La MILF más Deseada 10

Historia Información
Capítulo 10.
9.7k palabras
4.86
1.9k
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Parte 10 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
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Nokomi
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Diana aguardó, sentada en silencio en el sofá. Pudo escuchar la puerta abrirse y la voz de su hijo, conversando con un hombre a lo lejos. Ésto puso tensa a la rubia, porque el modelo ya era una persona real, no alguien hipotético; y ya estaba en su casa. Ella debería posar en actitudes absolutamente eróticas junto a un hombre que no conocía, mientras su propio hijo les tomaba fotos. El corazón se le fue acelerando a medida que las voces se acercaban al living. La idea de tener un momento de clara índole sexual con un desconocido le traía recuerdos muy excitantes, sobre las veces que estuvo en situaciones similares. Pero ya no tenía tiempo para fantasear, el hombre había llegado.

El modelo que contrató su hijo superó todas las expectativas de Diana, era un tipo realmente atractivo, con el cuerpo musculoso y bronceado, una sonrisa encantadora, y el pelo negro prolijamente cortado; a ella le agradaban mucho más los hombres con el pelo así.

—Diana, te presento a Lautaro —dijo Julián—. Lautaro, ella es Diana. Julián mantuvo un trato impersonal, para no exponer el hecho de que esa mujer con lencería erótica era su propia madre.

El recién llegado besó a la rubia en ambas mejillas y no dejó de mostrar sus blancos dientes en una gran sonrisa.

—Encantada de conocerte.

Diana se sentía como una adolescente que de pronto descubre que aquel chico que le enviaba notas en secreto, era el más hermoso de la clase. A pesar de que no hubo comunicación previa entre ellos, Diana tuvo tiempo de imaginar cómo sería, y por un momento llegó a pensar que su hijo buscaría al modelo más económico que pudiera hallar. Eso, en su mente, se traducía como: buscar un tipo medio feo, pero con la verga lo suficientemente grande como para ser modelo porno. Sin embargo el recién llegado la hacía sentir incómodamente bien. No podía creer que tuviera que realizar poses sexuales junto a un tipo con un físico tan bien definido. A Diana no le gustaba verse por encima de nadie, pero, inevitablemente, siempre había sentido ese pequeño aire de superioridad ante los hombres, sabiendo que ella era la más hermosa en la pareja. Incluso cuando estuvo con el Tano, y a pesar de la forma en la que él la trató, siempre se vio a sí misma como el "premio mayor"; aquello que el Tano debía esforzarse por alcanzar, y por mantener. Sin embargo Lautaro era el primer hombre que la hacía dudar acerca de su posición. Él le parecía mucho más atractivo de lo que ella podría ser, y además era más joven, no debía tener más de treinta años. De pronto la rubia ya no se sintió como un premio que debiera ser ganado, sino que experimentó la situación desde la perspectiva de todos los que la habían deseado. Ahora era ella la que suplicaba mentalmente tener una oportunidad con ese atractivo hombre. Sabía que en parte la tendría, por el contexto de la fotografía erótica, pero ella quería más. Deseaba demostrarle a Lautaro todo lo mujer que ella podía llegar a ser. Quería causarle la mejor impresión posible.

—No me habías dicho que la modelo era tan hermosa, —le dijo Lautaro a Julián.

Diana empezó a reírse, sintiéndose aún más como una adolescente ingenua e inexperta. Además de atractivo, el tipo le resultaba encantador. Sólo con su sonrisa era capaz de dejarla anonadada.

—Y a mí nadie me dijo que tendría que posar junto a un modelo tan... bien parecido.

—Bueno, me alegra que se sientan cómodos el uno con el otro, —dijo Julián—. Me gustaría empezar con la sesión de fotos lo antes posible, para los tres el tiempo es dinero.

—Así es. Yo ya estoy listo —aseguró Lautaro—. ¿Tienen algo en mente?

—Emm... no, no pensamos en nada en particular, —dijo la rubia.

—Iremos improvisando, —dijo Julián, mientras hacía los últimos preparativos a la cámara—. De momento, Diana, podrías sacarle la camiseta a Lautaro, lentamente... así saco algunas fotos de eso.

Diana asintió con la cabeza, mentalmente agradeció que su hijo le pidiera hacer algo sencillo, para ir entrando en clima. Le hubiera sido muy difícil si de entrada le pedía que se metiera la verga en la boca. Aunque la curiosidad la llevaba a pensar cómo sería el miembro del modelo. Le quitó lentamente la camiseta a Lautaro, maravillándose con sus marcados abdominales y pectorales. Sin lugar a dudas ese tipo pasaba largas horas en el gimnasio. Diana comenzó a acalorarse, instintivamente, como si se tratase de un amante; empezó a acariciar los músculos del torso de Lautaro, mientras él terminaba de sacarse la camiseta.

—Ahora lo mismo, pero con el pantalón —pidió Julián, sin dejar de tomar fotografías.

La rubia sonrió instantáneamente al mirar a los ojos a Lautaro, acababa de conocer a ese hombre, pero ya estaba fascinada por él. Le hubiera gustado conocerlo en otro contexto, como en una discoteca, para jugar un poco con él; pero al compartir una sesión de fotos eróticas, podía sacarle mucho provecho a la situación. Ella lo despojó de su pantalón, para encontrarse con un apretado bóxer blanco, que dejaba bien marcado el voluminoso paquete del modelo. Diana no perdió tiempo, llevó su mano hasta el bulto y lo acarició suavemente. Una potente ola de calor recorrió su cuerpo a medida que el bulto fue creciendo. Le encantaba saber que estaba produciendo ese efecto en un hombre tan atractivo. No esperó a que su hijo le diera más indicaciones, se puso de rodillas ante Lautaro y apretó el bulto con fuerza, él le acarició sus rubios cabellos con gentileza, como si fueran amantes de toda la vida.

Julián estaba sorprendido por cómo su madre había tomado la iniciativa, pero ésto le gustó. Le agradaba verla en ese estado, evidentemente cachonda, acariciando el pene de otro hombre. Como este hombre era un completo desconocido, y solamente era un modelo al que se le estaba pagando, él no sintió ningún tipo de celos. Se limitó a tomar las mejores fotografías que le fuera posible.

Diana, más llevada por la calentura que por el profesionalismo, bajó el bóxer hasta las rodillas de Lautaro, para maravillarse ante la aparición de un pene tan grande como el de su propio hijo... quizás incluso un poco más grande. Aún no estaba completamente erecto, pero sí lo tenía completamente depilado. Tomo nota mental, le pediría a Julián que se depilara de la misma manera, era muy agradable a la vista. Ella se aferró al pene con una mano y comenzó a masturbarlo lentamente. Desde arriba, Lautaro la miraba con una simpática sonrisa, que a ella la derretía. Su concha ya estaba completamente húmeda y se relamía los labios imaginando todo lo que podía hacer con esa verga.

Lentamente la recorrió con su lengua, desde el glande hasta los testículos. Repitió esto dos veces y luego se dijo a sí misma que Lautaro no era hijo suyo, por lo que no tenía sentido limitarse; con él podría soltarse.

Abrió la boca y tragó la mitad de la verga, y sin esperar a que nadie le dijera nada, empezó el vaivén de cabeza típico de una mamada. Ella estaba feliz, chupando esa pija con total naturalidad, de la misma forma en que se la había chupado tantas veces a su amante, el "Tano". Diana quería demostrar que era una buena petera, quería que Lautaro quedara impresionado con su talento, por eso empezó a chupar con más ganas, haciendo un gran esfuerzo por tragar la verga completa. Lautaro la agarró de los pelos, sin excesiva fuerza, y la ayudó con la tarea de menear la cabeza de atrás hacia adelante. Ella ya lo estaba haciendo a buen ritmo, mientras se acariciaba la concha. Ya había perdido la noción de que eso era una sesión de fotos, ya no le importaba demasiado; estaba chupando una pija bastante grande y eso era todo lo que le importaba.

No se olvidó de darle unos buenos chupones a los testículos, pero tampoco les dedicó demasiado tiempo, su fascinación estaba en tragar esa verga tanto como le fuera posible, incluso aunque su saliva chorreara por la comisura de sus labios. Le encantaba sentirla dura dentro de su boca, y que la forzara a abrir la mandíbula al límite. Podía sentirla hasta el fondo de su garganta, y se preguntó más de una vez si conseguiría hacer acabar a Lautaro. Pero en realidad aún no quería que él acabara, todavía quedaba más para probar, podía ir mucho más lejos.

Después de estar varios minutos chupando la pija sin parar, Diana se puso de pie. Sonrió al modelo y sin decir nada dio media vuelta y se bajó la tanga, mostrándole a Lautaro lo mojada que tenía la concha. Acto seguido se puso de rodillas sobre un sillón, posando los brazos en el respaldar. Levantó la cola y le guiñó un ojo al modelo, como invitándolo a pasar.

Lautaro miró al fotógrafo y cuando Julián le indicó, con una seña, que podía proseguir, se acercó a la rubia, con la verga en su mano. No la penetró, aún no. Empezó a masajear esa concha húmeda y lampiña usando la punta de su verga. Ésto estimuló mucho a Diana, quien suspiró y comenzó a frotarse el clítoris. Las caricias que le proporcionaba el glande le hicieron recordar que llevaba años sin que le metieran una pija de ese tamaño. No podía aguantar más, la quería sentir dentro. Ella misma retrocedió, provocando que buena parte de la pija se le clavara dentro de la concha. Con un gemido le indicó a los dos hombres que había disfrutado mucho de esa penetración.

La concha le dolía, porque la tenía desacostumbrada a los penes grandes. El consolador la ayudó un poco a no estar tan estrecha, pero ese juguete plástico no era tan grande como la verga. Podía sentir cómo el agujero de su concha se dilataba dolorosamente, pero no le importaba, porque era un dolor dulce, lleno de placer.

Lautaro la tomó por la cintura y empezó a menearse lentamente, dando tiempo al fotógrafo a capturar cada momento. Pero Diana estaba impaciente, quería que se la cogieran, bien cogida. Llevaba años fantaseando con que otra pija de ese tamaño la hiciera feliz, y ahora que tenía la oportunidad no la iba a desperdiciar. Ella misma comenzó a menear su cuerpo, provocando que casi toda la verga saliera, para luego clavarse con fuerza en lo profundo de su sexo. La rubia dejó salir un quejido, que denotaba tanto dolor como placer. Pero ésto no la detuvo, repitió el movimiento con la misma fuerza, consiguiendo así otra intensa penetración. Ese vaivén castigó su concha, el dolor se hizo mayor, sin embargo venía acompañado de tanto morbo y goce, que Diana estaba decidida a tolerarlo. Incluso lo hubiera hecho si el sufrimiento fuera un poco más grande, porque este embriagante dolor ya lo había experimentado antes en su vida, cuando el Tano la penetraba antes de que ella estuviese completamente dilatada. Con él había descubierto lo mucho que podía disfrutar con esa práctica.

Julián estaba sorprendido por la actitud de su madre, la había visto excitada antes, pero no con otro hombre. Supuso que a ella le costaría soltarse ante el modelo, que pasarían varias sesiones hasta que se animara a llevar a cabo una penetración, pero allí estaba ella, resoplando como una yegua en celo, sin dejar de moverse. Sus grandes tetas se sacudían con el vaivén, y la gran verga se perdía completamente en el interior de su concha. Él aprovechó para sacar fotos de todo lo que pudo, le hubiera gustado que los movimientos de su madre fueran más lentos, pero ella parecía tan a gusto con las penetraciones que no se animó a pedirle que frenase un poco el ritmo. El chico capturó varias imágenes de su madre, en marcado gesto placer, y de a poco fue girando alrededor de ella, para fotografiar su cuerpo desde distintos ángulos, para por fin centrarse en esa lampiña concha que parecía dilatarse cada vez más. La verga entraba y salía con poca dificultad, y Julián sabía que eso se debía totalmente al trabajo que hacía su madre, porque Lautaro ni siquiera se estaba moviendo.

—Diana —dijo Julián—. ¿Qué tal si ahora te ponés boca arriba, con las piernas bien abiertas?

—Perfecto —dijo la rubia, con un jadeo.

Ella agradeció la idea de su hijo, le gustaba estar en cuatro, recibiendo una buena pija, pero Lautaro era un hombre digno de ver. Estando boca arriba podría disfrutar de ese adonis bronceado. Sin mucho preámbulo, la rubia se acostó en el sofá y abrió las piernas tanto como pudo, exponiendo obscenamente toda su concha. Julián aprovechó a sacarle una foto, antes de que la verga volviera entrar, para dejar constancia de lo dilatado que estaba el sexo de la rubia.

Lautaro apuntó con su pija a la concha de Diana, jugó con ella unos segundos, moviendo el glande por fuera, frotándole el clítoris. Ella disfrutó mucho de esto, pero más le gustó cuando la verga se clavó hasta el fondo. Soltó un potente gemido de placer que, probablemente, habrían escuchado todos sus vecinos. Pero ésto no la detuvo, cuando el vaivén comenzó, sus gemidos se intensificaron. Ahora sí parecía una verdadera actriz porno. Julián no veía la necesidad en que su madre gritara de esa manera, ya que nada de eso quedaría registrado en las fotos; pero le produjo tanto morbo escucharla gozar así, que no hizo ningún comentario al respecto.

Diana se moría de ganas de suplicar por la pija de Lautaro, como antaño lo había hecho con la del Tano; pero se reprimió, no quería espantar al modelo. Se suponía que ésto debía ser una sesión de fotos, y no una película porno. Sin embargo, mientras la verga entraba y salía de su sexo, ella se imaginaba en el rol de una actriz porno profesional, y se calentó con la idea de que muchos la vieran excitada, teniendo sexo. Al fin y al cabo eso ocurriría, pero en fotos.

La rubia se quedó en esa posición, recibiendo fuertes embestidas de ese hombre, como si ya fuera su nuevo amante. Con la mirada lo alentó a que le diera más fuerte, y él pareció entender el mensaje. Las penetraciones se hicieron más potentes, y ella continuó con sus gemidos de placer. La concha le chorreaba jugos sexuales, y la verga le llenaba cada rincón de su cueva femenina.

Pasado un rato, cuando supuso que Lautaro estaba llegando el clímax, se arrodilló en el piso y empezó a chuparle la pija una vez más. Lo hizo con mayor desenfreno, y en poco tiempo recibió su premio. Tenía ganas de tragar todo, pero como era una sesión de fotos, sacó la verga de su boca y permitió que el semen le cayera por toda la cara, a grandes chorros.

Julián pensó que esta escena valía oro. Dando lo mejor de su desempeño profesional, tomó fotos de todos los ángulos que pudo. Le hizo señas a su madre para que no mirase hacia la cámara, y que siguiera mamando como si estuviera sola con su amante. Ella entendió a la perfección, y volvió a tragarse esa verga, con mucho gusto. Le dio un par de fuertes chupones, y siguió tragando.

—Bueno, creo que ya tenemos fotos más que suficientes —dijo Julián, bajando la cámara. La rubia no abandonó su posición, siguió comiendo pija con gran entusiasmo—. Diana... ya terminamos. —No hubo respuesta, Lautaro miró a Julián, como pidiendo disculpas... la rubia seguía, con la cara llena de leche, tragando tanta carne como le era posible—. ¡Diana! —Exclamó... su madre lo miró de reojo, sin sacarse la verga de la boca—. Ya terminamos con la sesión de fotos... podés liberar a Lautaro....

—¡Ay, perdón! ¡Qué vergüenza! —Dijo Diana, limpiándose la comisura de los labios con la punta de los dedos—. Es que... me metí mucho en el papel. Quería hacerlo bien.

—Y lo hiciste de maravilla —aseguró Julián—. Pero ya no es necesario seguir, tenemos muchas fotos.

—Sí, sí... entiendo... este... bueno, un placer trabajar con vos, Lautaro... un gran placer.

—Lo mismo digo, Diana. Fue un gusto —el modelo le sonrió con simpatía, mientras se limpiaba el pene con una toallita húmeda que le brindó Julián—. Bueno, creo que me voy retirando... ustedes tendrán cosas importantes de qué hablar. Em... Julián, ya sabés cómo localizarme, si tenés en mente hacer otra sesión, contá conmigo.

—Por supuesto —dijo el chico—. Gracias por venir. Fue todo bastante rápido, y salió muy bien. Así da gusto trabajar.

Julián acompañó al modelo hasta la puerta, y luego regresó.

—Se ve que la pasaste muy bien con el modelo —dijo, luego de despedir a Lautaro.

—La pasé de maravilla...

Julián contempló el cuerpo de su madre, meses atrás ni siquiera se hubiera atrevido a fantasear con la idea de verla así. Ahora estaba acostada boca abajo, a lo largo del sofá, con la cola bien parada y las piernas algo separadas, de su lampiña concha goteaban flujos; sus grandes tetas estaban apretadas contra la cuerina del sofá, y la rubia tenía toda la cara salpicada de blanco semen. No pudo tolerarlo más, llevaba largos minutos aguantando una fuerte erección dentro del pantalón. Sacó su verga y en cuando Diana la vio sonrió con lujuria.

—¿Vos también me vas a dar pija?

Julián quedó boquiabierto, no podía creer que su propia madre le estuviera diciendo eso, aún tenía que procesar otras barbaridades que ella le había dicho. Decidió no darle más importancia de la que tenía, al fin y al cabo era un simple juego que Diana empleaba para estar más a tono con la situación. Con su pene rígido se acercó a su madre, la tomó de los pelos, y sin decirle nada, le clavó la verga en la boca, tan hondo como pudo.

Diana recibió ese segundo miembro viril con un ahogado gemido de placer, su lengua automáticamente comenzó a explorar cada centímetro de aquella verga, que tenía bien metida en la boca. Julián volvió a su tarea de tomar fotos, Diana miró la cámara con sensualidad. El chico pensó que esa era una de las imágenes más morbosas que había visto en su vida: una hermosa rubia cuarentona, con la cara llena de semen y una gruesa verga en la boca... y para colmo se trataba de su propia madre, quien tenía una lengua muy inquieta. Si hubiera sabido que ella se pondría así de cachonda con el modelo, lo hubiera contratado mucho antes.

—2—

Dos días después Diana se encontraba sola en su casa, algo que últimamente no ocurría con demasiada frecuencia. Julián había salido con sus amigos y dijo que volvería tarde. La rubia decidió ponerse algo de ropa sexy, sólo porque la hacía sentir bien, optó por el conjunto de tanga y corpiño negro, con sus respectivas medias y portaligas. Se miró al espejo desde todos los ángulos que pudo hacerlo, incluso se agachó y separó sus nalgas, para ver cómo se le dibujaba la línea de la concha en la fina tela negra. Arriba de la ropa interior sólo se puso un corto camisón, también negro, que apenas le cubría desde la mitad de la cola para arriba, y dejaba mucho escote por delante. Estuvo paseando por la casa, vestida de esa manera, mientras ordenaba algunas cosas. Luego decidió recostarse en el sofá, a mirar televisión. Llevaba unos veinte minutos en esta posición cuando escuchó el timbre.

Se sobresaltó, porque no esperaba a nadie, y para poder atender debería vestirse completamente, ya que estar vestida así era casi como ir desnuda... o tal vez peor. Antes de cambiarse espió por la mirilla y, sorprendida, corroboró que se trataba de Lucho y Esteban. No entendía qué hacían allí, pero recordó la última vez que se encontró con ellos, y se acaloró. Decidió darle una bonita sorpresa a los chicos. Abrió la puerta y, escondiéndose detrás de ella, les pidió que pasaran.

Una vez que ellos entraron, cerró la puerta. Los amigos de Julián se quedaron boquiabiertos al verla vestida de forma tan provocativa.

—¿Qué los trae por acá, chicos? —Preguntó ella, con una natural sonrisa.

—¡Diana! —Exclamó Esteban—. No me esperaba encontrarte vestida así... ¿ésta es la ropa que usás todos los días? Si es así, ¿Cuándo me puedo mudar a tu casa?

Diana se rió.

—No me visto así todos los días, sólo cuando me dan ganas... y hoy estaba sola, bueno, pensé que iba a estar sola. ¿A qué vinieron?

—A saludarte —dijo Lucho, mirándole las tetas sin disimulo—. Mejor dicho, a saludarlas a ellas —señaló los pechos. Una vez más, la rubia dejó escapar su risa.

—Julián no está, y no creo que hayan venido a saludarme a mí... o a ellas —meneó un poco las tetas.

—La verdad es que nos mandó Julián —dijo Esteban—. Venimos a buscar algunos juegos de PlayStation, para llevar a la casa de Bruno... esta noche nos vamos a quedar allá.

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