Strip Póker en Familia [04]

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Nokomi
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Era el primer desafío verdaderamente lésbico de la noche. Lo de las tetas fue una sonsera comparado a los desafíos que nos impartíamos ahora. Mil cosas pasaron por mi cabeza. ¿De verdad mi madre iba a comerme la concha? Mientras Vicky caminaba hacia mí con paso sensual me puse muy incómoda, ella parecía totalmente decidida o bien ya estaba completamente borracha.

Esa misma madre que todas las mañanas me preparaba el desayuno... me comería la concha. No podía asimilar esa idea. Me puse más cachonda, aunque intentaba reprimirme. Ni siquiera me di cuenta que ella ya estaba arrodillada ante mí y me había separado las piernas ¡De verdad me la iba a chupar! Mi corazón se puso a mil y el cronómetro se puso en marcha. Al instante sentí el primer roce contra mi clítoris. Cerré los ojos, no quería ni mirar. Pude sentir cómo me chupaba el botoncito con fuerza y crucé mis piernas en su espalda, dejando su cabeza atrapada en el centro. Nunca antes me habían hecho sexo oral, ni siquiera un hombre. Se me hacía muy raro que mi primera experiencia fuera con una mujer... y doblemente raro era que esa mujer fuera mi propia madre.

Mis piernas se ablandaron, ya no podía pensar con claridad, podía sentir un intenso calor bajando por mi vientre. La lengua de Victoria hacía un trabajo excelente, no podría aguantar ocho largos minutos de esta tortura tan placentera. ¿Dónde mi madre aprendió a chupar una concha de esta manera? Ahí fue cuando tuve la absoluta certeza de que mi mamá ya había tenido experiencias lésbicas... y más de una. Algo que no podía encajar con la madre que yo conocía. Para cualquier persona debe ser muy duro que un día su madre le diga: "¿Sabes qué? chupé varias conchas en mi vida". Más difícil es asimilar eso si tu mamá, en lugar de decírtelo con palabras, te lo demuestra... comiéndote la concha de manera espectacular.

Pude escuchar mis propios gemidos, salían de mi boca sin mi permiso. La lengua de Vicki exploraba cada rincón de mi sexo y sus chupones... ¡Dios, esos chupones que me daba en el clítoris!

"Ay, mamá —pensé—. ¿Cuántas veces estuviste en una situación como esta? Arrodillada delante de una mujer... comiéndole toda la concha". Me dio mucho morbo pensar quiénes pudieron ser esas mujeres. ¿Viejas amigas? ¿Compañeras del trabajo? ¿Desconocidas? ¿Mi papá sabría de las tendencias lésbicas de mi madre?

Estaba al borde de un orgasmo, intenté reprimirlo con todas mis fuerzas, pero mi madre empleó dos de sus dedos, los incrustó dentro de mi agujerito y dio un fuerte chupón a mi clítoris. No pude aguantar más, sabía lo que vendría y no quería que ocurriera frente a mi familia. Mi concha estaba a punto de estallar, sentía espasmos internos y no sabía qué hacer, quería irme de allí antes de que alguno lo notara. Me puse de pie de un salto, apartándome de mi madre. Era como si tuviera unas imperiosas ganas de orina, pero no hubiera un lugar dónde hacerlo. Miré para todos lados y llevé la mano izquierda a mi vagina. Gran error, el solo contacto estimuló mi clítoris al límite y estallé.

El orgasmo fue tremendamente intenso, no pude reprimir mis gemidos, que se parecían más a gritos de agonía y desesperación. Instintivamente estiré mi mano derecha hacia mi madre pero no pude agarrarme de ella. Un fuerte chorro de líquido salió de mi concha y cayó al suelo en una lluvia de placer. Intenté tapar el orificio de salida con los dedos pero no sirvió de nada, más jugo salió despedido de ella salpicando todo el piso y otro grito salió de mi garganta. Las piernas ya no me sostenían, fui cayendo de rodillas lentamente; mi madre se puso de pie rápidamente, me tomó de la mano derecha y me sostuvo, pegándose a mí. Con eso además me cubría un poco de la vista de los demás. Empecé a pajearme violentamente, con mi mano izquierda. Quería que toda la carga sexual acumulada en mi interior saliera, antes de que mi cuerpo estallara.

La cabeza me daba vueltas, en parte se debía a las grandes cantidades de alcohol ingerido, no sabía ni dónde estaba. Sentí algo húmedo contra mi mejilla y un fuerte olor a sexo femenino que me embriagó todavía más. Mi obnubilada mente se percató de que estaba muy cerca de la vagina de mi madre, tenía los ojos cerrados y sentía que el piso se inclinaba de un lado para el otro. Mi cara rozó contra los carnosos labios vaginales llenándose de flujo, por alguna razón esto no me molestó; al contrario, esa calidez maternal me resultó confortante.

Su concha quedó contra mi boca y como un bebé que busca una teta, me prendí de uno de sus carnosos y voluptuosos labios vaginales. Chupé intensamente absorbiendo todo el líquido que lo empapaba. El sabor era muy intenso, algo salado pero maravillosamente dulce para mí. Era mi forma de agradecimiento. Esa mujer no sólo me había dado la vida sino que también me dio el momento más placentero que había experimentado jamás. Nunca antes había sentido la tentación de chupar el sexo de una mujer; pero en este momento no me importó en absoluto. Recorrí todos los rincones de la rajita de mi madre, como si le estuviera diciendo: "Ya sé que chupaste varias conchas, y no me molesta para nada. Te felicito por eso".

Recobré la compostura y me di cuenta del tremendo papelón que había hecho. Supongo que nadie pudo ver las chupadas que le di a la concha, eso sólo quedaría entre mi madre y yo... eso espero.

Me puse de pie, intentando mantenerme derecha, preparándome para el torrente de burlas y comentarios hirientes, pero ninguno hizo nada de eso, todo lo contrario. Mi hermanita comenzó a aplaudir entusiasmada y todos se le sumaron, Victoria inclusive. Me sentí como una actriz de teatro al finalizar la función, no pude evitar sonreír. Hice un par de reverencias a mi halagador público. Hasta mi hermano parecía encantado y me sonreía como nunca lo había hecho. Tenía la pija completamente dura, lo interpreté como su forma de decirme: "Te felicito, hermanita".

Sinceramente, luego de ese tremendo orgasmo, ya no quería que el juego terminara. Le había encontrado el gustito a la situación y me intrigaba saber qué pasaría con mi familia de ahora en adelante.

Mi madre y yo volvimos a sentarnos, mientras mi tío Alberto repartía las cartas.

La siguiente en perder fue mi hermanita y mi papá tuvo que imponerle el desafío. Ella parecía nerviosa y se sonrojó bastante. Estoy segura de que Pepe lo notó, por eso intentó ser suave con ella.

—Tenés que bailar para tu hermano —le dijo. Mayra lo miró de forma extraña, con el ceño fruncido, no logré adivinar en qué pensaba; pero sin duda estaba molesta.

Tal vez ella había visto más de lo que yo suponía del baile entre Erik y Victoria... él se había pasado de la raya con los arrimones, y ahora la pobre Mayra tenía que pasar por lo mismo.

Supuse que se negaría a seguir con este morboso juego, pero se levantó de la silla y tomó a Erik de la mano indicándole que se pusiera de pie. Iba orgullosamente desnuda, en ese sentido no noté ni una pizca de inhibición. Sus pequeñas tetas se alzaban hasta los pequeños picos que eran sus pezones; su concha completamente depilada parecía estar tallada en mármol, era perfecta; y lo mejor de todo era su culo en pompa, daban ganas de morderlo.

Mi tío puso la misma música sensual con la que se había bailado antes y Mayra se puso de espaldas a su hermano, debía bailar durante diez minutos y ganarse la aprobación de él. Ella comenzó a bambolear su redonda cola de un lado a otro, parecía una odalisca. Pegó su espalda al pecho de mi hermano y éste la tomó por la cintura.

El respingon culo de Mayra rozó varias veces el pene que tenía detrás. Cuando intentó pegarse un poco más a Erik, él se apartó un poco; lo cual me extrañó mucho. Luego de la reacción que había tenido al bailar con mi mamá, arrimándola descaradamente, supuse que se tomaría las mismas libertades con su hermana menor.

Los sensuales movimientos de esa grácil mujercita provocaron que la punta del pene se pierda entre sus glúteos. Erik comenzó a acariciarle el vientre suavemente; pero no intentó ir por sus pechos ni presionó con su pelvis, a pesar de tener el miembro ya dirigido hacia la zona más prohibida de su tierna hermanita. Ella, por el contrario, se inclinó hacia adelante, parando aún más la cola; como si buscara el roce.

La actitud de mi hermana me tenía confundida.

Separó un poco las piernas y sus nalgas se abrieron, mostrándome su apretado y rosado ano; el glande estaba apoyado justo contra él, pero Erik parecía estar retrocediendo disimuladamente. No podía verle la cara a Mayra, pero sus movimientos dejaron de ser sensuales y el tiempo se estaba acabando.

Con el final acercándose, logró pegarse mucho al duro pene y él no pudo retirarlo. Me sorprendió mucho lo que vi. Ella incrementó la presión y su pequeño culo comenzó a abrirse notoriamente. Solamente yo podía ver eso, el resto parecía ajeno a la situación y observaban con una sonrisa en sus rostros. La punta del pene comenzó a deslizarse hacia adentro, mientras el anillo anal se abría cada vez más. La dilatación no paró hasta que todo el glande se perdió dentro. No podía creer lo que veían mis ojos. Mayra se movió sensualmente una vez más y Erik le apretó las tetas sin siquiera sacar la verga que le estaba taladrando el culo a su hermanita; aunque no me pareció que intentara presionar más. El pene había perdido su cabeza y estaba evidentemente incrustado en el culo de la pequeña. Pude ver el pequeño agujero de su concha, y de él salía una abundante cantidad de flujos sexuales. Al parecer ella no era inmune a la excitación.

El tiempo terminó y vi el glande emergiendo como si fuera un corcho saliendo de una botella. El culo de mi hermana había quedado muy abierto, formando una "O", luego fue cerrándose de a poco.

Regresó a su silla con el ceño fruncido y los labios apretados. Erik le dio un diez por su gran baile, pero ella no pareció contenta. Apostaría todas mis pertenencias a que, de ahora en adelante, Erik se haría muchas pajas pensando en el culo de Mayra.

Comencé a repartir las cartas para que nadie reparara en el extraño enojo de mi hermanita.

Me puse a pensar qué tipo de desafíos podría haber de ahora en adelante y por estar distraída, perdí. Ésta no era mi noche. Sin duda fui la que más veces perdió, y la mayoría de las veces fue por estar pensando en otra cosa.

Miré alrededor de la mesa, buscando al triunfador, mientras tomaba un buen sorbo de vino; mi vaso parecía nunca vaciarse, supuse que mi hermano o mi papá se encargaban de mantenerlo lleno. La ganadora fue Victoria, haciendo honor a su nombre, me sonrió con malicia y me quedé petrificada; pude leer en sus ojos que algo terrible se avecinaba.

—Tenés que meterte la verga de Erik —miré para todos lados confundida ¿había escuchado bien?

—¿¡Qué!? —exclamé incrédula, ¿Cómo podía ser que mi mamá me pidiera semejante cosa?

—Eso que dije —dio un sorbo a su vaso— y tiene que estar bien adentro —otra vez su maliciosa sonrisa.

—¿Me estás diciendo que me tengo que dejar coger por mi hermano? —Eso fue un punto de quiebre para mí. Una cosa era chupársela a mi papá o hacerle una turca a mi tío, ellos me caían bien y eso me facilitaba las cosas; pero a mi hermano no le tengo el mismo aprecio y no quiero sentirme ultrajada por él.

—No, coger no. Solamente tenés que tenerla adentro y esperar diez minutos, eso no es coger. —No quise ponerme a discutir por un formalismo, seguramente me daría algún argumento lógico y convincente que me haría dudar más todavía.

—De todas formas no lo voy a hacer —dije con firmeza

—Entonces quedás afuera del juego —eso lo dijo mi propia hermana—. El que no pasa un desafío, pierde.

Miré a mi padre, la única persona que podría llegar a estar a mi favor pero él se encogió de hombros.

—Es solamente un juego Nadia, —dijo Pepe—. Si te molesta, no lo hagas; pero tu hermana tiene razón. No vas a poder seguir jugando

No podía creerlo, toda mi familia parecía estar en mi contra, hasta mi tío me animaba a que lo hiciera y ya podía notar una gran sonrisa en la cara de Erik. Instintivamente le miré su verga, la tenía gorda y dura, parecía a punto de reventar y se sacudía sola, tensándose al máximo para luego relajarse un poco. Nunca había estado con un hombre que la tuviera así de grande... con excepción de la mamada que le había hecho a mi padre. Al recordar ese momento me mojé mucho, me había metido la verga de mi propio padre en la boca y ahora pretendía negarme a meter la de mi hermano, por otro orificio. No tenía muchos argumentos para defender, no sabía qué decir más que:

—No, no quiero. Prefiero no seguir jugando.

—Entonces tenés que ir a tu cuarto —dijo mi madre.

—¿Me estás castigando, mamá?

—No hija. Es que si estás fuera del juego tenés que irte. —Estaba por preguntarle por qué, cuando mi hermanita respondió a esa pregunta sin que yo la hiciera.

—Es que si te quedás estarías mirando y esa es una forma de participar del juego —ella había heredado la inteligencia y el carácter justiciero de mi madre, siempre era rápida para entender las cosas, aunque fuera calladita.

La idea de irme y que mi familia siguiera con ese juego sin mí, me incomodaba mucho. Tendría que estar encerrada en mi cuarto, pensando qué estarían haciendo. Era algo que no podía tolerar. Intenté forzar mis pensamientos y abrir mi cabeza al límite. Miré otra vez esa verga. Sé qué tan... puta puedo llegar a ser, si estoy muy excitada; si esa verga perteneciera a un hombre que no fuera mi hermano, no me resistiría ni un segundo. Me moriría de ganas de sentirla dentro, de disfrutar semejante pedazo de carne. Me lo montaría sin dudarlo y saltaría como una loca, pidiendo que me cogiera más fuerte. Tragué saliva y me dije a mi misma que si cerraba los ojos podía pensar que se trataba de otra persona.

—Está bien, lo voy a hacer —todos exclamaron de alegría, menos mi hermana. ¿Qué estaría pasando por su cabecita?

—El tiempo empieza a correr cuando esté toda adentro —mi madre podía ser muy diabólica cuando se lo proponía; justa pero diabólica.

Para no estirar mucho la situación moví la silla hacia atrás y levanté las piernas quedando bien abierta, de mi rajita aún fluía juguito y mi blanca piel brillaba por el sudor. Se me revolvió el estómago de solo pensar que le estaba ofreciendo la concha a mi hermano. En cuanto Erik se paró delante de mí, cerré los ojos, yo no debía hacer nada, solo recibirla y tolerarlo durante diez largos minutos. Sentí el glande introduciéndose en mi agujerito. Me estremecí y pensé que por, algún motivo divino, lograría evitar que me la metiera; pero no fue así, realmente estaba entrando y lo hacía lentamente pero sin pausa. Mi concha se abrió cada vez más. Pude sentir ese pedazo de carne deslizándose hacia lo más profundo de mi ser. Los límites de mi vagina se estiraron, para amoldarse al diámetro. ¿Por qué la tenía que tener tan grande? Me estaba doliendo un poco; pero sabía que mientras él lo hiciera de forma suave y delicada, no tenía nada de qué preocuparme. Nada más allá del hecho de que ésta era la mejor pija que me habían metido... y era la mi hermano. Recordé el encuentro que tuvimos a la salida del baño, cuando nos abrazamos y pude sentir la rigidez de su verga contra mis labios. Ahora la sentiría por dentro y tenía la excusa perfecta para hacerlo. No era que yo le había dicho "Erik, admito que tenés una verga de lo más interesante, y me da curiosidad por probarla... por tenerla bien metida en la concha. ¿Me la metés?". No... no... sería incapaz de decirle una cosa así a mi hermano. Pero la curiosidad es real, aunque me joda mucho admitirlo.

Por suerte la pija estaba entrando con delicadeza ¡Momento, esto no es propio de Erik! Él hace todo a lo bestia. ¿Por qué estaba siendo tan suave conmigo? La explicación llegó como un baldazo de agua fría: Erik me penetraría lo más lento posible, para poder tener la pija más tiempo dentro de mi concha.

Pero yo no quería esperar tanto, ni pretendía darle el gusto de disfrutar mucho de la situación. La quería toda adentro, y ya. Para acelerar las cosas me vi obligada a abrazarlo con fuerza. Lo atenacé con mis piernas haciendo que la verga entrara completa de una vez. Solté un grito, no es que me doliera mucho, era sólo una reacción involuntaria; pero ya estaba adentro, bien adentro... y no se sentía nada mal.

Ahora sólo debía esperar.

Pensé que la peor parte ya había pasado, pero no. Tener la pija bien metida en la concha activó al máximo todos mis instintos sexuales. ¡Dios, qué bien se siente! ¿Por qué, por qué tiene que ser tan agradable?

Escuché la voz de mi hermano, cerca de mi oreja izquierda.

—¿Qué pasa si acabo adentro?

—¡Callate pelotudo, no hables! —Le grité, enojada— ¡Y no te muevas!

No quería que hablara, porque eso me hacía más difícil pensar en otra cosa, en olvidarme que esa pija dentro de mí era la de mi propio hermano. Jamás pensé que alguna vez el podría llegar a penetrarme... y que yo accedería a hacerlo. Bueno, accedí solo porque es parte del juego... y la culpa es mía. Me parecía interesante la idea de volver a jugar al strip póker con mi familia; pero no pensé que la cosa llegaría tan lejor. Pero ya era tarde para echarme atrás.

Intenté relajarme, pensar en él como si fuera otro hombre. Su pecho estaba pegado a mis tetas. Su aliento llegaba a mi cuello produciéndome un extraño hormigueo. Tiene la espalda fuerte, la acaricié suavemente con ambas manos. Mi concha estaba de fiesta, y lo manifestaba soltando jugo a cada rato.

Erik estaba tan cerca de mí que pude escuchar el latido de su corazón; los dos teníamos el pulso acelerado.

Cediendo a las circunstancias, me permití disfrutar de ese olor varonil, de esos músculos firmes, del leve roce de su vello púbico contra mi clítoris. A pesar de que él se quedaba lo más quieto posible, siempre había cierto movimiento. Podía sentir toda la extensión de su enorme verga en mi interior, nunca me había metido algo de ese tamaño y tuve que reconocer que era morbosamente agradable.

Apoyé mis labios contra su cuello y respiré por la nariz, estaba borracha y muy excitada. ¿Qué importaba si era la verga de mi hermano? Era la mejor verga que me habían metido en mi vida. Apreté más las piernas para atraerlo más hacia mí y noté que se me clavaba un poco más adentro. Los músculos de mi vagina se contrarían y expandían constantemente; un fuerte gemido se escapó de mi boca. Al tener los ojos cerrados el resto de mis sentidos estaban potenciados.

Aflojé un poco las piernas y sentí que la verga salía un poquito, pero enseguida volvió a meterla hasta el fondo; me gustó que hubiera hecho eso y gemí una vez más. No tenía noción del tiempo. El pene retrocedió dos veces más, para volver a entrar; pero era un movimiento casi imperceptible. Supuse que sólo intentaba acomodarse y aproveché la ocasión para menearme un poco. Cuando él inició un lento vaivén, otro quejido estalló en mi garganta; solté un poco más mis piernas, para permitirle moverse mejor. Caí en la cuenta de que Erik estaba bombeando mi mi lujuriosa concha, con el movimiento de su verga. Casi como si me estuviera cogiendo... casi.

Mi mente vagó por otros rumbos y sólo quedó el placer físico. Erik sacó casi toda su verga y me clavó con fuerza, me descargué dando un agónico grito de placer. Me embistió una vez más y me agradó. Me agradó todo: la rigidez en mi interior; mis labios vaginales adaptándose a la pija; el morbo de tenerla clavada hasta el fondo; el líquido tibio inundando mis entrañas... ¿líquido tibio?

—¡Pelotudo de mierda! —Grité, volviendo súbitamente a la realidad.

—¿Qué pasó, Nadia? —Preguntó mi mamá.

—¡El muy hijo de puta me acabó adentro!

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Anonymous
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1 Comentarios
AnonymousAnónimohace más de 3 años
una maravilla

muy bueno!! no dejes de publicar. Gracias.

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