Siempre Esclavo

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- Esclavo, ahora quiero que muevas tu trasero. Quiero ver como mueves la cola.

Me ordena la señora una vez que deja manipular el objeto.

Una mano aún sostiene mi pene desde el glande, y yo obedezco moviendo como puedo las caderas de un lado a otro. Las risas invaden la habitación con cada movimiento. Humillado simulo el movimiento de un perro alegre. El mango que sobresale de mi culo ladea de un lado a otro y la bola rueda sin salirse dentro de mi.

- A que es encantador?.

Lee lo afirma y me da unas palmadas de animo exclamando vamos.

La sensación de chispa como si de la mano saliera corriente, me llena de excitación. Siento la humedad de mi miembro resbalarse entre sus dedos. Temo eyacular y bajo la intensidad de mi movimiento. Pronto lo suelta y me doy cuenta de que fue la señora quien manipulaba mi pene en cuanto se limpia las manos sobre mi espalda....

- Ahora enserio, vamos a dejarlo por hoy Lee. Y tu, esclavo, no te muevas y procura mantener la cola. Cuando mi hija vea la sorpresa espero de ti una erección. Entendido?. Así que procura mantenerte atento.

- Uff, mucho no queda señora Miranda.

- Pues si ya debería de volver. Vamos a dejar la habitación cerrada.

Una vez que cierran la puerta me quedo solo.

Solo vuelvo a mis recuerdos de la visita de la señora Miranda. Después de que enseñó mi nuevo atuendo a mi ama y hacer que me lo probara, me sentí especial. Mi erección volvió casi de inmediato cuando llevaba su collar. Era como si aceptara el cambio a pesar de todo. Miranda es atractiva, me gusta y puede que la pérdida predicada de Minerva sea menos dolorosa desde entonces. Miranda me dejó lamer sus botines mientras seguía informando a mi ama de mi nueva vida. Lamía las suciedades de la calle de su planta con una devoción que incluso sorprendía a Minerva. Creo que desde ese momento ella entendió com más seguridad que era una gran decisión. Era lo mejor para mi y a su vez Miranda se sentía satisfecha.

Con ese recuerdo en sus botines mantengo la erección más firme....

Puedo oír los pasos de Lee bajando las escaleras por las que subimos y la de los tacos de la señora que no abandona la planta. Esta última llama a su esclavo. Parece que entra a otra habitación y como si se arrastraran de rodillas alguien gatea con la señora. Debe de ser su esclavo aunque solo oigo hablar a la señora mandándolo a seguirla. Pasan cerca de mi encierro y siguen a lo que ella llama su despacho. Ese rastreo de rodillas y manos y los golpes metálicos es lo único que oigo del supuesto esclavo que no dice ninguna palabra.

Una vez que se alejan ya no se oye mas que los golpes de platos o cacerolas desde la cocina en la planta baja. Lee debe de estar preparando el almuerzo.

Solo ante la incertidumbre espero impaciente a conocer a mi nueva dueña. Con una limitada visión busco fijarme de nuevo de la foto de la mesita de noche. Esa adolescente va ser quien marque mi destino. Como será?. Quien es?. Y como es que voy a ser su mascota. Excitado mantengo esa idea fija más los recuerdos.

La vergüenza poco a poco va desapareciendo y aunque no cabe mas humillación, muevo por mi cuenta mis nalgas tras descubrir placer en mi próstata. Siento como si orinara sin poder contenerme. Un cosquilleo a lo largo de mi erección me deja como drogado. Temo derramar semen sin ese empuje de un orgasmo completo. Viro la cabeza hacia atrás y veo como una antena de goma sale con una semi curva hacia arriba. A cada movimiento esta ladea de un lado a otro. Esta bien conectado a mi ano en mi interior y no se sale. Esta solo resbala dentro de mi. La bola curiosamente me da un placer diferente al que había experimentado con los lápices, bolígrafos y dedos introducidos en alguna ocasión por Minerva. Fueron contadas las veces esas penetraciones para burlarse de mi ante alguna visita de sus amigas. Tampoco es que este acostumbrado a ello. Sin embargo la bola entró con facilidad y no siento las mismas molestias.

Ahora tengo que centrarme en permanecer excitado. Con pulsaciones golpeo la erección al plástico. Ladeó la cola y me fijo como puedo a esa fotografía.

Oigo voces en la planta baja!.

Puede que haya pasado una hora, no estoy seguro. Se pronuncia una voz mas dulce en una conversación con Lee pero no consigo apenas entender lo que dicen. Mas claro son los pasos a los que se suman los de la señora bajando a la planta baja. Ahora son tres entre risas y la voz dulce dando novedades de su aventura por la mañana.

Con el nerviosismo voy perdiendo mi erección. Mi vergüenza aumenta al mismo tiempo que que se oye dos pares de calzados subiendo las escaleras... Dios mío están subiendo!!!

- Mama, que clase de sorpresa me tienes en mi habitación?

- Abre la puerta.

El pánico se apodera de mi.

La puerta se abre...

- Por Dios!

La exclamación de la joven me asusta y tiemblo de miedo. No puedo mantener la erección. Maria Miranda se acerca a mi costado y me da una palmada al trasero. Por lo que me recuerda que debo mover la cola enchufada. Yurena sorprendida de tal aberración no puede contener una carcajada al verme moviendo el trasero de un lado para otro a pesar de mi vergüenza.

Los hilos de inicio de una eyaculación denegada salpican con el movimiento y sorprendido noto mi pene de vuelta a endurecer a pesar de mi rubor. Es extraño pero casi sin voluntad la sangre llena mi miembro.

- Y bien, que te parece tu nuevo esclavo?.

- Es una broma?. De donde lo sacaste?.

Como si tuviera dos colas... Goma y carne golpeando de una nalga a otra. Puedo sentir esas gotas en las zonas sin forrar de mi piel mientras escucho como Miranda cuenta mi destino.

- Realmente te sorprende que existan mas hombres dispuestos a ser esclavos reales?. No pequeña...

Toma en su mano mis testículos. Y sigue explicándose...

- Eso si, dar con uno mas joven me ha costado. He visitado clubes bdsm , chats y algunas amigas especiales y todo lo que encontraba era viejos fofos, y temporeros. Todos mayores incluso que mi esclavo. Hasta que di con Minerva...

La madre sigue contando mi historia mientras hace pequeños aprietos en mis bolas y mis movimientos bajan en intensidad por el cansancio, aunque la excitación va en aumento a su favor.

Yurena se da cuenta de mi dureza mientras escucha a su madre. Puedo sentir su fijación. Tímidamente se acerca y toma de mi loma la cadena suelta que dejaron en su momento Lee y la señora. Lo estira y lo aprueba. Luego lo deja sobre la cama, y es cuando tengo contacto visual de una chica muy atractiva.

Su pelo suelto tapa en ese momento medio rostro. Su silueta delgada se mueve a mi costado derecho y... Su mano se apoya por encima de mis cachetes anales.

- Yurena, no te parece encantador?. Tienes a tu servicio un esclavo. Ya no tendrás que jugar o atormentar a mi esclavo. Ahora tienes la oportunidad de aceptar a este para lo que quieras.

- Mama, tampoco es que me hiciera falta...

- Por que no?. Tu prima Samanta ya tiene 2 voluntarios para servirla. Y tu tienes un 24/7 como pocas en nuestra familia. Tu tía Claudia, Fátima y yo somos las únicas en gozar de un esclavo real como este.

Los dedos de Yurena dibuja círculos sobre mis nalgas mientras razona..

- Hasta que punto es real?

-Bueno, tampoco es que sea algo legal. Pero este esclavo no tiene nada mas, que lo que tu le puedas dar. Míralo, totalmente depende de tu aceptación.

- Lo conoces?

- De el nada debes saber mas que ya lleva mas de un año arrastrándose en la esclavitud por deseo suyo. Tócalo...

Pronto los dedos de Yurena caminan hasta mis pelotas...

- Lo único que te pido es que no tengas ninguna relación con el esclavo. Las normas van a ser igual que con mi esclavo. Ya sabes, el silencio del esclavo. El no es ninguna persona, es solo un objeto de uso. Orden y uso, me entiendes verdad?...

- Ya mamá, lo se.

Siento como sus finos dedos juegan dibujando círculos en la piel prensada de mis testículos.

- Puedo abrir mi regalo, entonces?

-Por su puesto.

Pronto siento que alguien tira de la cinta y esta se desata con facilidad. Yurena va en busca de unas tijeras de su cómoda, luego vuelve y corta con mucho cuidado el plástico desde mis manos hasta la loma, cabeza, y por último los pies.

Extraño sentimiento de libertad por unos segundos hasta que la vi cerca. Bajo rápido la cabeza con esa imagen grabada en mi cabeza... Casi me ve mirándola a los ojos. No se enfada, pero toma mi mentón y lo dirige hacia su visión.

No dice nada... Un leve cachete y se burla de mi vergüenza. Su Madre tras mía me da un golpe de mano contra mi culo y...

- Bájate de la mesa!

Me ordena.

Al suelo y a gatas me quedo tan pronto como Yurena se sienta sobre su cama.

Unas largas piernas y modeladas se muestran sin mas prenda que sus mini shorts vaquero. El calzado son unas deportivas y los alza hasta mi rostro abatido.

Se lo que debo hacer. Con la lengua lamo la tela y cuero de su calzado en compañía de las risas de ambas. De repente la señora tiene prisa...

- Bueno, es todo tuyo. Tengo que terminar los presupuesto para esta tarde.

-Vas a salir luego?

-Si hija, tengo que pasarme por la oficina de nuevo. Pero eso después de comer.

- Bien. Pero no me vallas a tardar para la fiesta.

- Es solo llevar un documento. No te preocupes hija.

María Miranda sale de la habitación.

Pronto deja caer su pie en alza al suelo y lo sigo. Lamo y lamo con tímidos besos esas deportivas como si me escondiera en ellos. Luego ella se inclina y toma la cola de mi enchufe y lo tira hacia fuera. Poco a poco la pelota se sale de mi ano hasta que la suelta. No se por que, ni que motivación a pesar de mi vergüenza, consigue que mueva mi trasero como ya hacía antes para agradarla. La pelota que estaba casi hacia fuera se cae y pierdo el enchufe. Cae la cola al suelo y Yurena me reprende sin tener culpa...

- Uy, mal empiezas.

Una nalgada y coge la cola del suelo. Luego se inclina y me lo vuelve a introducir con brusquedad.

Se levanta y....

Clic! Engancha la cadena a mi collar.

- Vamos a dar un paseo.

Gateo tras mi nueva dueña hasta una entrada de grandes arcos que da con una especie de balcón gigantesco. Es como un gran patio donde asomarse a los jardines pero a un nivel mas alto. Se siente agradable fuera sin mas techo que el cielo. La brisa seca mis sudores mientras mantengo la distancia cual me permita la correa de mi cuello. El andar de Yurena decidida y firme me obliga dejar de gatear con las rodillas y usar mis pies y manos para no ahorcarme con los tirones. El mango firme en su mano y la cadena que brilla los reflejos del sol para encandilarme, hace que sea mejor mirar el suelo y sus deportivas por delante marcando el rumbo. A cada paso me doy cuenta de la seguridad que me da mirar sus pies. La mirada baja en ellos me permite esconderme ante la vergüenza. Es un arma para evadir su azoramiento verbal. Ella me trata como un animal y no parece fingir esos gestos. Es como... si, lo confirma. Esta convencida de que soy su perro.

Pasos lentos, pasos largos, se detiene, y me acaricia la loma. Pero en una de esas veces se pone en cuclillas y busca mis pelotas por debajo de la cola de goma. Su caricia pasa como una corriente que me paraliza. Consigue buscar mi atención y de forma automática jadeo. Yo mismo entro en una fase en el que me entrego. Ya no es un juego mas en el apartamento de Minerva, ahora es diferente. Toda mi persona es aniquilada por la naturalidad con la que me trata mi nueva dueña. Esa naturalidad convencida en la que realmente soy su mascota. Anulado como humano su adiestramiento me lleva a convencerme de mis nuevos deberes sin derechos. Su tacto lo afirma, esa caricia es el reconocimiento de que lo estoy haciendo bien. Este es el camino que debo seguir.

Damos vueltas por el patio. Comprueba cada paso que doy y corrige los defectos. Su actitud es una mezcla de dulzura y firmeza. Una personalidad agridulce en la que no me sorprende algunas patadas a mi costado. Pero lo peor viene...

Se vuelve a poner en cuclillas, y en vez de acariciar mis pelotas, los toma. El dolor viene cuando aprieta la base y con la otra mano da palmadas sobre el. La tranquilidad del entorno se rompe por los gemidos de queja.

No emito ninguna palabra. Los gemidos cambian de tono según el placer y el dolor. Yurena no solo conoce mi cuerpo y comportamiento como mascota suya, si no también consigue entender mi lenguaje. A cada paso juega con ellos. Mis sentimientos no son mas que gestos de reflejo manejados a su antojo.

- Abajo!

Mi barbilla toca el suelo con mis manos a cada lado. Las rodillas al suelo con el culo en alza y moviendo la cola de goma.

- Aquí! (Dice golpeándose su muslo por un lado).

Rápido sin margen de duda mi costado roza la piel de sus piernas. A gatas y a la espera del tirón de la correa para andar.

- Arriba!

Entonces levanto las manos del suelo y me quedo de rodillas con los codos y las manos recogidos. La erección firme a la vista le arranca una sonrisa.

Plas! Una patada en mis partes y...

- Lame!

Me esfuerzo en no quejarme del dolor y lamo sus deportivas por el empeine. Tal manera que encuentro el alivio y desahogo en ellas. Ya no solo me escondo de temor y vergüenza, ahora siento alivio para el dolor en mis genitales. Es increíble... Pero me apetece seguir moviendo la cola de goma. Ya las risas de mi dueña no me detiene. Mi mente se pervierte en sus pies y no veo el momento de arrancar la tela y el cuero de su calzado y tocar, palpar y oler sus pies al desnudo. Solo hay un ligero olor, pero se mezcla. Necesito mas de ella...

- Ya, yaa! Vamos!.

Creo que llega molestarle tanto entusiasmo.

El tiro de la correa me da otra vuelta por el patio dibujando un círculo de mi jugo sexual por los suelos. El hilo seminal no termina de cortarse de mi glande, y se forman estelas de excitación como una araña soltando su tela. Yurena no atiende, no lo ve. Ella sigue su andar y volvemos al interior por los grandes arcos.

Mis gemidos hacen ecos en el interior de la casa hasta que me devuelve a su habitación.Luego entramos a otra puerta... Su baño de alcoba.

- Abajo!

Barbilla al suelo y espero...

Ella sale del baño a su habitación coloca o recoge algo.

Cuando vuelve la espero moviendo la cola para agradarla y a la vez decir le que estoy orgulloso de ser su mascota.

Una patada de su pie tras mía me supone que va descalza. Mi visión solo da a la base de un bidé y por desgracia no los veo. Mierda! creo que se esta desvistiendo. Movería el trasero pero la patada ya me advirtió.

Se oye caer al suelo su mini jeans, la camiseta...

Da unos pasos de un lado a otro y me sigue ignorando.

Me enfado con migo mismo por quedarme en esta posición mirando hacia el puto bidé. Podría haber sido mas listo y cumplir su orden mirando hacia el lado contrario. Dios!, no lo supuse...

Mi dueña se mete en la ducha.

Oigo ya el agua caer y la corredera no se ha oído cerrar. ¿Por que no tendré un ojo en el culo?.

A pesar de mi presencia ridícula con la cola de goma apuntando el techo, mis pelotas con la base de plata asomando, y mi pene decayendo de mi barriga hasta apuntar el suelo con los hilos pegajosos... Me ignora. .... Me ignora!

Es cuando la ducha termina cuando me dice:

- En espera a mi habitación!

Esperaba algo mas de mi cuando estuve a la espera en su baño. Pero la prisa condicionó mi supuestas funciones por lo cual posiblemente no fui necesario para ella más que para esperar mirando la base del bidé.

Salgo a gatas a su habitación y no tardo en verla salir de la ducha con una toalla en sus mano. Mi baja mirada alcanza apenas el final de su toalla y a sus húmedos pies sobre el suelo. No me atrevo mirar mas alto. Con una furiosa erección espero con la barbilla sobre el suelo para tener más visión de ella más alto que sus rodillas sin que se note mi rostro subir. Una sensación rara y desconcertante acompaña mi posición de espera. Me siento extraño, no se que esperar ante tal degradación. Yurena es muy joven y no tengo la misma sensación de protección que tenía con Minerva. Quizás su madre me cautive tanto como para dar este paso, pero no dejo de pensar en lo humillado que me siento siendo el perro de una jovencita de 18 años. Humillado pero excitado, muy excitado. Eso es lo raro.

En posición con mi barbilla al suelo veo sus lindo pies andar por los alrededores. Esto paran cuando se sienta en su cama. Los cajones se abren y salen de ellos su ropa interior. No soy tan osado como para atreverme buscar mejor visión, pero... un momento divino... unas braguitas entrando desde sus pies... subir... Y volver mi visión a sus pies. Pronto el clic de su sujetador ajustándose. Borrosa visión, pero se de unos pechos pequeños y bien formados. Su indiferencia me anima a seguir buscando mas de ella. Parece no molestarle mi presencia desnuda adorándola. Se levanta y se pone una camiseta de talla muy elevada. Una camiseta negra de los KISS que cubría casi como un camisón.

- Trae me aquellas zapatillas!.

Señala su lugar, y como si hubiera despertado de repente, gateo hasta unas chanclas de goma y negras de meter el dedo. Tomo con mis labios las tiras delgadas y con la ayuna de mis dientes consigo llevarme ambas en mi boca.

Si soy su perro, esta tiene que ser la manera.

- Buen chico!

Rió, y aprobó mi devoción cuando gateé hasta ella.

Las dejo caer ante sus pies. Y ella me mira de pié con los brazos en jarras esperando algo mas.

Con mis manos se las coloco en posición para que ella solo tenga que meter sus pies. Se los pone uno a uno ajustándose bien la cinta delgada que separa su dedo gordo del resto. Al mismo tiempo creo sentir su mirada algo mas interesada sobre mi postura. Como si estudiara mis movimientos. A pesar de las acciones simples de una chica vistiéndose, se podría notar en su pensamiento una vara de medir mi atención. Como evaluando mi disponibilidad. Y si, temo, tengo algo de miedo, pero la excitación me guía a anticiparme y me comporto como lo que soy, su esclavo. Se me puede notar las ganas de besar sus pies en sus zapatillas y el gemido ahogado de auto control. No quiero ser grosero y aguanto el deseo a pesar de ser consiente de lo humillante que resulta nuestra diferencia de edades.

Yurena sonríe y me sorprende posando su mano sobre mi cadera, concretamente sobre mis nalgas en alza. Se ha inclinado y busca ver mis genitales oprimidos por el metal del aro. Parece que le llama la atención el volumen y el color que tiene mis pelotas asomadas. Siento el dedo recorriendo la piel tensa y de repente la palma ahueca el camino hasta mi pene golpeando mi vientre.

- AGhh!

Se queja por que sintió la humedad.

Vuelve a su postura inicial con los brazos en jarra y...

- No y no , no lo pienso permitir. Eso es asqueroso. No quiero un perro así. Desde que te he visto has estado todo el tiempo empalmado. ¿En que piensas, perro asqueroso?...

Con mi barbilla al suelo gimo...

- Que asco! Ahora vamos a comer y no quiero verte así en el comedor.

Se quita una zapatilla y colocándose tras mía...

Zas! En mis testículo.

Zas! Mis nalgas y salpicones de pegajosa excitación saltan por su piso.

Zas!

- Baja esa maldita cosita! Eso es una falta de respeto.

Zas!

Lo consigue, supe aguantar mi postura para el castigo y mi erección desaparece. El dolor intenso en mis partes lo consigue.

- Vamos idiota!

Se calza su zapatilla y no me pone correa al cuello. Esta camina delante mía y yo gateo tras ella. Enseguida estamos bajando las escaleras al siguiente nivel con su andar enfadado que me preocupa. Pero nada mas llegar a la cocina sonríe...

Yurena saluda a Lee.

Lee nos ve y sonríe divertida.

Tímido y agazapado tras mi dueña veo a Lee poner los platos a una mesa sencilla. Mientras tanto que dolorido y con el sonrojo a cuesta, me es mas fácil mantener mi pene flácido, y estoy dispuesto a no parecer grosero.

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