La MILF más Deseada 06

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Cuando la sacó de su boca, apenas unos instantes después, apartó la silla y se puso de rodillas en el suelo, imaginando que esto daría una mejor perspectiva. Volvió a introducir la misma porción de verga en su boca, y miró directamente a la cámara. Julián se apresuró a capturar un par de fotografías, justo antes de que su madre se apartara una vez más.

—¿Ya está? —Preguntó ella—. Decime que ya está...

—Sí, sí... ya está. Podemos sumar estas fotos a algunas de las que ya tenemos y con eso armamos un buen pack. Uno por el que nos van a pagar muy bien.

—Uf... qué alivio, —dijo ella, poniéndose de pie—. Fue más difícil de lo que me imaginaba... y eso que me imaginé que sería difícil.

—Sí, para mí también lo fue... por poco ni se me para... pero ya está, ya terminó.

—Por ahora terminó... porque me imagino que alguna vez vamos a tener que repetir algo como esto.

—Puede ser, pero para eso todavía falta mucho, así que no te preocupes.

—Bueno... voy a ver si puedo dormir. Sé que no es muy tarde, pero prefiero irme a dormir de una buena vez; además el whisky ya me está haciendo efecto.

—Está bien, nos vemos mañana. Que descanses.

Diana dio un beso a su hijo, en la mejilla, y se quedó mirándolo. Él estaba preocupado, no cabía duda de eso. Seguramente todo sería una situación muy traumática para él. Además su actitud de "mujer sufrida" no ayudaba en nada. Julián había traído una buena idea (aunque alocada) y había hecho un gran esfuerzo porque el negocio de las fotos se mantuviera en pie. Diana consideró que no podía irse a dormir dejando a su hijo tan preocupado... y sabía que la principal preocupación de Julián era ella misma. La rubia no era ingenua, ya tenía por sentado que a su hijo le gustaba verla cachonda, y actuando como a una puta... y eso no era más que un simple juego que habían comenzado para hacer más sencillo su trabajo. Sabía que ese juego no era del todo correcto, pero lo consideraba prácticamente inofensivo; y a ellos les funcionaba. Podía dejar de lado algunos prejuicios sociales, aunque fuera por unos segundos, y hacer este duro trabajo más fácil para su hijo... y para ella también. Porque lo importante era que los dos se sintieran bien. Diana sonrió y dijo:

—No te sientas culpable si te hacés alguna paja mirando esas fotos, al menos dale otro buen uso; me haría sentir muy bien. —Acarició la verga de su hijo—. La tenés bien dura, puede que yo también me haga una paja antes de dormir. —Se hizo la tanga a un lado, exponiendo su sexo—. Tengo la concha toda mojada. —Las caricias en el pene de su hijo se transformaron en una lenta masturbación—. ¿Me querés tocar un poquito la concha?

—¿Puedo?

—Si yo puedo tocarte la verga, vos me podés tocar la concha... pero solamente un poquito... y nada de meter los dedos.

Tímidamente Julián acercó la mano izquierda a la concha de Diana y comenzó a acariciar esos húmedos y rugosos labios. Ella abrió sensualmente la boca y dejó salir un suspiro, al mismo tiempo presionó con más fuerza la verga de su hijo.

Julián no sabía muy bien qué hacer, le agradaba mucho sentir una concha rozando sus dedos, pero no sabía si podía moverlos o no. Lo hizo con suavidad, casi como pidiendo permiso. Su madre le dio un nuevo apretón en la pija, y ésto lo puso a mil.

La rubia jadeó cuando los dedos de su hijo comenzaron a acariciarle suavemente los labios vaginales, incluso podía sentir un dedo que, ocasionalmente, se daba una vuelta por la zona de su clítoris. Esto la hacía estremecerse, y con cada pequeño espasmo de placer, apretaba la verga de Julián. La humedad de su propio sexo la excitó, de verdad estaba muy mojada... y lo estaba desde antes de los toqueteos. Uno de los dedos, el mismo impertinente que le tocó el clítoris, comenzó a jugar en el orificio de entrada de su concha, abriéndolo suavemente, como si estuviera espiando dentro. No se animaba a entrar, y ella ya se estaba arrepintiendo de haberlo prohibido... en ese preciso momento le vendría muy bien tener un dedo dentro de la concha, palpando sus paredes internas. O mejor aún le vendría tener una buena verga bien metida en la concha... una como la que tenía en la mano, como esa misma que estaba masturbando lentamente. Una verga como la de su hijo.

Esa idea la asustó.

—Bueno, ya está, —dijo la rubia, soltando la verga y retrocediendo un par de pasos—. Espero que busques algunas fotos donde tengo la concha bien abierta, y te hagas una buena paja.

Ella comenzaba a comprender por qué era capaz de decirle semejantes cosas a su hijo. La verdad era porque decir barbaridades la calentaba, y no tenía otra persona a quién decírselas, más que a Julián. Se reprochó a sí misma y se dijo que esta conducta tenía que terminar. El "jueguito" era más peligroso de lo que suponía. Su hijo podría hartarse de su actitud de "puta fácil"; o peor de todo, podía dejarle algún trauma de por vida. En ese momento no dijo nada, se limitó a sonreír. Luego se retiró a su cuarto.

Julián apagó las luces y, aún con la verga dura, se fue a su propio dormitorio. Tuvo que tenderse en la cama y masturbarse intensamente. Esa sesión de fotos había sido la más candente de todas, aunque en realidad hubiera durado pocos minutos. Esta vez sí se permitió disfrutar la hermosa sensación que le causó tener la boca de su madre envolviendo su pija... al menos en parte. No tardó mucho en acabar, con grandes chorros de semen, y lo hizo imaginando que éstos iban a parar directo al interior de la boca de su madre; y que ella se tragaba todo con placer.

Ahora sus perversas fantasías eran más fuertes que nunca, porque sabía que tal vez... tal vez, y si lo planificaba muy bien, podría volverlas realidad.

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