entre dos”, las palabras de Diana resonaron en la mente de su hijo.

Debía admitir que su madre fue una puta infiel y que hizo todo eso de lo que la acusaban. “Dicen que te acostaste con dos hombres a la vez”. Sí, sí que lo hizo. Y más de una vez, mientras su marido, el cornudo alegre, trabajaba. Ella se pasaba las mañanas en cuatro, con una pija metida en la concha y otra en la boca...

Todo esto fue demasiado para Julián, además su madre había pasado mucho rato comiéndole la verga con maestría. No pudo aguantar más. Su verga explotó, como un volcán de semen, y todo ese tibio líquido fue a parar bien al fondo de la concha de Diana. Ella lo recibió con la cola parada y un par de dedos frotando su clítoris. Diana también alcanzó el clímax y cuando Julián sacó la verga, del agujero salió un potente chorro de semen, provocado por las contracciones musculares de la concha.

Ella cayó sobre la cama y siguió pajeándose, disfrutando de una segunda ola orgásmica. El semen siguió fluyendo hacia el exterior de su agujero. Julián fue en busca de la cámara, quería guardarse el recuerdo para siempre. Sacó fotos de la vagina, pensando en que las pondría de fondo de pantalla: “La vez que le llené la concha de leche a mamá”. Estaba orgulloso con su tarea, y él no era el único.

—¡Eso fue extraordinario! —Exclamó Diana, sin moverse.

—¿No te parece que fue mucho?

—No sé... ahora no quiero pensar en eso. Dejemos las cosas como estás. Pasó y me gustó. Ya fue.

—Sí, ya fue.

—Tenés una pija muy linda. Casi tan linda como la de tus amigos.

—La puta que te parió.

Diana comenzó a reírse a carcajadas. Julián se le unió cuando entendió que ella solo le había hecho una broma. Al fin y al cabo Diana había confesado que la verga de su hijo la calentaba más que dos pijas a la vez.

—2—

Cuando Julián se quedó solo en su cuarto, ya satisfecho y con la verga dormida, pensó en todo lo que había ocurrido. Su madre había hecho eso que él tanto temió: Se cogió a sus amigos. No había vuelto a ver a Lucho y Esteban desde el día en que discutió con Diana y se fue a caminar solo por las calles de la ciudad. No sabía si volvería a reunirse con sus amigos. Le llenaba de rabia que alguno de ellos le dedicara una sonrisa socarrona y dijera algo como: “Qué buena concha que tiene tu mamá”. “Tiene mucho talento para chupar vergas”. “¿Sabés cuántas pijas pasaron por tu vieja?”. “Grita como una puta, cuando se la cogen”.

No, definitivamente no volvería a llamarlos. O tal vez sí, algún día... dentro de muchos años. Cuando pudiera asimilar que ellos habían tenido vía libre para disfrutar de los placeres sexuales que a su madre tanto le gustaba brindar.

Sin embargo no podía estar enojada con ella. Al fin y al cabo... se la había cogido. Una descarga eléctrica le recorrió el cuerpo. Se había cogido a su propia madre. Había cumplido esa fantasía que lo torturó desde las primeras sesiones de fotos, y todo fue gracias a que Diana le mostró el video grabado por Lucho y Esteban. Ese fue el precio que Julián tuvo que pagar, para poder cumplir su fantasía. Y lo había hecho. No podía darse el lujo de enojarse con su madre. Eso arruinaría todo lo conseguido.

Se prometió a sí mismo que, sin importar cuánto le molestara todo el asunto de Lucho y Esteban, nunca se lo echaría en cara a su madre. Quería descubrir hasta qué punto llegaría su relación con Diana, si es que seguían teniendo momentos tan sexuales como éste.

—3—

Unos días más tarde la puerta del dormitorio de Diana se abrió lentamente, ella estaba acostada en la cama, vistiendo un corto camisón que apenas le cubría las tetas y la concha. Apagó el televisor porque sabía que si Julián entraba de esa manera era porque quería decirle algo importante.

—¿Qué pasa? —Preguntó ella.

—Te quiero comentar algo —dijo él, con cierta timidez. Entró al cuarto y se sentó en el borde de la cama. Instintivamente sus ojos se posaron en los labios vaginales de Diana, ella no se molestó en cerrar las piernas—. Es sobre el video con Lucho y Esteban.

—¿Seguís enojado por eso?

—No, ya se me pasó... creo.

—Bueno, yo no te creo.

—De todas maneras no quiero hablar de eso. Es sobre otra cosa... relacionada al video.

—¿Qué cosa?

—Se lo mandé a los alemanes —Diana abrió mucho los ojos—. Esperá... antes de que te enojes...

En ese momento la rubia empezó a reírse a carcajadas, Julián no entendía nada, la miró y se rascó la cabeza, confundido, como un chimpancé frente a un espejo.

—No estoy enojada —dijo Diana, cuando dejó de reírse—. Pero sí me sorprende mucho. Yo también pensé en mandarle ese video a la empresa alemana... y compartir las ganancias con Lucho y Esteban; no lo hice porque creí que te ibas a enojar.

—¡De compartir las ganancias ni hablar! Se cogieron a mi mamá... ahí tienen una recompensa más que generosa. No les pienso dar ni un centavo, y si algún día se enteran que vendí el video, les voy a decir lo mismo que te dije a vos: Ya fueron recompensados, y con creces. Ellos nunca en su puta vida podrían haber cogido con una mujer como vos.

—Pero lo hicieron.

—Porque sos una puta. —Diana volvió a reírse—. En fin, no quiero terminar peleando. Lo que quería decirte es que a los alemanes les encantó el video, a pesar de que está re mal grabado... y con un celular. Dicen que eso lo hace parecer más real y que a mucha gente le gusta ver videos así.

—Porque es real. Me cogieron en serio, yo no estaba actuando.

—Eso también lo dijeron los alemanes. Te notaron mucho más suelta que en veces anteriores. Nos pagaron un montón por el video y me aseguraron que si tengo más como ese, puede que hasta nos paguen mejor.

—¿En serio? —Diana se sentó en la cama y mostró una radiante sonrisa—. Esa es una excelente noticia, porque tenemos otro video así... el que grabé con Daniel y su amigo.

—Sí, en eso mismo estaba pensando. Ese video lo tenés vos. ¿Se lo puedo mandar a los alemanes?

—Mmm... no sé, a Daniel no le tenemos tanta confianza como para decirle que no va a cobrar nada por aparecer en uno de esos videos. Pero puedo hablar con él. Le voy a preguntar de qué forma podemos arreglar el asunto económico. Voy a usar todos mis encantos —dijo, guiñando un ojo—. Quién sabe, tal vez hasta esté dispuesto a hacerlo gratis.

—Puede ser... yo en su lugar lo haría sin cobrar. Vos sos una mujer muy hermosa.

—Gracias... y me sorprende ver tu... madurez, si es que lo puedo llamar así. Pensé que estabas tan enojado por lo que hice con Lucho y Esteban que jamás hubieras aceptado venderle el video a los alemanes.

—Si esos dos pajeros se cogieron a mi mamá, al menos puedo intentar sacar un beneficio de eso. De esta manera me jode menos. Cuando vi lo que nos pagaron, se me pasó el enojo al toque.

—¿Tanto pagaron?

—Sí, mucho más que todo lo que nos venían pagando hasta el momento.

—¡Genial! —Ella se acercó a su hijo y le dio un fuerte abrazo, aplastando las tetas contra su pecho—. Y te recuerdo que sacaste doble beneficio de ese video... porque bien que me metiste la pija mientras lo mirábamos. —Lo dijo con una sonrisa picarona, para que él pudiera entender que no había queja alguna en sus palabras.

—Eso es cierto.

—Me alegra saber que nuestro negocio sigue mejorando y que nos estemos llevando tan bien. Tenemos que hacer algo especial, para celebrar.

—¿Algo como qué?

—Todavía no sé, dejame pensar un par de días y te cuento.

—Está bien.

Diana volvió a encender el televisor y Julián volvió a su cuarto, a masturbarse mientras pensaba en su madre. Por su cabeza daban vuelta mil ideas ¿de qué forma celebrarían las nuevas ganancias? No tenía idea, pero confiaba que a su madre se le ocurriría algo que valiera la pena.

Para estimular su mente Julián utilizó las fotos que había sacado con su pija dentro de la concha de Diana, eran muchas y la mayoría fueron parte de una mera actuación; pero ahora tenían otro significado. Había conseguido cogérsela y en eso pensaría cada vez que viera alguna de esas fotos. “Ya no es una mera actuación, es real”, pensó, mientras se pajeaba.

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