La MILF más Deseada 12

Historia Información
Capítulo 12.
9.3k palabras
4.91
2k
1
0

Parte 12 de la serie de 18 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 08/05/2020
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí
Nokomi
Nokomi
13 Seguidores

Pasaron tres días desde que Julián y Diana grabaron el video de sexo oral. Ya había sido enviado a la empresa alemana, y el resto del pago no tardaría en llegar. El chico le comentó a su madre que la empresa había quedado más que conforme por la calidad del video, y no les molestó para nada que hubiera durado menos minutos de lo establecido.

Durante esos tres días hicieron una vida normal de madre e hijo, como si ambos hubieran firmado un acuerdo tácito para no abusar demasiado de las nuevas libertades que se tomarían de ahora en adelante. Sin embargo cada uno de esos días a Julián lo carcomió la ansiedad. Se esforzó por aguantar lo máximo posible, pero su madre era una mujer demasiado hermosa, y el solo verla (aunque fuera con la ropa puesta), lo provocaba. No ayudaba para nada que él tuviera a su disposición tanta cantidad de fotos porno explícitas en las que su mamá era el foco de atención. Cada uno de estos días se hizo, como mínimo, tres pajas. Incluso miró más de una vez todas las fotos de la sesión de Diana con Lautaro. Ese hombre ya no lo ponía celoso, porque había quedado fuera del juego. Además le resultaba fascinante ver a su madre siendo penetrada por una gran verga.

En el cuarto día hubo un momento en el que Diana y Julián abandonaron los roles típicos que deberían cumplir una madre y un hijo. Ocurrió durante la tarde, mientras Julián se hacía la paja en su habitación, mirando las fotos porno de su madre. Diana golpeó la puerta, porque ya no entraba sin avisar, y su hijo le dio permiso.

La rubia se sorprendió al verlo con la pija en la mano, sacudiéndosela con total libertad. Estuvo a punto de salir, como si hubiera cometido un error, pero si él le había permitido entrar era porque no le molestaba que su madre lo viera pajeándose.

—Venía a preguntarte qué querés comer —preguntó la rubia—. No tengo ganas de cocinar, y pensé que podíamos encargar comida.

—Cualquier cosa está bien —respondió el chico, sin dejar de pajearse—. Unas pizzas no sería mala opción.

—Puede ser...

Diana miró, como inmersa en un trance hipnótico, la forma en que su hijo se pajeaba. Esa gran verga empezó a hacer efecto en ella de forma inmediata. Se acordó de su viejo amante, el Tano, y de las maravillosas horas que había pasado montada a su verga, o mamándola. Para ella también los últimos días habían sido un martirio. Ahora que su cerebro sabía que la verga de su hijo estaba disponible para una mamada, no podía dejar de pensar en eso. Sin poder resistir más la tentación, dijo:

—¿Querés que te la chupe? —Habló con aparente tranquilidad; pero en su interior todo hervía y el corazón le latía tan fuerte que tuvo miedo de que eso le produjera algún daño.

—¿Qué? —Julián quedó petrificado—. ¿Hablás en serio?

—¿Acaso no te dije que estaba dispuesta a hacerlo?

—Este... em... sí; pero no creí que...

—Lo dije en serio... a mí no me molesta. Es meterme la pija en la boca durante un ratito... no tiene nada de malo ¿o si?

—No sé...

—Ya te dije, esto es un simple favor que te hago, por todo lo que trabajás. A veces pienso que yo solamente tengo que modelar un ratito y que vos te tenés que pasar horas editando y corrigiendo fotos.

—Puede ser, pero a mí me gusta hacerlo...

—Y también se te pone dura cuando trabajás con eso. Creo que lo mínimo que puedo hacer es chuparte un rato la verga. —Ella se puso de rodillas frente a él—. Podré ser tu madre, pero también soy buena petera. Sería un desperdicio no aprovechar mi talento. —Le guiñó un ojo a su hijo mientras le agarraba la verga con ambas manos. Acercó la boca y le dio un chupón al glande, luego comenzó a recorrerlo con la lengua, para humedecerlo—. No creo que muchas madres le hagan petes a los hijos; pero vos y yo tenemos una relación de trabajo muy particular. Somos socios, yo le chuparía la verga a mi socio.

Metió el glande en su boca, y con suma sensualidad, lo rodeó con lengua. Julián aún intentaba asimilar todas las emociones de la primera vez que su madre le chupó la pija; y ahora tendría que atravesar ese momento otra vez, y sin ningún pretexto de videos o fotos de por medio. Esto era un pete, en toda regla. Sin otra intención que hacerlo acabar.

Por la mente de Diana también atravesaban pensamientos similares. Ella sabía muy bien que estaba dando un importante paso en la relación con su hijo, y que sin dudas eso marcaría sus vidas. Pero era imposible saber cómo los afectaría de aquí a muchos años. Decidió no pensar en eso, y se concentró en el momento. Le estaba por comer la verga a su hijo, y eso la hizo sentir una pésima madre. Sin embargo también le subió la temperatura a niveles inauditos. Después de tantas sesiones de fotos porno, Diana no podía negar que le empezó a producir morbo la fantasía de hacerle un buen pete a su propio hijo. Ser la madre petera... cometer un acto de incesto... al menos por una vez.

Sí, tal vez luego de hacerlo una vez, ya dejaría de llamarle la atención. Además, se lo había prometido a su hijo, y no dejaría una promesa sin cumplir. Mucha gente comete actos atroces en su vida, y vive con ello. ¿Por qué ella no podía permitirse hacerlo al menos una vez? Por simple curiosidad.

Mientras se iba tragando la verga de su hijo pensó que, seguramente, en el mundo existían muchas madres que habían cometido actos sexuales mucho más explícitos, con sus propios hijos. Un pete no le parecía algo tan grave. Al fin y al cabo ella había hecho muchos petes a lo largo de su vida. Incluso, mientras estuvo casada, se la chupó a hombres que no eran su marido. Ya por aquel entonces Diana se convenció de que meterse un rato una verga en la boca no era un crimen atroz. Era una simple ayuda a ese hombre que tenía ganas de acabar... y ella disfrutaba mucho ayudándolos con la boca.

La mamada ya había comenzado, y ella no se iba a detener. La verga entraba y salía de su boca, con la misma naturalidad con la que se la había chupado tantas veces al Tano. Incluso Diana se esforzaba por buscar las zonas más sensibles, y darles intensos chupones.

"Si ya me la estoy comiendo, lo voy a disfrutar", pensó. Llevó una mano a su entrepierna, y empezó a masturbarse. Tenía la concha totalmente húmeda.

—Por cierto —dijo ella, deteniéndose—. Si esto te parece muy raro, pensá que lo hacemos como un ejercicio. Para que aguantes más tiempo sin acabar. Así la próxima vez podemos grabar un video más largo.

—Está bien.

Diana supo que dijo esas palabras más que nada para convencerse a ella misma. Ahora se sentía un poco mejor, al menos tenía un motivo mínimamente racional. Bueno, racional dentro de los parámetros que venían manejando últimamente; porque allí estaba ella, de rodillas, con la pija de su hijo en la boca.

Sabiendo que Julián lo tomaría como un ejercicio de resistencia, ella se esmeró tanto como pudo. No tuvo tregua con él. Se la chupó con una maestría salvaje, como si él fuera su mejor amante y quisiera convencerlo de que ella era la mejor petera. Succionó sus testículos, recorrió todo el falo con la lengua, una y otra vez. Se la metió en la boca y sacudió su cabeza, sintiendo la verga hasta el fondo de su garganta. Algo que había aprendido a dominar gracias al Tano.

Los bufidos de Julián no tardaron en llegar y Diana se desilusionó un poco, porque sabía que su hijo ya estaba por acabar. Pero eso no le impediría disfrutar de lo que vendría a continuación.

Sacó la verga de su boca para permitir que el primer chorro de semen se elevara en el aire, y cayera cruzándole toda la cara. Diana masturbó a su hijo y la leche siguió saltando, a chorros. Ella movía lentamente la cabeza, con una sonrisa en los labios, disfrutando de esa lluvia de semen. Como siempre, quiso probar un poco. Dejó que las últimas descargas fueran a parar directamente al interior de su boca, y las tragó. Ya no le resultaba tan extraño tragar el semen de su propio hijo. Eso le dio un poco de miedo, no quería que esto se volviera una costumbre. Más bien debía ser un pequeño privilegio que ellos se darían de vez en cuando.

—Esperá, no te muevas —dijo Julián, cuando ella estuvo a punto de ponerse de pie.

El chico tomó la cámara y fotografió a su madre. Diana sabía que esas fotos terminarían formando parte de algún pack, y eso estaba bien; pero lo que más morbo le daba era pensar que Julián las sacó para tener un buen recuerdo de este momento. Diana agarró la pija y se la metió en la boca otra vez, y miró a la cámara que seguía fotografiándola. Ella también quería tener algunos buenos recuerdos.

El resto del día transcurrió con normalidad; pero por la cabeza de Diana no dejaba de pasar el recuerdo de la verga de su hijo, y la concha se le mojaba cada vez que se imaginaba chupándola. Unas horas más tarde le pidió a Julián que descargara en su teléfono las últimas fotos que sacó. Después la rubia se encerró en su cuarto y dedicó el final del día a hacerse una enérgica paja mientras miraba las imágenes que ponían en evidencia que ella ya formaba parte del club de las madres que le habían chupado la pija a su hijo.

—2—

Luego del fallido intento de conquistar a Lautaro, Diana no había vuelto a salir de su casa. Pero estaba convencida de que no podía permitir que ese tropezón le arruinara sus ganas de vivir y de disfrutar. Se puso un sensual vestido sport negro, que se ceñía muy bien a sus pronunciadas curvas. No poseía escote, pero sus voluminosos pechos destacaban como si el vestido estuviera pintado sobre ellos. Como no llevaba corpiño, sus pezones se marcaban un poco. En otra época esto la hubiera inhibido; pero ahora poco le importaba. Quería sentirse libre, y para ella, ahora mismo, la libertad era salir a la calle marcando pezones.

Nunca fue aficionada a comprar ropa o perfumes, ya que había trabajado más de una vez en ese rubro, y nunca fue feliz haciéndolo. Cada vez que entraba a una boutique, o a una tienda de ropa femenina, recordaba sus malos episodios como vendedora. La solución la encontró gracias a Julián: era más fácil comprar todo lo necesario por internet, y de vez en cuando podía hacer el esfuerzo de comprar algo en una tienda.

La rubia salió sin ningún rumbo fijo, se subió a un taxi y se dirigió hacia la zona céntrica; permitiendo que el taxista se deleitara mirándole las piernas; pero el vestido era tan corto que si se descuidaba al sentarse, terminaría mostrando su apretada tanga, también negra. En un momento tuvo que decirle al tipo que si no prestaba más atención a la calle, iban a tener un accidente. El taxista se avergonzó tanto que no volvió a mirar el espejo retrovisor en todo el resto del viaje.

Diana paseó por la peatonal dedicada a comercios, deambuló mirando vidrieras de distintos artículos. Prefirió evitar todos aquellos locales que le recordaran su antiguo empleo. Se detuvo en una librería y allí fue donde realizó las primeras compras del día. A ella siempre le gustó leer, era uno de sus pasatiempos favoritos cuando no tenía trabajo. Pero hacía mucho que no se compraba algún buen libro, porque habían aumentado mucho de precio, y ella no estaba en condiciones de gastar la plata en darse gustos. Pero esos tiempos habían quedado atrás, ahora, como modelo porno, estaba haciendo dinero suficiente como para poder darse algún pequeño lujo de vez en cuando. Compró tres libros que le resultaron interesantes, y prefirió las ediciones en tapa dura, aunque fueran más caras. Volvió a la peatonal y caminó como si no estuviera prestando atención a la gente que circulaba a su alrededor; pero de vez en cuando miraba de reojo y se le escapaba alguna sonrisa. Muchos hombres y mujeres la miraban, algunos disimulando, para no ser sorprendidos por sus parejas; pero había otros que le miraban el culo con un descaro total. Sabía que más de una de esas personas la estaba imaginando sin ropa; y se preguntó qué pensarían si supieran que internet había fotos pornográficas de ella. ¿Se lanzarían de cabeza a buscarlas? A Diana le gustaba pensar que así sería.

Ya se había dado un gusto, y como madre no podía dejar de pensar en Julián. Él también merecía distraerse un poco, y además de la fotografía su hijo tenía dos claras aficiones: mirar series y películas, y jugar videojuegos. A la primera de esas aficiones la tenía cubierta con Netflix, y si bien tenía varios juegos de PlayStation, Diana imaginó que le gustaría tener algunos más. No le costó mucho encontrar una tienda en la que vendieran esa clase de juegos. Más de una vez paseó por esa misma zona junto a Julián, y el chico siempre paraba en el mismo local, y se pasaba largos minutos contemplando melancólicamente la misma vidriera. Una vez Diana quiso darle una sorpresa a Julián, comprándole un juego de PlayStation. Incluso se tomó el trabajo de fotografiar la portada de todos los juegos que tenía el chico; para no comprar dos veces el mismo. Esa situación fue un duro revés para la rubia; el precio de los juegos era tan alto que ella pensó que la estaban estafando. Para colmo el dueño de la tienda le hizo algunas insinuaciones un tanto extrañas, de cómo ella podía conseguir una rebaja en el precio. Pero ni aunque le descontaran el ochenta por ciento hubiera podido pagarlo.

Sin embargo ahora la situación era muy diferente. Tenía dinero en su cuenta y estaba mejor preparada. Los precios ya no la tomarían tanto por sorpresa.

Entró a la tienda y no se sorprendió al ver al mismo tipo que la había atendido meses atrás. El sujeto pareció reconocerla, o tal vez sólo estaba sorprendido de que semejante rubia entrara en su negocio. A Diana le gustaba pensar que un hombre no se olvidaría tan fácil de una mujer como ella.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla? —preguntó el tipo, con ensayada cortesía.

—Hola, estoy buscando algún juego de PlayStation 3.

—¿Te gusta jugar a la play? —la pregunta del tipo llegó con sonrisa libidinosa.

—No —Diana se rió—, yo no tengo ni idea de estas cosas. Es para mi hijo.

—Ah, bien... em... allá está la sección de juegos infantiles —dijo, señalando uno de los paneles.

—Mi hijo es un boludo bastante grandecito. Me puede llegar a matar si le llevo un juego "infantil"

—¿Vos tenés un hijo grande? No me lo puedo creer... parecés muy joven...

—Gracias —ella mostró su mejor sonrisa. Sabía que el vendedor sólo la estaba adulando. Tal vez ella fuera muy hermosa, pero se le notaba que ya pasaba los cuarenta—. El asunto es que no sé qué llevarle. Él ya tiene muchos juegos... más otros que le prestaron sus amigos. Es medio difícil... quiero que sea una sorpresa.

—¿Y qué tipo de juegos le gustan?

El vendedor rodeó el mostrador y se acercó a Diana, se paró frente a ella cruzando los brazos. La rubia supo que hizo esto para mostrar el evidente trabajo de gimnasio. Los bíceps del tipo se inflaron dentro de su camiseta blanca mangas cortas. La rubia miró hacia otro lado, como fingiendo que no había notado ese gesto; pero en su interior algo comenzó a arder. Había pasado mucho tiempo reprimiéndose, y culpándose de su época de libertinaje con el Tano. Pero ahora era viuda, y modelaba para fotos porno... la vida seguía. Y ella aún podía disfrutar un poco.

Sus ojos se encontraron con un cartel que decía "Oferta", en grandes letras. Se trataba sobre la venta de una consola PlayStation 4.

—¿Le interesa? —Preguntó el tipo—. Es una muy buena oferta... y viene con cuatro juegos de regalo.

—No le voy a mentir, mi hijo se moriría de la emoción al ver una Play 4, pero por más que esté en oferta, el precio me parece inalcanzable. —Ella estaba haciendo cálculos mentales. Podía pagar uno o dos juegos de PlayStation 3; pero su presupuesto no estaba en condiciones de comprar una consola nueva—. Prefiero ver algún juego de Play 3... que no sea muy caro. A mi hijo le gustan los juegos de Batman... pero ya tiene un par...

—Siendo honesto, el precio de la oferta puede variar.

Los sentidos femeninos de Diana se pusieron en alerta. Esa frase le recordó mucho a algo que le dijo ese mismo tipo, tiempo atrás.

—¿Y cómo podrían variar?

—Mmm... no te lo voy a negar, me dejaste impactado desde el primer momento en que pisaste el locar. Sos hermosa.

—Gracias —su sonrisa fue genuina.

—Te puedo hacer una buena rebaja si aceptás tomar un cafecito conmigo.

—Ah, bien directo lo tuyo...

—Sólo es un café...

—Sí, claro... y yo me chupo el dedo. Yo sé muy bien qué intenciones hay detrás de ese "cafecito".

—Solamente me gustaría conocerte un poco mejor... ¿tiene algo de malo?

—No, pero ya estoy grande para que me vengan con cuentos. Prefiero que los hombres sean directos.

—¿Qué tan directos?

—No sé... tanto como puedas. No digo que me vaya a negar... —hizo una pequeña pausa, los ojos del vendedor brillaron—. Pero prefiero que me digas de una vez. ¿Qué puedo hacer para conseguir una mejor oferta?

El corazón de Diana comenzó a latir con fuerza. Se estaba metiendo en un juego peligroso, y al mismo tiempo fascinante.

—¿Así que querés que sea directo? Bueno... soy directo. Si me chupás la pija, te hago una rebaja del cincuenta por ciento. ¿Te gusta?

—Ja... y era sólo un cafecito. Bueno, al menos estás siendo honesto. No me gusta que me anden con versos. Además... tampoco es que me estés pidiendo algo que ya no haya hecho antes.

Estas declaraciones envalentonaron aún más al vendedor.

—Debés ser una muy buena petera.

—Tal vez...

—Decime, rubia... ¿te comiste muchas pijas en tu vida? Con lo buena que estás... te habrás pasado la vida arrodillada, comiendo pija...

—No fueron tantas como me hubiera gustado —ella notó que el bulto del vendedor empezó a crecer.

—Si querés más, acá tenés una buena... —dijo él, manoseándose la verga—. Y lo harías por una buena causa... un cincuenta por ciento de esa oferta... y te estoy dando una PlayStation 4 prácticamente regalada.

—Pero... ¿me vas a respetar la oferta?

—¿Y vos me vas a comer la pija?

Ella miró para todos lados, como si buscara curiosos. El local estaba vacío; pero se veía mucha gente yendo y viniendo, por la peatonal

—¿Tenés algún lugar donde nadie nos vea? —Preguntó la rubia, con una sonrisa pícara.

El tipo se quedó helado, sus alardes iban más con la intención de calentarse, al poder decirle barbaridades a esa rubia; pero nunca llegó a pensar que realmente ella podría aceptar. Cuando reaccionó señaló con el pulgar hacia atrás.

—Tengo un cuartito en el fondo... donde te la vas a comer toda.

—Entonces... vamos —su sonrisa se cargó más de lujuria.

Juntos se encaminaron hacia el cuarto, que más bien era un depósito lleno de cajas. El tipo no perdió el tiempo, no quería que la rubia se arrepintiera. Se desprendió el pantalón y liberó su ancha verga.

—Ah... al menos voy a comer bien.

—Te dije que te ibas a comer una buena... las putas como vos me vuelven loco.

—Y yo me vuelvo loca con las pijas anchas y venosas.

Diana se puso de rodillas en el tiempo, ella entendía perfectamente las reglas del juego. Eran dos desconocidos, dejando salir sus perversiones, con la mera excusa de obtener un descuento. La situación la estaba volviendo loca de placer. Miró esa pija, con deseo, y se la metió dentro de la boca, sin ningún tipo de preámbulo.

Empezó a chuparla, como si ya lo hubiera hecho muchas veces con ese tipo, como si se conocieran de toda la vida. Su cabeza empezó a moverse frenéticamente, y la pija se puso totalmente dura ante el contacto de tu atrevida lengua.

El tipo estaba en la gloria, no podía creer que semejante rubia le estuviera comiendo la verga de esa manera. Se sentía un ganador, sentía que nada podía detenerlo. Para colmo la muy puta se la estaba chupando mejor que las prostitutas que acostumbraba a contratar. Se notaba que la rubia tenía pasión por la pija. La devoraba con todo gusto, y se la tragaba completa. No dejaba de masturbarlo y también se tomaba el tiempo de lamerle los testículos.

—Ah... pero qué buena petera que sos, rubia chupa pijas... ¡Se nota que te gusta verga, putita!

Nokomi
Nokomi
13 Seguidores