Libres en la Oscuridad [03]

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Lionel se había decido por desnudarse y comenzar a hacerle el amor a su novia, aunque eso consistía en penetrarla fuerte y profundamente, como a ellos le gustaba. Para él era “coger”, pero Sara se empecinaba en llamarlo: “hacer el amor”. El chico no contaba con que luego de ponerse de pie para desnudarse, quedaría solo y pedido en medio de la oscuridad, como un náufrago en medio del vasto océano. Se desorientó durante un par de segundos. Encontró la cama porque siguió el ruido de los jadeos, le gustaba imaginar que eso ya era un desenfreno total, tres parejas manteniendo relaciones en la misma cama... tres en el caso de que él pudiera volver a hallar a su novia. Trepó al colchón y comenzó a tantear, acarició una pierna suave, supuso que era la de Sara y cuando siguió el recorrido del muslo y llegó a tocar una húmeda vagina supo de forma inmediata que alguien estaba lamiéndola. ¿Acaso alguien le estaba chupando la concha a su novia? Para nada, extrañamente eso lo calentaba aún más.

Jorge no podía más, si seguían de esa manera iba a explotar y realmente no quería, necesitaba disfrutar de esos cuerpos. Las muy putas sabían cómo jugar sucio con su boca, y lo estaban volviendo loco. Apartó bruscamente a la que suponía que era Marina; luego agarró de las axilas a la otra chica, quien ya tenía por enésima vez su verga tocando la campanilla, y la alzó hasta colocarla sobre él. Lo primero que hizo fue besarla; probar esos labios que antes habían degustado su pene, el cual estaba tan duro que creía poder clavar un clavo en una madera sin sentir dolor alguno. Fue bajando y marcando besos a lo largo de ese suave cuello hasta llegar a un par de tetas que (Marina lo perdone) eran una exquisitez. Sintió esos pezones tan duros y erectos que estuvo a punto de acabar de la emoción. Los mordió, los lamió y los succionó, mientras Sara le tiraba de los pelos y frotaba su vagina contra ese glande duro como el casco de un soldado.

Marina presintió que Jorge quería jugar un rato a solas con la hermana de Javier; a ella no le importó mucho, porque ya tenía con qué entretenerse. Mónica le estaba invadiendo el clítoris y cada rincón de su concha y, para colmo, podía sentir otra mano curiosa y desconocida explorándole el sexo al mismo tiempo. Con cada vez que esa lengua se movía hacia su agujero rosa, sus espasmos se volvían más fuertes y largos. Deseosa de transmitirle a esa persona la emoción que sentía, comenzó a revolverle el cabello y a estimularla presionándole la cabeza hacia abajo. La mano del desconocido se apartó tan rápido como había llegado pero la lengua seguía allí.

Al tener el cabello tan corto, Moni, podía sentir cómo esas uñas arañaban su cabeza intensamente, tenía la sensación de que le estaban marcando el cuero cabelludo. Las manos de la rubia bajaron hasta sus tetas, y allí se detuvieron. Poco después comenzaron a pellizcarle los pezones y arañar la superficie de los mismos. Su novio había dejado de chuparle la concha, pero estaba tan entretenida devorando la exquisita concha de esa angelical rubia, que le importó muy poco lo que Javier planeara hacer; con quien quisiera. Casi se mea de la emoción cuando escuchó a Marina gemir suave pero de forma continua. Las dos se estaban volviendo locas; Moni comenzó a penetrarla fuertemente con dos de sus dedos, sin dejar de darle chupones en el clítoris.

Javier se apartó unos segundos para desnudarse completamente, al regresar a la cama quedó desconcertado. «¿Qué está haciendo Moni?», pensó. Lo único que escuchaba eran gemidos de mujeres y hombres, cuchicheos y ruidos tanto de lamidas como de besos y de cuerpos chocando. Comenzó a buscar a tientas a su novia aferrando su dura verga con una mano todo el tiempo. Cuando tocó su culo se dio cuenta de que ella estaba en cuatro, aguardando por él; no dudó en abalanzarse y meterle su estaca en el primer orificio que encontrara a su paso. Humedeció la punta de su verga con saliva y fue a chocar directamente contra el culo. «Qué raro —pensó— normalmente es muy fácil metérsela por el culo; pero ahora lo tiene muy cerrado. Tal vez sólo necesite algo de estimulación extra». Decidió acariciar su clítoris.

Marina gozó con la invasión a su vagina. No dudó en agarrar ese cuerpo poseedor de esas grandes tetas; valiéndose de señas corporales indicó a la chica que la quería arriba, Moni entendió perfectamente y en cuestión de segundos se movieron en la oscuridad para formar un 69 perfecto. Mónica no podía creerlo, la chica de verdad le iba a devolver el favor, se lanzó contra su concha una vez más, y aguardó hasta que sintió que la lengua de Marina pudo encontrar la suya. Comenzó a sacudir su cuerpo en el afán de reprimir sus gemidos. Lo que más le excitaba de todo esto era saber que junto a ella podría estar pasando algo similar. Hasta fantaseó con la idea de que pronto Javier la descubriría y penetraría a Marina.

Sara deseaba que de una vez esa terrible estaca la penetrara; pero el sujeto jugaba con ella. Eso la hizo dudar, tal vez él fuera consciente de que todo esto era una locura total. Ella no podía estar engañando a su querido novio estando la misma habitación... en la misma cama ¿en qué momento había llegado a semejante punto? Se estremecía al sentir la rigidez de ese pene y la asustaba pensar que su pequeña e inexperta rajita no fuera capaz de contenerlo toda. Pero otro sector de su mente viajaba en la dirección opuesta, esa parte se estaba cansando de los mimos y besos; quería acción, quería que esa verga la abriera al medio y la invadiera; quería sentirla hasta la garganta, si fuera posible. No pudo luchar más contra la tentación, estaba tan cerca, su concha se abría de puro deseo, agarró esa gruesa verga con una mano y bajó. El dolor y el ardor que le provocó la penetración la obligó a buscar refugio en los macizos hombros de Jorge y tuvo que clavar sus dientes allí, para no gritar.

Lionel comprendió avergonzado que la vagina que había tocado no era la de su querida Sara, de haber tenido luz para verse al espejo hubiera visto a un chico rubio con las mejillas rojas como dos tomates. De todas formas le había quedado esa rica sensación en los dedos, los cuales olfateó de forma automática, esa chica estaba en celo y creyó reconocer el olor dulzón que desprendía Marina. Nunca había tocado a otra mujer que no fuera su novia y, a pesar de haberlo disfrutado, retomó la búsqueda de Sara. Gateó despacio por la cama, sabiendo que no podía estirar las manos hacia cualquier lugar, ya que podría tocar otra vez a la persona equivocada y ésta podría enojarse con él. Tanteó las cercanías sin atreverse a ir más lejos y sólo pudo tocar una pierna velluda y un trasero blando y carnoso, que no se asemejaba al de su novia. Frustrado se inclinó hacia su derecha para buscar algo de ropa debajo de la cama; casi de inmediato sintió unas manos acariciando su cola. «Volviste pendeja» pensó, hasta que algo rígido y húmedo se coló con gran velocidad entre sus nalgas e impactó directamente con el agujero de su culo. Lanzó un leve quejido por la sorpresa, pero a la vez experimentó un placer tan grande que hizo que se quedara allí, sumiso ante la situación. De pronto, la mano del que lo invadía, comenzó a toquetearlo, como si buscara su verga, cuando Lionel sintió esos dedos moviéndose ligeramente entre sus testículos se estremeció de gusto; esta nueva sensación activó un instinto sexual dormido, y en cuanto tuvo la sospecha de que el invasor retrocedería, él se apresuró a hacer lo mismo. Ese movimiento provocó que la verga erecta penetrara dolorosa, pero placenteramente, dentro de su culo. Gozó al sentir la forzada dilatación y la forma en la que el glande se habría camino hacia el interior, no fue una penetración profunda pero bastó para dejar en claro sus intenciones. No estaba pensando en lo que hacía, actuaba por puro instinto; pero sabía que él necesitaba más que eso. Era un secreto que no se animaba a contarle a Sara, hacía tiempo que fantaseaba con la idea de que algo irrumpiera en su culo; aunque fuera uno de los finos dedos de su novia. No sabía si era homosexual o no, pero no podía negar que ésta primera experiencia lo estaba volviendo loco.

Javier estaba más confundido que nunca, ¿En dónde carajo estaba metiendo su verga? Lo único que sabía con certeza es que no se trataba del culo de su novia, ya que ella no lo tenía tan apretado. En cuanto supo que no había una vagina escondida entre esas piernas, se sintió sumamente raro. ¡Estaba tocando una verga que no era la de él! Por alguna extraña razón, esto logró excitarlo mucho, incluso más de lo que hubiera sido si el culo perteneciera a Moni, tal como él lo esperaba. Lo que más lo desconcertó fue que el muchacho no se enojó ni se apartó, sino que hizo todo lo contrario; retrocedió forzando la penetración anal. «¡Impresionante!» pensó al sentir cómo su verga entraba en un culo tan apretado. No le llevó mucho tiempo identificar a quién pertenecía ese hueco, no cabía duda de que se trataba de Lionel. ¿Acaso al bonito novio de su hermana le gustaba la verga? Esa sí que era una gran sorpresa.

Jorge agradeció la sorpresiva actitud de Sara, nunca en su vida había probado una concha tan apretada, ni había sentido desde tan cerca el sufrimiento y el goce femeninos unificados en una sola acción. El hombro le dolió un poco después de la mordida, pero estaba dispuesto a tolerarlo, para poder disfrutar hasta lo más profundo de esa caverna. Se aferró a las nalgas de la chica y presionó hacia abajo, para que su verga se clavara aún más.

Sara volvió a morder el hombro de ese hombre tan varonil y fibroso que la estaba ultrajando en la mismísima cama de su hermano. Había otras personas que gemían y gruñían a pocos centímetros de su posición, y el estar desnuda, abierta y penetrada la hacía sentir vulnerable; pero a la vez segura, ya que la oscuridad la refugiaba. ¿Cómo explicaría lo que ocurría si alguien lo supiera? No tenía idea. Llevó su cabeza hacia atrás y la dejó colgando. Casi como si pudiera verla, Jorge se prendió a sus tetas con pasión, ella comenzó un lento sube y baja, acostumbrándose a la enorme virilidad de ese sujeto que la volvía loca. Amaba a Lionel pero había algo que su novio tenía poco: masculinidad. Ella necesitaba un hombre de verdad, un hombre duro, fuerte, fibroso y con una verga capaz de llenarle toda la concha, forzarla a dilatarse hasta límites nunca experimentados, y capaz de perforarla hasta lo más hondo de su ser. Quería que Jorge la partiera al medio, y no le importaba nada. Cuando su vagina estuvo lo suficientemente dilatada como para albergar la mitad de esa columna de carne, buscó la boca de su macho... al menos ahora era de ella. Ambos se unieron en un frenético e intenso beso y ella se esforzó por reprimir el dolor para sólo dar lugar al placer más íntimo.

La cama desbordaba sexo, la situación era un caos total y ya todos sabían perfectamente que ocurría, estaban siendo partícipes de una especie de orgía improvisada. Javier y Lionel no eran del todo conscientes de que estaban dando un paso sumamente importante en sus vidas. Lio se inclinó hacia adelante guiado por sus instintos y de ésta forma pudo relajar su cuerpo para que el rígido pene de Javier lograra adentrarse un poco más. No pensó en lo que los demás pudieran opinar de su actitud, sólo sabía que estaba teniendo, por primera vez en su vida, la oportunidad de cumplir una fantasía oculta y prohibida. Que Javier se esforzara por clavársela indicaba que él no lo juzgaría; ambos buscaban lo mismo: placer. El muchachito rubio nunca había sentido su verga tan dura, creía que en cualquier momento iba a acabar sin siquiera tocársela. Escuchó gemidos de mujer justo delante de su cara, y tuvo la sospecha de que se trataba de su novia. «¿Qué estará haciendo ella?», se preguntó, mientras el pene de su cuñado retrocedía y volvía a clavarse dolorosamente dentro de su culo. «Que se la cojan —pensó—, que se la cojan y que me cojan a mí también. A la mierda con todo».

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