Mi Esposa y Mi Amigo 01

Historia Información
El comienzo de una historia caliente de una pareja abierta.
2.2k palabras
1.7k
00

Parte 1 de la serie de 3 partes

Actualizado 06/12/2023
Creado 01/17/2023
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Estoy casado desde hace cuatro años con Lorena, una morocha hermosa con un cuerpo espectacular, en especial una cola redonda que es la admiración de todos los que la conocen.

El sexo con ella era hasta ese momento normal, tradicional y aburrido inclusive.

Las historias que imaginaba para masturbarme siempre rondaban en la infidelidad de mi esposa. Me excitaba terriblemente pensar que alguien le pedía hacerle la cola y que ella se la entregaba con gusto, cosa que ni siquiera a mi me la había dado. Con el tiempo eso se transformó en una obsesión, a tal punto que cuando estaba con ella y notaba que alguien le miraba el culo, tenía una erección solamente fantaseando como ese tipo la podía coger.

Así trascurrían nuestros días hasta ese sábado que cambió nuestras vidas para siempre.

Ese día nos levantamos temprano, Lorena salió para el gimnasio y yo llevé mi auto a arreglar al taller de Carlos, vecino y amigo de la adolescencia.

Carlos tenía mi edad, era un tipo extremadamente fornido y aunque tenía aspecto de una persona un poco ruda, siempre había sido muy amable con mi esposa y conmigo.

- Que pasa que hay tanta gente?, le pregunté

- Es que tengo un poco de trabajo acumulado, pero no te hagas problema, lo reviso y cuando cierro al mediodía te lo alcanzo a tu casa, así de paso saludo a tu mujer, me dijo mientras sonreía.

Le agradecí, un poco sorprendido por la mención de Lorena.

Mientras caminaba hacia mi casa sospeché que Carlos le tenía ganas a mi esposa y fue entonces que en vez de enojarme, me imaginé a ella mostrándole la colita desnuda y eso me excitó terriblemente, al punto que empecé a sentir una fuerte erección.

Al llegar a casa me tiré en la cama y me masturbé frenéticamente imaginando como Carlos con una actitud brutal le destrozaba el culo a mi esposa y además, a ella le gustaba.

Pero noté que no había sido como otras veces, no me había calmado. La idea me había gustado demasiado, tenía que hacer que eso pasara en la realidad y yo pudiera verlo en vivo.

Como un juego empecé a planear cómo hacerlo. Imagine miles de formas, lo que me ponía cada vez más caliente. Interiormente sabía que no me iba a animar a hacer nada, pero me excitaba pensarlo.

Al mediodía tocó el timbre Carlos para entregarme el auto. Sin pensarlo, lo invite a pasar y a tomar algo para agradecerle el favor. Sabía que Lorena llegaría en cualquier momento con sus calzas de gimnasia y quería ver su cara de deseo cuando la viera.

Carlos se sentó en un sillón del living, preguntando por mi esposa, a lo que respondí que estaba por llegar. Entonces comentó:

- No te molesta que la espere y que la vea, me dijo riéndose

No dije nada, solo me sonreí. Eso lo animo a seguir.

- Porque la verdad, no lo tomes a mal, pero tu mujer tiene un culo infernal, da gusto mirarlo, dijo cesando con su amabilidad y dejando aflorar su lado más rudo.

Una reacción normal hubiera sido de bronca y echarlo de mi casa por desubicado, pero no, en vez de eso, me calentó tanto escucharlo que me produjo una erección inmediata. Por mi silencio y expresión se dio cuenta que tenía vía libre para seguir.

- Y a ella le debe gustar mostrarlo, porque siempre anda caminando con el culito parado.

- Que suerte la tuya de meterla en ese culo, prosiguió

- Porque ese culo se lo estás haciendo bien, no?, se rió.

- No, a ella no le gusta. Le respondí.

- Cómo no le va a gustar, flaco, a todas las minas le gusta por el orto, no te puedo creer que no se lo partiste todavía. Yo soy un especialista en romper culos, cuando quieras una mano me avisas y listo, dijo riendo.

Apenas terminó de decir esto apareció Lorena en la puerta, que mostró sorpresa en su cara al ver a Carlos, pero noté que no le disgustaba, ya que se acercó sonriendo a saludarlo.

Carlos la miró detenidamente de arriba a abajo. No era para menos. Estaba vestida solo con una remera blanca y con unas calzas bien ajustadas que le marcaban terriblemente la cola.

- Voy a servirme algo de tomar que estoy muerta de sed, dijo mientras se dirigía hacia la cocina moviendo sensualmente la cola.

- Cómo me calienta ese culo, me dijo por lo bajo Carlos mientras la miraba alejarse.

- Te calienta que me guste ese culo, no? Me preguntó intuyendo lo que me pasaba. No dije palabra, solo asentí con la cabeza. Ya estaba entregado. La calentura era muy fuerte.

- Te gustaría ver cómo le rompo el culito a tu mujercita?

Volví a asentir.

En ese momento volvió Lorena y se sentó en el brazo de mi sillón, preguntando inocentemente de qué hablábamos.

Carlos me miró fijo y muy sueltamente le respondió.

- De tu cola.

Lorena me miró desconcertada mientras se sonrojaba.

- No te pongas mal nena, solamente le decía a tu esposo que tu cola es espectacular.

Yo a esa altura era simplemente un espectador. No podía decir nada.

- No te enojes pero me decía tu esposo que todavía es virgen esa cola, te parece que podría dolerte que te la hicieran? Siguió Carlos.

- Si, dijo ella, con una expresión en la cara un poco excitada.

- Perdón, si te molesta que hablemos del tema lo dejamos acá. A tu marido se nota que le gusta, dijo, mientras se acercaba a mí y me levantaba la remera que tapaba mi erección dentro del pantalón.

Había hecho una buena jugada. Poniéndome en evidencia le daba vía libre a mi Lorena para decidir por ella si continuaba con el jueguito.

Se hizo un silencio nervioso. Los dos miramos a mi esposa, ella miraba mi erección.

- No está bien, no me molesta. Contestó ella mientras ponía su mano sobre mi pantalón.

- Te puedo asegurar que haciéndolo bien no duele, al contrario te va a gustar. Le decía a tu marido que gracias a la experiencia que me dan los años soy un especialista en abrir colas vírgenes. Dijo Carlos acariciándose ya sin disimulo su miembro por arriba del pantalón.

Como sentí que Lorena ya no podía hablar de la calentura que tenía, así que decidí intervenir.

- Es que tiene el hoyito muy chiquito, dije.

- A ver nena, dejame ver ese culo divino, dijo Carlos.

Lorena camino unos pasos y, de espaldas a nosotros, comenzó a bajarse las calzas.

- Que pedazo de culo tiene tu mujer, y me parece que tiene ganas que alguien se lo rompa... Sacate toda la ropita y mostrame bien ese orto, nena, le ordenó Carlos.

Note que Lorena parecía asustada por la forma agresiva en que él se lo ordenaba. Me miró como buscando ayuda. Pensé en parar todo pero el cuerpo me pedía más, así que le hice un gesto para que continuara.

Entonces ella se quitó las zapatillas y siempre de espaldas a nosotros se sacó las calzas, dejando ver una diminuta tanga blanca metida en la raja de su cola.

En un segundo Carlos estaba detrás de ella, con su enorme y dura verga en la mano. Yo me puse de frente para no perderme nada, mientras me masturbaba a un ritmo frenético.

- Nena, mira cómo se hace la paja tu marido, se ve que le gusta que seas una putita y que te dejes romper el culo por otro hombre, un hombre verdadero.

Lorena dio vuelta la cara para mirarnos y se mordió el labio inferior. Carlos empezó a manosearle el culo. Yo trataba de aguantar a no acabar.

- Que culo duro nena, decime la verdad, de veras está virgen? Le preguntó mientras le metía un dedo en el hoyito.

Lorena dejó escapar un grito de sorpresa.

- A tu marido le podrás mentir pero a mi no, este culito ya está muy abierto para ser virgen, mientras le insertaba un segundo dedo.

Lorena me buscó con la mirada y dijo lo que nunca imaginaría.

- Perdoname.

- Ah, pero que puta resultaste, así que no le entregabas el culito a tu marido pero ya te lo rompieron otros por ahí. Le dijo Carlos, mientras seguía metiendo y sacando los dedos a un ritmo infernal.

Yo estaba sorprendido de no estar enojado. Al contrario, me excitaba la idea de saber que era un cornudo y que el culo de Lorena no era virgen.

- Vamos al dormitorio nena, quiero romperte ese culo ya mismo, dijo Carlos.

Cuando llegamos arriba le ordenó a Lorena que se pusiera en cuatro patas sobre la cama.

Lorena se aacostó boca abajo, escondiendo la cara en la almohada. Carlos se arrodilló detrás de ella y me pidió algo para lubricarle el ano.

Del baño traje un pote gel lubricante y Carlos se dedicó a untarle el estrecho hoyito de mi esposa y la gruesa cabeza de su verga.

- Pedime por favor que le abra el culito a tu mujer, me dijo socarronamente mientras le golpeaba las nalgas con esa enorme verga.

Yo no decía nada.

- Nena, hasta que tu marido no me lo pida no te la meto, continuó.

Lorena me miró suplicante y dijo, por favor, pedile.

- Dale Carlos, hacele la cola a mi mujer por favor.

Entonces vi como le metía esa gigantesca pija en el culo de mi esposa hasta casi la mitad. Ella pegó un grito agudo y trató de escaparse hacia adelante, pero Carlos la sostuvo por los hombros y la dejó inmóvil, mientras empujaba contra las caderas de Lorena y le metía totalmente su dura verga hasta el fondo. Ella entonces dio otro fuerte alarido de dolor, pero luego comenzó a hamacarse, mientras parecía gozar de la brutal penetración. Carlos le entraba con todo, sin demostrar piedad. Rebotaba en la redonda cola de ella. La tomó por las tetas, mientras la atraía hacia él. Era un verdadero animal cogiendo. Lorena solamente gemía entrecortadamente, dando de vez en cuando algún pequeño grito de dolor.

La tortura continuó por varios minutos, hasta que sorpresivamente vi que mi esposa levantaba la cabeza y comenzaba a temblar mientras dejaba escapar un prolongado gemido, señal de que había alcanzado un terrible orgasmo.

Carlos seguía bombeándola con todo, Lorena había metido la cara en la almohada y continuaba gimiendo ante tan brutales embestidas.

- Parece que la putita de tu mujer está gozando bastante de como le rompo el culo, no? Preguntó riendo socarronamente.

Ella asintió con la cabeza mientras me miraba con una cara de deseo incontrolable, gemía suavemente y parecía estar al borde de las lágrimas.

Carlos de repente le sacó la enorme verga del culo y sin decir palabra le apuntó a la entrada de la vagina, que se veía brillante y lubricada después del orgasmo de Lorena. Otra vez la penetró brutalmente, sin hacer caso a los gritos de dolor que daba mi esposa ante tan sorpresiva intrusión. Al principio se quejaba porque evidentemente le dolía, pero enseguida comenzó a gozar con esa gigantesca pija enterrada a fondo, dando suspiros y gemidos más prolongados, mientras me miraba con una increíble expresión de lujuria y placer .

Mi amigo me preguntó si me gustaba como la estaba cogiendo a mi esposa y yo le pedí que no se detuviera, que la hiciera gozar como a la perra que realmente era. Carlos rió sonoramente y aferró a Lorena por las caderas, dándole un ritmo infernal a sus embestidas, provocándole a ella cada vez más aullidos de placer. Luego de unos minutos el hijo de puta volvió a sodomizarla, mientras disfrutaba de los alaridos de dolor que volvía a provocarle a mi mujer.

No recuerdo cuanto tiempo habrá pasado, pero Lorena tuvo al menos otros tres orgasmos mientras le rompían el culo. Carlos era de hierro. No había acabado nunca y la tenía tan dura como al principio. Yo por mi parte, ya había acabado dos veces mientras los miraba y me masturbaba cerca de la cama.

Finalmente Carlos arqueó su espalda y miró hacia el techo con la boca abierta sin poder gritar, permaneciendo quieto y sosteniendo firmemente la cola de Lorena contra él, mientras le vaciaba todo su semen en el interior del delicado cuerpo de mi mujercita.

Se dejó caer sobre la espalda de Lorena, todavía con su gran verga enterrada en el culo de ella, mientras jadeaba pesadamente tratando de recuperaba la respiración. Luego se fue retirando despacio, riéndose al ver como su pija todavía dura chorreaba semen sobre la castigada cola de Lorena.

Carlos se vistió sin apuro y se fue satisfecho, con la promesa de volver con algún amigo para pasar toda una noche y enfiestar a Lorena, diciendo que yo solamente podría participar como testigo de lo que iban a hacerle entre los dos.

Yo me quedé sentado en la cama junto a mi esposa, que todavía temblaba sacudida por sus intensos orgasmos, mientras poco a poco iba recuperando la respiración. Los dos tratábamos de entender cómo habíamos llegado a esa situación tan descontrolada, pero no lo terminábamos de comprender. Lo peor de todo es que Lorena me confesó que ya estaba pensando en una próxima visita de Carlos y no podía evitar excitarse. Pero eso es otra historia.

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