Siempre Esclavo

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Solo cuando se sienta mi dueña, yo pego mi barbilla al suelo.

- Has pegado a tu esclavo?.

Es la voz de su madre entrando.

Tras ella su esclavo de pie y desnudo con los mismos adornos de plata que yo, pero sin el ano penetrado. Flaco y mas viejo que yo, debe rondar cerca de los cincuenta. Rapado y rasurado con una mirada sin expresión se arrodilla cuando la sra Miranda se detiene...

- Ah si... Este perro esta muy excitado. Tenía inicios de semen... No se, me repugna ver su cosa dando palmos.

Respondió su hija que me mira con asco.

- Te escuché desde la oficina. Solo te pido que midas tus fuerzas.

- Pero si a esta clase de gente le gusta que los zurren.

Se ríe en burla, Yurena.

- Una cosa es castigar y otra es dañar... Ya hemos hablado de eso.

- Siiii maaa, solo use la zapatilla.

- Y que problemas tienes con sus erecciones?

Su madre se sienta en la mesa y su esclavo que no muestra ninguna erección sigue a su lado de rodillas. Entonces le chasquea los dedos delante de su cara y este se levanta.

- Has visto los hilachos que suelta, mama?

El esclavo de la señora ya esta recogiendo los platos que Lee le ofrece. Entiendo enseguida que la señora lo mandó ayudar a Lee con la mesa.

- Si, me he dado cuenta que es muy sexual. Eso fue lo que mas me llamó la atención cuando lo conocí . Me parece interesante su capacidad de respuesta. No lo crees así?. No es maravilloso tener un esclavo lujurioso, desesperado, excitado por ti?. Mira mi esclavo....

Ambas ven al esclavo poniendo los platos en la mesa.

- Su cosita colgando sin muestra de gratitud. Si no me esta comiendo los pies no se empalma.

La señora toca su flácido pene por un rato y luego lo deja para que siga con su trabajo. Entonces me mira...

- Ven perrito!

Da palmadas a su muslo.

Me acerco y ella con un arriba me ordena a alzarme. De rodillas dejo ver mi pene flácido ante la mirada de pánico de la señora.

- Le has pegado en sus partes.

Yurena se ríe y dice...

- Un poquito... Palmadas como cuando castigas a este.

Dice mirando al esclavo que termina de poner la mesa y se arrodilla al otro lado contrario a mi de su ama.

Maria Miranda se inclina un poco y me toca la flacidez y mis testículos enrojecidos.

- Creo que te has pasado. Esto no son palmadas.

Dice enfadada mientras aprieta mis bolas en busca de una queja que no tarda en llegar en modo de gemido. Luego acaricia y acaricia consolando mi tormento pasado. Busca delante de mi dueña que le regale una erección. No se si se enfadará, pero respondo a la suavidad de los delicados dedos de su madre y mi pene se levanta apuntando fuerte a la mirada desafiante de mi dueña Yurena.

- No es tierno?

Su madre intenta buscar el lado bueno de mi repuesta.

Dibuja el largo de mi pene con su dedos. A veces araña con las uñas. Otras tapa con su índice la apertura de mi glande.

- Ay mama, mira... ya esta goteando. ¿Por que no lo dejas por hoy, que vamos a comer?

Su madre se ríe y suelta mi pene con una gota saliendo a la nada.

- Ve con tu dueña!

Con interrumpida excitación voy hasta los pies de Yurena. Mi barbilla al suelo y mi culo en alza deseando que la mano de Yurena, aunque sea de forma desinteresada, llegue a tocarme. Una caricia que me calme. Pero nada... Ambas hablan de lo ocurrido en la habitación y esta vez confiesa Yurena los golpes de zapatilla en mis genitales.

Un bol me sorprende cuando aparece de la mano de Lee. Lo planta en el suelo y me invita a comer a los pies de Yurena. Luego Lee se sienta con mis amas a comer con toda normalidad a pesar de ser la asistenta. Escucha y ríe sobre tema como una más de la familia.

Delante de mi un espeso de arroz con leche. Lo huelo y con la boca introducida lamo y trago mi alimento.

Ellas en la mesa gustan de platos deliciosos de las que solo tomo su olor. Pero el esclavo arrodillado no come, no le han puesto bol como a mi. Este tiene por norma comer de último.

Bajo la mesa veo los pies de las tres. No los pierdo de vista a pesar de la comida.

Medias semi transparentes dentro de unas zapatillas de andar por casa de punta cubierta en tela de la señora Miranda, los descalzos pies de Lee posados sobre las suecos de trabajo y el meneo de las zapatillas de mi dueña cerca. Todo un espectáculo para ir conociendo mi lugar. Se que pronto los adoraré, y ese pensamiento alimenta la devoción con mas fuerza.

El bol se acaba, en poco tiempo termino con el arroz con leche y vuelvo a la posición. Mi culo en alza menea la cola de goma buscando atención.

Las conversaciones de mis amas y Lee me borran del mapa. Nadie me mira y mi pena aumenta mas cuando veo que de vez en cuando la señora acaricia a su esclavo arrodillado. Sin embargo Yurena ni me ve. Creo incluso que incluso le molesta mis movimientos. Y si...

Zas!

Inesperadamente recibo una palmada en mi culo.

Me quedo quieto y mirando desconsolado el horizonte del piso y los pies las mujeres.

La conversación no se interrumpe con el regaño de mi dueña y volvemos a mismo punto de ignorado.

Mi pene erecto es lo único que muevo. Golpeando mi vientre y la húmeda como gotas a cada treinta segundos.

Madre e hija. Compasión y desinterés. Las diferencias de ambas se reflejan el el trato de sus esclavos. Una mira su esclavo, lo trata con mimo, lo acaricia llevándolo a su terreno de humillación mas maternal. Y la otra maltrata y priva incluso que demuestre mi excitación.

Y Lee?. Me pregunto por su respuesta al tenerme a su mercé. Por lo pronto me emboba los movimientos de sus pies desnudos entrando y saliendo de los suecos. Son mas blancos, y a pesar de ser soporte de trabajos domésticos, se ven limpios y cuidados. Las uñas sin pintar pero brillantes. Los deditos orientales recogidos y apetitosos de chupar.

Ya no solo Lee. Tengo la necesidad de buscar esos tres pares y besar y lamerlos con devoto placer. Podría ser mi calmante natural a mi desesperada situación. ¿Como puedo estar tranquilo, si no encuentro la manera de botar la carga acumulada en mis pelotas?. ¿Como es posible que el esclavo de la señora no muestre ninguna erección ante los mimos regulares de su ama?.

Mis dueñas hablan de mi inexperiencia mas que de mi potencia sexual. Hablan del autocontrol. Cada palabra de la señora es una enseñanza para su hija que escucha con atención. Pero no todo es halagos para su esclavo y falta de correcciones para mi. La madre se queja de la poca devoción que muestra su pene. Débiles corridas, retraso de sus orgasmos e impotencia ocasional. Cree que igual esta perdiendo interés. Pero su hija no lo cree así.

Yurena comenta su estado de éxtasis cuando lo tiene con ella. Y sobre todo las visitas. Ella cree que necesita mas situaciones humillantes. El esclavo pasa mucho tiempo sin su dueña y casi siempre esta con Lee trabajando con la limpieza. Pero cuando Lee lo lleva como un perrito a la piscina con sus amigos, este se vuelve mas obsceno.

En ese momento del comentario veo desde mi posición de espera bajo la mesa, una semi erección del esclavo. Ahora esta respondiendo a las desinteresadas caricias de su ama.

Van por el postre ya, y no pierdo detalle de la conversación para conocer mejor mi nuevo entorno.

Nadie salvo yo hizo caso al esclavo empalmado. Lo cierto que ahora somos ambos los excitados ante la indiferencia de nuestras amas.

El almuerzo se hace duro. Quieto, casi inmóvil espero excitado. No puedo relevar este sentimiento. Y eso es lo que mas duele. Duele mucho....

Lee se levanta, y nada mas sonar el chasquido de los dedos de Miranda, el esclavo acompaña a Lee a recoger los platos sobrantes.

Este rato del postre me lleva a recordar las primeras situaciones en público que pasé como esclavo de Minerva...

Una tarde de verano Minerva invitó a dos de sus mejores amigas, Beatriz y Marina. Nunca olvidaré ese día desde el momento que mi dueña les dio entrada al salón. Yo estaba de rodillas totalmente desnudo salvo un collar de perro esperando como un condenado a semejante humillación. Las miradas de sus invitadas de asombro y las carcajadas explosivas me derrumbaron la dignidad por completo. Tan solo Bea parecía mas experimentada con estos casos y no dudó en llamarme como un perrito a que me acercara.

Gateé tímidamente hasta ella hasta dejarme sobar el cabello con las típicas burlas de perrito bueno. Marina se mostró más incomoda y casi que se alejó.

A pesar de la vergüenza bajé mi cabeza hasta besar ambos empeines del calzado de Beatriz. Sus zapatos de tacón alto dejaban de su puntera asomar dos de sus dedos con las uñas de brillo transparente. El beso tibio cayó en el cuero sin tocar nada de su piel sin medias. Pero cuando iba a por los botines de tacón fino de Marina, esta se alejó mas de mi humillante actuación.

- Ni se te ocurra a babear me los zapatos cerdo!. Dijo asqueada.

Era mi cumpleaños y a Minerva no se le ocurrió otra cosa que regalarme esta humillación. En principio la sorpresa era compartir me con Bea, pero por motivo casual Marina se unió por curiosidad. Bea ya conocía mi situación mucho antes que su acompañante. Ella ha tenido relaciones parecidas con otros chicos y esto lo noté enseguida ese día. Lo que nunca me había visto desnudo y en acción, ya que esto se suponía que mi dueña lo iba a guardar para nosotros. Marina sin embargo nunca había pasado por esta situación aunque reconocía su morbosidad por verlo con sus propios ojos.

Mi dueña me daba suaves patadas para recordarme mi lugar al mismo tiempo que se burlaba de mi. Ella sabia que lo disfrutaba aunque me quejaba de vergüenza. Sentía que me hacía un favor y mostraba su cariño humillándome ante sus amigas. Quería liberarme de mis complejos de derrota sabiendo que lo deseaba, hasta que pronto todo lo que pasaba por mi imaginación se hacía realidad en su salón. Sus pies descalzos dando patadas a mis nalgas e incluso pisando mi nuca para que mis labios tocaran el suelo, era el símbolo de mi derrota, el de un perdedor vencido por sus enfermos deseos.

Después de tanta burlas tuve el deber de servirles vasos de cubatas y tazas de roscas, mientras las tres miraban desde los sillones la pantalla del televisor el como rodaba una película del dvd. Marina me tiraba algunas roscas al suelo distrayendo a sus amigas de la peli para reírse de mi mientras yo las comía del suelo. Este comportamiento mío hacia feliz a mi dueña y me premió con besos lejanos y su permiso para lamer sus plantas del pie sobre una mesilla. Fue entonces cuando Bea que estaba a su lado se quitó sus zapatos y los puso junto a los de mi dueña. No dudé en lamer también sus plantas.

El sabor de otros pies diferentes despertaba en mi una lujuria que despertaba mi pene con latidos. Eran otros pies bonitos con diferente olor al cuero de aquellos elegantes zapatos.

En un sillón aparte estaba Marina mirando el espectáculo que daba a cuatro patas besando y lamiendo dos pares de pies. Ella quería hacer algo, entonces se atrevió a darme una palmada en mi culo añadiendo burlas y humillaciones verbales.

Desde antes del film Bea quería tocarme pero sabiendo que soy novio de Minerva no se atrevía a pedir permiso. Las fijaciones en mi pene en semi erección no pasaron desapercibido desde el primer momento. Entonces hábilmente preguntó por mi cachondo estado. También aprovechó para acusar a Marina de su atrevimiento por darme esa nalgada. Fue una estrategia que despertó en mi ama una idea nueva para mi.

- Cerdito, estas empalmado?. Dijo mi ama vacilando.

No sabia que contestar y ruborizado la miré rogando piedad. Que le podría decir?.

Desde que mi dueña sacó sus pies de la banqueta, Bea hizo lo mismo al oír la orden de su amiga hacia mi para que me pusiera de rodillas sobre la banqueta frente a ellas.

Curiosamente mi pene se fue levantando frente a ellas en un momento el cual ni siquiera me atrevía a taparme con las manos. No se por que, pero me mantuve rígido con las manos a mis costados deseoso de sus miradas. Marina incluso rodó su sillón para verme más de cerca.

- Es como una putita deseosa de ser tocado. Le encanta este juego con migo. Pero me sorprende su comportamiento anticipado delante de vosotras.

Las risas fueron en aumento mientras que mi dueña estiró su pie derecho para tocar con sus dedos mi pene latente. Entonces Bea se hizo hacia delante dejando sus manos ansiosas de tocarme sobre sus rodillas rozando continuamente sus pantys negros con brillos. Minerva se dio cuenta y pronunció las esperadas palabras... Puedes tocarlo.

Mi pene bombeó suficiente sangre para levantarse por encima de mi pubis cuando sentí sus dedos tocando el glande. Una gota transparente se derramó sobre sus nudillos al momento.

- Le has estimulado próstata alguna vez?. Preguntó Bea.

- No, el teme que le haga daño. Sin embargo le gusta imaginar esa idea cuando vemos uno de sus vídeos en su ordenador.

- Oh bien!, Yo los he penetrado a menudo...

De repente Minerva interrumpió a Bea preguntándome...

- A ti te gusta que te den por culo?

- No... No lo se. Dije temblando.

- Te gustaría probarlo? Preguntó Bea.

- No se... Dije ruborizado.

- Es encantador. No protesta y se deja vacilar fácil. Dijo con una sonrisa tierna Bea.

Sus dedos sopesaron mis testículos mientras sus ojos marrones claros me desafiaban contra cualquier queja.

La película avanzaba sin atención mientras mi dueña reflexionaba sobre la posibilidad de penetrarme. Y es que el motivo principal de la visita de Bea era sacar nuevas ideas para nuestra relación.

El estado de ebriedad de las chicas cada vez más presentes fueron detonante para más atrevimiento con migo. Pronto fui obligado a masturbarme delante de ellas. La película ya no tenía sentido mientras actuaba con mi pene ante sonoras carcajadas. He de reconocer que esto bajó mi nivel de excitación. Me costó tiempo eyacular delante de tantos insultos y burlas.

La pesadilla finalizó con pequeños chorros de semen sobre la banqueta y el suelo y tal como me había acostumbrado con Minerva, me los tuve que tragar lamiendo mis dedos y el suelo. Solo Marina arrugó su rostro de asco.

Entonces llegó ese momento deseado. Me obligaron a darles la espalda e inclinarme hasta reposar mis manos sobre la banqueta. Mi culo hacia sus miradas de asombro y diversión fue objeto de nalgadas y dedos de mi ama separando mis carnes. Nadie quiso introducirme un dedo. Tan solo un bolígrafo fue mi primera sensación cuando se dispusieron a inspeccionarme. Fue agudo y molesto los gemidos inconforme que salieron de mi aliento. De inicio insoportable y luego incómodo sin ninguna lubricación.

La voz de mi nueva ama me saca de esos recuerdos y vuelvo al presente....

De pie, Yurena me llama perro y me ordena seguirla.

Su madre Miranda aún en la mesa recuerda unas normas y horarios a seguir que no llego a entender del todo. El caso es que Lee se presta a llevarme al jardín pero Yurena repite que lo hará ella misma. Entiendo parte de la conversación en el que parece que debo hacer mis necesidades en un horario marcado. Incluso Miranda da permiso a Lee de que se ocupe del esclavo I.

A gatas espero cerca de Yurena hasta que camina hacia las puertas de cristal abiertas. El gateo agita mi cola devolviéndome al recuerdo de mis primeras penetraciones con lápices y bolígrafos hasta que ahora luzco esta permanente cola de goma. Fueron muchas veladas con la amiga Beatriz a partir de ese recuerdo. Con el tiempo mi ano abarcó los consoladores de mi antigua dueña hasta que hoy por hoy gateo tranquilo tras los pasos de Yurena.

Embobado veo el chacoleo de sus zapatillas, el relieve de los huesos de sus tobillos, el brillo de sus talones, y sus deditos presionando a cada paso. Tengo que andar de pies y manos para alcanzarla ya que su andar ligero sin ninguna correa a mi collar me puede dejar muy alejado de ella. No hago quejas del suelo del exterior y ni del césped al momento que traspasamos una bonita piscina y atento procuro aguantar la cola en mi ano.

Tengo una gran erección y me cuesta creer que voy a orinar. Pero... a donde vamos?. Detrás de nosotros Lee camina seguida del esclavo l, pero se gira a una caseta que me hace suponer que son baños y duchas de exteriores para casas con piscina. No lo entiendo... A donde va Yurena?.

- Una norma que debes aprender. Los esclavos de esta casa tienen horarios para hacer sus necesidades y una dieta como has comprobado. No vale que nos pidas permiso para esto. Tienes un horario y debes acostumbrar tu metabolismo.

Estas palabras de Yurena me asusta. Pero recuerdo que el esclavo de su madre no ha comido aún. Hay diferencias?. Y como es que vamos por distintos caminos?.

De repente paramos por la parte más lejana de su casa hasta encontrarnos con unas rejas que limitan la propiedad. Un desnivel del terreno invita a bajar en cuando mi dueña abre la verja. Salimos al exterior y no había nada más que vegetación salvaje y la vista de un barranco rocoso.

Flash! Me quita el enchufe de mi ano bruscamente.

- Abre la boca!

Me obliga tomar en mi boca la cola.

- Tienes 10 minutos para hacer tus necesidades.

La miro confuso desde mi agazapada forma sobre la tierra casi negando con mi cabeza. A mi alrededor no hay nadie mas que ella, pero no es ganas de orinar lo que tengo. Se que no tengo derecho a esa pregunta, pero no puedo luchar contra la naturaleza.

- 10 minutos espero, si no tienes ganas te dejo fuera de estas verjas hasta que vuelva en media o una hora. Este es el lugar para tus necesidades y solo pasarás por esto después del almuerzo y la noche antes de dormir. Dos veces al día. Recuerda que no vale que me pidas permiso el resto del día. Tienes tu tiempo y debes asegurarte funcionar tu metabolismo al nuestro tiempo.

El otro esclavo había tomado otra dirección con Lee y yo aquí, por que?.

- Assch jodeer contigo!!!, Mira!, mejor te dejo. Te voy a dar una hora, espero que cuando vuelva hayas terminado.

Yurena cierra la puerta de la verja y se aleja.

Continuará...

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