Somos Felices Las Tres Capitulo 18

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Erika hace el amor a Nuria... parte 1 de 3.
1.5k palabras
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Parte 18 de la serie de 37 partes

Actualizado 06/10/2023
Creado 09/24/2020
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Erika y Nuria se besaban y acariciaban mientras los chorros del jacuzzi masajeaban sus cuerpos. En algunas oportunidades Erika posicionaba a Nuria para que un chorro golpease su cuquita o su culo mientras sus lenguas se enredaban en un beso profundo y apasionado. En este juego se entretuvieron un largo tiempo, era muy divertido para ambas, sobre todo para Nuria porque ahcía todo para complacer a su mujer y dueña.

Después de haberse servido y bebido dos copas Erika decidió que era hora de pasar a la cama, para descubrir los placeres del amor lésbico con aquella mujer que le había jurado amor eterno, sumisión y obediencia. Sin esperar una orden Nuria tomó una toalla y comenzó a secar delicadamente el cuerpo de su Dueña y Señora, tras lo cual ella también secó su propio cuerpo.

Erika seguía de pie junto a la bañera, esperando por Nuria y cuando ésta se hubo secado, le tendió la mano, y de ese modo condujo a su amante lenta, muy lentamente, como en una especie de marcha nupcial al lecho en el que se consumaría el amor lésbico que cambiaría para siempre sus vidas.

Erika empujó con delicadeza a Nuria, para que se acostara primero al hacerlo, lo hizo de la manera más sensual posible, gateando y levantando el culo, Erika la veía embelesada, observando cómo su rendija se encogía y se estiraba. Nuria agachó la cabeza contra la cama y abrió la piernas, con lo que Erika pudo ver ambos agujeros que invitaban al ataque. Erika se limitaba a sonreir y estudiar la zona que muy pronto probaría sus dedos, su boca y su lengua. Al rato fue al maletín que había traído y sacó del mismo un frasco con aceite para bebés, se trepó a la cama y apoyando todo su cuerpo sobre su amante la forzó a aplastarse contra la cama mientras le susurraba al oído,

- Mi amor, te voy a dar un masaje con todo mi amor y sensualidad. Quédate quieta mientras mis manos se recrean en esa piel tuya que tanto me atrajo desde el primer día en que te ví. Ahora te voy a aplicar un poco de este aceite, para que mis manos se deslicen por tu piel y consentirte, mi negrita. ¡Coño! ¡qué culo tan rico tienes!, me lo voy a comer a besos, mi amor.

- mmmmmmm, que rico

Erika derramó aceite a lo largo de cada pierna, y se dedicó a acariciar, estrujar, sobar, apretar con sus manos cada centímetro de las mismas, desde los dedos de los pies hasta la hendidura que se produce entre las nalgas y el muslo, dejando para después un tratamiento similar a aquellos glúteos tan redondos y suculentos.

Tomó un pie y comenzó a besarlo todo, desde el talón hasta la planta del pie, dejando de último los dedos. Al llegar su lengua a los dedos, la introdujo entre cada uno de ellos, deslizaba su lengua en el espacio entre los dedos, uno a uno, para después comenzar a meterlos en su boca y chuparlos como si fuesen penes en miniatura. Nuria gemía de placer mientras Erika se recreaba en aquella caricia tan sensual. Al llegar al dedo pulgar, lo introdujo completamente en su boca y al mismo tiempo que lo rodeaba con su lengua lo chupaba con fuerza y lo movía adentro y fuera, provocando sonidos de saliva, aire desplazado y besos de sus labios contra la piel de aquel dedo. Nuria se dejaba hacer, suspirando y gimiendo, con su cabeza apoyada contra la cama y sus ojos cerrados, al tiempo que su vagina descargaba enormes cantidades de jugos sexuales. Al rato, Erika cambió de pierna y aplicó el mismo tratamiento al otro pie, en una prolongada, lenta y romántica caricia que ambas disfrutaban por igual.

Finalmente Erika se lanzó al ataque de aquel par de colinas de carne apetitosa que se le ofrecían rendidas a sus perversos deseos. Deslizó suave, muy suavemente las yemas de sus dedos, como si fuese la caricia de una pluma sobre la piel de aquellos perfectos y enormes glúteos. Pudo notar cómo la piel de Nuria respondía al notar que se le ponía la carne "de gallina" y quiso disfrutar un buen rato de la excitación que le causaba a su esclava, rendida de modo sumiso a sus manipulaciones. Nuria esperaba y ansiaba que esas caricias se intensificaran en fuerza y profundidad, sobre todo dentro de aquella hendidura que separaba ambos globos, pero Erika no daba señales de que aquel proceso de excitación superficial terminaría pronto, y disfrutaba la tortura a la que estaba sometiendo a la mujer que le había prometido total sumisión y pertenencia.

Erika cambió las tenues caricias por mútiples pellizcos sobre toda la piel de aquella morenas nalgas, como si quisiera el espesor de la misma, a lo que Nuria respondió sorprendida con una retahila de ayes, a medida que los pellizcos se hacían más frecuentes y más intensos. De pronto los pellizcos cesaron para que Nuria sintiese las uñas de Erika clavándose y arrastrándose lenta, muy lentamente en una caricia dolorosa que iba dejando surcos marcados en aquella superficie de color canela. Los arañazos eran muy sensuales y el dolor que causaban era nada en comparación a la excitación que provocaban. Esto hizo que Erika lo hiciese con aún mayor fuerza y violencia, llegando a rasgar la delicada piel. Más tarde aparecerían las huellas de aquel acto salvaje, las cuales durarían por dos o tres días en una especie de cuadriculado púrpura dibujado sobre la piel del mejor culo de la ciudad.

Los arañazos fueron sucedidos por una lluvia de pequeños besos de todo tipo, desde los más tiernos y leves hasta los más sonoros que daban testimonio de las chupadas de piel con las que su dueña iba recorriendo aquella superficie tan cautivadora. Los besos se convirtieron en lamidas, y desde ese momento, la lengua de Erika reemplazó la acción de sus labios. Las lamidas se fueron haciendo cada vez más largas, y lentamente la lengua de Erika se fue entreteniendo con la hendidura que separa aquellos dos globos preciosos. Esas lamidas fueron lenta, muy lentamente moviéndose más al sur, hasta que al rozar el ano, Nuria dio un respingo por la sensación tan agradable como sensual en aquella zona erógena.

Finalmente la lengua de Erika se concentró en el ano de su esclava, lamiendo, y relajando aquel hoyo, cuyos músculos se aflojaron tanto que la lengua pudo penetrar algunos milímetros. Nuria colaboró relajando voluntariamente aún más su esfínter y la lengua invasora logró entrar más, acariciando membranas que nunca habían sido lamidas. Nuria pensaba que ni siquiera cuando Lily le había lamido allí aquel día en el spa se había excitando así. (Ya Erika le revelaría la verdadera historia de aquel primer beso negro).

Nuria colocó sus manos, una en cada nalga, para separarlas y facilitarle la húmeda agresión de su dueña Erika quien ahora pudo penetrar aún más con su lengua aquel ano distendido, ya no algunos milímetros, sino tal vez dos o tres centímetros. Nuria casi lloraba de placer ante una sensación totalmente nueva para ella.

Erika se sorprendía de cuan hondo había podido llegar con un órgano blando, traspasando la barrera del esfínter anal, aunque hubiese preferido una total ausencia de vellos para que las sensaciones en su lengua y labios fuese aún más placentera para ella. Se prometió que muy pronto liberaría de vellos aquel agujero que estaba saboreando y que reclamaría para su uso exclusivo. Más nadie que ella jugaría, acariciaría, abusaría y penetraría aquel orificio de la anatomía de la morena que tanto le gustaba y ahora era suya.

Era increible que hasta ahora las únicas veces que había usado su boca y lengua de modo íntimo y lésbico con quien desde esa noche sería su mujer, no lo hubiese hecho con su cuquita, sino con el culo.

Cuando su lengua ya estaba cansada de lamer y penetrar el culo de Nuria, Erika abrió más su boca, de manera que sus dientes hicieran contacto con aquel lugar secreto. Primero se dedicó a raspar el área muy suavemente, y a medida que Nuria comenzó a ondular su culo, Erika entendió que la excitación de su esclava le permiriría ser más audaz, y le dio un ligero mordizco. La respuesta fuen un largo gemido de placer, por lo que aquel mordizco se multipicó por muchas veces. La excitación de Nuria era tal que jemía fuertemente, como si estuviese teniendo un orgasmo. En ese punto Erika hincó sus dientes y le dio un mordizco más fuerte, y al no encontrar rechazo fue incrementando la fuerza del mordisco hasta que Nuria gritó un ¡Ay!. Erika quiso seguir, probando hasta donde su negrita aguantaba y mantuvo la fuerza del mordisco hasta que Nuria le pidió que parase. En ese momento Erika aumentó la fuerza del mordisco todo lo que su cansada mandíbula podía, produciendo un alarido de dolor, después de lo cual se separó de aquel rincón del cuerpo de su negrita del cual había tomado posesión a partir de esa noche.

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  • COMENTARIOS
Anonymous
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1 Comentarios
AnonymousAnónimohace alrededor de 3 años
Genial!

Gracias por escribir esta historia muy disfrutable, me encanta. He votado 5 estrellas a todos los capítulos hasta esta.

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