La MILF más Deseada 10

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—Ah, qué bien... bueno, busquen los juegos que necesitan.

—¿Ya nos estás echando? —Preguntó Lucho.

—Es que me agarraron en un mal momento, como la última vez. No crean que me olvidé de lo que pasó... ustedes se portaron muy mal conmigo. —Los dos chicos agacharon la cabeza, apenados—. Puede que yo haya dicho algunas cosas inapropiadas, y estaba un poco borracha, pero ustedes no dudaron en sacar ventaja de eso.

—Perdón, Diana —dijo Esteban—. Es que estabas demasiado sexy... y bueno, las cosas que dijiste. No es una justificación, sabemos que nos portamos mal, pero...

—¿Pero?

Como Esteban no dijo nada, fue Lucho el que habló, lo hizo mientras admiraba el cuerpo de la rubia en ese sugerente conjunto de ropa interior.

—Pero nosotros tenemos fantasías con vos desde hace rato. Sos demasiado hermosa. —Este comentario hizo sonreír a Diana—. No queríamos propasarnos, pero entendimos que vos andabas con ganas... de hacer algo.

—¿Con ustedes? Están muy equivocados. Son los amigos de mi hijo, Julián se volvería loco si se enterara de que hago algo así con ustedes.

—Nunca se lo contaríamos a Julián, —se apresuró a decir Esteban, sin apartar la mirada de esa pequeña tanga negra, en la cual se marcaban los labios vaginales de la rubia—. Nunca.

—No pasa sólo por eso, —dijo Diana—. Ustedes son chicos... tienen unos 19 años, no más. Y por más que Julián no se entere, yo sentiría que lo estoy traicionando de alguna manera. Quítense esas ideas de la cabeza, porque no va a pasar.

—Podemos entender que no va a pasar —dijo Lucho—, pero las fantasías van a seguir estando ahí.

—Mientras no me molesten, pueden fantasear con lo que quieran. Eso no se los puedo prohibir.

Los chicos la admiraron en silencio durante unos segundos, como si no le importara la cosa, Diana se dio media vuelta y caminó hacia el sofá del living, sabiendo que los amigos de su hijo le miraban fijamente el culo, que estaba prácticamente al desnudo. Cuando los chicos se unieron a ella junto al sofá, Esteban dijo:

—Diana ¿te puedo pedir un favor?

—Presiento que ese favor no me va a gustar nada —dijo la rubia—. ¿Qué tenés en mente?

—Emmm... me gustaría sacarte una foto, así como estás vestida ahora mismo... te... te prometo que no se la muestro a nadie. Es sólo que...

—¿Una foto? —Preguntó Diana, con una sonrisa picarona. Le hizo gracia la ironía de la situación, ahora ella era una modelo porno, y había posado muchas veces frente a una cámara, pero nunca con un fotógrafo que no fuera su hijo. La idea la entusiasmaba—. Está bien, si con eso consigo que no insistan más con este asunto, entonces sí me pueden sacar un par de fotos. —Los chicos se miraron entre sí, como si no pudieran creer lo que oían—. ¿Y qué esperan? Mejor háganlo de una vez, antes de que me arrepienta.

Ambos se apresuraron a sacar su celular del bolsillo. Apuntaron las cámaras hacia Diana, ella permaneció de pie, con los brazos en jarra, no era una posición demasiado sensual, pero le permitía a Esteban y Lucho admirar toda la belleza de ese cuerpo.

—¿Ya está? —Preguntó Diana, luego de un par de segundos.

—Emm... ¿podrías darte la vuelta? —Preguntó Lucho, con las mejillas enrojecidas.

—Ah, ustedes se quieren toquetear mirando fotos de mi culo...

—¿Te molestaría que hiciéramos eso? —Preguntó Esteban.

—Si mantienen las fotos para ustedes, no me molesta. Como les dije, no puedo impedirles que fantaseen. Está bien, me doy vuelta.

Dicho esto la rubia giró sobre sus talones, exponiendo toda su retaguardia una vez más, giró la cabeza hacia atrás, dedicando una cálida sonrisa a las cámaras, supo que ésta vez la imagen sería mucho más sensual, y para darle un poquito más de picante al asunto, se inclinó un poco hacia adelante. Ésto permitió que su cola se levantara, y como tenía las piernas levemente separadas, se podía ver el apretado triángulo que formaba la tanga, justo donde estaba su voluptuosa vulva. Diana vio como Lucho se arrodillaba en el piso, como si quisiera rezar una plegaria al culo de la rubia. Apuntó la cámara de su teléfono y fotografió esas imponentes nalgas.

—¡Hey, eso es trampa! —Se quejó Diana—. Desde ahí me ves todo...

—Perdón, es que estás demasiado hermosa con ese conjunto... demasiado sexy... no podía perder la oportunidad de sacarte una foto así...

—Qué vivo que sos. Yo muestro la mejor voluntad, y ustedes enseguida buscan la forma de sacar provecho.

—No te lo tomes a mal, Diana... —dijo Esteban—. Al contrario, deberías sentirte halagada... sos hermosa y... mirá la reacción que nos provocás —señaló su propia entrepierna, y era evidente que tenía una erección, su pantalón parecía una carpa recién montada.

—¡Upa! ¿Ya se les puso así, con tan poquito?

—¿Te parece poco? —Preguntó Lucho—. Estás vestida como una diosa erótica... y tenés un culo monumental. A mí también se me paró...

—Bueno... tal vez ahora sí me siento un poquito halagada. No me malinterpreten, eso no significa que vaya a hacer nada con ustedes. Pero es lindo saber que todavía produzco esa clase de efecto en los hombres.

—¿Y no te molesta saber que nos vamos a hacer la paja mirando tus fotos? —Preguntó Esteban.

—Mmmm... no, creo que no... mientras no le pasen las fotos a nadie más. Me voy a sentir un poquito rara cuando los vean, sabiendo que estuvieron tocándose mientras pensaban en mí, y mientras miraban esas fotos. Pero no me molesta...

—Genial, porque a estas fotos les pensaba dedicar más de una —dijo Esteban—. Y no te preocupes, no se las vamos a pasar a nadie... mucho menos sabiendo que nosotros tuvimos el honor de sacarlas.

—Ay, qué dulce... —la rubia sonrió—. Sabiendo que las van a valorar, y que no se las van a pasar a nadie... puedo permitirles que saquen algunas fotitos un poquito más... candentes ¿les parece? —Ambos asintieron con la cabeza—. Bueno, está bien... con ésto van a poder fantasear de lo lindo, y estoy segura de que nunca me vieron así...

Diana se sentó en el sofá y separó las piernas tanto como pudo, exponiendo su vulva, que quedó apretada en la pequeña tanga. Los gajos de concha se asomaban a los lados de la tela. Ambos chicos empezaron a fotografiarla, de rodillas, como si ellos fueran los súbditos de una diosa sexual. Esta misma idea cruzó por la mente de Diana, y la encontró muy divertida.

—No tengan miedo, chicos. No soy tan mala. Pueden acercarse un poquito y sacar fotos más de cerca, sé que se mueren por hacerlo.

Ninguno de los chicos esperó a que la rubia lo pidiera dos veces, se acercaron tanto como les fue posible. Incluso hubo algunos codazos entre ellos, para quedarse con la mejor posición. Pero al ver que la rubia levantaba un poco las piernas, exponiendo más su vulva apretada en la tanga, sólo se concentraron en tomar fotos.

Diana quiso llevar las cosas un poco más lejos, llevó la mano derecha hasta su entrepierna y comenzó a acariciarla lentamente. Su cuerpo vibró de placer, tocarse de esa forma frente a los amigos de su hijo la hacía sentir como una puta, pero durante muchos años se había prohibido disfrutar de un momento así, y ahora no dejaría pasar la oportunidad.

—Diana, ¿te puedo hacer una pregunta? —Esteban habló levantando la cabeza, para contemplar a esa diosa rubia de grandes tetas—. Es algo muy personal... así que voy a entender si no querés contestar.

—¿Y qué querés preguntar? No me voy a enojar, pero tampoco te aseguro una respuesta.

—Emm... ¿vos te hacés la paja?

La rubia soltó una risita nerviosa, como si volviera hacer la adolescente inocente que alguna vez fue. Semanas atrás ni siquiera hubiera considerado responder a esa pregunta, hasta la hubiera considerado ofensiva. Pero en ese preciso momento, con los grandes cambios que había sufrido su vida, hasta le agradó que Esteban le planteara esa duda.

—Hoy andan con suerte —comenzó diciendo Diana—. Estoy un poquito cachonda... —hizo una breve pausa para admirar el brillo en los ojos de esos dos chicos. La ilusión palpitaba en ellos—. Por eso les voy a responder honestamente. La verdad es que sí, me hago la paja... y me gusta hacerlo. Con más frecuencia de la que se imaginan. —No lo estaba viendo, pero se imaginaba cómo los penes de los chicos se ponían aún más duros que antes. Ella siguió acariciándose la entrepierna, por encima de la tela esa pequeña tanga—. Últimamente ando re pajera. Pensé que después de probar una buena pija se me iba a pasar, pero no fue así... hasta me quedé con más ganas.

—¿Pro... probaste? ¿Eso fue hace poco? —Quiso saber Lucho.

—Sí... hace apenas dos días. Un... amigo vino a visitarme. Uno muy lindo, muy varonil... muy viril.

—¿Te cogió? —Lucho ya se estaba tocando la verga por encima del pantalón.

—Me cogió mucho... y bien cogida. Fue hermoso... hacía rato que no me metían una verga así. —Diana sabía que se estaba pasando de la raya con sus confesiones, y que tal vez luego lamentaría haberlo hecho. Pero en ese momento la calentura era más fuerte, y ya podía sentir su concha humedecida. La fascinación con la que la miraban Lucho y Esteban la embriagaba—. Andaba necesitando una buena cogida... con chupar la verga de la otra vez, no me alcanzó... necesitaba algo más. Necesitaba algo bien duro en la concha.

—¿Podemos... podemos verte la concha? —Las palabras de Lucho fueron más una súplica que una pregunta.

—No, chicos... eso no. Porque sé que van a intentar si me la ven... —Ella cerró lentamente sus piernas—. Creo que ya les mostré más que suficiente.

—¿Y las tetas? —Se apresuró a preguntar Esteban—. ¿Te molestaría mostrarnos las tetas?

—Mmmm —Diana pensó, con una sonrisa picarona en los labios—. Eso podría ser... bueno, está bien. Pero sólo las tetas.

Ella se desprendió el corpiño en apenas un instante, pero para quitárselo demoró un poco más. Jugó con la expectativa de los chicos. Primero les dejó ver la parte superior de sus tetas, hasta que luego, por fin, apartó el corpiño, exponiendo sus duros pezones.

Los chicos se pusieron de pie de un salto, sus crecidos bultos apuntaban directamente a la rubia, como si estuvieran señalando a la culpable de su excitación.

—Uy, pero cómo tienen eso... ¡les va a reventar el pantalón!

—Yo ya no aguanto más tenerla dentro del pantalón —dijo Esteban—. Ya me duele...

—No se les vaya a ocurrir sacarla...

—¿Te daría vergüenza vernos la verga? —Preguntó Lucho.

—No, vergüenza no... no le tengo miedo a un par de vergas.

—Entonces, permiso...

Al decir esto, Esteban liberó su pene del pantalón, exponiéndolo largo y duro, en todo su esplendor. Lucho no se quedó atrás, también dejó salir su verga, que era un poco más gruesa que la de su amigo, pero no tan larga. Los ojos de Diana se iluminaron al ver tan imponentes miembros masculinos. No llegaban a ser como el de su hijo, o como el de Lautaro, pero se acercaban bastante.

—Ay, chicos... ¡qué zarpados! ¿Ahora tengo que estar viéndoles el pito?

—Dijiste que no te daba miedo —Le recordó Lucho.

—No, miedo no es... es otra cosa. En fin, ¿no iban a sacarme fotos de las tetas? Aprovechen ahora, porque se les está terminando el tiempo.

De inmediato los dos comenzaron fotografiarla, Diana posó para ellos con su sonrisa más simpática, mientras se acariciaba los grandes pechos. Hizo de modelo durante unos minutos, con la misma naturalidad que lo hubiera hecho delante de su hijo, y luego se puso de pie, pasando junto a Lucho y Esteban, que la siguieron con la mirada.

—Bueno, ya está —dijo la rubia—. Creo que tienen material más que suficiente para matarse a pajas pensando en mí. No pueden decir que no fui buena con ustedes.

—Sos muy buena, Diana —aseguró Esteban—. Pero... me gustaría una última foto...

—Ya les dije que no les voy a mostrar la concha...

—No me refería a eso... ni siquiera tendrías que sacarte nada más de la ropa.

—¿Y qué tenés en mente? —Preguntó Diana, con un atisbo de curiosidad.

—Quiero... si no te molesta... una foto... en la que yo esté agarrándote las tetas. Por favor... sólo eso...

—Ah... me parece un poquito subido de tono. Y ya me manosearon las tetas la vez pasada ¿o piensan que me olvidé de cómo se aprovecharon de mí?

—No queremos aprovecharnos —dijo Esteban—. Por eso te pido permiso... si no querés, no me voy a enojar.

—Bueno... si se portan bien, puedo permitir eso. Una foto con las tetas.

—¿Una para cada uno? —Preguntó Lucho, lleno de ilusión.

—Creo que no tengo más opción, sería injusto decirle que sí a uno, y no al otro. Está bien, una foto para cada uno.

La sonrisa de los amigos se volvió incluso más radiante de lo que ya era. El primero en posar fue Esteban. Se paró detrás de la rubia y le entregó su celular a Lucho. Sus manos se aferraron con fuerza a los grandes y tibios pechos de Diana. Ella sintió una embriagante ola de placer. Pero Esteban no se iba a quedar allí sin hacer nada. Aprovechó que tenía la verga bien erecta, y fuera del pantalón. Con un leve movimiento de su cadera logró posicionarla justo detrás de la vulva de la rubia, y presionó con fuerza, como si fuera a penetrarla. A Diana no pareció molestarle, ya que no hizo ningún comentario al respecto, se limitó a sonreír para la foto.

Esteban no desperdició su gran oportunidad, con sus manos recorrió cada rincón de las tetas de la rubia, y le pellizcó los pezones con descaro. Mientras tanto, restregó su pene contra la vulva de Diana, con tanta fuerza que, de no ser por la tanga, la hubiera penetrado.

Diana podía sentir su concha dilatándose y humedeciéndose ante las insistentes embestidas de Esteban, y todo su cuerpo parecía estar conspirado en su contra. No quería que el amigo de su hijo la penetrara, sin embargo su calentura estaba creciendo tanto que le fue imposible no acompañar esos movimientos con algunos meneos de su cadera. Ésto incentivó más a Esteban, que se prendió a Diana como si fuera una muñeca inflable. Como Lucho notó que algo ocurría, demoró las fotos tanto como pudo, para ayudar a su amigo. Tuvo que ser Diana misma la que, en un atisbo de cordura, puso fin al asunto. Esteban se separó de ella, con la verga tan dura que ya le dolía. La rubia la miró unos segundos y se preguntó qué se sentiría tenerla dentro de la concha, pero apartó esos pensamientos de su mente, porque aún tenía que lidiar con Lucho. El segundo chico tomó su posición, detrás de la rubia, y no fue más cordial que el anterior. Él directamente usó sus manos para apuntar la verga hacia la vulva de Diana, y comenzó a frotarla de arriba hacia abajo, admirando cómo la tanga ya se le estaba metiendo en la concha. Podía ver gran parte de esos labios lampiños que parecían suplicar por una buena verga. Para penetrarla le hubiera bastado con apartar un poco la tela, y ya tendría vía libre; pero supuso que Diana se enojaría, por lo que decidió no correr el riesgo. Una vez que su verga estuvo en posición favorable, se aferró a las tetas. Diana, que ya podía sentir a la perfección ese miembro viril amenazando su concha, también aprovechó un poco la situación, y al igual que con Esteban, le regaló a Lucho un candente meneo de caderas, incrementando aún más la presión que ejercía el glande contra la vulva. Incluso llegó separar las piernas, como si se estuviera ofreciendo a un amante.

Parte de ella quería eso, pero esos chicos no dejaban de ser los amigos de su hijo, y sabía muy bien lo mal que Julián se tomaría el asunto. Ya se había comportado como una puta, y cuando Esteban o Lucho le hicieran bromas inapropiadas sobre lo bien que se sentía arrimar a su madre, lo estarían diciendo con fundamentos reales. Diana se sintió culpable por estar haciéndole esto a su hijo, por lo que, en ese mismo instante, decidió dar por terminada toda la sesión de fotos.

—Bien, chicos, creo que ya fue más que suficiente —dijo, apartándose de Lucho—. Se portaron mejor de lo que yo esperaba... bueno, más o menos. Pero prefiero que se vayan, antes de que las cosas se tornen más...

—Está bien, Diana... entendemos —dijo Lucho, él no tenía ganas de irse, pero comprendió que la rubia hablaba en serio, y no quería hacerla enojar. Mucho menos luego de haber logrado un avance tan importante—. Esteban y yo nos vamos ahora mismo. Gracias por las fotos, son geniales...

—Pero yo... —dijo Esteban.

—Nada, nos vamos —insistió Lucho—. Vení, vamos a buscar los juegos de play a la pieza de Julián. Diana, gracias por las fotos, sos de lo mejor... sos la mujer más hermosa que vi en mi vida.

—¡Ay, gracias! Son unos amores... me alegra que no se hayan enojado... yo... mejor me voy a mi pieza, para no provocar más las cosas... busquen tranquilos los juegos, y cierren la puerta al salir.

Cuando Diana se alejó, Esteban guardó su verga y miró con odio a Lucho.

—¿Por qué le dijiste que nos íbamos? —Preguntó, casi en un susurro—. ¿No ves que ya estaba casi entregada?

—Ella dijo que no quería seguir. A mí me re calienta esa mina... me la quiero coger tanto como vos. Pero no quiero estar suplicándole todo el tiempo. A mí lo que me calienta es que ella se entregue... se muere de ganas por coger, eso se le nota. Quiero que sea ella la que nos suplique a nosotros.

—Mmm... interesante idea. Yo me la hubiera cogido ahora mismo, pero lo que vos decís no está nada mal. ¿Creés que hay chances de que lleguemos a eso?

—Sí, no tengo ninguna duda. A esa rubia le encanta la pija.

Diana, que no pudo escuchar nada de esa conversación, se encerró en su cuarto y comenzó a castigarse la concha con el consolador. Se dio más fuerte de lo habitual, casi como si quisiera que le doliera. Se había portado mal, y no sabía cómo iba a encarar a Lucho y Esteban la próxima vez que vinieran a su casa, porque de algo sí estaba segura; ellos volverían... y no dejarían de buscar su "premio mayor".

—3—

Desde la sesión de fotos con Lautaro, Diana y su hijo no habían trabajado en una nueva; tampoco lo creyeron necesario, Julián aseguró que tenían suficientes fotos para tres packs, o para uno muy grande. Él estuvo intercambiando mensajes con la agencia alemana, y llegaron al acuerdo de que preferían pagar todas las fotos como parte de un gran pack, y ofrecerlo así en la web. Después de ver la cantidad de dinero que ofrecían, Julián no lo dudó ni por un segundo. Cuando le comentó ésto a su madre, la rubia se puso feliz, porque todo el trabajo valdría la pena.

—Me parece que ésto de contratar el modelo sí nos favorece —dijo Diana—. Si armamos un pack grande, y obtenemos un buen precio por él...

—Sí, yo también pensé lo mismo, eso se debe a que vos sos una de las modelos más populares de la web, y nos ofrecen un mejor precio.

—Me halaga mucho escuchar eso. ¿Estás pensando en volver a llamar a Lautaro? Porque a mí me encantaría hacer otra sesión con él...

—Algún día lo voy a volver a llamar, es un buen modelo. Pero mientras tanto podemos seguir probando entre nosotros.

—¿Entre nosotros? Mmm... de eso quería hablarte, Julián —el chico se puso en alerta—. Entiendo que en un principio era nuestra mejor opción... me refiero a eso de posar juntos; pero ahora, con el modelo... es decir, Lautaro me parece un tipo genial, me solté mucho con él... como ya habrás visto. No tendría ningún problema en dejarme hacer de todo por él, hasta admito que me gustaría que me la metiera otra vez. A lo que voy es que, preferiría que nos ahorremos la incomodidad de posar juntos. Todo bien por lo que hicimos, era necesario, pero en algún momento eso debía terminar. ¿Me explico? Creo que con Lautaro llegó ese momento.

Julián la miró abatido, no se había sentido así desde la vez que su PlayStation 2 se cayó al piso y se hizo pedazos. Había logrado formar una gran relación de confianza con su madre, y cada vez le gustaban más esos "jueguitos" que iniciaban al momento de sacar las fotos, había hecho todo bien, todo a la perfección... hasta el momento en que contrató ese modelo. Ese fue su gran error. Lo hizo sólo por una cuestión económica, para que el negocio pudiera prosperar, pero no imaginó que éstas serían las consecuencias. Pensó que su madre aceptaría estar una vez con el modelo, y luego todo volvería a la "normalidad" entre ellos dos.