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Un libro esconde muchas historias.
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Es miércoles. Mi gusto de los miércoles es tomar un café frente al carrito que se pone en la plaza central. Caminar por la avenida principal, pasar por el viejo embarcadero y lejos de la multitud, prender mi iZooma para interactuar con las historias y las noticias mientras estoy sentado frente a la playa y bebiendo mi café. Es un lugar escondido de los turistas pero en verano llenan las playas y el mar color turquesa. Vengo aquí a ver las noticias del día, beber mi café y mirar a las personas tomar el sol. El top less nunca pasará de moda.

Me gusta el carrito de café, tiene ese aire tan de inicios del milenio, seguro fue una gran época. Después de mi café voy al mercado de antigüedades. A veces se encuentran cosas interesantes, pero ahora está de moda hacer hologramas inspirados en la música que se encuentran en los ipods. Son esos cuadros simpáticos, de inicios del siglo que se usaban para almacenar canciones. Siempre me pregunto qué pensaban los dueños originales al guardar esas canciones. ¿Para que guardarlas en un objeto? Aunque supongo que era todo un ritual, sentarte, buscar, llenar el objeto. ¿El abuelo que habrá guardado el suyo? Hoy encuentro algo diferente. Es una novela costumbrista de inicios de siglo. Me sedujo la portada, es la pintura de una mujer con la espalda desnuda. Soy de los pocos que aún gusta de leer en estos objetos de papel. Me gustan por antiguos, porque hablan de lugares que en nada se parecen a los que conocí cuando los visite. Para mi sorpresa entre las páginas encuentro cartas escritas y por las fechas veo que son de hace más de 50 años.

Mon Chéri:

Te escribo "mon chéri" porque me parece mejor que usar tu nombre. Además con esa cara de tlacuache que tienes, lo hace divertido. Te cuento que celebré mi cumpleaños. Junté a unas amigas de la universidad y otras amigas del trabajo de Juan. Mis amigas ahora son señoras, no sé en qué momento pasó. El plan era tranquilo, ir a un bar, nada extraordinario. Me gusta el cliché de que pongan tu nombre en una pantalla y que los borrachos del lugar te aplaudan. Ya sé que me disfrazo de doñita para el mundo godín, pero no esta noche. Iba con unos pantalones de cuero pegados, un top negro que dejaba completamente desnudos mis hombros, mi abrigo y nada más. Quizá esa noche se me cumplía la fantasía de conocer a alguien en el bar. Y estuvo cerca. Estaba en la barra pidiendo mi cerveza cuando se me acercó un sujeto. Alto, de espalda amplia. Mi debilidad. Empezamos a platicar, o mejor dicho yo empecé a responder como pude. Él me intentó sacar conversación, pero me paralice. Ya sé, la cagué, pero ¿qué quieres? Además tú eres peor de baboso que yo mon chéri. Él se tuvo que ir porque al otro día trabajaba, al despedirse tomó mi cara con sus manos y beso mi mejilla, justo donde se me hacen los hoyuelos. Me quedé fría. Seguí estando ahí, pero mi cabeza repasaba lo que había ocurrido, una y otra vez. Ni modo, eso va a ser lo más cerca.

Después de tanta cerveza alguien sugirió que había que hacer algo más aventurero y fuímos a un lugar de stripers. No sabes la divertida que me dí. Más de alguna se escandalizó cuando sugerí el lugar, como si no conocieran mi cabecita loca. Se sienten unas señoras respetables, como si yo no las hubiera visto en el estacionamiento de la escuela. Pero yo necesitaba un festejo así. Una noche que rompiera la rutina, que me sacara del rol de escuelas, tareas, de la rutina de la casa, de la cabeza con cuentas por pagar. ¿Qué pinche vida es esa si de tanto en tanto no se dan estas noches? Ya sé lo que estás pensando y te dejaré con la duda.

Te mando una foto en papel, si en papel. Ya sabes, me gusta ver las caras de los empleados hipsters cuando la señora con disfraz de oficina llega a recoger sus fotos artísticas.

Cuidate.

X.

Junto a la carta hay una imagen de una mujer. La foto acusa el paso del tiempo, es una mujer de piel blanca, no en sus veintes pero aún joven. Ella usa una camisa a cuadros azul y rojo. No se ve su rostro, ni siguiera su cuello, pero se aprecia la forma de sus pechos. Se ven bien formados, no grandes, pero tampoco pequeños diría que son lindos. Pienso en el trabajo que implicaba mandar estas cosas. Ahora ya parece que alguien va a mandar una foto así. Todo está en el iZooma. Sigo buscando en libro, así que dobló el iZooma y lo guardo en mi bolsillo.

Mon Chéri:

No me lo vas a creer. Este año es mi año. Los tres nos inscribimos a un gimnasio, o mejor dicho los dos y al pobre de Víctor no le queda remedio. Ya sabes, esos que están como hongos por toda la ciudad y que prometen cuidar a los niños en la tarde para que puedas al menos correr en tu banda cual hamster. Pero bueno, es un descanso. La verdad solo iba por tener un rato para ver la tele sin que nadie me interrumpa, aunque tenga que estar sobre una banda haciendo como que corro. Me caga correr, pero es mejor que nada. Además sirve para hacer ejercicio, ni modo que me vea como mis amigas, yo todavía me quiero, por mi salud mental.

Bueno, eso no importa. Te decía, este es mi año. Voy a terminar como nunca y no porque ahora le tenga mucho amor al ejercicio. Estaba en la banda con mis audifonos viendo la tele, una de esas series basadas en superhéroes. Vas a decir que es una locura pero ¿recuerdas que te dije que yo iba a tener frente a mí al Capitán América? Pues ya estoy cerca.

Estaba en la caminadora, dispuesta a ver la tele un rato y caminar cuando una voz me dijo "aumenta la velocidad". Hubieras visto mi cara, casi se me caen los calzones cuando ví quién me estaba hablando. Era el tipo que conocí en el bar con una playera del Capitan América. Ricardo, se llama. Para mí es Ricky. Resulta que Ricky es instructor de pesas. Me vendió un programa personalizado al cual ahora asisto religiosamente. Bueno, apenas llevo un par de semanas. Pero la sensación de sentir a Ricky atràs de mi cuando hago sentadillas con la barra de pesas bien vale el sacrificio. Debajo de su ropa se asoma un tatuaje en su antebrazo, si pudiera se lo besaría y le arrancaría la ropa para descubrir que hay debajo. Ahora sí ya tengo la motivación que me faltaba para cumplir con eso de hacer ejercicio.

Te mando otra postal de la materia prima a disposición de Ricky. La cara del wey que me entregó las fotos fue épica, el menso no sabìa si era yo o no la de la foto, solo me miraba con una cara de morboso que no pudo ocultar. Mis khakis de señora lo hicieron dudar.

Cuidate.

X.

Miro la foto. De nueva cuenta no se ve el rostro, únicamente se ve la zona del torso. La mujer está recostada boca abajo, parece que levanta la cabeza, pero en realidad no se ve. Apenas se ve un mechòn de su pelo, se aprecia el inicio de sus pechos, los cuales tienen una bonita forma. Se ve un tirante a la altura de su hombro, de esa prenda que cubre sus pechos, al fondo se aprecia su cadera y sus piernas. El negro de la lenceria contrasta con su piel. Me pregunto qué originó esta correspondencia entre estas personas, me pregunto que pensarà esa mujer de mì, ahora que al igual que como hace años los encargados del lugar de fotos, a mi me causa intriga quién era esta persona. ¿Una señora tomando estas fotos?. Que extraño es ver estos recuerdos en papel, otro tiempo, ahora que todo es tan efímero, que todo es tan etéreo.

Mon Chéri:

El virus llegó aquí. Espero que te encuentres a salvo. Apenas y tuve tiempo de ir a despedirme de uno de mis lugares favoritos de esta ciudad. Ese donde siento el subidón al pedir mis fotos, como si ocultara un alter ego. Eso obscuro de nosotros, nos avergüenza pero al mismo tiempo cuidamos como un tesoro.

De quién no me pude despedir fue de Ricky, en cuanto dieron la noticia decidí guardarme con mi esposo y mi hijo. Estaba tan cerca, me lo dijeron mis sueños. ¿Sabes que cuando sueñas con alguien es porque ambos se conectan? Eso me dijo alguna vez un brujo, me pareció la mejor explicación para cuando sueñas con alguien y después de lo que soñé más vale que así sea.

Ahora todo es un caos. El miedo, no saber qué pasará o cuando volverá a la normalidad. Llegan noticias de lo que pasa en Milán, en Madrid. Los muertos, la soledad de quienes mueren en aislamiento, apenas con tiempo de despedirse a travès de una pantalla. ¿qué pinche despedida es esa? En ese caso creo que es mejor no decirle nada a Ricky, que se quede con la imagen de mi cadera acercándome a su cuerpo, de mi cabeza bajando a la altura de su entrepierna mientras muevo la barra con pesas. Yo me quedo con la imagen de su antebrazo con el tatuaje, de sentir la cercanía de mi cuerpo al suyo. Prefiero eso a la despedida por una pantalla, como un show de pesadilla. Que mierda de tiempos, encerrados y enfrentados a la realidad de cada uno. Ahora si nos vamos a conocer a nosotros mismos y a los nuestros, sentiremos nuestros humores a toda hora.

Casi lo olvido, el sueño. Me hizo despertar de buenas. No se que pasó en el intermedio, solo recuerdo que estaba completamente desnuda saliendo de la regadera y Ricky me esperaba en la puerta del baño. Yo seguía con mi rutina de arreglarme el cabello, mientras las gotas de agua recorrían mi cuerpo y él ahí parado viendome.

Va esta foto, el último rollo que pude revelar. Tendré que modernizarme y pedir impresiones por correo, ¿sabes? Así no tiene chiste. No puedo ver las caras de los que me entregan las fotos. Cada que recojo un encargo me dicen que las puedo revisar en la caja de luz que tienen en un costado del mostrador. Los pobres creen que lo haré. Ellos y yo con este virus quedamos huérfanos de ese pequeño gusto que cada quien lleva muy dentro y que negamos, aunque no sepamos bien a bien por qué lo escondemos.

Así es que si dejas de recibir estas cartas piensa que me despido de ti en papel, ahí te dejo estas líneas y las fotos. Ni creas que recibirás de mi una video llamada. Te jodes.

X.

Nuevamente encuentro junto a la carta una fotografìa en blanco y negro. La mujer está de espaldas, ella mira por una ventana, mientras está de pie al borde de una alberca. Ella usa una cola de caballo, completamente desnuda. Mis ojos recorren la imagen de su cuerpo, siguen las líneas de su espalda y se posan en la redondez de su cadera y vuelven a subir, como si la quisiera recorrer, como si quisiera sentir su piel que en papel parece suave. Busco informaciòn sobre lo que dice del virus. Veo los hologramas de una época que parece distante. Veo a la gente con caretas, mascarillas. Los lugares cerrados. Pienso en la foto nuevamente, la libertad de la desnudez, con la limitación del encierro, de la necesidad de cubrir el rostro, la despedida de los lugares y las costumbres. Los gustos. Pienso en cómo eso nos cambiò, quiza ahì esta la raìz de vivir tan alejados en estos dìas, en los que la soledad y el nulo contacto es la norma.

Mon Chéri

Son días grises. El hartazgo del encierro y la frustración de la acumulación de tareas. Trabajo, casa y ahora de maestra. Adoro a Víctor, pero obligarlo a concentrarse 6 horas frente a una pantalla me parece demencial. Eso mata toda inspiración. Pero eso no fue lo más jodido de estos días. Me tuve que despedir de una parte de mí.

¿Recuerdas a Ramiro? Lo tuvimos que poner a dormir por cáncer. No lo iba a dejar sufrir. Hoy solo escribo porque quería compartir mi pena con alguien más que no estuviera en estas cuatro paredes. Cuando Juan y yo nos conocimos no queríamos separarnos, yo cruzaba la ciudad para verlo, tres horas encerrada en el metro para visitarlo y ahora su música, su ruido a veces me exaspera. Y no es él, creo que es el encierro, la tristeza, el hartazgo y a la chingada, también él.

Pero extraño a Ramiro. Que bueno que no hablaba o escribía, hubiera vendido más copias que E.L.James y seguro que habría escrito algo mejor con todo lo que el pobre vío. Creo que al cabrón le gustaba ver. ¿Recuerdas que te conté cuando era un dulce cachorro que todo mundo quería cargar? Pero ni él con sus ojos brillantes y juguetones habría podido con tu cara Mon Chéri. Ni él hubiera podido ayudarte a conseguir quien quisiera salir contigo.

Te dejo tu foto, para que nos recuerdes.

X.

Se ve la foto de una mujer y un pequeño perro. Ambos dan la espalda a la cámara, caminan sobre la playa. Es una imagen que juega con las interpretaciones, la cámara estaba en el piso, la mujer usa cola de caballo y parece que solo usa una camiseta de tirantes turquesa que apenas y cubre su cuerpo, no revela nada pero se aprecia que es la única prenda que portaba la mujer mientras camina con el perro por una playa al amanecer. Pienso en lo que narra la carta con el contraste de la foto, la sensación de encierro, saturarnos y la imagen al aire libre, en el mar. Pienso cuándo fue la última vez que pasé tanto tiempo con alguien, creo que nunca me ha pasado. En cualquier caso, el iZooma te permite anestesiarte cuando no hay nada que hacer, sientes como lentamente va inundando tu cerebro de sensaciones placenteras, hoy el encierro me parece bastante fácil, tratar con otra persona tanto tiempo la verdad no tanto .

Sigo revisando entre las hojas del libro, buscando más imágenes, más cartas. Me sorprende cómo este objeto se transformó en una cápsula del tiempo, como un guardián de múltiples historias. Las escritas, las del diálogo entre el lector y el autor con los pasajes seleccionados y las que ocurren entre los propios lectores.

Mon Cheri:

Es impresionante cómo se adapta uno a las cosas. Le empiezo a tomar cariño a la rutina del encierro, a l pequeño universo que he construido dentro de mis cuatro paredes. Creo que el pobre de Victor es el que más sufre. Ver a su padre y a mì todo el tiempo. Si fuera un adolescente seguro lo vería como estar en la cárcel. Juan está sumido en su rutina de llamadas, videoconferencias. Pero eso nos ha ayudado a formar otras rutinas y tiempos de convivencia que antes no existían. Y pese al disfrute, he de decir que vivo en un tormento. Hago ejercicio por video, supongo que como todo el pinche mundo. Pero ya conoces mi cabecita loca.

Imagino que solo estamos nosotros y mientras hago los ejercicios me voy desprendiendo de la ropa, estoy sudando y Ricky me pide distintos ejercicios con tal de ver diferentes partes de mi cuerpo.

Otras veces, a medio abdominal imagino que Juan y yo lo hacemos, Ricky nos ve por la cámara y se empieza tocar. Imagino el cuerpo de Ricky, cómo si yo ya lo hubiera visto. De él solo conozco lo que dejaba ver con su uniforme del gimnasio y su único rasgo particular que conozco es su tatuaje. En eso estoy cuando Ricky me pide más, me sonrojo como si hubiera leído mi mente, pero en realidad se refiere a que aún faltan más repeticiones. Vuelvo a la sala, a hacer abdominales.

La sorpresa fue recibir un paquete de donas, de parte de Ricky. Para animarme por lo de Ramiro. Quizá le gusta verme haciendo ejercicio. Nuevamente mi cabecita loca.

Te dejo tu foto Mon Cheri, a ver si por fin te animas a decirme algo sobre las fotos. Nunca dices nada.

X.

Espero descubrir más de X, me parece que ya la conozco. Es curioso cómo se puede sentir familiaridad con extraños a partir de sus palabras, es como si se volviesen parte de tí, de tu cotidianidad. Me pregunto si alguien se tomarìa el tiempo para dedicarme unas lìneas, o unas fotos. Ya nadie hace estos trabajos de imágenes en papel. Solamente los museos. Veo la foto, es ella boca abajo. La imagen solo retrata sus piernas, desde su nacimiento hasta casi los tobillos, al fondo su torso, pero no es la figura central. Lo central son sus curvas, sus bien formadas piernas y sus nalgas. Un pequeño listón rodea su cadera, pero fuera de eso parecería estar desnuda. Sigo recorriendo sus piernas, como adivinando las sensaciones de su piel. ¿Quién habrá sido el fotógrafo? Acaso el sí habrìa conocido a que sabían esas piernas, cuál era su textura, ¿serían tan suaves como se ven? ¿Qué hacía a la mujer revelar el secreto entre esas piernas? Al menos él seguro tuvo la respuesta al misterio del rostro de la mujer.

Mon Cheri:

Que complicada es la vida en estos tiempos, es curioso como se extrañan los pequeños gustos que te puedes dar cuando tienes tan solo un poco de tiempo, un poco de espacio, un ratito para tí. Extraño el tiempo para mí. Suena absurdo pero hay cosas que prefiero guardarme, algo que me niego a compartir, incluso con Juan o Víctor. Todos perdimos algo en esta pandemia. Unos lo perdieron todo, otros somos más afortunados y solamente perdimos esos pequeños placeres que siempre menospreciamos, pero que hoy están ausentes.

Extraño la libertad de las escapadas con Juan. Para compensar, en esta pandemia, me di la oportunidad de experimentar algo que siempre había deseado, Mon Cheri. Solo diré que fue profundamente emocionante mirarme al espejo, ver mi rostro, la expresión de mi cara, a Juan atrás de mí. Sentir el dolor y traspasarlo para llegar al placer. Es curiosa esa sensación de saber que te pueden lastimar pero aún así arriesgarte e ir sintiendo como va atravesando dentro de ti. Lo más difícil fue tener que aguantarme las ganas de gritar ante las sensaciones. Que dificil es tener que callar y no poder expresar la emoción que sientes, pero imagina que me pusiera a gritar. Ya veo al pobre de Víctor dentro de 20 años ante un psicólogo explicando que su vida es un desastre producto de todos los traumas que le generó la gritona de su madre.

El placer y el dolor unidos. Una metáfora de estos tiempos: la vida y la muerte de la mano y al final la vida es más fuerte, la vida nos mueve, nos hace gritar.

Espero que tu puedas gritar algo Mon Cheri.

X.

Nuevamente es una foto de espaldas, ella aparece sentada sobre una mesa o una barra de mármol. El blanco contrastando con el negro de su ropa. Una ropa pequeña, bonita. Más que cubrir su ropa, decora y resalta. Se aprecia el movimiento del cabello, pero la fuerza de la foto está en su espalda y en la redondez de su cadera. Parece ella también esculpida en mármol. Gritar, ¿a qué se refiere con lo que dice en la carta? ¿Cuándo fue la última vez que sentí el impulso de gritar de emoción?. ¿Traspasar el dolor para llegar al placer? Es verdad, la vida es más fuerte. Regreso a la foto, a la redondez bellamente decorada por un pequeño hilo que la atraviesa y el encaje negro que le da inicio, como un telón que se abre para el deleite de los espectadores.

Mon Cheri:

Soñé que conocía la vida mediante otra vida. Es decir era yo, pero no era yo. Soñé que iba por una cerveza a un bar y conocía a alguien. Un extraño completamente ordinario, más bien feo. No me preguntes cómo pero lo besaba y eso despertaba en mí las ganas de seguirlo a su departamento. La siguiente escena que recuerdo en mi sueño era estar en su casa, en un sillón de un departamento con pisos de madera. Recuerdo el color del sillón, uno de esos en sillones pequeños de color blanco. Recuerdo que nos besamos, recuerdo las ganas de que besara mis pechos, fue tan real. Recuerdo la sensación de mi piel al contacto con la suya. Lo sentaba y me ponía sobre su regazo, moviendo mi cuerpo.

Me gustaba la cara de placer del extraño al movimiento de mis caderas, podía escucharme gritar, y recuerdo que yo podía gritar, podía dejar salir todo lo que no he podido en esta pinche cuarentena.

El extraño del que no recuerdo su cara se colocaba entre mis piernas, y yo solamente sentía su boca recorrerme. Lo tomaba del rostro para verlo y vi que era una mujer, de ojos verdes, nariz pequeña y piel apiñonada. Me decía su nombre: Mila. La sorpresa me despertó, o quizá fueron los ronquidos de Juan.

Pienso en mi sueño Mon Chéri, en cómo vivirá alguien el encuentro con mi cuerpo, en su cara de placer a punto de llegar al orgasmo y reconocerme como la causa de esa sensación, de escuchar en sus gemidos un testimonio de mi vida. Verme desnuda reflejada en la mirada de un extraño, como una oportunidad de conocer la experiencia de estar viva a través de otro, ese extraño;o se vuelve una ventana a otro mundo donde por un instante soy yo lo que satura los sentidos de esa otra existencia. Es difícil no ceder a las ganas de conocer el mundo a través de otra ventana, una manera de enriquecer la experiencia. Se que me entiendes Mon Cheri.

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