Somos Felices Las Tres Capitulo 03

Historia Información
Secretaria dominante cambiará vida de su jefe y de su esposa.
1.8k palabras
4.13
1.6k
00

Parte 3 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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3 (MFF)

Erika se desmontó de mi cuerpo, para acostarse a mi lado, posando su cabeza en mi pecho mientras sus dedos jugaban con mi abundante vello. Pasó su mano por mi vientre para deslizarla dentro de mi calzoncillo que aún llevaba puesto, y jugó con mis vellos antes de agarrarme lo que yo deseaba que sus delicadas manos tocaran. No lo llegó a hacer, mis deseos no se cumplieron, y una vez más supo sorprenderme con su actitud. Erika sacó su mano, se arrodilló a mi lado, y me dio un espectacular beso de lengua el cual vivi con especial intensidad ya que aún estaba a ciegas. Se irguió para quitarme la venda de lo ojos y así permitirme contemplar su cuerpo.

Pude maravillarme con la visión de sus pechos relativamente pequeños, de los que podrían darse el lujo de no necesitar sujetador, pero muy atractivos y con unos pezones muy pálidos, casi confundidos con el color de su piel, aunque con una areola tenuemente rosada. Un completo contraste con los senos de mayor tamaño y de oscuros pezones de Nuria, los cuales también eran más pronunciados que los de Erika y que podían ser facilmente apreciables cuando a insistencia mía aceptaba vestir una camiseta sin sujetador cada vez que salíamos a hacer las compras en el supermercado, lo cual siempre atraía las miradas de otros clientes y de los empleados (y empleadas) de la tienda.

Erika decidió quitarme lo poco que me quedaba de ropa y pude leer en sus ojos la sorpresa de comprobar cómo un hombre de mi estatura pudiese tener un pene tan pequeño. Ella se sonrió y se postró para darle un besito, pero nada más. Era como un gesto de ternura ante algo frágil y delicado. Yo, por supuesto, esperaba mucho más, pero no me atreví a forzar la situación y aguanté las ganas que tenía de que me invitara a cogerla, lo cual no ocurrió.

Por el contrario, se levantó de la cama y me pidió que llenara el jacuzzi para que nos sumergiésemos y disfrutar ese plus de la habitación. Mientras se iba llenando, tomó el teléfono y solicitó al servicio de habitaciones que nos trajeran una botella de champagne, quesos, jamón y algunos bocadillos fríos. También, sin que yo me diera cuenta, se dirigió a la puerta y le quitó el seguro a la cerradura antes de volver a la bañera que ya estaba a punto. Mientras todo esto pasaba, yo estudiaba su cuerpo. Pude maravillarme con las curvas de su trasero y sus piernas, y lo preciosa que lucía su cuquita, completamente depilada.

Nos sumergimos en medio de la espuma que el gel que Erika había escogido y vaciado ya producía abundantemente. Allí, sentados los dos nos dimos el primero de muchos besos, hasta que alguien tocó a la puerta, a lo que Erika contestó,

-¡Adelante!

Yo entré en pánico. ¿Cómo se le ocurría a esta bella mujer invitar a entrar un desconocido mientras estábamos desnudos en la bañera? Una vez que la camarera entró, ella la invitó a sentirse en confianza cuando le pidió si podía acercar la bandeja y colocarla sobre el borde de la bañera, lo cual hizo con paso firme. Era evidente que no era la primera vez que aquella camarera veía algo parecido. Entonces Erika se dirigió a mí y me dijo,

- Mi amor, dale una propina a esta amable empleada.

Yo abrí mis ojos llenos de sorpresa pues me estaba invitando a que me mostrase desnudo ante aquella extraña. Ella me miró con el ceño fruncido, para obligarme a cumplir aquella orden. Yo no tuve otro remedio que salir de la bañera, tomar una toalla para secarme ligeramente e ir hasta donde estaba mi pantalón, buscar mi cartera y sacar un billete para la mujer que me había seguido y estaba ahora parada frente a mí, con su mirada posada en mi entrepierna y una sonrisa burlona en sus labios. Me dio las gracias y a Erika, guiñandole al mismo tiempo como señal de aprobación a la audacia de una mujer que a todas luces dominaba al hombre que la acompañaba.

- Muchas gracias. ¿Cual es tu nombre?

- Me llamo Belkis, señora

- Mucho gusto, Belkis. Gracias de nuevo por tu buen servicio.

- A su orden, señora. Que disfrute, si se puede, de la compañía.

- Seguro que buscaré la forma de disfrutar, pese al tamañito, Belkis.

- Hasta lugo... cerraré la puerta al salir.

Cuando regresaba a la bañera mi miembro se había reducido a su mínima expresión, como producto de la humillación a la que había sido sometido y expuesto. Yo no reclamé, pues albergaba esperanzas de una buena follada más tarde. Me moría de deseos de cogerme aquella bella hembra llamada Erika, y mi excitación crecía más y más Cuando estaba a punto de meterme en la bañera Erika me pidió que sirviera las copas de champagne. Eso me obligó a pararme frente a ella mientras abría la botella y servía las copas y de ese modo exponer aún más mi vergonzosa desnudez, y para colmo, Erika quiso jugar con mi pequeño pene colgante y con un dedo lo golpeó varias veces en tono juguetón diciendo "tilin, tilin". Yo me sonreí pero me pareció un tanto humillante, pues aquella hembra había descubierto mi mayor debilidad física, sexualmente hablando. Sin embargo, había también un componente de excitación que apenas iba descubriendo y que se desarrollaría mucho más en el futuro, mi vocación a la sumisión y a disfrutar el ser usado y humillado por ella..

Erika me invitó a entrar a la bañera y sentarme a su lado. Cuando lo hube hecho, me dio un beso solemne y profundo a la vez que con su mano me acariciaba las bolas y mi bichito, el cual se puso muy duro. Ella me dijo al oído,

- Claudio, lo tienes chiquito, pero es muy grueso, ¡qué grueso es!

Yo me limité a sonreir con aquel comentario que incluía un reconocimiento y una humillación al mismo tiempo. Yo le acaricié los pechos, por primera vez, y le besé y lamí los pezones mientras ella gemía y seguía jugando con mis genitales. Al rato comenzamos a darnos mutuamente en nuestras bocas las piezas de queso y de jamón que se encontraban sobre la bandeja que teníamos al alcance de la mano. Era algo muy erótico, el poner en la boca del otro una pieza de comida, y en eso estuvimos un rato, mientras hablábamos de cualquier cosa.

Entonces me pregunto,

- Claudio, cuando ves los videos de crossdressing, ¿es porque lo has hecho, o te gustaría hacerlo?

Yo le confesé que de vez en cuando tomo algún panty de la gaveta de Nuria y me las pongo y al verme en el espejo me excito. También le dije que había hecho lo mismo pero una sola vez con unas pantimedias de Nuria y que se sentía una sensación muy rica en la piel. Erika me escuchaba, y sonreía. Ante el último comentario agregó,

- y eso que tienes las piernas peludas. Tan sólo imagínate la sensación si no tuvieses pelos en las piernas. A mí personalmente me gusta mucho sentir el roce de mis piernas cuando llevo medias de nylon.

Después agregó,

-¿Te gustaría hacerlo conmigo? ¿Te gustaría que yo te ayudara con este interés tuyo en vestir prendas íntimas femeninas?

A lo que yo le respondí,

- yo nunca lo habría pensado. Siempre ha sido un acto muy íntimo y secreto, pero si a tí te parece excitante, yo me dejaré llevar de tu mano para explorar más ese mundo.

Erika entonces me dijo

- Claro que me gustaría mucho, Claudio. Si confías en mí te haré disfrutar mucho en el cumplimiento de esta fantasía tuya.

Con ello, ella me apretó muchísimo mi bichito que estaba super rígido, y me volvió a dar otro de sus besos profundos, con ligeros gemidos incluidos. ¡Qué bien lo estaba pasando con aquella mujer de la que nunca hubiese sospechado ser poseedora de tanta sensualidad y erotismo!

Erika me pidió que me pusiera de pie, frente a ella, y al hacerlo, acercó su boca a mis genitales. Lamió mis bolas, luego lamió mi pene y después tomó mi prepucio entre sus dientes, mordisqueándolos suavemente, para retraerlo y dejar al descubierta la cabeza, la cual acarició largamente con su lengua. Entonces comenzó a mamarme mi pequeño bichito el cual llenaba su boca, no por la longitud, sino por su grosor. Lamía y chupaba mientras gemía. Yo la miraba desde arriba y me parecía increible que aquella mujer tan bella estuviese haciéndome aquello.

Ella había colocado sus manos en mis nalgas, y de pronto sentí como las acariciaba, y que uno de sus dedos jugaba con mi raja, antes de ser más audaz y comenzar a juguetear con mi zona anal. Me acariciaba dando pequeños círculos con su dedo a medida que iba también incrementando su presión hasta que lentamente me fue introduciendo un dedo, el cual comenzó a mover hacia adentro y afuera. A mí siempre me ha gustado este tipo de caricias, que Nuria ha incluido en nuestro repertorio sexual, aunque nunca me había penetrado, solo se limitaba a una caricia exterior.

Al irme relajando y mientras Erika seguía mamándome mi bichito, Erika se atrevió a agregar otro dedo a aquella penetración. Eso no lo había nunca hecho Nuria, por lo que para mí era una nueva experiencia, el que me cogieran por el culo. Mi orgasmo fue anunciándose y sus dedos se hundieron hasta el fondo en mi culo lo que produjo el detonante final. Para mí aquella visión de Erika arrodillada ante mí, con sus rojos labios rodeando mi bichito y su boca recibiendo mi leche será un recuerdo imborrable.

Erika mantuvo mi pene dentro de su boca hasta que descargué la última gota y mi bichito comenzó a desinflarse. Entonces se levantó y con una gran sonrisa se pegó a mí y tomándome la cabeza por el cuello me besó. Pero aquel beso traía una carga que para mí resultó una sorpresa, pues al abrir mis labios en vez de sentir su lengua lo que sentí fue una cascada de mi leche tibia. Erika sellaba mi boca y se aseguraba con sus manos sujetando mi cabeza de que yo no pudiera hacer alguna maniobra para escapar de aquel acto de poder y humillación.

Tuve que tragar mi propia leche, no porque así lo hubiese querido yo, sino como una imposición de aquella mujer tan única. Gracias a Erika pude saborear por primera vez mi semen, y no solo eso, sino tragarlo. Después de tragarlo, ahora sí, Erika buscó con su lengua la mía y allí de pie, abrazados los dos, con el agua hasta nuestras rodillas nos dimos el beso más exótico de mi vida, con restos de sabor de mi propio semen, que compartíamos entre ambos.

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