Strip Póker en Familia [05]

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Nokomi
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Entendí que debía penetrar a mi mamá por el orto, con un gran cono plástico. Esta situación debería generarme mucha incomodidad, sin embargo el efecto fue positivo. Se me mojó la concha... bueno, es una forma de decir; porque ya la tenía toda mojada.

Ella había sido un poquito cruel conmigo cuando hizo que Erik me metiera la pija. Era mi momento de cobrar venganza:

—Victoria Evanson, preparate. Esto te va a doler más a vos que a mí.

Apoyé la punta del cono en la entrada de su culo y empecé a presionar con suavidad, pero de forma constante. Su anillo anal se fue dilatando de a poco, cuando escuché el primer quejido, me detuve y retrocedí. Sabía cómo meter cosas en un culo sin lastimarlo, lo importante era no forzar las cosas, sino repetir penetraciones leves. Fui hacia adelante una vez más, retrocedí y presioné. Mantuve esa mecánica durante algunos segundos.

—Si te pajeás —dije—, va a entrar más fácil.

—¿Por qué?

—Porque vas a estar caliente... vas a querer que entre, te vas a relajar.

—Tiene sentido.

Su mano derecha se posicionó entre sus piernas, justo debajo de su peluda concha. Empezó a jugar con su prominente clítoris mientras yo continuaba presionando la entrada de su culo. Pasados unos segundos, mi madre dijo:

—Esto no está tan mal.

Noté que se estaba pajeando más rápido. Me dio mucho morbo, la situación era sumamente extraña. Casi como si mi madre y yo estuviéramos en medio de un acto sexual. Y en realidad eso era exactamente lo que estaba ocurriendo. Ella meneó su culo lentamente, como indicándome que estaba lista para más. Presioné con más fuerza y una buena parte de la estaca se hundió en su culo.

—¡Buff! —Resopló ella, acelerando el ritmo de su masturbación—. Sí, eso me gustó... despacito que ya está entrando.

Se me mojó la concha... sobre mojado. Sentí un extraño revoltijo en la boca de mi estómago, ésta era una de las escenas más morbosas que había visto en mi vida. Estaba tan compenetrada en la húmeda concha de mi mamá, y en su culo dilatado, que ni siquiera giré la cabeza para ver qué estaba haciendo el resto de mi familia. Era como si en esa habitación solo existiéramos Victoria y yo.

Tenía un objetivo fijo y lo perseguía como un galgo en una carrera: quería meter la estaca completa en el culo de mi madre.

Me quedé maravillada al ver que el cono negro iba entrando cada vez más, a medida que ese agujero se dilataba. Victoria gemía y emitía bufidos, como una yegua a la que se estaba montando un semental. Sus dedos incansables seguían jugando con su clítoris. La estaca entró hasta la mitad, la saqué y la volví a enterrar. Faltaba menos, pero todavía quedaba lo más difícil: meter la parte más ancha.

En ese momento escuché un pitido agudo que me sacó totalmente.

—Terminó el tiempo —dijo mi papá. Me había olvidado totalmente de que todo esto era parte de un juego cronometrado.

—¿Qué? —Dije, indignada—. Pero si todavía no lo metí completo. El tiempo debería empezar a contar cuando la estaca esté adentro.

—No veo por qué —dijo Pepe—. Erik no lo especificó en ningún momento. La prueba comenzó hace diez minutos, y ya terminó.

—Pero... pero...

—Tiene razón —se sumó Mayra—. Nunca aclararon que el tiempo debía empezar a contar cuando la estaca estuviera completamente adentro.

—Está bien, pero me parece injusto —aseguré, quitando el juguete del culo de mi madre.

—A mí también me parece injusto —dijo Erik. Era muy raro que nosotros dos estuviéramos de acuerdo en algo—. Entendí el desafío igual que Nadia.

—La próxima vez, aclaren —se sumó Alberto, que parecía opinar igual que mi papá y mi hermana—. Vos solo dijiste que se tenía que meter algo en el culo, no dijiste qué tan profundo ni cuándo debía empezar a contar el tiempo.

—Está bien, Erik —dije, volviendo a mi asiento—. La próxima vez aclararemos que la prueba comienza una vez que el objeto ya esté dentro.

Me arrepentí al instante por decir eso. Quería vengarme de mi madre y supuse que la próxima vez ella sería quien sufriera el desafío. Pero podría tocarme a mí.

—Me alegra que no hayan aclarado —dijo mi mamá, acariciando su culo—. No hubiera podido aguantar toda la estaca adentro. Es muy ancha. Si hubiera tenido unos días de práctica, tal vez... pero últimamente no me estoy metiendo nada por la cola.

—Bueno, asunto aclarado —sentenció mi padre—. La próxima vez que alguien quiera hacer un desafío muy específico, deberá aclararlo antes. Sigamos jugando.

En la siguiente partida, mi hermana volvió a quedar en último lugar. Esta noche sí que tenía mala suerte. La victoriosa fue mi madre, haciéndole honor a su nombre con un full bastante bueno. Noté que ella cambiaba el peso de su cuerpo de un lado a otro, debería dolerle un poco después del desafío impuesto por Erik. Pero ahora teníamos otra cosa en mente: ¿A qué castigo debería someterse Mayra?

La pequeña parecía un hermoso tomate. Estaba toda roja y con los ojos bien abiertos, se la veía preciosa. Me daban ganas de pellizcarle los cachetes... y los pezones también, ¿por qué no?

Nuevamente vi a Victoria dudar, ella no podía ser cruel con la más dulce y tierna de sus hijas. No me producía ningún tipo de celos esa diferencia de trato, yo hubiera obrado de la misma manera, tratándose de Mayra.

—Tenés que tocársela a tu tío Alberto —dijo Victoria, luego de pensar unos instantes; mi tío pareció alegrarse con la idea de que su bella sobrina le haría una paja; pero la jovencita no estaba para nada feliz.

Luego de meditar unos segundos, y de hacer mala cara, acercó un poco su silla a la de mi tío y extendió la mano tímidamente mientras ese erecto miembro la esperaba. Titubeó unos instantes y cuando creí que al final lo haría, se levantó de la silla y se fue corriendo hacia el pasillo que daba a las habitaciones. Todos nos quedamos boquiabiertos.

Pobrecita Mayra, la habíamos llevado a un punto de quiebre con nuestros desubicados juegos.

Mi madre miró a todos los presentes y dijo:

—Por hoy el juego se terminó.

A nadie le gustó eso, estoy segura. Para mí fue como un duro cachetazo, la estaba pasando muy bien. Sin embargo habíamos llegado demasiado lejos y eso afectó a Mayra. Ningún miembro de mi familia se atrevería a contradecir a mi mamá, en esta situación. Si la partida se terminó, entonces se terminó.

Los hombres se pusieron de pie y empezaron a juntar todas las botellas y vasos, en completo silencio. Mi mamá fue en busca de Mayra, y yo la acompañé.

La encontramos tirada boca abajo en su cama, llorando. La pena y la culpa me invadieron, me sentía una estúpida por haber permitido que todos esos juegos llegaran tan lejos y más por no haberle preguntado a mi hermana cómo se sentía.

Mi madre la consoló y logró que nos mirara. Allí quedaron las dos, tan desnudas como yo, sentadas en la cama. La pequeña se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

—Contame qué te pasa, hija —le rogó mi madre.

—Está todo bien Mayra, podés decir lo que sientas —le mostré mi apoyo, intentando tranquilizarla.

—Es que... es que —comenzó diciendo entre llantos—, me tratan como a una boluda. —Con Victoria nos miramos anonadadas, esa no era la respuesta que esperábamos.

—¿Por qué lo decís? —preguntó Viki.

—Porque a todos les dan desafíos muy zarpados. —Ahí estaba el problema, habíamos llegado muy lejos—, y a mí me dan puras boludeces —me quedé con los ojos como platos—. A Nadia le llenaron la concha de leche y ninguno se quejó. Las dos tuvieron que meterse cosas por el orto —nunca la habíamos escuchado hablar de esa manera, estaba indignada y muy enojada—. Cuando me toca a mí me piden que solamente se la toque al tío, como si yo fuera una nena estúpida.

No lo podía creer, Mayra estaba enojada porque le parecía poca cosa tener que pajear a su tío. Pero en algo tenía razón: nuestras pruebas estuvieron muy cargadas de sexo. Caí en la cuenta de que a Mayra sólo la habíamos mandado a "tocar" o a bailar. Estas cosas parecían un tanto sosas, luego de todo lo que había ocurrido. Recordé su baile con Erik, y entendí que mientras él evitaba el contacto, ella lo buscaba; como si lo estuviera provocando. Incluso estuvo a punto de conseguir una penetración anal. Bueno, en parte lo logró, la verga se metió un poquito en su culo e introducir el glande de Erik en un culo virgen, sin lubricante, no habrás sido tarea fácil.

Erik también la veía igual que nosotros, como si Mayra fuera de porcelana y pudiera romperse si no se la trataba con delicadeza.

—Perdón hija, no lo había visto de esa manera. No te enojes con nosotros, es que vos sos la más chiquita y nos cuesta verte como una mujer, más que nada en temas sexuales.

—Pero ya soy una mujer —se quejó—, y sexualmente activa. —A mi madre se le desfiguró la cara, mi expresión no era muy distinta a la suya.

—¿Y se puede saber con quién estuviste? —Le preguntó.

—Eso no les importa.

—Me importa, porque soy tu madre. —Se lo dijo con dulzura; Mayra meditó unos segundos.

—Estuve con el profesor del gimnasio. —Una vez más casi nos da un infarto sincronizado a mi madre y a mí.

De inmediato pensé en Daniel, el profe del gimnasio, ese que tanto me miraba el orto... y que me arrimaba ante la más mínima oportunidad. Ya podía hacer una mapa detallado de su pija, sin haberla visto, por todas las veces que me la encajó entre las nalgas. Una tarde, en la que estaba saliendo del baño del gimnasio, Daniel se me acercó y tuvimos nuestro roce más intenso. Por poco no terminamos cogiendo. Él me besó y empezó a sobarme la concha, yo me dejé, sin chistar. Ese hombre todo musculoso me ponía a mil. Le agarré el paquete y se lo acaricié hasta que la poronga se le puso bien dura. Estuve a punto de arrodillarme y hacerle un buen pete; pero nos interrumpió otra chica que también quería pasar al baño. Disimulamos lo mejor que pudimos y yo continué con mi rutina de ejercicio. Siempre creí que Daniel se fijaba en mí, aunque ocasionalmente le miraba el orto a Mayra. Pero jamás se animó a arrimarla delante de mí. No podía creer que hubieran cogido. Mi hermanita, de dieciocho años, había tenido su primera vez con un tipo varios años mayor que ella.

—¿¡Qué!? ¡Degenerado de mierda, lo voy a matar! —mi madre pocas veces reaccionaba así.

—¡No mamá! No te metas, él no es ningún degenerado, yo lo busqué. Él estaba más interesado en Nadia; pero yo... emm... tenía ganas. Lo busqué yo.

—¿Pero esto cuándo pasó? —Pregunté intrigada; mi hermana ya estaba a pocos meses de los diecinueve años, pero aún la veía muy chiquita como para incurrir en el sexo con hombres maduros—. Vos fuiste al gimnasio conmigo, todas las veces. Nunca noté nada raro entre Daniel y vos.

—Un día fui sola, pero no te dije nada.

—¿Pero cómo fue que llegaron a eso? ¿Dónde hicieron... —ahora lo que más me importaba era saber qué había ocurrido.

—Bueno, no fue tan difícil, vos ya viste que Daniel es un calenturiento...

—¡Lo voy a matar! —Dijo Vicky, con los dientes apretados.

—Mamá, no creo que Daniel haya hecho algo que Mayra no quiera. Es decir, sé muy bien a qué se refiere ella cuando dice que es un calenturiento. El tipo aprovechó a arrimarme y a manosearme cada vez que tuvo la oportunidad... pero lo hizo porque yo se lo permití. Estoy segura de que si, en algún momento, le hubiera dicho que no... él no habría insistido.

—Sí, pienso lo mismo —aseguró Mayra—. Todo lo que pasó fue con mi consentimiento. —Mi mamá bajó un poco la guardia, pero aún se la veía enojada—. Cuando Nadia está cerca, Daniel ni siquiera se anima a mirarme el culo por más de diez segundos. Es como si tuviera miedo de que mi hermana mayor se enoje... a pesar de que ella se deja manosear toda.

—Yo nunca le dije que no podía tocarte —me defendí; sin embargo había mucho de cierto en las palabras de Mayra. A mí no me hubiera agradado que Daniel se propasara con ella... aunque evidentemente no conozco a mi hermana tan bien como creía.

—Cuando fui sola, su actitud cambió completamente. Empezó a tratarme de la misma forma que a Nadia, aprovechando que en ese momento el gimnasio estaba vacío. Me explicó cómo trabajar glúteos, levantando las piernas y flexionándolas. Y a medida que me iba explicando, sus manos se fueron acercando más a mis nalgas. Yo le sonreí y no le dije nada. Entonces él entendió que a mí no me molestaba que se propasara de esa manera. Poco después ya me estaba arrimando por detrás, con la pija dura. Casi me clava ahí nomás, de no ser por la tela de la calza. Se lo notaba bastante desesperado, incluso me metió las manos debajo de la blusa y me agarró las tetas. —Miré los rígidos pezones de mi hermana, sus pechos eran pequeños, pero esos botoncitos resaltan muy bien. La bronca que tenía hacia Daniel se fue esfumando—. Ahí la situación ya era indisimulable. Además yo empecé a frotarme contra su pija... estaba re caliente. Él lo entendió y supo que era un riesgo estar haciendo eso en el gimnasio, cualquiera podría entrar en algún momento. Por eso me llevó de la mano hasta el vestuario y ahí perdió cualquier atisbo de disimulo. Me hizo arrodillar y se bajó el pantalón... tiene una pija bien grande, como la de Erik. Sin vueltas me dijo: "Chupala".

—¿Y vos le hiciste caso? —Preguntó mi mamá.

—Sí... yo me moría de ganas de chuparla. Desde que vi a Nadia chupando verga, quise hacer lo mismo, necesitaba saber qué se sentía tener una pija en la boca. Me la tragué toda, como buena nena obediente —Mayra mostró una sonrisa que era una mezcla entre timidez y picardía. Se me mojó toda la concha al imaginarla con una buena pija entre los labios—. Le puse muchas ganas, quería demostrarle que estaba dispuesta a llegar muy lejos. No creo ser buena petera, pero al menos mi primera experiencia no estuvo tan mal. A él le gustó, porque varias veces me dijo cosas como: "Sabía que eras tan puta como tu hermana".

—¡Ey! —Dije, haciéndome la ofendida. Mayra se rió.

—¿Qué querés, Nadia? Con la forma en que te dejaste manosear por él... se la dejaste muy fácil. Bueno, yo también se la hice fácil. Creo que las dos estamos con las hormonas muy alteradas, por culpa del jueguito de póker —miró a mi mamá de reojo, como si le estuviera diciendo "Esto es tu culpa, vos insististe con el juego". Ella no dijo nada, pero sus mejillas enrojecieron—. Después de una buena chupada, Daniel me hizo poner en cuatro sobre uno de los bancos del vestuario y me bajó la calza... quedé en concha. A él le gustó mucho mi culo, me lo dijo y me lo manoseó todo. "Te voy a pegar una cogida tremenda, putita", me dijo, con voz ronca. Yo le respondí que lo hiciera despacito, porque era virgen. Él se rió, no creía que ésta fuera mi primera vez. Me dijo: "Las pendejas vírgenes no entregan la concha tan fácil". Yo le respondí que no soy como todas las pendejas. Yo sí quería que me cogieran bien cogida... pero me daba un poquito de miedo el tamaño de su verga.

—¿Al menos fue gentil? —Quiso saber mi mamá.

—Al principio sí, porque cuando me metió la pija se dio cuenta de que yo era bastante estrecha, y cuando vio un hilito de sangre, se asustó. Pensó que me había lastimado... yo le dije que no, que me había desvirgado. Me puse muy contenta, porque ya estaba harta de ser virgen. Yo quiero experimentar el sexo, como vos mamá... o como Nadia. ¿Por qué ustedes pueden coger todo lo que quieran, pero yo no? Nadia ni siquiera es mucho más grande que yo, apenas un par de años.

—Es cierto, hija. Te pido perdón por eso. Es que siempre te vi como la más frágil de la familia, y eso me llevó a cuidarte con algodones. Nunca me imaginé que tenías tantas ganas de experimentar el sexo. No veo nada de malo en eso, al contrario. Si hay algo que quiero que mis hijas entiendan es que el sexo es algo maravilloso, y se puede disfrutar de muchas formas diferentes...

—¿Incluso en un juego de póker junto a tu familia? —Preguntó Mayra.

—Puede ser... pero tal vez todo ese asunto se nos está yendo un poquito de las manos.

—No quiero que dejemos de jugar —insistió Mayra—. A mí me gusta... me divierte. Lo que me molesta es que me traten como si yo fuera de cristal. Como si yo no pudiera estar a la altura de ustedes dos.

—Bueno, no te puedo prometer que vayamos a jugar otra vez, eso lo tengo que pensar bien. Pero en caso de que volvamos a jugar, vamos a tratarte de la misma forma que a Nadia... o que a mí. ¿De acuerdo?

—Sip —ella asintió, con entusiasmo—. Así me gusta. Ni siquiera soy virgen, ya me metieron una buena pija en la concha... si me hubieran dado el mismo desafío que a Nadia, de meterme la pija de Erik, lo hubiera aguantado igual que ella. Estoy segura.

—¿Daniel te cogió mucho? —Quise saber.

—Sí, bastante. No conté el tiempo, pero sé que fue al menos media hora. Cuando mi concha quedó bien dilatada, él cumplió su promesa: me dio una tremenda cogida. Me agarró de los pelos y empezó a clavarme bien fuerte... me hizo chillar como una gatita. Pero yo todo el tiempo le pedí más... y más... ¡la pasé genial! Acabé dos veces, y una más cuando volví a casa y me hice una paja.

—Entonces se puede decir que lo disfrutaste —mi mamá parecía estar mucho más calmada.

—Sí, mucho. Él nunca hizo nada que yo no quisiera. Me pidió algunas cosas y cuando le dije que no, no volvió a insistir.

—¿Cosas como qué? —esta vez fui yo quien preguntó.

—Me quería dar por la cola, por ejemplo —señaló su respingado trasero— pero le dije que no. Todavía no estoy lista para eso.

—Al menos seguís virgen por un agujero —acotó mi madre. "No tan virgen" pensaba yo recordando cómo se había metido el glande de mi hermano—. Bueno Mayra, te vuelvo a pedir disculpas, hicimos mal en tratarte de esa forma, vos tenés el mismo derecho a "jugar" que todos nosotros.

—Está bien, pero tienen que prometerme que me van a tomar en serio de ahora en más.

Se lo prometimos y nos quedamos charlando durante un par de horas, completamente desnudas. Mi madre nos dio consejos sobre sexo, especialmente cómo prepararnos para penetraciones anales, que era un tema que se había hecho presente durante el juego de la noche, y que a Mayra le llamaba mucho la atención. A mí nunca me habían metido una pija por el culo, pero ya sabía cómo se sentían las penetraciones anales... me moría de ganas de probarlo, y se lo hice saber a mi mamá y mi hermana.

Me encantó que las tres hubiéramos desarrollado este nivel de confianza. Nunca me imaginé que pudiéramos charlar sobre sexo de forma tan cruda y sin tapujos. Era excelente.

Victoria tenía razón en que los desafíos del juego de póker se nos estaban yendo un poco de las manos. Pero las tres mostramos que aún teníamos cierta curiosidad y que nos agradaba la idea de volver a jugar. Mi mamá aseguró que evaluaría esa posibilidad, y que seríamos las primeras en enterarnos si alguna vez volvíamos a jugar al strip póker, con nuestra familia.

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AnonymousAnónimohace casi 3 años

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