Vacaciones con mis Amigos

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Mariana decide hacer unas vacaciones exprés con sus amigos.
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Nokomi
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La risa de mis amigos resonaba dentro del vehículo, yo simulaba indignación hacia los evidentes chistes machistas que realizaban, especialmente en mi contra, preferí ignorarlos y deleitarme con bella postal que nos rodeaba. Hectáreas interminables de campo argentino hasta donde el horizonte se unía con el cielo. Si no fuera por los sutiles cambios del paisaje juraría que no nos estábamos moviendo, la velocidad a la que viajábamos se hacía evidente sólo si miraba la ruta. Ésta surcaba por debajo de las ruedas con una velocidad que me atemorizaba, pero confiaba en las habilidades al volante de Iván, que no apartaba la vista del camino.

La idea de unas "vacaciones espontáneas" surgió de Fede, quien afirmaba que disfrutaríamos de un viaje sin rumbo fijo ni grandes planeamientos. Con tener un automóvil capaz de tolerar las derruidas rutas argentinas, estaríamos bien. Nos dirigíamos hacia el suroeste del país, mi intención era llevarlos de a poco hacia Bariloche, una bella y famosa ciudad turística. Cumpliría un pequeño sueño al poder visitarla, aunque fuera verano y no pudiera apreciar a pleno el manto nevado que la cubría en invierno. Pero mis sueños debían aguardar, aún estábamos muy lejos, apenas comenzábamos a recorrer la provincia de La Pampa y San Carlos de Bariloche se encontraba mucho más al sur, en la provincia de Río Negro.

-¿Vamos bien Mariana? --la voz de Fede me arrancó de mis ensoñaciones.

-¿Eh, cómo?

-Si vamos bien, ¿o ya nos perdimos?

-A ver pará, ya te digo...

Me enredé entre mapas y libros de rutas. Mis amigos se negaron a comprar un maldito GPS porque afirmaban que nos estropearía la espontaneidad del viaje, a mí lo que me la estropeaba era intentar leer todos esos garabatos y manchas coloridas.

-Creo que estamos por acá --señalé un punto prácticamente al azar.

-No Mariana, ya pasamos por ahí hace como una hora --Fede se inclinaba sobre mi hombro apoyándose en el dorso del asiento --con este copiloto no vamos a llegar a ninguna parte-- Iván se rio por el comentario pero yo opté por mirarlos con un cómico gesto de rabia.

-No te calentés nena, ya vamos a descubrir dónde estamos, adelante se ven algunas casas, creo que ahí empieza una ciudad.

Por lo general Iván era el más serio del grupo, el más "maduro" por decirlo de alguna forma, pero a veces tenía sus momentos de estupidez e incongruencias, algo a lo que yo bauticé como "Síndrome de Federico" en honor al más revoltoso de mis amigos.

El paisaje campestre quedaba tachado detrás de viviendas y edificaciones que ya eran señal inequívoca de que nos adentrábamos en una ciudad, como el conductor predijo. Decidimos que era el momento propicio para darle una pausa a nuestra travesía y descansar como es debido. Pedimos indicaciones a algunos amables lugareños y conseguimos la dirección de un hotel económico y aceptable.

-Qué simpático el viejito --dije refiriéndome al último hombre que nos dio indicaciones.

-Fijate si no te dejó los ojos entre las tetas.

-¡Ay Fede! No digas eso, pobre viejo --lo cierto es que yo también noté sus miradas.

-Pero si es la verdad.

No pude evitar fijarme en el escote de mi blusa, no encontré los ojos del anciano, tal vez rodaron entre la amplia separación de mis grandes pechos, un rasgo físico que me molestaba, no el tamaño de los pechos, hablemos claro ¿Qué mujer no sueña con tenerlos de buen tamaño? Pero si detestaba que hubiera tanta separación entre ellos. Con el corpiño puesto se levantaban formando bellas lomas, así aparentaba mis 19 años sin problemas, pero al quitármelo parecía de 38, el peso y la maldita gravedad provocaban que mis glándulas mamarias bajaran considerablemente.

-El lugar está bueno, parece confiable --dijo Iván cuando nos detuvimos frente al hotel.

En el lobby nos recibió una bonita muchacha rubia con un extraño acento, supuse que era alemán. Cuando mis amigos comenzaron a preguntar precios, ella me observó detenidamente, tal vez se preguntaba qué hacía una chica de mi edad viajando sola con dos hombres, eso mismo fue lo que me preguntaron mis padres y me costó horrores convencerlos. Me permitieron viajar sólo porque conocían a Iván y Federico desde que los bauticé como "mis mejores amigos", hace ya casi tres años. La diferencia de edad siempre molestó a mi madre, aunque ésta fuera de sólo tres años. En mi época de colegio secundario esta diferencia era más notoria, ellos ya estaban cursando en la universidad y yo aún intentaba obtener mi título de bachiller.

La recepcionista responde a mis amigos con gran simpatía, de pronto ella enmudece. Todos nos sobresaltamos, el inconfundible y estrepitoso ruido de la alarma de un auto nos lleva a suponer lo peor. Salimos disparados del hotel sólo para descubrir que habíamos llegado demasiado tarde. Al parecer un imbécil no tuvo mejor idea que despojarnos de nuestras pertenencias, allí estaba el auto del padre de Iván con el baúl completamente abierto y vacío. Nuestras maletas se habían esfumado, de inmediato supuse que el ladrón no actuó sólo, él no podría desaparecer tan rápido cargando tanto equipaje. Me quedé boquiabierta, no podía concebir que de pronto nos hayamos quedado sin nada. Estuvimos un par de minutos en silencio mirando en todas direcciones pero no había ni rastro de los delincuentes, de hecho parecía que estábamos en un pueblito fantasma, sólo faltaba la planta rodadora saltando por los caminos como en las películas del lejano oeste.

-No te preocupes Mariana, vamos a estar bien --fue lo primero que me dijo Iván mientras me envolvía con uno de sus fuertes brazos.

-Ya me imagino al ladrón usando tus calzones --bromeó Fede.

Si no lo conociera tanto me hubiera enfadado con él por estar haciendo chistes en un momento como éste, pero sabía que su única intención era tranquilizarme. Sin embargo no había consuelo para mí, yo ni siquiera estaba pensando en la ropa.

-No me preocupa eso, por mí que se queden con todo lo que había adentro de las valijas, pero que nos devuelvan la plata --estaba al borde de las lágrimas- ahí teníamos casi todo nuestro dinero.

La preocupación se adueñó de sus rostros, Fede se acercó para abrazarme pero lo hizo con extrema lentitud, como forzándose. Le devolví el gesto sin poder reprimir mi tristeza. Luego cerramos el baúl del auto, tenía la cerradura desecha y tuvimos que atarlo con algunos retazos de soga que nos proporcionó la alemana.

Al regresar al hotel debatíamos nuestro siguiente paso, la idea más coherente era la de regresar a casa y dar por concluidas nuestras fallidas vacaciones. Pero la sabiduría de Iván nos hizo recapacitar, lo importante en este momento era descansar. Al poco rato nos hallábamos frente a la recepcionista pidiéndole que por favor nos diera acceso a una habitación económica en la que cupiéramos los tres. La blonda se apiadó de nosotros y no sólo nos permitió rentar un cuarto sino que también nos dio acceso a la cochera del establecimiento. Le agradecimos enormemente, el que nos robaran el auto completo significaría la ruina total y nuestros padres nos cortarían las cabezas.

Mi corazón se llenó de gozo al ver la habitación, no podía creer que fuera tan bonita, aunque sencilla a la vez. Tuve la impresión de que la recepcionista redujo el precio de la misma, tal vez se sentía culpable de que nos hayan robado justo en la puerta del hotel, al parecer todavía quedaba gente buena en este mundo o tal vez sólo actuó de esa forma para evitar la mala publicidad. De todas formas allí estábamos, ante una bella cama de gran tamaño en la que cabríamos sin ningún problema, ninguno de nosotros ocupaba mucho espacio. Fede sólo lo ocupaba a lo largo, ya que su apariencia era como la de un poste de luz.

-Me voy a bañar --anunció Iván- tengo una contractura tremenda, creo que no voy a poder mover nunca más el cuello.

-No seas exagerado che, además deberías ser un caballero, primero van las damas.

-Cuando encuentres alguna, decile que puede ir primera, mientras tanto me voy bañando.

Con gran cordialidad y respeto hacia el sexo débil, mis amigos me dejaron el último turno para bañarme, esto me dio tiempo para preocuparme una vez más, apenas si tenía ropa de repuesto, sólo me quedaba lo que había guardado en mi bolso de mano, allí sólo tenía una bombacha nueva, dentro de su empaque. "Mujer precavida vale por dos" me dijo mi madre mientras guardaba en mi bolso la ropa interior de repuesto, pero yo no era tan precavida como ella, debería llevar al menos una muda completa de ropa, ahora lo sabía, pero era tarde para lamentarse. Revolví entre las pertenencias de mis amigos hasta que di con una remera roja, me apropié de ella sin permiso justo antes de que Fede saliera del cuarto de baño.

-Hey esa remera es mía --se quejó Iván.

-Era tuya --le dije mientras tomaba una toalla y me disponía a ducharme.

El agua me reconfortó mucho, por unos minutos me hizo olvidar de todos los males y decidí que disfrutaría de mis vacaciones, no le daría el gusto a un grupo de malvivientes roba calzones. Mientras me secaba miré la maraña de cabellos negros que tenía en la cabeza, un nido de caranchos era un monumento a la prolijidad al lado de esto, pero ya conocía bien mi pelo, intentar arreglarlo sería una práctica inútil que me demandaría mucho tiempo; lo estiré hacia abajo desde las puntas y dejé que se secara de forma natural. En ese momento reparé en la cajita que contenía mi muda de ropa interior. ¡No podía ser! Insulté a mi madre en todos los idiomas posibles, a pesar de no conocer ningún otro que el español. La bendita bombacha era de un talle menor a las que yo usaba. ¿Cómo podía ser que la madre que me parió no conociera el tamaño de mi culo? "Pero si no tenés culo" me respondería ella, lo cual en parte era cierto, salí beneficiada en mi delantera y perjudicada en mis posaderas, pero al menos tenía algo de carne en las piernas y en las caderas.

Por suerte pude ponerme la bombacha, que más que eso era una tanga. Al menos así lo parecía. El elástico me apretaba mucho y temía que se rompiera en cualquier momento, aunque la mayor de mis preocupaciones se debía a que la tela no llegaba a cubrir mi peluda intimidad. ¡Qué vergüenza! Me apresuré por ponerme la remera sustraída a Iván y me aterré al ver que ésta era demasiado corta. Mi vello púbico aún se asomaba, como burlándose de mí. Tendría que haber pedido otra remera más larga, Iván es apenas más alto que yo, y eso que soy una mujer de baja estatura, para colmo mis voluminosos pechos estiraban la tela roja y mis pezones pretendían huir de ella.

-Chicos ¿No tienen una remera más grande? --pregunté asomándome por la puerta del baño.

-No nena, la única que me sobraba era esa, a la otra la lavé --todos lavamos nuestra ropa con la esperanza de que al otro día estuviera seca.

Ni me molesté en preguntarle a Fede ya que vi que estaba en cueros, sólo llevaba puesto un bóxer color blanco. ¿Qué hago? ¿Duermo en el baño hasta que la ropa se seque?

-Mariana, no te preocupes --a veces Iván podía leer mi mente- vos ya sabés que sos como una hermanita para nosotros, estás en confianza.

Sonreí y me tranquilicé un poco, si había dos hombres en el mundo en los que podía confiar, era en ellos. Aparecí ante sus ojos y no pude evitar notar que ambos apartaron la mirada sonrojados, bueno, hermanita o no, yo era mujer y ellos hombres. No me pondría quisquillosa, lo importante es que me respetaban. Para no estar enseñando tanto mis vergüenzas me senté sobre la cama con las piernas juntas. Mis amigos intentaban no fijarse en mi anatomía mientras conversábamos; adquirí el compulsivo acto de estirar la remera hacia abajo intentando cubrirme lo más posible. Disimuladamente reparé en la ropa interior masculina. ¡Qué extraña me sentiría yo dentro de uno de esos bóxer! Sería como llevar puesto un short y nada debajo, pero a ellos les quedaban bien, aunque se les marcara un poquito el bulto.

-¿Cómo vamos a dormir? -pregunté sólo para hablar de algo, porque ya me imaginaba la respuesta.

-Yo creo que en la cama hay lugar para los tres. Claro, si ninguno tiene problemas con eso -sugirió Iván, estuve a punto de decirle que opinaba igual cuando me interrumpió Fede.

-Por mí está bien, la que más lugar ocupa es Mariana, que está gorda. Toda la ropa le queda chica

-¡No estoy gorda! --Le grité tirándole con una almohada-- no tengo la culpa de que la ropa no me entre. Es culpa de mi vieja, por confundirse de talle y de Iván, por ser tan petiso.

-A mí esa remera me queda grande Mariana.

-Eso es porque vos no tenés con qué llenarla --diciendo esto apreté mis pechos de forma sugerente, pero me arrepentí de actuar de esa forma frente a mis amigos, aunque fuera una simple broma, intenté cambiar de tema- ¿Cuánta plata nos queda?

-No mucha. Veamos...

Las cuentas no nos cerraban de ninguna forma, estaríamos muy apretados económicamente si pretendíamos disfrutar de las vacaciones que teníamos en mente. Comenzamos a tachar cosas de nuestra lista mental, hasta temía que no llegáramos a Bariloche. Tal vez sólo podríamos quedarnos un par de días en esta ciudad y luego deberíamos regresar con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas.

Sorprendí a Federico mirando mis marcados pezones, al verse atrapado infraganti se puso colorado y apartó la mirada. De hecho la expresión de su rostro me causó mucha gracia. Sus pómulos se marcaron cuando frunció los labios y sus cejas se arquearon al máximo. No podía culparlo por mirar, era lógico suponer que cualquier persona miraría, hasta yo lo haría si una chica estuviera enseñándome sus timbres a través de la ropa y eso no quería decir que me gustaran las mujeres.

-¡La cámara! --grité de pronto sobresaltando a mis amigos- ¿Dónde quedó la cámara de fotos?

-Vos fijate en esa mochila --Iván señaló una que estaba tirada en el piso junto a la cama- pero creo que la guardamos en la tuya.

Él se encargó de revisar mis pertenencias, lo cual no me molestaba. Tuve la pésima idea de ponerme de rodillas en la cama, quedé inclinada hacia la mochila dándoles la espalda. No pasaron más de quince segundos hasta que vi un fantasmagórico resplandor en la pared. Me giré inmediatamente, la fuente de luz provino de la cámara de fotos que estaba en manos de Iván. El lente apuntaba hacia mí.

-¡Iván! Eso me lo hubiera esperado de Fede, que es un pelotudo...

- Gracias --dijo Fede.

-... Pero de vos no --mi enfado era un tanto fingido y ellos lo sabían.

-No te calentés Mariana, que no es para tanto --en ese instante miró la pantalla digital de la cámara y actuó de una forma similar a la de Fede cuando lo sorprendí mirándome los pechos.

-Dame eso.

Le arrebaté la cámara de un tirón, casi se me cae al piso, pero logré sostenerla. Hubiera preferido que se rompiera en mil pedazos antes de ver esa foto. La remera no me cubrió la retaguardia ni un poco. Mi cola aparecía en primer plano, prácticamente desnuda. La blanca tanga apretaba y marcaba mi vulva haciendo más que evidente la división de mi vagina. Parecía una imagen incluida en una web porno, lo sé porque suelo revisar ese tipo de páginas y están repletas de fotos de mujeres en poses tan sugerentes como ésta. Esta vez fue mi turno de sonrojarme.

-Se me ve todo --estaba anonadada.

-Tampoco te pongas así Marianita, si es por mí vos podrías andar con el culo al aire que me da igual, además te vimos mil veces en bikini y ninguno de los que usás es muy grande --Iván siempre intentaba hacer una observación tranquila y objetiva de la situación.

-De esa forma tu culo inmenso queda para la posteridad --acotó Fede- además esa es la prueba irrefutable de que estás gorda.

Sus bromas molestaban a muchos, pero si uno prestaba atención siempre intentaba alegrar a la persona que tomaba como víctima, el que se refiriera a mis poco voluminosas posaderas como algo "inmenso" me conmovió.

-Un día de estos te voy a dar una trompada tan fuerte que vas a creer que te caíste de un quinto piso --le dije en tono sereno intentando disimular mi sonrisa- pero ahora tengo que borrar la foto ¿Cómo se borran?

-¿Vas a borrar la primer foto que sacamos en nuestras vacaciones? --Iván aparentaba estar apenado de verdad.

-¡Claro que la voy a borrar! Parezco prostituta barata.

-¿Cobrarías caro si fueras prostituta? Que ladrona.

Esta vez me arrojé sobre Fede, la cámara cayó en las sábanas y mis garras sobre su cabeza. Lo azoté contra el colchón. Mientras hacía lo posible por magullarle el cerebro a golpes, Iván aprovechó la oportunidad de fotografiarnos, centrándose más que nada en mi anatomía.

-¡Te voy a matar Fede! ¡Para colmo decís que tengo el culo grande, ni que yo fuera una vaca!

-Bueno Mariana --la voz serena de Iván hizo que me detuviera- no te enojes con Fede, él tiende a exagerarlo todo, hasta cree que la tiene grande.

Ese comentario nos hizo reír mucho, pero no me olvidé que mientras peleábamos él sacaba fotos tranquilamente.

-Dame la cámara --no objeté.

En cuanto vi la pantalla pude ver mis piernas, en otra foto se adivinaba la tanga ciñéndose a mi entrepierna y en una tercera ya podía ver los pelitos negros asomándose con descaro. Miré hacia abajo y allí estaban en vivo y en directo, ese triangulito velludo me hacía ver como una puta en celo.

-Tenés más barba que yo Marianita --fue obvio que Federico se refería a mi pubis, y era cierto, él no tenía tanto pelo en su pequeña barba tipo chivo, como yo en mi zona baja.

Estuve a punto de acotar algo pero me quedé impactada al ver cuánto había crecido su bulto, al parecer el jueguito de querer golpearlo había hecho meya en su masculinidad, a Iván le estaba pasando más o menos lo mismo, tal vez era producto de mi semi desnudez. No quise avergonzarlos por lo que tomé el asunto a la broma.

-Ahora vamos a inmortalizar esos pajaritos --dije apuntando la cámara al bóxer del flaco bromista.

Lo tomé por sorpresa y se cubrió demasiado tarde, repetí la acción en la ropa interior de Iván. Les pedí que no se hicieran los pudorosos ahora, porque a ellos se les veía mucho menos que a mí, no sé qué haríamos con estas fotos más adelante, pero era divertido tomarlas.

-Ni se les ocurra borrarlas o les corto las bolas --amenacé alcanzándole la cámara a Fede.

Me di cuenta de que al estar de rodillas con las piernas algo separadas, ellos tenían una muy buena visión de mi entrepierna precariamente cubierta. Ni tengo que decir que mi amigo no dejó pasar la oportunidad de tomar una nueva fotografía.

-Podemos vender fotos porno de Mariana para recuperar algo de dinero --sugirió Iván en tono de broma.

-No creo que nadie quiera pagar por ver fotos mías. Menos así, que estoy toda zaparrastrosa.

-Lo cierto es que estás muy porno --dijo Fede alcanzándome la cámara.

Al mirar la última foto me sorprendí, no imaginé que sería tan explícita. La tela blanca dibujaba el contorno de mi vagina, la línea que separaba mis labios femeninos estaba bien delimitada y hasta se podía ver un botoncito resaltando del resto si se ampliaba la imagen. Esto también dejaba en evidencia un montón de pelitos asomándose por doquier. Me arrepentí de no haberme depilado la entrepierna antes de viajar, aunque ni siquiera se me cruzó por la cabeza hacerlo ya que sólo la afeitaba si estaba en pareja y corté con mi novio durante el invierno del año anterior.

-Bueno, ya basta de fotos.

Vi que la erección de mis amigos ya era total, ambos miembros apuntaban indiscretamente hacia mí, eso me produjo una sensación extraña, hasta llegué a preguntarme si alguna vez se masturbaban pensando en mí pero aparte esa idea de inmediato. Haciendo caso omiso a mis propias palabras, saqué un par de fotos más de sus respectivos bultos.

-¿No era que íbamos a dejar las fotos? --se quejó Iván.

-Bueno pero lo hice pensando en mis amigas, a ellas les van a encantar estas. Se las voy a vender --bromeé.

-Si querés yo se las muestro gratis --afirmó Fede.

-No porque me arruinás el negocio --en ese momento mi otro amigo arrebató la cámara de mis manos.

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