La MILF más Deseada 11

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Nokomi
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>Para colmo a mí empezó a gustarme eso de jugar al filo del peligro, y le pedía al Tano que se quedara cada vez más tiempo... cada vez más cerca del horario en el que tu papá volvía de trabajar. Para evitar que los vecinos vieran al Tano entrar y salir, o evitar que tu padre se lo cruzara en la calle, yo lo hacía salir por el patio. El Tano saltaba el tapial y ya quedaba en la calle de atrás. Una vez casi ocurre eso que yo me temía, pero que a la vez me excitaba: el Tano estaba en el patio cuando tu papá volvió. Por suerte no se vieron el uno al otro, pero yo estaba en el sofá, completamente desnuda, haciéndome tremenda paja. No habían pasado ni veinte segundos desde que había tenido la pija bien metida en la concha. Tu papá me saludó diciendo algo como: "¡Epa! No esperaba encontrarte así". "Es que ando muy caliente", le dije, sin dejar de tocarme. "¿Y en qué pensabas?", me preguntó. Ahí fue cuando me fui un poco al carajo, le dije: "Estaba fantaseando con que un macho bien pijudo me cogía, mientras vos estabas trabajando"...

—¿Qué? ¿Eso le dijiste? ¿A papá? —Preguntó Julián, incrédulo.

—¿Te molesta que le haya dicho eso?

—Y sí... es que... básicamente le confesaste tu infidelidad, en la cara...

—Dijiste que no te iba a molestar...

—Pero no pensé que fueras a decir una cosa así.

—¿Qué pensabas que te iba a contar?

—No sé, que te veías con el Tano... y que a papá lo dejabas fuera del asunto.

—Eso no fue lo que pasó. De forma indirecta, tu padre fue parte del asunto. Admito que no me porté nada bien con él... —ella apartó la mano del pene de Julián—. Pero no quiero que mi hijo piense mal de mí. Pensé que ya teníamos un vínculo de confianza que nos permitía contarnos estas cosas... pero me equivoqué.

—No... este... seguí contándome...

—No, Julián. Evidentemente vos todavía no estás listo para lo que yo quiero contar.

—¿Así que ahora no me vas a decir nada más?

—No, por el momento. Pero cuando vea que estás mejor preparado, te lo cuento. No quiero que terminemos peleados por este asunto. Sé que me porté super mal con tu papá, y no necesito que nadie me lo recuerde. Yo quiero contarte estas estas cosas, para que alguien entienda por qué a mí me causó tanto morbo; pero todavía no estás listo.

—Pero... yo quiero saber.

—Y lo vas a saber... a su debido tiempo. Pero por ahora lo dejamos así, intentá pensar en las cosas que te dije, y fijate si podés manejarlas un poquito mejor. Si podés con eso, te cuento lo demás. Porque si sólo con el principio ya te pusiste así, cuando te cuente todo el resto me vas a odiar. Bueno, voy a ver si me pongo a hacer algo más productivo, como preparar el almuerzo. Otro día volvemos a este tema. Ahora sólo nos queda esperar a que llegue la ropa de Alemania.

Diana se vistió de forma casual, y salió del cuarto, dejando a Julián con una potente erección que, poco a poco, se fue desvaneciendo. El chico se lamentó por ser tan bocón, si se hubiera quedado callado, su madre le hubiera contado alguna anécdota morbosa. Pero, una vez más, él lo había arruinado todo.

—2—

El nuevo conjunto erótico para Diana llegó tres días después. Ella lo sacó de la caja con entusiasmo. Aún no se encontraba del todo bien; pero unos días de distracción, con series y películas de por medio, la ayudaron a despejarse un poco. Julián estaba sentado frente a ella, tomando su leche chocolatada de todas las tardes.

—¿Y, qué te parece? —Preguntó Julián.

—Ah, bueno... ¡Me tengo que probar esto ahora mismo!

Diana fue hasta su cuarto, llevando la caja. No le daba ningún tipo de pudor desnudarse frente a su hijo, pero quería sorprenderlo.

En cuestión de un par de minutos ya tuvo puesto el nuevo conjunto. Se miró al espejo, con una gran sonrisa dibujada en los labios. Toda la ropa que recibió de la agencia alemana le gustó, pero éste ya se había vuelto su conjunto favorito apenas se vio dentro de él. Le quedaba perfecto, como si hubiera hecho especialmente para ella. La tanga era demasiado pequeña, y apenas le tapaba los gajos vaginales; pero le encantaba el efecto que producía y la forma en la que dejaba a la vista todo su pubis.

Salió de su cuarto y volvió a encontrarse con Julián, sin decir nada, comenzó a desfilar frente a él, frenando ocasionalmente para mostrar sus nalgas o agacharse un poco. El conjunto estaba formado por una diminuta tanga blanca, medias de encaje y el acostumbrado portaligas. Pero lo que más fascinó a la rubia fue el corset, que poseía tiras entrecruzadas que iban desde su ombligo hasta sus tetas. Como estaba muy ajustado, sus grandes pechos parecían a punto de reventar.

—¡Woooow! —Dijo Julián, admirando a su madre—. Te queda mucho mejor de lo que me imaginaba.

—Si lo elegiste vos, tengo que admitir que tenés buen ojo para ésto.

—Sí, lo elegí yo... apenas lo vi me imaginé que te iba a quedar bien. En la foto lo estaba modelando una chica muy linda, pero te aseguro que a vos te queda mucho mejor que a esa modelo.

—Te creo —dijo, soltando una risita juvenil—. Sé que suena poco modesto decirlo, pero me siento tan bien con esto puesto, que no me importa. Espero que cuando hagamos el video, se pueda lucir bien.

—Sí, pero no sólo va a ser eso. O sea, no te expliqué todo porque me pareció que lo importante era, justamente, el video. Pero primero tenemos que hacer una sesión de fotos con ese conjunto... y algunas otras fotos con...

—¿Con la pija en la boca? —Julián asintió con la cabeza—. Sí, me imaginé algo así. Sería como un pack de fotos donde el video es el premio mayor.

—Exacto, lo van a ofrecer a buen precio. Algunas de las fotos se usarían para publicitar el pack.

—Yo no pienso sacarme esto en todo lo que queda del día, así que cuando vos quieras podemos empezar con las fotos.

—Me parece genial, voy por la cámara. Empezamos ahora mismo.

La primera parte de la sesión la tenían tan ensayada que para los dos fue casi rutinaria. Mientras Diana buscaba posiciones sensuales, usando el sofá como apoyo, Julián se concentraba en buscar el mejor ángulo. Si bien al chico se le subió la temperatura al ver a su madre vistiendo ese conjunto tan erótico, no llegó a tener una erección. Si esta misma sesión hubiera sido la primera o la segunda, andaría con un garrote entre las piernas; pero ya se había acostumbrado a ver a su madre con ropa sugerente.

Diana, por su parte, tampoco sintió demasiada calentura al posar, aunque sí estaba alegre, porque ya podía imaginar lo bien que saldrían estas nuevas fotos.

Llegó el momento de posar con la verga en la boca, y ella encaró la situación con cierta naturalidad. Se arrodilló frente a Julián, le quitó el pantalón y empezó a masturbarlo. Con este estímulo tan directo, el pene se puso duro en cuestión de segundos.

Diana sonrió y luego abrió su boca, para dejar entrar la verga. El contacto la hizo sentir incómoda, ya se había mentalizado de que no tendría que volver a hacer algo así con su hijo, pero allí estaba. De todas maneras se esforzó para que eso no se notara en las fotos. Miró a la cámara como si estuviera viendo a un viejo amante y mantuvo el miembro en su boca tanto tiempo como fue necesario. Lo dejó salir cuando Julián le dijo que ya había tomado las fotos.

La rubia se acercó al sofá y se sentó, las manos comenzaron a transpirarle, y el corazón se le aceleró. Había hecho todo lo posible por no pensar en este momento, pero ya no quedaba más alternativa. Tenía que encarar la situación con valentía, porque el problema lo había causado ella. De no haber sido tan calentona e impulsiva, Lautaro aún sería su modelo, y le estaría chupando la verga con mucho gusto. Pero el error ya había sido cometido, y no podía revertir la situación.

Diana supuso que lo mejor era actuar sin pensar demasiado, dejar que su instinto sexual hiciera todo el trabajo. Esperó a que Julián cambiara la cámara, por una ideal para grabar videos. Le agarró la verga y sin ningún tipo de preámbulo, abrió la boca y se la tragó hasta la mitad. Su cabeza comenzó a subir y a bajar, y la saliva se fue acumulando dentro de su boca. La rubia intentó imaginar que se trataba de su viejo amante, el Tano, o de Lautaro... pero cada vez que esa verga entraba en su boca, sólo podía pensar: "Éste es tu hijo, Diana. Es tu hijo y le estás haciendo un pete. ¿De verdad pensaste que iba a ser más fácil porque es tu trabajo?".

Definitivamente no era más fácil. La excusa del trabajo le había servido mucho, hasta el momento; pero éste era un nivel diferente. Ahora debía chuparle, literalmente, la pija a su hijo... hasta hacerlo acabar. No sólo debía tenerla dentro de la boca, sino que además debía proporcionarle a Julián todo el placer sexual posible, para que el eyaculara...

Dejó salir la verga, y se dedicó a masturbarla durante unos segundos. De vez en cuando le pasaba la punta de la lengua por el glande. Eso le servía para demorar un poco más la incomodidad de tener ese miembro dentro de la boca. Sin embargo sabía que pronto debía volver a tragarlo. Al mirar hacia arriba se encontró con la cámara, que apuntaba directamente a su cara. Eso le gustó, porque la cámara impedía que tuviera que mirar a su hijo a los ojos. Pero por más que quisiera engañar a su mente... ese seguía siendo su hijo.

—No puedo —dijo Diana, poniéndose de pie, repentinamente—. Lo intenté, pero no puedo. Lo siento mucho.

—Está bien, mamá... no te preocupes. Sé que lo intentaste, y para mí también es difícil, no creas que no. —Julián lo decía en serio, para él también había sido una pequeña tortura; su problema era que Diana se la estuvo chupando tan bien, que estuvo a punto de acabar. Eso hubiera arruinado el video—. Le pediré disculpas a la agencia alemana, y les devolveré el dinero.

—Pero... eso nos va a perjudicar mucho. —La preocupación se hizo evidente en la cara de la rubia—. Además, me imagino, que tendremos que pagarles más de lo que nos dieron. Como una especie de multa.

—Sí, es lo más probable; porque nos comprometimos a hacerlo... mejor dicho, yo me comprometí. Vos no tuviste la culpa.

—Sí que la tuve... yo arruiné todo con Lautaro. Vos no sabías nada de eso. Tu idea fue perfecta, era una excelente forma de mejorar nuestros ingresos. Yo me mandé una cagada... vos no. Vos hiciste lo mejor para nosotros. Hice el esfuerzo por grabar el video con vos; pero no puedo. Me resulta muy difícil.

—Hubo momentos en los que no te costó tanto metértela en boca.

—Sí, es cierto... pero fueron momentos de mucha calentura, ni siquiera estaba pensando.

—Ajá, ya veo... entonces esa puede ser la solución que buscábamos —dijo Julián, dejando la cámara sobre una mesita, junto al sofá.

—¿A qué te referís? —Diana preguntó automáticamente, porque sabía perfectamente lo que su hijo intentaba decirle.

—Habrá que calentarte... lo suficiente como para que ya no te dé tanto pudor chuparme la pija. —Avanzó hacia su madre, con toda su erección por delante.

—Pero Julián... este... no sé si quiero que vos me calientes. —Diana se atajó con las manos, como si su hijo fuera un depredador sexual. No le tenía miedo, en absoluto... lo que temía era que la propuesta de Julián funcionara.

—No sería la primera vez que vaya a verte excitada, mamá... ni sería la primera vez que te calentás con mi verga ¿o me lo vas a negar? —En lugar de encarar a su madre por delante, la rodeó, posicionándose detrás de ella. Se aferró a esas grandes tetas, y arrimó su verga, hasta que quedó encajada entre las voluminosas nalgas de la rubia.

—Emm... no, no puedo negar eso. Pero ya me había mentalizado de que eso no se iba a repetir. Por más trabajo que tengamos... no está bien. Me incomoda, y me da miedo.

—Pero eso se te pasa una vez que estás calientes... cuando te excitás parecés otra persona. Dejás salir a la Diana que lleva tantos años reprimiéndose. —Mientras hablaba, Julián pellizcaba los pezones de su madre.

Diana pudo sentir como su temperatura corporal se incrementaba rápidamente. No sabía que su hijo pudiera ser tan diestro con los toqueteos... esto no se parecía mucho a la vez que estuvieron en la ducha y ella lo dejó manosearle las tetas. Ahora no parecía haber curiosidad en Julián, sino una clara intención por excitarla. Una de las manos del chico bajó, hasta encontrarse con la lampiña concha de la rubia. Ella suspiró ante el electrificante placer que le brindaron esos dedos que jugueteaban con su clítoris. Para Diana fue casi como revivir aquellos momentos con el Tano, que la tocaba de con esa misma impertinencia.

—Bueno... emm... puedo hacerlo yo solita —dijo Diana—. Yo me puedo tocar hasta calentarme...

—Pero este método es más efectivo...

La rubia no podía negar eso, sin duda ser tocada por otra persona era mucho más efectivo que hacerlo sola... además su hijo estaba dando muestras de habilidad. Lo que más preocupaba a Diana era la forma en la que el pene de su hijo se frotaba contra su vulva.

Julián coló dos dedos dentro de la concha de su madre, y dijo:

—¿No andás con ganas de chupar una verga?

Diana se derritió con esas palabras, muy similares a las que le decía su viejo amante, el Tano. Ya estaba fantaseando con la idea de ponerse de rodillas, y que le metieran una buena verga hasta el fondo de la garganta.

—Mmm... sí.... —dijo ella, entre suspiros—. Me la quiero comer toda...

Ella empezó a frotarse contra la verga de su hijo, estaba perdiendo el control sobre su propio cuerpo, reaccionaba por puro instinto sexual. Si su hijo hubiera sido el Tano, en ese momento la hubiera agarrado de los pelos, para obligarla a tragarse toda la pija. Diana hasta flexionó las rodillas, preparándose para ese momento que nunca llegó. Si bien Julián poseía iniciativa, y la tocaba muy bien, carecía de la brusquedad natural del Tano. Pero ésto no enfrió a Diana, ella aún tenía el corazón palpitando con fuerza, porque esa verga contra la que se estaba frotando, era la de su propio hijo. Se sintió una pésima madre, pero el miedo que había experimentado segundos antes, se había convertido en morbo. Tenía la excusa perfecta, nadie podría tratarla de degenerada. Lo iba a hacer obligada por la situación, por trabajo... necesitaban el dinero. Y si para conseguirlo tenía que darle una buena chupada a la verga de Julián, entonces lo iba a hacer... tenía que hacerlo.

—Agarrá la cámara... que me voy a comer toda esa pija. Ahora vas a ver lo buena petera que es tu madre.

Julián no dejó pasar la oportunidad. Se sentó una vez más en el sofá, y con la cámara en mano, le ofreció su erecto pene a su madre.

Diana se arrodilló, agarró la verga con una mano y se la tragó hasta la mitad. Miró con lujuria a la cámara, y empezó a mamar. Ahora sus movimientos eran más seguros, como si hubiera olvidado por completo que le estaba haciendo un pete a su hijo. La estaba chupando de la misma manera que lo había hecho tantas veces con el Tano. La chupaba como una puta sedienta de verga.

Se esforzó por tragar tanto como pudo, el llevarla hasta el fondo de su garganta no le daba arcadas, porque ya había aprendido a hacerlo bien. Con el tano tuvo mucha práctica... pasó horas de rodillas, a veces frente a ese mismo sillón, chupándosela a su amante. Gozando de los cuernos que le estaba poniendo a su marido... y el mayor disfrute lo tenía al saber que el Tano tenía una verga más ancha, y más larga... una verga de otro calibre. Una verga como la de su hijo.

Diana empezó a pajearse con la mano izquierda, sin apartar la derecha de ese miembro viril. Mientras su cabeza subía y bajaba, el morbo se mezclaba dentro de ella. Morbo por los recuerdos de su amante, y porque le estaba chupando la pija a Julián. A su Julián. Lo estaba disfrutando tanto que llegó a preguntarse por qué no se la chupó antes. ¿Hubiera estado mal? Al fin y al cabo ahora tenía una relación de extrema confianza con su hijo. ¿Qué tan malo podía ser un pete de vez en cuando? Una pequeña forma de devolverle el favor.

Bajó la intensidad de la mamada, no porque tuviera miedo, o porque se sintiera culpable; sino porque recordó que el video debía durar al menos veinte minutos. No podía provocar la eyaculación antes de tiempo, por lo que empezó a jugar suavemente con la punta de su lengua, en el glande. Así le daba tiempo a Julián de reponerse de una chupada tan intensa. Volvió a mirar a la cámara, mientras lamía todo el largo de la verga. Le calentó pensar en la cantidad de hombres que mirarían ese video, imaginando que Diana les chupaba la verga a ellos.

Cuando pasaron unos segundos empezó a masturbar a su hijo con la mano derecha, mientras con la izquierda seguía estimulándose el clítoris. La verga no había perdido rigidez, y eso le encantó. Le gustaba sentirla bien dura dentro de la boca. Se la tragó tanto como pudo, aunque el pene no entraba completo; siempre quedaban un par de centímetros afuera, por más que se esforzara.

Tenía ganas de decir cosas sucias, como lo había hecho al chuparle la verga al Tano. Quería rebajarse, sentirse una puta... quería que su amante le dijera que lo puta que era; pero sabía que eso no iba a ocurrir. Su hijo no le diría esas cosas, y como el video era para una web alemana, consideró poco apropiado estar hablando en español. Al menos Julián no le había comentado nada sobre este aspecto. Debía limitarse a chupar la pija en silencio. Eso tal vez fuera lo mejor, porque ella no podía tomarse tantas libertades, por más caliente que estuviera... ese seguía siendo su hijo.

Siguió mamando en silencio, pero manteniendo su mejor entusiasmo, como si fuera una actriz porno que llevaba años en la industria. O como si fuera una puta, amante de las pijas grandes. Hacía tiempo que no disfrutaba de cabecear, y sentir un glande entrando hasta lo profundo de su boca.

Julián estaba impactado, no podía creer que su madre fuera tan buena haciendo petes... él estaba haciendo un enorme esfuerzo por no eyacular, pero cada lamida y cada chupada de esa mujer, era una maravilla. Para colmo miraba a la cámara como si estuviera diciendo: "Amo ser petera".

El chico se vio acorralado por el palpitar de su verga en más de una ocasión, especialmente cuando Diana le daba fuertes chupones en el glande. Todo su ser masculino le suplicaba por aliviar la presión, y dejar salir todo de una buena vez. Pero aún faltaban algunos minutos para llegar al tiempo establecido por los alemanes. Al principio no le pareció que fuera demasiado, pero ahora lo consideraba una locura. ¿Cómo podría el aguantar veinte minutos completos de un castigo tan intenso? Su madre le dio un nuevo respiro, como si le estuviera leyendo la mente; pero ésto no sería la solución. Julián ya se lo veía venir, en cuanto su verga hiciera contacto con esa lengua...

Y pasó lo que tenía que pasar.

Diana lamió el glande y éste empezó a escupir grandes chorros de semen. Ella sabía que aún no habían alcanzado los veinte minutos de video, pero no le importó demasiado. Estaba feliz. Recibió el primer chorro de leche dentro de su boca, y mientras lo saboreaba, dejó que su hijo descargara el resto sobre su cara, pintando en ella un cuadro abstracto, símbolo de la belleza femenina bañada por la sexualidad más explícita. Pocas cosas había que expresan de forma tan directa el acto sexual, que una mujer con la cara cubierta de blanco y abundante semen.

Ella, para extender el video, continuó mamando la pija, sin quitar ni una gota de la leche que fluía por sus mejillas, o por el puente de su nariz. Julián lanzó otros dos chorros más de semen, los cuales fueron a parar al interior de la boca de su madre. Ella los tragó, sin dejar de mamar la verga. Lo hizo automáticamente, como tantas veces lo había hecho con el tano. Le causó mucho morbo pensar lo lejos que había llegado con su único hijo. Él podría decir, a cualquier persona de extrema confianza, que su madre le había hecho un buen pete; incluso podría agregar que la muy puta se dejó acabar en la cara, y se tomó parte de la leche. Estos pensamientos formaron una extraña sensación de vértigo, en la boca del estómago de Diana. Era consciente de que había dado un enorme paso en la relación con Julián, algo que, indudablemente cambiaría sus vidas para siempre. Pero al menos tenía un buen motivo: lo necesitaban, para ganar dinero.

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