Strip Póker en Familia [04]

Historia Información
Las Cartas Sobre la Mesa.
7k palabras
4.76
2.6k
3
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí
Nokomi
Nokomi
13 Seguidores

Capítulo 4.

Las Cartas Sobre la Mesa.

Creí que el intenso juego de strip póker con mi familia iba a afectar más nuestra rutina diaria; pero todo se mantuvo más o menos igual que siempre. Pasé algo de vergüenza en las primeras cenas junto a mi familia, porque me costaba mirarlos a los ojos después de haberles visto las partes íntimas. Pero lo que más me avergonzaba era sorprender a cualquiera de ellos mirándome la cola. Tal vez lo hacían por mero acto reflejo, pero yo estaba algo paranoica y cada vez que esto ocurrió pensé que ellos estaban recordando el momento en el que Mayra me penetró el culo con el desodorante. Eso es algo con lo que tendré que aprender a vivir, nadie de mi familia se olvidará jamás ese momento, y por supuesto yo tampoco.

Los días pasaron y todos fuimos volviendo a nuestras rutinas. El único elemento nuevo era que Mayra y yo habíamos comenzado a frecuentar el gimnasio. Solíamos ir juntas al horario de la siesta, porque era el menos concurrido. Esto le venía perfecto a Darío, nuestro instructor, que no perdía oportunidad para mirarle el culo a Mayra, o para manosearme un poco. Admito que yo no opuse mucha resistencia a estos manoseos, y sé que mi hermanita se puso incómoda en más de una ocasión al ver como Darío pasaba su mano por toda mi cola, casi sin disimulo. Incluso hubo veces que aprovechó para acariciar la zona de mi concha. Como yo vestía calzas muy elastizadas, podía sentir sus dedos prácticamente como si no tuviera nada puesto.

Cuando llegó el fin de semana todos aprovechamos para quitarnos de encima los asuntos que habían quedado pendientes por culpa de la lluvia del sábado pasado. Mi tío fue a verse con su "amiga", mis padres salieron a cenar juntos, mi hermano... bueno, no sé qué hizo Erik, y tampoco me importa. Lo único que sé es que no se quedó en casa. Mayra y yo aprovechamos para salir a bailar, hizo una noche estupenda; no hubo ni una sola nube amenazando en el cielo. La pasamos de maravilla, bailamos con algunas de mis amigas y cuando se me acercaron tipos, los rechacé cortésmente, porque no quería dejar sola a Mayra. También tuve que rechazar a varios en nombre de ella. Pobrecita, cada vez que venía alguien a encararla, se escondía detrás de mí como si fuera un cachorrito asustado. Para colmo estaba preciosa, con los labios pintados de un intenso rojo, tacos altos, una blusa bastante suelta y una minifalda bien pegada a la cola. Tuve que hablarle durante una hora para convencerla de que usara eso, pero al final accedió.

Llegamos tarde a casa, con las claras evidencias de haber bebido de más. Pero las dos sabíamos exactamente qué iba a ocurrir en cuanto estuviéramos dentro de nuestro cuarto. Nos desnudamos en cuestión de segundos y cada una se tiró en su cama, con las piernas bien abiertas. Nos hicimos una buena paja, para darle un digno cierre a la noche. Al otro día nos levantamos con una resaca tremenda; pero con la alegría de haber pasado una linda noche juntas.

Pero al fin de semana siguiente mi mamá hizo esa propuesta que todos estábamos esperando, pero que nadie se animaba a decir. Dejó caer la idea como una mera posibilidad, algo que podíamos tener en cuenta, en caso de que no tuviéramos planes para ese sábado.

—¿Qué les parece si hacemos otra noche de póker?

Mi tío Alberto dijo que la chances de salir otra vez con su "amiga" no eran muy esperanzadoras, las cosas no habían marchado muy bien entre ellos; al parecer no hubo nada de química. Comprendí que mi tío quería decir que él solo buscaba una relación pasajera, para tener sexo sin compromiso, y aparentemente su amiga pretendía otra cosa.

Mis padres no tenían planes, estaban completamente libres. Erik... bueno, no importa qué mierda haga Erik. La cuestión es que dijo que, a falta de algo mejor, prefería quedarse jugando al póker.

Mayra no es de salir mucho, y con la noche que pasamos el sábado anterior ya tenía más que suficiente para todo el resto del mes. Todos me miraron a mí, yo era la única que aún no había confirmado su asistencia. Mis planes para el sábado eran sencillos: iría a casa de una amiga a mirar películas. No es algo que me entusiasme demasiado, nunca tuve mucho interés por el cine. Por eso no me dolió en lo más mínimo cancelar esos planes. Tenía muchas ganas de repetir la experiencia pasada, más que nada por curiosidad, supongo.

Así fue como organizamos todo para una nueva sesión de strip póker familiar.

Toda la escena me produjo una extraña sensación de Deja Vú. La mesa para jugar se preparó igual que la vez pasada, y el alcohol no escaseó. Al contrario, me dio la impresión de que esta vez mi mamá estaba mejor preparada, y en lugar de haber únicamente vino, esta vez también hubo Fernet con Coca—Cola. Mi papá se sirvió un poco de vino, él no es muy amante del Fernet. Otro detalle diferente era que ahora no llovía. La noche estaba completamente despejada y eso, en lugar de tranquilizarme, tuvo el efecto contrario. Porque nos ponía en evidencia. Esta vez no iniciaríamos una partida de Strip Póker por culpa del mal clima, lo haríamos porque queríamos.

¿De verdad queríamos? Bueno, no puedo responder por todos, pero al menos puedo decir que a mí me estaba picando un poquito la curiosidad. No tanto por ver a mi familia desnuda, sino por pasar un buen momento juntos.

Al menos sí puedo decir que todos se mostraron bastante entusiasmados con la idea, hasta Mayra se tomó el trabajo de sonreír. No sé si era una sonrisa sincera, pero al menos le estaba poniendo buena cara a todo este asunto.

A mi mamá se le ocurrió una brillante, pero peligrosa idea:

—Para hacer las cosas más interesantes, vamos a empezar en ropa interior. De todas formas la vergüenza de andar desnudos ya la pasamos la primera vez.

Así fue como todos nos quedamos en ropa interior. Mayra estaba preciosa, tenía puesta una diminuta tanga blanca de encaje con un corpiño haciendo juego, que le transparentaba los pezones. Pero la verdadera transparencia la tenía mi madre. Sus grandes tetas estaban cubiertas por una fina tela de tul que no dejaba nada a la imaginación. Por irónico que parezca, la más decente de la familia era yo. Mi ropa interior no transparentaba nada... pero tampoco duraría mucho.

Perdí las dos primeras manos, culpé a los nervios por eso y quise bajarlos tomando un buen trago de Fernet. Fui la primera en quedar completamente desnuda... volví a tomar Fernet.

Debo admitir que me avergonzó un poco quedar totalmente desnuda, no porque mi familia me estuviera viendo, sino por ser la única en esas condiciones. Por suerte no tuve que esperar demasiado, mi tío Alberto también perdió dos veces seguidas. Los varones, al no usar corpiño, tuvieron que quedarse con una segunda prenda de vestir. Alberto y mi papá se dejaron puestas las medias, y Erik se puso su gorra roñosa.

Cuando Alberto perdió por segunda vez se quitó el calzoncillo, mostrándonos su huevos, que colgaban como bolsas de cuero, y su verga, que se meneó como la trompa de un elefante. Sentí un cosquilleo en la concha. Por más que esa fuera la verga de mi tío, era un lindo ejemplar de miembro masculino. No podía molestarme con él por haberme mirado la concha desde el momento en que me quité la tanga, a mí también me costaba no mirarle la verga. para colmo lo tenía sentado prácticamente frente a mí, y la mesa de vidrio transparente no cubría nada.

Al menos ya no era la única desnuda en la sala.

Pensé que las cartas me favorecerían en las próximas manos y que mi familia se iría quedando sin ropa; pero no. La siguiente en perder fui yo... otra vez. Ya no podía pagar con prendas de vestir por lo que el ganador debía imponerme algún desafío. Quien obtuvo las mejores cartas fue Mayra, con dos pares: uno de reinas y el otro de nueves. Eso me recordó al título de una película argentina.

Ella me miró con una sonrisa picarona que pocas veces le había visto. ¿Se estaría habituando a este juego tan erótico? Dictó la sentencia sin vueltas:

—Chupale las tetas a mamá.

Pensé que empezaría con algo más suave, como "Tocale las tetas a mamá", pero chuparlas... bueno, después de lo ocurrido durante la primera partida de póker no podía considerar que ésto fuera algo tan serio. Pero de verdad me hubiera gustado empezar a aclimatarme con algo un poquito más suave.

Estuve a punto de poner una excusa para no hacerlo, ya que mi mamá aún tenía puesto el corpiño. Consideré que para ella sería injusto tener que quitárselo sin haber pedido; pero fue la misma Vicky quien me cerró la boca antes de que yo hablara. Desprendió su corpiño, exponiendo sus magníficas tetas, y lo dejó caer al suelo.

—Pago una prenda ahora, para la próxima vez que pierda —dijo, con total tranquilidad.

Movió la silla hacia un costado, apartándose un poco de la mesa, y me hizo señas para que me acercara. Sonreía como si hubiera ganado un premio.

Era inútil resistirme, yo había decidido participar en el juego y todos en mi familia parecían estar entusiasmados. "Bueno, al menos no tengo que chuparle la verga a mi papá... o a Erik", pensé, para darme ánimos. Si me tenía que meter algo en la boca, entonces prefería que fueran las tetas de mi mamá. Sonreí, para demostrarle a todos que yo también estaba dispuesta a ponerle buena onda al juego.

No le di muchas vueltas al asunto, lo mejor era terminar con todo lo más rápido posible. Chupar un pezón no me parece nada de otro mundo. Después de todo, yo misma me chupo las tetas, cuando me hago la paja. Una enorme ventaja de ser tetona. Supuse que mi madre había hecho lo mismo varias veces, y eso me dio un poquito de morbo.

Me acerqué a ella, le agarré la teta izquierda con suavidad y acerqué mi boca hasta el pezón. Al principio lo sentí suave, pero en pocos segundos se puso duro, me alegré por eso; significaba que mi lengua estaba haciendo un buen trabajo.

El resto del proceso se me hizo mecánico y repetitivo, pero extrañamente hipnótico. Descubrí que chupar y lamer continuamente durante algunos minutos puede ser placentero, y más gusto me dio al levantar la vista y encontrarme con la sonrisa de mi madre. A ella le gustaba.

Cuando el tiempo terminó ni siquiera me di cuenta, al parecer mi papá dijo que ya era suficiente, pero no le presté atención. No me detuve hasta que la misma Vicky me dijo:

—Estuvo muy bien, Nadia; ya no es necesario que sigas.

En mi mente habían pasado apenas unos segundos, pero ellos aseguraban que había estado diez minutos chupando esas tetas sin parar. Me alejé sin quejarme, aunque tenía ganas de seguir jugando con esos pezones que parecían tapitas de dentífrico.

En las partidas siguientes fueron perdiendo los demás miembros de mi familia, y tuvieron que desnudarse. Me dio la impresión de que Erik perdió a propósito, porque se quedó hasta el final con un par de cartas horribles en la mano. Cuando se quitó el calzoncillo lo hizo con orgullo, exponiendo su verga en todo esplendor. Se le había hinchado un poco e imaginé que en poco tiempo estaría mostrando una erección.

Jugamos una vez más. A pesar de que obtuve un grupo decente de cartas, con dos pares, perdí. Todos lograron armar un juego mejor al mío. Eso sí que es mala suerte.

—¿Qué pasa, Nadia? —Preguntó mi mamá—. ¿Andás distraída? Era un poquito obvio que alguien podía tener un juego mejor que el tuyo. Había dos nueves y dos reinas sobre la mesa, y vos no hacías pares con ninguna de esas cartas.

Tenía razón, pequé de ingenua; había conseguido emparejar un diez con una de las cartas de la mesa, y conté a mi favor el par de Reinas. Pero había muchas formas de ganarme. Mi papá me superó con un trío de dieces. Mayra tenía un nueve en la mano, lo que le permitió armar un full compuesto por tres nueves y dos reinas. Mi tío Alberto se retiró con dignidad apenas se mostró el Flop: las tres primeras cartas sobre la mesa; y mi mamá se retiró cuando se mostró el Turn: la cuarta carta de la mesa. Erik se consagró ganador, con un full compuesto por dos nueves y tres reinas, superando el gran juego que había conseguido Mayra.

Tendría que haberme retirado, al igual que mi tío y mi mamá. Entonces hubiera perdido mi papá.

Esperé resignada a que mi hermano me impusiera el próximo desafío. Miró fijamente las tetas de mi mamá y pensé que me pediría que las chupe... otra vez. Pero era lo mismo que me había pedido Mayra, me parecía injusto que Erik repitiera un castigo. Para mi desgracia, estaba muy equivocada. Como si hubiera leído mis pensamientos, dijo:

—Tenés que chupársela... a papá. —Habló con un tono socarrón que me hizo hervir la sangre.

—¡Apa! —Exclamó mi mamá. Con la mirada le supliqué que, por favor, detuviera todo. El juego me había resultado interesante en un principio, pero no quería llegar al extremo de meterme el pene de mi papá en la boca. Ella era la jueza de la familia y tenía la última palabra—. La cosa se pone interesante, yo quiero ver eso. —Una vez más, defraudada por mi propia madre.

Permanecí inmóvil durante varios segundos, todos me miraron expectantes. Mentalmente rogué para que alguno recobrara la cordura y dijera algo, pero sólo pude escuchar el ruido del vino cayendo en el vaso de mi padre. Mi mamá le estaba sirviendo una buena ración de alcohol, tal vez para prepararlo para lo que iba a ocurrir. Mi vaso estaba lleno y en dos tragos me tomé tres cuartas parte del contenido. Intenté dejar mi mente en blanco y de pronto me vi arrodillada ante la enorme verga de mi padre. No había sido del todo consciente de mis movimientos. La verga ya estaba ahí, no podía retroceder. En ese momento un pensamiento me cruzó por la cabeza, si tenía que chupar alguna de las vergas presentes, prefería que sea esta. No sabía exactamente por qué... pero era lo único positivo que podía encontrar.

La aferré con mi mano derecha, mentalizándome que sería como lamer un cucurucho de helado. Pasé la punta de la lengua por el tronco, con timidez. Así di inicio a mi tarea, quería terminar con esto lo antes posible. Pero las dudas me invadieron, no me animaba a continuar. Mi padre me observaba con una cálida sonrisa. ¿Acaso no pensaba en que era su propia hija la que se la estaba por chupar? Tal vez ya estaba un poco borracho, o bien imaginaba que la que le iba a chupar la verga era su mujer, al fin y al cabo mi mamá y yo nos parecemos un poco. Pero yo no tenía con quien hacer el símil. Nunca antes había tenido que chupar una verga tan grande como esta. Hasta me pregunté qué sentiría mi mamá al ser penetrada por este miembro tan imponente. Tal vez aquí reside la explicación de por qué ella es una mujer tan feliz.

Subí mi lengua hasta tocar la punta de su glande, el sabor no era desagradable, sólo algo saladito.

Cuando le hice la "turca" a mi tío llegué a sentir un sabor amargo, esto mismo lo sentí cuando tragué un poco del espeso líquido que fluía de la punta de la verga de mi papá. No quise detenerme, para que no me obligaran a iniciar todo otra vez. Hice girar la lengua alrededor de esa enorme cabeza intentando recordar cómo lo había hecho mi madre, la primera vez que jugamos. Pero no me animaba a llegar tan lejos. Metí el glande en mi boca apretando fuerte los labios y seguí jugando con mi lengua. Me mantuve así durante unos segundos hasta que oí la voz de Victoria.

—Ponele un poco más de ganas, Nadia —no me estaba retando, sino más bien animando.

Una vez más temí que me obligaran a comenzar desde cero e hice un enorme esfuerzo para engullir esa gran pija de a poco. Mi saliva me ayudó con la tarea, no era tan difícil tenerla en la boca, aunque la comisura de mis labios se estiraba mucho y me producía cierto dolor. Cuando llegué a la mitad retrocedí hasta la punta para volver a tragar. Me sorprendió que pudiera contenerla dentro, a pesar del esfuerzo. Subí y bajé la cabeza unas tres veces más y todos comenzaron a animarme diciéndome cosas. "Eso así", "Vamos más rápido", "Demostrá que sos hija de tu madre". Ese último comentario vino de la boca de mi tío.

—¿Estás insinuando que soy una petera? —Preguntó Vicky.

—No estoy insinuando nada —dijo Alberto—. Lo estoy afirmando. Te conozco muy bien, hermana.

Eso me hizo reír... es difícil reírse con una pija en la boca.

Los vítores me estimularon un poco y comencé a dar una mamada más rápida, me animé a tragarla más. Sentí mi concha chorreando jugos. Tenía las piernas algo separadas y casi sin darme cuenta, llevé una mano a mi clítoris y comencé a estimularlo, sin dejar de chupar. Rogaba que nadie se diera cuenta que me estaba tocando; pero eso era prácticamente imposible. Mi familia no sólo me vería chuparle la verga a mi papá, sino que además serían testigos de cómo me pajeé al hacerlo. ¿Habrán pensado que a mí me calentaba chuparle la pija a mi viejo? ¿Que lo estaba disfrutando?

De pensar eso, no sé si estarían en lo cierto. Pero la realidad era que chuparle la verga a mi papá me estaba resultando menos molesto de lo que había imaginado en un principio... y más excitante. Era una buena pija, seguramente mi mamá disfrutaría mucho comiendosela todas las noches.

El calorcito de mi sexo me desinhibió y empecé a mamar tan rápido como podía y dando fuertes chupones cuando llegaba a la punta. Mi pelo saltaba para todos lados, creí que me iba a desnucar en cualquier momento. El glande chocaba contra el fondo de mi garganta. Por miedo a que esto me hiciera vomitar, la saqué de mi boca. Se me ocurrió sumar las tetas al juego, así me obligaría a apartar la mano de mi rajita y no la tragaría tanto. Enfundé la verga de mi padre con las tetas y seguí chupando mientras las movía de arriba hacia abajo, era la primera vez que hacía una "turca" completa, con chupada de pija incluída. Seguramente me dejaría una oscura e imborrable mancha cada vez que recordara que mi primera experiencia en este sentido había sido con mi propio padre. Todos festejaron mi atrevimiento.

Mi madre dijo algo que me devolvió a la realidad:

—¿Cuánto tiempo va? —No obtuvo respuesta, seguí chupando.

—Uy, nadie prendió el cronómetro —dijo mi tío, unos segundos después.

Saqué la verga de mi boca.

Calcularon que habían pasado entre ocho y diez minutos, casi el doble de lo establecido. A mi sinceramente no me importó, pero tenía mi orgullo y quería hacerme valer.

—Eso es injusto —me quejé— ahora deberíamos subir el tiempo de las prendas a diez minutos —no daba crédito a mis propias palabras.

—Creo que sería lo más justo —dijo mi madre mientras yo regresaba a mi silla.

Miré a mi papá, me observaba con una extraña sonrisa y con la poronga en la mano. Le sonreí de la misma forma y mi corazón dio un salto cuando una frase cruzó por mi mente "Ya te la voy a chupar otra vez, papi".

Me quedé muy quieta con el pulso acelerado mirando esa gorda y larga verga. Entre la pesadez que me dejó la borrachera y lo ocurrido no pude evitar imaginar una escena en la que entraba al cuarto de mi padre y él me esperaba con la pija dura y yo se la comía toda, tal y como lo había hecho apenas un minuto antes. Sacudí mi cabeza en un intento por borrar para siempre de mi mente todas esas locas ideas.

Una vez establecido el nuevo reglamento, seguimos jugando. Nadie se aburría de las cartas, éstas tenían cada vez mejor sabor porque sabíamos lo que estaba en juego. En mi interior no paraba de repetirme que todo esto era demencial, pero al mismo tiempo me calentaba mucho. No presté mucha atención a esta mano en particular, me retiré para no sufrir una nueva derrota. Mi mente aún seguía ofuscada por lo que tuve que hacer con mi papá.

De pronto mi hermano dio un grito triunfal, había ganado otra vez. Debía elegir la siguiente sanción y mi mamá sería su víctima. Quedamos expectantes mientras pensaba en algo, solía ser el más lento para decidir, tuve que darle un golpecito en la cabeza diciéndole:

—Dale che, que esto no es ajedrez. —Mi comentario hizo reír a todos, pero para Erik quedé señalada como su víctima número dos.

—¡Ya sé! Mamá, chupásela a Nadia. —Me arrepentí de haberlo golpeado.

Nokomi
Nokomi
13 Seguidores
12