Libres en la Oscuridad [05] [FINAL]

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—¡Ay, me van a partir al medio! —Gritó Sara—. ¡Ay sí... así, bien fuerte! ¡Quiero pija! ¡Quiero pija!

Lionel, llevado por la inmensa calentura que le provocaron los gritos de su novia, se acercó a ella, poniéndose de pie en la cama, y le clavó su verga en la boca. Los gemidos de la chica se ahogaron al recibir ese pedazo de carne, y empezó a chuparlo al ritmo de las penetraciones. Quien más fuerte se la metía era Jorge, que se la estaba cogiendo como un salvaje. Ella podía sentir cada centímetro de esa gran verga taladrándole el orto; pero no era dolor lo que sentía, sino el mayor placer que había experimentado en su vida. Le estaban dando tres pijas a la vez, y se sentía más puta que nunca; para colmo dos chicas más serían testigo de su “liberación”. Pero eso, en lugar de incomodarla, la excitaba más. Ya podía sentir una conexión especial con esas mujeres.

Sus tres amantes la estaban llevando a un nivel de placer que nunca había experimentado, le costaba concentrarse en una sola de esas vergas. A veces podía sentir más placer por la que tenía en la concha, ya que era la de su propio hermano. Otras veces procuraba darle una buena mamada a su novio, dándole chupones en la punta de la verga y tragándola hasta donde la garganta se lo permitía. Sin embargo la que más captaba su interés era la que entraba y salía de su culo. No podía creer que, ese agujero antes virgen, estuviera proporcionándole tanto placer, y al mismo tiempo tanto sufrimiento. Jorge no tenía tregua con ella, se la cogía como si fuera un actor porno.

Mientras los tres hombres le daban pija a Sara por sus tres agujeros, Mónica y Marina no perdieron el tiempo. Se colocaron en posición de 69, y empezaron a chuparse las conchas la una a la otra, motivadas por los ahogados gemidos de Sara. La primera de las dos en alcanzar un orgasmo fue Marina, y sus jugos vaginales fueron a parar dentro de la boca de la chica punk, que ni por un segundo dejó de succionarle la concha. La rubia también se esmeró, esa mujer la había sorprendido, ya no la vería con los mismos ojos que antes. Sabía que en ella no sólo había encontrado una buena amiga, sino también una gran amante.

Sara hubiera deseado quedarse más tiempo en esa posición, pero luego de unos cuantos minutos de recibir pija sin parar, sus orificios ya no podían tolerar más. Su cuerpo aún no estaba acostumbrado a tanto desenfreno sexual, pero algo le decía que tendría una nueva ocasión para disfrutar de una cogida similar. Estuvo a punto de pedir que se detuvieran, pero en ese momento sintió algo tibio llenándole la concha, y casi al instante, el semen de Lionel empezó a saltarle dentro de la boca. Jorge se demoró unos segundos más, pero él también dejó salir una potente descarga de leche, y ésta fue a parar directamente al culo de la jovencita.

Cuando los tres vaciaron toda su reserva de esperma, dejaron a Sara. Ella cayó, completamente agotada, y con espasmos orgásmicos. Como si supieran exactamente lo que ella necesitaba, Mónica y Marina se le acercaron y comenzaron a besarla y a lamerla en sus tres agujeros. Mónica le metió la lengua en la boca, compartiendo con ella el semen de Lionel, y Marina se encargó de chuparle el culo. Poco después, entre las dos, le comieron la concha. Apenas unos segundos atrás Sara se sintió como una “comehombres” de primera categoría; pero ahora, con sus dos amantes femeninas, se sentía completamente lesbiana, por primera vez en su vida. Cayó en la cuenta de que había menospreciado todo el placer que podía proporcionar una mujer. Pero se alegraba mucho de haberlo descubierto de esta manera, porque le permitiría repetir la situación. Ya podía imaginarse organizando numerosos tríos lésbicos con Mónica y Mariana... una noche sólo de chicas. Tal vez los chicos hicieran algo parecido, por su parte, ahora que habían roto uno de los mayores tabúes masculinos.

Sara gimió suavemente, y todo a su alrededor se fue apagando. Estaba completamente agotada, ya no podía más.

Fue la primera en quedarse dormida, y poco después se le fueron sumando los demás. La cama era demasiado pequeña para contener seis personas, pero se las ingeniaron a para entrar todos. Quedaron prácticamente el uno sobre el otro, usando el cuerpo más cercano como almohada. La noche se volvió día, y esa amalgama de placer conformada por los seis amigos, sería el punto de partida para un nuevo nivel de complicidad y confianza.

Epílogo.

Los seis amigos volvieron a juntarse en la misma casa, una semana después de los eventos que ocurrieron durante el corte de luz. Desde aquel entonces no habían tenido la oportunidad de estar juntos. Se los veía algo nerviosos y daba la impresión de que todos se esforzaban por sacar temas de conversación que nada tuviera que ver con el sexo. De a poco todos lo fueron entendiendo, se había creado una especie de acuerdo tácito: “Lo que ocurre en la oscuridad, se queda en la oscuridad”.

En un momento de la noche Marina dijo:

—Hace mucho frío, ¿no deberíamos estar en un lugar con calefacción?

Javier se puso de pie de un salto, porque entendió perfectamente la indirecta. Entró a su cuarto y se agachó junto al calefactor; mientras lo prendía, el resto de las personas fue ingresando con aparente normalidad. Cada uno se acomodó lo mejor que pudo en la cama. Cuando el calefactor estuvo encendido, Javier se les unió. La última en entrar a la habitación fue Sara, y al hacerlo apagó la luz.

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