La MILF más Deseada 12

BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí

Diana debería haberse sentido ofendida por esos comentarios; pero en ella estaban produciendo el efecto contrario. Le calentaba mucho que el tipo le dijera semejantes barbaridades, y más se esmeró en la chupada.

—Te voy a llenar la cara de leche, puta...

—¿Ya estás por acabar? ¿Tan rápido? —Preguntó, sin dejar de masturbarlo.

—Con vos es imposible aguantar más...

—Qué lástima... con lo mucho que lo estaba disfrutando...

—¡Ah, pero qué puta que... ss... soos!

Los chorros de leche empezaron a saltar directamente hacia la cara de la rubia. Ella los recibió con alegría y no se apartó ni una sola vez. Estaba acostumbrada a ver acabadas como las del Tano, la de Lautaro... o la de su propio hijo. Ésta no fue tan abundante, y eso la desilusionó un poco.

Se puso de pie, y con la cara cubierta de esperma, sonrió y dijo:

—Ahora quiero mi PlayStation.

—S... sí... la vas a tener. Soy un hombre de palabra.

De su bolso sacó un paquete de pañuelos descartables y comenzó a limpiarse la cara. Tuvo que usar tres, para quedar completamente limpia.

Luego volvieron a la parte frontal del local y ella sacó su billetera, para pagar.

—Si me das tu teléfono —dijo el tipo—, te la dejo al veinticinco por ciento... un regalo.

—Mm... parece tentador. Pero no, gracias. Tenés buena pija, pero aguantás poco. Prefiero hombres que me permitan disfrutar un poco más.

Eso fue un duro golpe al orgullo del vendedor; pero no supo que decir en su defensa. Se limitó a cambiar la oferta.

—¿Y alguna foto? Mostrame las tetas... y yo te saco una foto... o del culo.

—¿Vos querés ver fotos porno mías?

—Así es... si me das algunas, te dejo la Play al veinticinco por ciento.

—Eso se puede arreglar, es mucho más sencillo. —Diana tomó un papelito que estaba sobre el mostrador, y una lapicera. Allí anotó la dirección de la página web en la que se publicaban sus fotos—. Entrá ahí... te vas a llevar una linda sorpresa.

El tipo no perdió el tiempo. Agarró el teclado de su computadora y escribió la dirección. En pantalla apareció una foto de la misma rubia, en tetas.

—¡Madre mía! ¿Sos actriz porno?

—Algo así...

—¡La puta madre! Esa no me la vi venir... ¡Pero qué pedazo de tetas! Estás re buena. Decime que hay fotos del culo... y de la concha...

—Hay de todo... puede que hasta algún video... Pero ese contenido te va a costar más caro.

—¿Tengo que rebajarte más la Play?

—No, tenés que pagar en la web. No conozco otra forma.

—Ya veo... pero si es por vos, pago encantado.

—Gracias...

—Y acá dice que, de las MIlF, sos la más solicitada de la web...

—Ese es mi gran orgullo.

—Con lo buena que estás, rubia, no me sorprende para nada.

—Gracias... ahora sí... cobrá y me llevo mi PlayStation.

—¿Lo del número de teléfono no es negociable?

—No, lo siento. Pero para mí la transacción termina acá.

—Está bien, está bien —el vendedor tomó la plata y guardó la caja de PlayStation en una bolsa—. Mirá, para que veas que voy de buena fe, también te regalo esto. Es el juego de Batman para PlayStation 4... dijiste que a tu hijo le gustaban.

—Muchas gracias, ese es un buen gesto.

—Solamente prometeme que cuando quieras regalarle otro juego a tu hijo, vas a venir a comprarlo acá.

—Con las buenas ofertas que hacés, ni lo dudes.

Ella salió de la tienda, contoneándose sensualmente, cargando las bolsas de sus compras. El vendedor no pudo apartar la mirada de ese turgente durazno, hasta que lo perdió de vista.

Diana se sentía una diosa sexual. Estaba feliz consigo mismo. Podría sentirse culpable por haber usado un favor sexual a cambio de una rebaja; pero eso no había sido más que un juego. Ella se moría de ganas por vivir experiencias como esa. Cosas que pudiera recordar en sus noches de masturbación. Además, ahora era modelo de fotos porno. ¿Qué tenía de malo sacar un poco de provecho de eso? El tipo se había llevado una muy grata sorpresa al descubrir la clase de contenido en el que ella aparecía. Era su cuerpo, y tenía todo el derecho del mundo a sacar ventaja de su belleza... especialmente después de que le negaron hacer eso durante años. Ahora era libre, y libre quería seguir siendo.

—3—

Diana regresó a su casa y lo primero que hizo fue llamar a gritos a Julián.

—Mamá... acá estoy... ¿pasó algo?

Preguntó el chico, estaba medio mojado y envuelto en una toalla.

—Ah, estabas por bañarte... no quería interrumpirte.

—Es que pensé que había pasado algo malo.

—¿Malo? No, para nada. Al contrario... algo muy bueno. Tengo una sorpresa para vos.

Señaló la gran bolsa que había dejado sobre la mesa.

—¿Eso es para mí?

—Sí, abrilo... sé que te va a gustar. Es imposible que no te guste.

Julián se lanzó sobre la bolsa y apenas liberó la mitad del contenido ya supo de qué se trataba. Las palabras "PlayStation 4" brillaron ante sus ojos como si hubiera descubierto el Santo Grial.

—¡No! —Exclamó.

—Sí —dijo ella.

—¡Noo!

—Qué sí, te digo... ¡tarado! Es de verdad. No es ninguna broma.

—¿De verdad? ¿Es de verdad?

—Siempre dije que los videojuegos te atrofiaban el cerebro; pero no creí que sería antes de sacarlos de su caja.

—¡Gracias, mamá!

La toalla cayó al piso cuando Julián abrazó a Diana. Ella le devolvió el abrazo con alegría. La reacción de su hijo había sido mucho mejor de lo que esperaba, y eso la ponía muy contenta.

—Espero que la disfrutes... y también hay un juego de Batman...

—¡WoW! ¿De verdad? ¡Sos la mejor mamá del mundo!

—Lo sé...

—Y no me importa que seas egocéntrica, yo te quiero igual.

—Y a mí no me importa que me restriegues el pito de esa manera, yo te quiero igual.

—Perdón, es que...

—Nada... no hace falta que te disculpes. Te vi tantas veces en bolas...

—Te prometo que la voy a disfrutar.

—Antes tenía que pedirte por favor que te desconectaras un poco de esos videojuegos.

—Perdón... voy a intentar no abusar tanto de ellos...

—No, pará... a lo que me refiero es a que ya sos grande. Sos dueño de tu vida. Vos podés hacer lo que quieras. Además sos responsable, y tenés un trabajo. Y tu trabajo no depende de un horario. Así que si te querés pasar un día entero jugando, es asunto tuyo. Yo no te voy a molestar.

—Gracias... porque ahora que tengo la consola nueva...

—Sí, ya sé... no te voy a ver la cara como por dos días. Pero bueno, disfrutala... y cuidala mucho.

—Lo voy a hacer. Gracias. Muchas gracias.

—Ah, y cuando quieras algún juego nuevo, avisame y yo te lo compro. Sé dónde conseguir buenas ofertas.

—4—

Tres días después Julián salió de su cuarto; luego de pasarse largas horas probando sus nueva consola. Tenía cinco juegos; que no era ni una fracción de los que tenía para PlayStation 3. Pero los cinco le parecieron geniales, y sabía que les iba a dedicar largas horas de juego.

Encontró a su madre en la cocina, ella llevaba puesta una camiseta vieja, que le cubría hasta la mitad de las nalgas. Cuando la rubia se agachó, para buscar algo en el bajomesada, dejó en evidencia que no llevaba ropa interior. Sus gajos vaginales se dibujaron, como una sonrisa vertical.

Julián, por tener las manos ocupadas con la consola, no se había masturbado en los últimos tres días... y al ver a su madre esa manera, todas sus hormonas se alteraron.

Decidido, se despojó de toda su ropa, y se deleitó con la vista, mientras sacudía su larga y flácida verga. El miembro no tardó en ponerse completamente rígido. Julián se acercó a su madre y justo cuando ella se estaba incorporando, con un bol en la mano. Él la arrimó por detrás, aferrándose con fuerza a sus tetas.

—¡Apa! —Exclamó Diana, por la sorpresa—. ¿Seguís vivo? Hace días que no sé nada de vos. ¿Qué andás haciendo fuera de tu cuar...? ¡Hey! ¿Qué...?

Ella se sobresaltó aún más, cuando sintió un hinchado glande contra sus jugosos labios vaginales. Daba la impresión de que su hijo había acomodado la verga con la clara intención de penetrarla; pero no lo hizo. Ejerciendo un poco de presión contra la espalda de su madre, Julián consiguió que ella se inclinara hacia adelante, levantando más la cola. La punta de la verga se arrimó más a la concha, y ésta se abrió lentamente. Él sintió cómo se le ponía más rígida, ante el contacto con la tibieza del sexo de su madre.

—¡Ay, cómo está esa verga! —Exclamó la rubia. Instintivamente se frotó contra el miembro, flexionando levemente sus rodillas, para luego tensarlas. El glande recorrió todo el largo de su concha, una y otra vez.

Julián sostuvo con firmeza su verga, procurando no apuntar hacia el agujero de la vagina. Sabía que una penetración, aunque fuera accidental, podría hacer enojar a su madre. De todas maneras podía disfrutar de la tibieza y la humedad de ese sexo femenino.

Diana sabía perfectamente qué estaba ocurriendo. Después de lo que hizo con su hijo un par de días atrás, tenía la certeza de que algo como esto ocurriría pronto. Sin embargo no creyó que la temperatura se le subiría tan rápido. Sentir esa verga dura rozando su concha fue como una inyección de adrenalina. Se relamió los labios, preparándose para lo que inevitablemente ocurriría.

—Puedo tener la cámara lista en un ratito —dijo Julián, sin dejar de arrimarla—. Vos avisame cuando estés lista para las fotos.

—¿Esta es tu forma de prepararme a mí, para la sesión?

—Así es... es algo brusco; pero me imaginé que sería efectivo.

—Es muy efectivo. Ya sabés lo mucho que nos favorece que yo esté bien caliente durante la sesión.

—Sí, claro... este es el esfuerzo que yo hago, para obtener mejores resultados —las manos de Julián estrujaron los grandes pechos de su madre.

—Y algo me dice que que antes de sacar las fotos me voy a tener que comer una buena pija...

—Puede ser...

—¡Uf! ¡Las cosas que tengo que hacer por mantener el trabajo!

Diana dio media vuelta y se puso de rodillas frente a su hijo, el falo se acercó a su cara, y ella lo miró desde abajo, como si fuera el mástil de un barco.

—Si me la tengo que comer, me la voy a comer. Metémela toda en la boca...

Julián apenas se movió, fue Diana la que, con su esfuerzo, consiguió engullir casi todo ese gran miembro. Tragó tanto como pudo y permaneció inmóvil, durante unos segundos, con los ojos cerrados. Se tomó ese tiempo para disfrutar de la rigidez masculina que le proporcionaba su hijo... y era el hecho de que se tratase de la verga de Julián lo que le hacía revolver toda la líbido en su interior.

La última vez se la chupó por puro gusto, y la culpa la asaltó en más de una ocasión; sin embargo ahora se sentía más cómoda, al fin y al cabo lo estaban haciendo porque era beneficioso para su trabajo. Era indiscutible que la calidad de las fotos mejoraba mucho cuando Diana se metía de lleno en su papel. Y para lograr eso, debía estar muy excitada.

Sacó toda la verga de su boca, y largos hilos de saliva se formaron en la comisura de sus labios. Los usó para lubricar la punta del pene y luego volvió a tragarlo. Pero ahora no se quedó quieta, empezó ese vaivén de la cabeza, que tanto disfrutaba, si es que tenía una buena pija para chupar... y sí que la tenía.

Reanudó la mamada, y mantuvo un frenético movimiento de cabeza durante unos cuantos segundos. Luego volvió a ponerse de pie, y permitió que su hijo la siguiera arrimando de esa forma tan descarada.

Julián volvió a aferrarse de esas grandes tetas, y no tuvo que molestarse en apuntar la verga hacia la concha. Fue la misma diana quien acomodó el glande entre sus gajos vaginales y comenzó a frotarse, como una gata en celo. A veces la punta de la verga amenazaba con meterse en el agujero de la concha, y ese riesgo la volvía loca. Luego de disfrutar esto durante unos cuantos segundos dijo:

—Ya estoy lista para las fotos, traé la cámara.

De ese espontáneo momento surgieron algunas de las mejores fotos que Julián llegó a sacar. La actitud de su madre era totalmente creíble. No se veía como una actriz porno, sino como una verdadera mujer sedienta de sexo. Ese brillo libidinoso de sus ojos era imposible de actuar. Posó frente a la cámara en tantas posiciones como le fue posible, abrió su concha y permitió que su hijo tomara primeros planos de ella.

Diana no tuvo ningún problema en volver a meterse la pija en la boca. Cuando su hijo se la ofreció, se la tragó con total naturalidad, y a pesar de que estaban sacando fotos, ella la chupó como si estuvieran grabando un video.

La chupó tanto que Julián no pudo resistirlo más, y terminó bañando de semen a su propia madre. Ella, con una amplia sonrisa, enmarcada por densas líneas de blanca leche, posó ante la cámara. A Julián le costó un poco recobrar la compostura; pero se esforzó por capturar buenas imágenes de esa diosa sexual. Le costaba creer que esa fuera la misma madre que había vivido siempre en su casa. Esta mujer era la encarnación pura del deseo sexual.

Julián podía entender perfectamente por qué su madre se había convertido en la MILF más deseada de la web alemana.

—5—

Diana se encontraba en su cama, acariciándose la vagina; el precalentamiento necesario para poder masturbarse con el consolador. Intentaba encontrar algunas imágenes mentales que la ayudaran a incentivarse. Se le ocurrió mirar algo de porno con su celular, y allí una súbita idea la invadió. Se sentó en la cama, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Completamente desnuda, y con la concha húmeda, abandonó su cuarto y fue en busca de su hijo.

Esperaba encontrar a Julián en su dormitorio, o en el living, mirando alguna serie; pero se llevó una gran sorpresa. Su hijo sí estaba sentado frente al televisor, obviamente jugando con su nueva PlayStation 4. Pero no estaba solo. Junto a él estaban Lucho y Esteban, que apenas vieron llegar a Diana, con su imponente desnudez, se quedaron boquiabiertos.

—¡Pero mamá! ¿Qué hacés? ¿Estás loca? —Julián se puso de pie, lleno de rabia.

Los ojos de sus amigos fueron directamente a las grandes tetas de la rubia, o a su lampiña concha, que mostraba claros signos de excitación. Diana retrocedió un paso, por la sorpresa.

—¡Ay, perdón! No sabía que estaban tus amigos... no me avisaste nada... ¿por qué no me dijiste?

—¿Pero cómo se te ocurre andar desnuda por la casa? —Preguntó Julián.

—Bueno, che, no me retes. Ni que fuera la primera vez que ando desnuda por la casa...

—Mamá...

—...¿Cuántas veces me viste en concha? ¿Qué tiene de malo? Soy tu madre...

—Pero están mis amigos —los dos chicos tenían una marcada erección en sus pantalones, y no dejaban de admirar a la rubia—. ¿Qué van a pensar? ¡Mirá, son unos pajeros! ¡Ya se les puso dura!

—Y bueno, pobrecitos —dijo Diana, con media sonrisa—. A mí no me ofende, para nada... me siento muy halagada de que se les ponga así por mí.

—¡Mamá!

—Gracias, chicos... es un lindo gesto de parte de ustedes. Me hace sentir linda, a pesar de la edad que tengo.

—V... Vos s... sos una mujer muy hermosa, Diana —dijo Esteban, tartamudeando.

—¡Mamá! Andate... no quiero que te vean así...

—¿Qué tiene de malo, Julián? Sos chicos grandes, no debe ser la primera vez que ven a una mujer desnuda.

—Pero sí la primera vez que vemos a una tan hermosa...

—¡Ay, gracias, Lucho! Sos un amor. —La sonrisa de Diana era genuina. Julián se dio cuenta de que ella estaba disfrutando con el momento, y ésto lo irritó más.

—¡Basta, mamá! ¡Andá a tu pieza!

—Che, no te olvides que soy tu madre... no voy a permitir que me trates así, menos frente a tus amigos.

—Y yo no voy a permitir que andes desnuda frente a los pajeros de mis amigos.

—A mí no me molesta... —dijo Esteban.

—Vos callate, pajero —le dijo Julián—. Mamá, estos dos pelotudo después van a estar diciendo que sos una puta... que te gusta calentar... y muchas cosas más. Yo los conozco.

—A mí me parecen buenos chicos —Diana dio unos pasos hacia adelante, acercándose más a ellos, y se quedó parada con las piernas lo suficientemente separadas como para que pudieran verle la concha, con sus gajos femeninos colgando.

—No lo son... un montón de veces me dijeron cosas como "Qué buena está la puta de tu mamá"... o "Cómo debe chupar vergas esa puta"... incluso llegaron a decir: "A esa puta le rompo el orto".

—¿Ustedes andan diciendo esas cosas de mí? —Los increpó Diana.

Los dos chicos se quedaron paralizados, contemplando la hermosa desnudez de la rubia. Ella no dijo ni una palabra, por lo que después de un rato de silencio, tuvieron que responder.

—Em... no lo dijimos en serio —aseguró Lucho.

—Ah, porque eso de que me "van a romper el orto", no va a poder ser —Diana dio media vuelta, enseñando sus nalgas, y las separó con ambas manos, exponiendo aún más su concha y el agujero de su culo—. Mi cola es virgen... aunque no puedo decir lo mismo del otro agujero. Por ahí tal vez tengan más chances.

—¡Mamá! ¿Estás loca? —Julián levantó más la voz—. ¡Basta, andate!

—Pero che, qué mal carácter... yo solamente estaba charlando con tus amigos. Me voy, chicos, antes de que Julián se enoje en serio. No se pongan mal porque se les haya parado, para mí es un halago. Hasta luego.

Diana volvió a su cuarto y se sentó en el borde de la cama. Escuchó cómo Julián hablaba con sus amigos, de mala manera, y prácticamente los terminó echando de la casa. Cuando Esteban y Lucho se marcharon, Julián apareció en la pieza de su madre.

—¿Qué carajo fue todo eso? —Preguntó el chico, hecho una fiera—. ¿Cómo vas a decirle esas cosas? ¿Por qué te quedaste, si estabas desnuda?

Diana empezó a reírse, se puso de pie y abrazó fuerte a sus hijos, frotándole las tetas contra el pecho.

—Ya, tranquilo, tranquilo. Ya pasó. No te pongas así.

Julián tuvo que reconocer que ese gesto de cariño hizo magia en él, el enojo no se disipó por completo; pero si lo dejó mucho más calmado.

—No te tomes muy en serio lo que le dije a tus amigos —Diana se apartó de su hijo—. Solamente estaba jugando con ellos. Son unos pajeros, vos bien lo dijiste. Además parece que me tienen miedo... o tal vez te tengan miedo a vos. Casi se hacen pis encima cuando me vieron.

—¿Pero, qué fue eso de "Por acá tal vez tengan más chances"? ¿Vos querés que ellos te cojan?

—¿Habría algún problema si quisiera eso?

—Son mis amigos, mamá.

—¿Y por qué eso sería un problema?

—Porque yo lo digo. No quiero que andes haciéndote la puta con mis amigos. Si fuera con otros hombres, no me molesta. Pero me jode mucho que hagas esos jueguitos con los pajeros de mis amigos. Desde el día que te conocieron que me andan diciendo barbaridades de vos. Yo siempre les dije que nunca tendrían la más mínima chance con vos. Sos demasiada mujer como para ellos.

—Ay, qué malo que sos... decí que son tus amigos, si fueran tus enemigos ¿qué les hubieras dicho?

—No sé, no tengo enemigos. Es que vos no entendés, todas las bromas que tuve que tolerar de esos dos. Son mis amigos, sí... pero a veces se pasan de la raya. Ahora se van a poner mucho peor. Antes de irse, Lucho dijo: "Si tu mamá vuelve a salir desnuda, me la cojo acá nomás".

Diana soltó una carcajada.

—Y tal vez yo me hubiera dejado...

—¡Mamá!

—Perdón. Ya te dije, solamente estoy jugando.

—Se ve que te gustan mucho estos jueguitos.

—¿Lo de hacerme la puta?

—No, lo de hacer sufrir a los hombres que te quieren.

—Hey, eso fue un golpe bajo.

—¿Por qué? ¿Acaso me vas a negar que hiciste sufrir a papá con tus "jueguitos"?

Diana bajó la cabeza, como si fuera una niña a la que sorprendieron haciendo una travesura.

—Admito que no me porté bien con tu papá. Quise contarte todo, porque sentí que a vos te podía contar cualquier cosa; pero ya veo que este asunto te afecta mucho.

—Sí, me afecta. Porque me pongo en su lugar... él era un buen tipo. Está bien, te engañó una vez; pero vos te cogiste al Tano... ¿cuántas veces?

—No sé, fueron muchas. Fue una aventura que duró bastante tiempo. Y sé que hice sufrir a tu padre. No soy tan buena persona como vos imaginás. Creo que el mundo fue muy injusto conmigo, y yo me la agarré con el hombre que más me hizo feliz. Porque me dolió mucho cuando me enteré que él me engañó. Admito que eso me pegó en el orgullo. O sea, yo rechacé muchos hombres, para serle fiel a tu padre... todo el mundo andaba diciendo que yo lo hacía cornudo desde que éramos novios. Y resulta que la cornuda fui yo. Cuando conocí al Tano quise mandar el mundo a la mierda. Fui la mujer que todos decían que yo era, la mujer que supuestamente yo no era. Miraba a la gente en la cara y les juraba que yo le era fiel a mi marido. Y al otro día me ponía en cuatro en la cama, y gritaba como una puta mientras el Tano me cogía. ¿Y sabés qué es lo más irónico de todo? Que me dejé coger por el Tano por despecho, pero me seguí dejando porque me encanta coger. Él sí que me cogía bien, no como tu papá... y creo que por eso también lo hice sufrir. Sentí que había desperdiciado demasiados años de mi vida, sin poder disfrutar del buen sexo, por serle fiel a tu padre. Lo único que yo quería era que me dieran una buena cogida. Quería una buena pija ¿Era mucho pedir?