Somos Felices Las Tres Capitulo 01

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Secretaria dominante cambiará vida de su jefe y de su esposa.
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Parte 1 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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1

Hoy en la madrugada sentí necesidad de ir al baño y al regresar a la cama me pude recrear en una bella escena: mi esposa Nuria dormía abrazada a Erika, quien, también dormida, la envolvía entre sus brazos. En medio de la penumbra se podía distinguir la clara diferencia de sus tonos de piel y sus cabelleras. Nuria, mi esposa, tiene una piel muy exótica, aceitunada oscura y cabellos muy negros, mientras que Erica tiene una piel muy blanca, que hace juego con su dorada cabellera. Ambas respiraban profundamente y acompasadamente. Era una escena bellísima, en la que se apreciaba no solo la belleza y la sensualidad de ambas mujeres, sino el amor que se tienen. Después de un rato, pasé a lo largo de nuestra cama tamaño king para echarme de nuevo después de recogerme la dormilona que llevaba esa noche.

Se me hacía difícil retomar el sueño, y mientras sentía las respiraciones de mis compañeras de cama, daba vueltas y vueltas en la cama, sin lograr dormirme de nuevo. Fue cuando decidí calmarme, y buscando la posición más relajada posible comencé a recordar nuestra travesía que nos había llevado a este punto de compartir las tres nuestra ancha cama matrimonial.

Todo comenzó hace un año, en la oficina de mi negocio de importaciones. Es un negocio que no necesita de mucho personal, tan solo yo como el dueño y gerente, una secretaria y un empleado para hacer diligencias y despachos. La secretaria que me había ayudado en los últimos años tuvo que renunciar pues estaba a punto de dar a luz a su primer hijo y de mutuo acuerdo con su esposo habían decidido que ya no debería trabajar por lo menos hasta que su hijo tuviese edad de ir a la escuela. Entonces publiqué un aviso solicitando una secretaria con las características que el trabajo ameritaba, una de las cuales era poder hablar y escribir en inglés, ya que la mayoría de nuestros proveedores estaban en el extranjero, y con capacidad organizativa, para que más que una secretaria fuese una especie de asistente, capaz de tomar a veces decisiones durante mis breves períodos de ausencia cuando debía estar fuera de la oficina o si debía viajar a reunirme con algún proveedor. Varias candidatas se presentaron, y entre ellas escogí la que sin duda más me impactó por su capacidad profesional, su personalidad y presencia personal.

Erika es una mujer de tez muy blanca y dorada cabellera, ligeramente más alta que el promedio de las mujeres, aunque sin llegar a igualar mis seis pies de estatura. Un cuerpo regular, nada fuera de lo corriente, y vestida de manera muy discreta y profesional. Me gustó mucho su currículum, pues a pesar de ser relativamente joven a sus 28 años ya contaba con suficiente experiencia y estudios que le daban aquel aire de confianza en sí misma y seguridad que tanto me impresionaron. Sin duda sería una persona con el carácter suficiente para ayudarme a dirigir mi oficina. Le ofrecí el puesto, y tras discutir las condiciones contractuales quedamos de acuerdo que comenzaría a trabajar a partir del siguiente lunes.

Me sorprendió mucho cuando el viernes se presentó en la oficina y al preguntarle la razón de su visita, me dijo que quería conocer un poco mejor la oficina y dejar adelantado su escritorio para el lunes. Sin duda, era una mujer de carácter y de las que saben qué y cómo planear y ejecutar sus ideas. Estuvo acompañándome toda la tarde, haciéndome preguntas de las cosas que iba observando y también se interesó por mi vida personal. Le dije que llevaba casado siete años con la mujer del retrato sobre mi escritorio y que no teníamos hijos. Ella tomó el retrato entre sus manos y me dijo, "es una mujer muy atractiva y exótica, se ve que tiene muy buen gusto, señor Gómez", a lo que respondí afirmativamente y de paso anunciándole que pronto la conocería personalmente.

Ese lunes se presentó a trabajar vestida de una manera más práctica que cuando vino a la entrevista, lo cual me complació porque nuestro ambiente de trabajo es más bien informal. Yo visto de forma casual, y su escogencia de pantalón y blusa me pareció muy apropiado. Era una señal más de su personalidad y carácter, que progresivamente iría concoiendo hasta que se dearrollaron los acontecimientos que la llevaron a compartir mi mujer y nuestra cama.

Mi esposa Nuria es administradora de una oficina de médicos y está muy feliz con su trabajo, pues gana un sueldo decente, es apreciada por sus jefes y compañeros y se siente muy cómoda trabajando en ese lugar. De personalidad más bien tranquila, siempre dispuesta a colaborar con otros y algo tímida y reservada, sin duda era también una compañera de trabajo ideal para los otros. En nuestra relación personal siempre prefirió que yo tomase las decisiones, lo cual no era lo que yo esperaba, pues nunca he sido dominante ni autoritario. Podría decir, que al igual que ella, me siento más cómodo cuando otras personas proponen el camino a seguir. Solo en el ámbito de mi negocio prefiero ser yo quien planifique y decida sin tener que dar explicaciones a nadie. Nuria, se podría decir, tiene una personalidad más bien sumisa, y es evidente que disfruta servir y satisfacer a los demás.

Esto también se ha reflejado en nuestra vida íntima. Ella ha permitido que sea siempre yo quien proponga y decida lo que ocurre en nuestra cama. Nuria ha colaborado a que muchas de mis fantasías sexuales se hayan cumplido, sin rechistar, y con una sonrisa en su cara al saber que me ha hecho feliz de esa forma. Nuria me ha complacido al practicarme sexo oral desde la misma noche de bodas, aunque jamás lo había hecho, y a mí tampoco me lo habían hecho, porque aunque parezca increible, ambos llegamos vírgenes a nuestro matrimonio. Progresivamente me fue complaciendo sin rechistar ni ofrecer resistencia a mis peticiones de tipo sexual. Aceptó experimentar el sexo anal, aunque nos tomó varias semanas de práctica y perfeccionamiento, por el dolor que experimentaba y dado el hecho de que mi pene aunque es más corto que el promedio, es por el contrario bastante más grueso que el promedio. Poco a poco fuimos practicando hasta que se convirtió en parte casi regular de nuestro sexo semanal.

Erika se fue adaptando muy bien a nuestro trabajo y como era de esperar, fue aportando ideas e iniciativas propias que enriquecieron nuestro negocio e hicieron más fluidas nuestras actividades. Conforme fue tomando más confianza y seguridad, su forma de vestir también se relajó. Un día podía aparecer vistiendo unos ceñidos jeans y blusas ajustadas que destacaban las curvas de su torso, no prominentes, pero sí muy interesantes, así como alguna otra vez llevaba un vestido liviano y calzando unas sandalias muy sexys, que a mí me encantaban pues tiene unos pies bellísimos, y unas piernas nada despreciables.

Con el correr del tiempo Erika y yo fuimos ganando mutua confianza e hicimos un buen equipo de trabajo. Compatiamos siempre el rato de almuerzo con las comidas que traiamos de nuestras casas o a veces ordenábamos pizza. En esos ratos hablabamos de nuestras cosas y fuimos conociendo detalles de nuestras vidas. Supe que habia perdido a su madre a los 14 años y le tocó hacerse cargo de la casa, de su papá y su hermano mayor. De allí le viene el temple y el carácter. También supe que su hermano se fue a vivir a Australia y su padre le siguió los pasos unos años después, cuando ella terminó su carrera de mercadotecnia. A los 20 años era una mujer independiente viviendo sola y sin familia cercana. Supe también que habia tenido un par de novios pero que esas relaciones no progresaron porque ella era mucho mas madura y sentía que aunque se divertía con ellos estaba perdiendo el tiempo ya que solo buscaban pasarla bien con ella y tener sexo gratis. Para el momento en que comenzó a trabajar conmigo, no tenía ninguna relación sentimental.

Poco a poco fue haciendo propuestas y decisiones que cambiaron mi empresa. Diseñó un logotipo, cambió la papelería y me aconsejó formas de comunicación más efectivas con los clientes y los proveedores. También decoró nuestra oficina, cambiando el color de las paredes, colgando cuadros y poniendo cortinas, todo ello sin pedir permiso. Y a mí no me parecía nada mal lo que iba haciendo y me fui acostumbrando a sus iniciativas que mejoraron nuestro ambiente de trabajo.

Después de estos meses de compartir nuestras intimidades comenzó a llamarme por mi nombre, Claudio, en ver del respetuoso Sr. Gómez. A mí no solo no me importó, sino por el contrario, me gustó ese atrevimiento, el cual se convirtió en la norma para siempre, hasta que llegó el día en que me cambió el nombre, como narraré más adelante. Mi esposa Nuria se sorprendió la primera vez que la escuchó llamarme por mi nombre en una de sus muchas visitas a nuestra casa en los fines de semana cuando nos reuníamos para compartir una paella o una parrillada, pero no dijo nada, pues siempre ha confiado mucho en mí, ya que no le he dado razones para sospechar, y además por su personalidad sumisa y dependiente, que la lleva a no objetar ni discutir mis decisiones. Durante ese tiempo, se fue creando una bella amistad entre ambas mujeres, pues mi esposa jamás ha sido celosa, ni vió que en mi relación con Erika hubiese algo anormal.

En una oportunidad en que tuve que hacer un viaje de tres días por razones de negocios, al regresar encontré la oficina completamente cambiada. Nuestra oficina se encontraba en un edificio que había sido construído inicialmente como un hotel de pequeños apartamentos de dos habitaciones. La habitación principal, mucho más amplia, incluía un baño, y era mi oficina. Justo al salir de la misma estaba el escritorio de la secretaria, y la otra habitación permanecía sin usarse. Teníamos una sala e incluso una terraza a la que se tenía también acceso desde la cocina. Allí teníamos una mesa en la que comíamos. Los archivos estaban en mi oficina y Erika debía entrar muchas veces para buscar o guardar documentos, por lo que mi puerta estaba siempre abierta. Cuando regresé de mi trabajo, me encontré con la sorpresa de que ella había eliminado el puesto de secretaria y había creado una oficina en la habitación menor, en la que se encontraba mi escritorio y mi computadora.

En la habitación mayor estaba un nuevo escritorio y un diván. Sin esperar a que le pidiera explicaciones, Erika me dijo, Claudio, me he tomado la libertad de hacer estos cambios para el mejor funcionamiento de la empresa. Sé que como dueño tendrías el derecho a ocupar el cuarto principal, pero dado que nuestros archivos se encuentran en el mismo y tengo que entrar continuamente he resuelto que lo más práctico es que yo los tenga al alcance de mis manos para así ser más eficiente. Erika me habló con tal seguridad y autoridad que a mí no se me ocurrió nada que decir. Después, me condujo a la otra habitación y me mostró mi escritorio, y me pareció muy acertada la distribución de los muebles en la misma. Después del shock inicial, me instalé en mi nueva oficina y comencé a trabajar, como de costumbre. Jamás me podría imaginar que aquel día marcaría el comienzo de una nueva etapa en mi vida que me llevaría a ser feminizado y compartir mi mujer y mi cama con Erika, siendo felices las tres.

Aquel día Erika vestía un vestido veraniego, blanco con flores amarillas, muy lindo, y unas sandalias super sexys que a mi me cautivaban cada vez que las usaba. También se había maquillado muy bien y tenía el pelo recogido, lo que acentuaba aún más sus bellos rasgos. A la hora de la comida, nos juntamos en la cocina para calentar nuestras comidas y noté que estaba muy coqueta conmigo, y sonriendo de manera enigmática. También rozó muchas veces su cuerpo conmigo, lo que yo en ese momento supuse que era algo casual, y no intencional como pude comprobar mas tarde. Hacia el final del almuerzo, me miró fijamente y me dijo,

- Claudio, cuando estuve moviendo los escritorios y desinstalando nuestras computadoras para volverlas a instalar en el lugar que he decidido, no resistí la tentación de averiguar en la tuya la historia de los sitios visitados por tí. Y después de una pausa, mientras entré casi en pánico, agregó: Y veo que te gusta ver videos porno. Y se quedó en silencio, como esperando mi reacción. No se me ocurrió decir nada más que

- Si, como todo el mundo... acaso tú no los ves también?

- Si, pero no tanto como tú, a juzgar por la cantidad de visitas que has hecho.

- Si, debo reconocer que me gusta mucho. Acostumbro a verlos después que te vas en la tarde y me quedo a solas. Antes de ir a casa, los veo.

- Y ¿te masturbas?

A mí esa pregunta me impactó porque aunque habíamos compartido detalles de nuestras vidas, nunca habíamos entrado en el terreno sexual ni en algo tan privado como esto. Debe haber sido por su seguridad al preguntarme, y por la atmósfera autoritaria que había creado al decidir de qué modo tendría que organizarse nuestra oficina, que acabé confesándoles que sí, que me masturbaba cada tarde viendo esos videos, antes de irme a casa.

- ¿Y Nuria no se da cuenta? Porque supongo que no funcionarás igual en la cama después de haberte masturbado.

Esta conversación se iba adentrando cada vez más en un abismo inimaginable con quien hasta ese día era tan solo mi asistente, pero lo que más me impresiona hoy, cuando recuerdo aquel momento, es la manera en que yo aceptaba aquella conversación y las respuestas que le daba. Erika me tenía en sus manos, y se daba cuenta cómo estaba ganando control sobre mí, pero yo no. Ante aquella pregunta mi respuesta llegó sin pudor,

- es que nosotros solamente tenemos relaciones los sabados por la noche... una sola vez a la semana.

- Y ella ¿sabe que te gusta ver videos porno?

- No, siempre lo he hecho a sus espaldas.

Me acababa de dar cuenta que había revelado un secreto a esta mujer que no me hubiese atrevido compartir con mi esposa. Sin duda alguna, Erika tenía ya un control sobre mí, el cual fue incrementando a niveles inimaginables con el paso del tiempo, hasta lograr feminizarme y robarme la mujer.

- Me he podido dar cuenta que los videos que más frecuentemente ves son de temas lésbicos, de crossdressers y de femdom. Rara vez has visto videos de sexo normal, entre un hombre y una mujer.

- Si, esos son los que más me excitan.

- Qué curioso. No imaginaba que un hombre casado con una mujer tan bella pudiese tener esa adicción a la pornografía, especialmente de esos temas y mucho menos que necesitara masturbarse.

- No se que decirte... es algo que fue surgiendo poco a poco.

- Si, a veces las cosas más sensuales se van construyendo progresivamente.

No tenía idea de cuanta realidad encerraban esas palabras, y mucho menos de que aquella joven más joven que yo, sabía por qué lo decía y que más tarde yo iría comprobando al crecer su dominio sobre mí y mi esposa, hasta lograr que pudiese decir con propiedad lo que digo hoy, que somos felices las tres.

Terminamos de comer y recogimos los platos para llevarlos al fregadero. Estando de pie uno al lado del otro, se giró y quedando frente a mí, se acercó mucho a mí, y me dijo.

- Claudio, hay formas más divertidas de liberar tus necesidades sexuales que con la masturbación.

- Si, pero ese es un método seguro, que no me traerá problemas.

- Yo se, pero quisiera que te dieras cuenta que tienes la felicidad delante de tí, en la punta de tu nariz

- ¿A qué te refieres, Erika?

- ¿No te das cuenta, idiota, que te deseo y puedo hacerte feliz? ¿Acaso no te atraigo?

- Claro que sí, Erika. Especialmente hoy estás muy bella.

- Bésame, Claudio.

Por primera vez en mi vida me atreví a besar otra mujer distinta a mi esposa. Tomé a Erika por la cintura, la alcé y la senté sobre el tope de la cocina. Ella abrió sus piernas, y yo me paré entre ellas, le tomé la cara y la besé. Pero mi beso era tan solo con los labios, hasta que sentí que su boca se abrió y sacando su lengua forzó mis labios para adentrarse dentro de la mía. Allí mi lengua respondió a los avances de la suya, y a partir de ese momento tuvimos el más sensual y prolongado de los besos.

Erika comenzó a gemir, y sus gemidos eran cada vez más intensos y seguidos hasta que sentí como se ponía rígida y comenzó a temblar mientras sus gemidos parecían más bien gritos que se ahogaban dentro de mi boca. Me parecía increible que con tan solo un beso una mujer pudiese llegar al orgasmo como el que experiementaba Erika entre mis brazos. Lentamente se fue calmando y nuestro beso se hizo más suave, con menos lengua hasta que lanzando un gran suspiro, se apartó ligeramente de mi y mirándome a los ojos me dijo que le había parecido algo maravilloso.

Yo estaba excitadísimo, pero no me decidí a hacer algo que pudiera ser considerado impropio. La tomé por la cintura, para bajarla de nuevo al piso y allí ella me echó los brazos al cuello, recostó su cabeza en mi hombro y en silencio saboreamos el momento tan bonito e íntimo. Yo le pasaba las manos por la espalda e iba bajando hasta agarrale las nalgas. Como no podía notar los bordes de una panty, pasé varias veces las manos por sus nalgas, acariciándola y tratando de confirmar su desnudez debajo del vestido. Le pregunté si no llevaba ropa interior y ella me dijo

- Como muchas otras veces, Claudio. No te imaginas las veces en que he venido a trabajar en esas mismas condiciones.

A mí eso me pareció super excitante, y revelador de una personalidad audaz y juguetona, de la cual habría de aprender muchas otras cosas en las próximas semanas. Nos volvimos a dar un beso de antología en el que pude saborear con mayor deleite el dulce sabor de su saliva. Al final ella me mordió mi labio inferior, y me sorprendió ese gesto tan imprevisto como vulgar en una mujer tan bella y delicada como Erika. Después, ella con ese tono tan seguro como autoritario dijo:

- Mejor que vuelvas a tu escritorio, a trabajar, que yo haré otro tanto.

Y sin más, se dio media vuelta y salió de la cocina para dirigirse a su oficina, dejándome allí, solo y con la boca abierta de la sorpresa, pues creía que nos dedicaríamos a hacer muchas otras cosas, dado el estado de excitación en que me encontraba.

Al final de la tarde Erika vino a despedirse, y antes de irse, se acercó a mi escritorio, me besó en los labios y me dijo,

-Hasta mañana, Claudio. Que disfrutes tus videos y tengas un orgasmo muy feliz.

Y sin esperar una respuesta mía, salió de mi (nueva) oficina y se fue. Al rato, me dediqué a buscar videos y me entretuve con uno de una mujer madura que seducía a una chica joven, provocándome la excitación necesaria, que sumada a los eventos de aquel día facilitaron un delicioso y abundante orgasmo.

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