Jennifer

BETA PÚBLICA

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Así que finalmente había llegado el día. Me tomé mi tiempo, primero lamí sus tetas con sus grades pezones y luego empecé a bajar por su estómago plano, pasé por su ombligo y me acerqué a su sexo, inspiré profundamente y pude por fin sentir ese olor húmedo y misterioso, pero no me detuve ahí sino que bajé por el lado hacia sus piernas y luego le besé el interior de los muslos y subí por ahí acercándome desde el otro extremo a mi objetivo, hasta que llegué a su vagina y empecé a lamerla. Le metía la lengua o más profundo que pudiera y tragaba sus jugos. Ella hacía un movimiento rítmico con sus caderas, empujando su vulva contra mi cara. Después me deslicé hacia abajo y pasé mi lengua por su culo, sintiendo como se contraía y traté de penetrarlo con mi lengua. Ella se agitaba mucho, luego subí un poco más y llegué a su clítoris y con mi lengua hice movimientos cortos, a veces le chupaba, otros le lamía y otros presionaba con mi lengua. Sus movimientos de cadera se hicieron cada vez más urgentes y la escuche gemir y decir —qué rico, qué rico. —Al poco rato se vino con un gran orgasmo y luego cerró sus piernas con fuerza sacándome de mi lugar.

—¿Dónde aprendiste a hacer eso? ¿A quién se lo habías hecho antes?

—A nadie, es algo que he soñado hacer y he leído mucho como se debería hacer.

—Ningún hombre me había chupado tan rico y en realidad ninguna mujer tampoco. Tienes un don. —me dijo.

Pasó mucho tiempo y ella empezó a quedarse en nuestro departamento, pasaba muchas noches conmigo, ya que en su casa habían caído en cuenta que ya era mayor de edad y podía hacer lo que se le venía en ganas. Durante todo ese tiempo le hacía sexo oral y la hacía llegar al orgasmo todas las veces. Yo quedaba muy inquieto porque no llegaba al orgasmo, pero al mismo tiempo me daba una enorme satisfacción hacérselo. A veces ella llegaba a mi casa, me decía —vamos a tu pieza —y luego se subía la falda, bajaba los calzones, se tiraba de espaldas en la cama con las piernas abiertas y me decía —a lamer, perrito.—Yo tenía una erección inmediata, me arrodillaba entre sus piernas y le hacía lo que me había dicho.

Todo este tiempo dejé de masturbarme porque ella me lo pidió. Me dijo que quería que me aguantara lo más que pudiera. Pasaron semanas sin masturbarme, aunque me fui en las noches teniendo sueños eróticos. La deseaba, pensaba en ella todo el tiempo y cuando llegaba comenzaba a temblar por el deseo que sentía. Si me pedía algo, lo hacía sin pensar, me ponía en una posición muy asimétrica, quería agradarla para que me dejara satisfacer mi pasión algún día con ella. Mis amigos notaban el estilo de nuestra relación y se reían de mí —"Macabeo" —me decían.

Finalmente, después de cuatro semanas, un día estábamos besándonos sobre mi cama, ella con los calzones puestos y yo completamente desnudo. Habíamos acordado que siempre uno de los dos debía estar con calzón o calzoncillo puesto si el otro estaba desnudo para que no pasara nada "por accidente" ya que ella no estaba tomando anticonceptivos. Ese día me dijo simplemente —mañana me llega la regla; sácame los calzones.— Yo hice lo que me pedía y sin más preámbulos la penetré con rapidez, no fuera a arrepentirse, sentía el deseo acumulado y que iba a estallar, simplemente no me pude contener y eyaculé dentro de ella, sin que ella alcanzara a llegar a su propio orgasmo. Cuando me estaba saliendo, todo avergonzado, me sonrió y me dijo —házmelo como sabes mejor y déjame limpia. Estaba tan excitado a pesar de mi orgasmo que no me pareció asqueroso y simplemente bajé a su zorra, de la cual empezaba a salir mi semen, y comencé a lamer y tragar. Ella me agarraba la cabeza y decía —sí, así, déjame limpiecita mi amor, —y yo me tragaba todo. No me agradó ni desagradó el sabor ni tampoco que fuera algo que había salido de mi cuerpo, pero era una consistencia viscosa que se me pagaba a la garganta. Ella continuó moviendo impetuosamente sus caderas y se vino en mi cara.

—De ahora en adelante cada vez que te vengas dentro de mí, quiero que me limpies—me dijo después. Me excitó la idea de que volverían a haber ocasiones en que me dejaría metérselo y me gustó el tono en que me lo dijo: no era una petición.

Después empezó a tomar anticonceptivos y tuvimos muchas ocasiones de practicar, tuvimos sexo y ella llegó al orgasmo conmigo adentro, me dio sexo oral, todo lo que un muchacho podría querer. Le dije que se lo quería meter por el culo y me respondió taxativamente—no creo que pase, mejor olvídalo, sólo la lengua—. No le dije nada pero me llamó la atención que lo hubiera hecho con mis amigos y no quisiera conmigo.

Una vez conversando, le pregunté por sus experiencias anteriores y como comparaba yo. Me dijo —tú la chupas mejor que nadie —yo me sentí muy complacido. Y luego continuó—cuando tiramos estás bastante bien, han habido mucho peores, pero no es tan rico tirar contigo en comparación con algunos hombres, como con tus amigos por ejemplo.

—¿Por qué?

—Primero porque no son tú y eso los hace atractivos en sí por lo prohibido y, para entrar en detalles, porque Pedro tiene una cara y un cuerpo súper sexy y es extremadamente seguro de sí mismo, lo que lo hace muy seductor; además tiene plata y la usa para invitarte, te pasea en su auto y te sientes una princesa y eso calienta —me respondió—. Porque Salvador me seduce con sus canciones y además lo tiene muy grande y se siente muy rico dentro de mí, es casi inevitable llegar al orgasmo con su pene dentro estimulando mi punto G, y porque José Miguel es misterioso y atrevido y me hizo lo que quiso sin preguntar.

—A mí me gusta como eres, preocupado, sensible, considerado, me gusta que seas así como mi pareja, incluso te podría imaginar como un buen padre, y no me mal entiendas, pero el amor me gusta mucho pero no me calienta tanto—continuó.

—¿Qué quieres decir?

—Que una mina quiere que un hombre le dé un beso, no que le pregunte si le puede dar un beso, que la agarre de la cintura, la apriete contra sí, le meta la pierna entre sus piernas y no acepte no por respuesta, que la desee tanto que no se pueda contener y la haga suya, que la posea sin contemplación, eso calienta—, me dijo y concluyó—y que te lo metan por el culo sin preguntar.

—O sea, ¿quieres que sea más agresivo? —le pregunté.

—No, quiero que seas tú mismo, yo no te elegí para tratar de cambiarte—me contestó.

—Pero es como si quisieras un violador—le dije.

—Claro, la fantasía del violador es increíble cuando quieres que te violen y cuando te gusta el violador, es estremecedora, se te doblan las piernas como gelatina, te mojas entera y sientes que tus piernas se abren sin tu permiso—afirmó.

—Me siento raro con lo que me estás diciendo, es como si fuera poco hombre para ti.

—No, tú eres mi hombre, lo que estoy tratando de decirte es que a veces me aburro contigo cuando no siento este temblor dentro de mí y me gustaría experimentar con otro hombre... y no pongas cara de sorpresa y disgusto, sé que te calienta la idea—concluyó.

—Entonces ¿quieres terminar?—le pregunté.

—No, quiero estar contigo, amarte, ser tu pareja, te elijo a ti, pero quiero tirar con otros también.

—¿Me estás planteando una relación abierta? —le pregunté.

—No, no quiero una relación abierta, quiero que tú seas fiel y no le andes lamiendo la zorra a ninguna puta por ahí. Sólo a mí.

—No entiendo, quieres que sea abierta pero para un lado solamente.

—Exactamente, quiero que tú seas monógamo y yo no, —me sonrió dulcemente y siguió —acéptalo, te gusta la idea, has tenido el pene parado durante toda esta conversación (te lo he estado mirando) y además somos compatibles intelectualmente pero no tanto sexualmente, yo ando siempre caliente, me masturbo todas las noches antes de dormir, incluso cuando duermes a mi lado, en cambio tu puedes pasar semanas sin tener un orgasmo.

—Déjame pensarlo —le dije, abrumado por lo que me había dicho pero excitado al mismo tiempo.

Y lo pensé mucho. Era verdad todo lo que decía, ella era más sexual y a veces yo me sentía satisfecho sólo con darle sexo oral. Me calentaba que ella fuera así; además no sentía que estuviera en mí obligarla a nada. Lo que me daba miedo era perderla, que esto fuera el fin de la relación, pero estaba en una encrucijada porque me daba cuenta que ella estaba insatisfecha y quizás la perdería igual si no aceptaba sus demandas. También tenía temor a la humillación, a qué iban a decir mis amigos si se enteraban.

Lo pensé varios días, durante los cuales Jenny estuvo distante y yo la echaba de menos más que nunca y me di cuenta de que corría el riesgo de perderla. Finalmente la llamé y le dije que viniera a mi casa porque tenía la respuesta a su propuesta. Cuando llegó le dije sin preámbulos que sí y su rostro se iluminó con una sonrisa y me dijo —sabía que ibas a ser razonable, —luego me abrazó y me contó que su profesor de baile siempre le estaba coqueteando y que iba a ser su primera conquista en esta nueva fase. Sentí inmediatamente una tumefacción en mi sexo y comencé a besarla. Ella se paró del sofá en el que estábamos, se bajó el cierre y los pantalones y me dijo —ya sabes lo que tienes que hacer.

Ese día, más tarde, le dije —Tengo condiciones, sólo te puedes meter con quien yo esté de acuerdo y me tienes que contar todo lo que pase.

—No, no lo creo, no te voy a estar llamando para pedirte permiso, —me dijo y luego —si me calienta un tipo en un bar me lo voy a agarrar y después te cuento y te voy a contar lo que yo quiera, no soy tu reportera ni informante tampoco, puede incluso que nunca sepas.

—Bueno, al menos pongamos algunos límites: sólo con condón y no puedes meterte ni con mis parientes, ni mis compañeros de universidad o de colegio ni mis amigos ni tampoco contarle a tus conquistas acerca de nosotros.

—Amor, me voy a preocupar de pasarlo bien sin que eso signifique hacerte daño, así que no te preocupes, —me aseguró.

Sentí un alivio. No iba a tener que soportar la mirada condescendiente de mis conocidos, de esas miradas de "pobre tipo cornudo y no sabe" o de "pobre tipo pervertido que le gusta que la mina le ponga cuernos".

No tuvo que pasar mucho tiempo antes que Jenny hiciera de las suyas. Un viernes en la tarde tenía clases de danza afro caribeña y me pidió si la podía ir a dejar al estudio del profesor, un moreno cubano, que vivía en su estudio de danza en el centro. Estaba con una malla de danza de lycra muy apretada y sin sostén, el perfil de sus pezones se apreciaba bajo la tela. También estaba maquillada, con los ojos delineados, labios y pestañas pintadas, y sombra en los párpados. Se veía hermosa.

—Hoy pasé muchas horas en el baño, sumergida en la tina, depilándome muy bien, preparándome, por lo que no creo que vaya muy temprano a tu casa hoy, —me dijo muy coqueta—tengo otros planes.

Yo tenía la boca seca y el corazón galopaba en mi pecho y tuve una erección instantánea. Ella se bajó del auto, me comió a besos por la ventana y me dijo —espero te haya gustado traerme a mi cita, no va a ser la última, y si quieres después me puedes lamer enterita.

Me fui a la casa, eran las 6 pm, me tomé una cerveza y conversamos en nuestro living con Salvador.

—Y la Jenny, —me preguntó.

—Anda en sus clases de danza.

—Deberíamos ir a verla, se debe ver rica con un "body" apretado y moviéndose entera. De verdad, tienes suerte, te sacaste un siete con ella, estamos los tres medio celosos de tu relación.

—Gracias, —le dije—me gusta mucho y estoy enamorado, la verdad siempre quise una mina para que fuera una compañera, con la que pudiera conversar y pasarlo bien y tener sexo. Una relación completa.

—Sí, a propósito de eso, te debo confesar que desde mi pieza se escucha todo, cómo suena la cama y los gemidos de la Jenny. Es súper calentón, más de una vez me hice la paja escuchándolos.

Me puse nervioso con esta información.

—¿Cómo que se escucha todo, las conversaciones también?

—No, los ruidos fuertes y los quejidos, gemidos, y gritos de tu mina, no más.

Sentí mucho alivio con eso y secretamente me gustó que escuchara cómo yo era el que hacía gozar a Jenny.

Pasaron las horas y no sabía de ella, nos tomamos varias cervezas y Salvador seguía intrigado que Jenny no llegaba como todos los viernes. Le dije que tenía otros planes y que me había avisado que iba a llegar muy tarde. Al rato me fui a la pieza y me acosté. Había tomado mucho y estaba borracho e inquieto, pensaba que la iba a perder, que su profesor de baile me la iba a quitar. Un negro, musculoso, y que me imaginaba cumplía con el cliché de africano con pene enorme, largo y grueso.

Desperté y escuché una guitarra tocar bossa nova y también la voz dulce y entonada de Salvador. Adormilado escuché las risas de Jenny y volví a dormir.

De repente me desperté, ansioso, y me acordé que había escuchado a Jenny en nuestro departamento. Ya no había guitarra pero si música grabada, otra bossa nova, abrí la puerta y vi a Jenny tirada de estómago en el sofá, sin ropa arriba, su camisa y sostén en el suelo, y Salvador sentado a horcajadas sobre ella, haciéndole un masaje en la espalda. Me quedé en el umbral de la puerta, mirándolos, ya que no me habían visto. Jenny suspiraba en cada exhalación.

Salvador le preguntó —¿Y cómo andan con David?

—Súper bien, me encanta, es una persona íntegra y estoy enamorado de él.

—Y sin embargo, estás medio desnuda conmigo ahora y no con él.

—Lo encontré durmiendo y no lo pude despertar, me aburrí y salí para acá. No busques más rollo. Y no te pueden dar un buen masaje si estás vestida.

—Sí, hablando de eso, me faltan tus piernas, así que sácate los jeans.

Pensé que se iba a negar pero me sorprendió parándose de frente a él, exhibiendo sus pechos con sus infaltables pezones erguidos, y bajándose los pantalones mientras lo miraba sonriendo a los ojos. El la miraba embelesado de arriba a abajo. Mi corazón latía incansable, en esa mezcla de angustia y calentura, pero estaba paralizado y sólo podía mirar.

Traía calzones simples de algodón color lila y se podía ver una mancha de humedad en la entrepierna. Se acostó nuevamente en el sofá y ambos pudimos ver que por detrás su calzón era de tipo "colaless" y que se podía ver todo su trasero.

Salvador comenzó a echarle crema humectante en las piernas desde la pantorrilla hasta los glúteos y luego a darle el masaje. Después de unos momentos se concentró en el interior de sus muslos y le dijo —abre un poco las piernas para que pueda llegar mejor.

Ella abrió obediente las piernas. Él la podía ver casi completamente desnuda, sólo con una breve tira entre los glúteos y eso que con las piernas abiertas no era mucho lo que tapaba. Siguió dándole masaje entre sus piernas y trasero. De repente ella empezó a moverse, inquieta, y le dijo —no, por favor no, no sigas. Piensa en David.

Luego se irguió de su posición y yo alcancé a entrar en mi cuarto y meterme de prisa en la cama y hacerme el dormido. Unos segundos después entró en el cuarto y se deslizó bajo los cobertores.

—Amor, ¿estás dormido?

—Mmmm, ¿qué? —le contesté simulando estar despertando.

—Ponte boca arriba —me dijo.

Se subió sobre mi cara y se corrió el calzón a un lado y presionó su vulva sobre mi boca. Le lamí la zorra y el culo, estaba extremadamente mojada, y se vino en unos segundos. Luego se echó de espaldas en la cama.

Me subí arriba de ella, le corrí el calzón, y le pregunté si tenía algo que contarme mientras entraba en ella.

—El profesor de baile fue un fiasco, estaba su esposa en el estudio, lo que nunca había ocurrido un viernes. Y me miraba muy estricta. Al poco rato ella tuvo que salir y aproveché de coquetearle al profe. Lo miraba a los ojos, le sonreía, le miraba el bulto entre las piernas y me relamía los labios como si fuera un gesto inconsciente.

—¿Y qué pasó después? —le pregunté mientras me movía sobre ella, aguantando mi clímax.

—Cuando todas íbamos al cambiador, me agarró del brazo, y me dijo tengo que hablar contigo. Salí fuera y me llevó a su living, me empezó a besar y tocarme y yo me arrodillé frente a él, le saqué el pene y lo vi. Parece que es verdad el cliché porque lo tiene grande y grueso. No me lo pude meter en la boca, sólo se la lamí. El me metió la mano dentro del "body" y me metió sus dedos gruesos en la vagina. Estaba chorreando como loca. En eso sentimos la puerta y corrí al vestidor antes que entrara la esposa.

—Después cuando salí me pidió que lo esperara en el café abajo de su departamento. Estuve mucho rato hablando por WhatsApp con él, mientras él estaba en el baño. Me decía que apenas su mujer se acostara iba a bajar. Pasé horas en el café esperando. Me pidió una foto sexy y fui al baño del café y me saqué varias. Me contestó que prefería las mujeres depiladas y que si quería acostarme con él me afeitara entera. Estaba súper excitada y no me quería venir, pero finalmente le pregunté si iba a bajar y me dijo que no podía esa noche.

—¿Y qué vas a hacer con él?

—El próximo viernes su mujer está de viaje, así que quiero que me lleves a mi cita y me entregues a otro hombre.

Cuando escuché eso, eyaculé inmediatamente y eso le gatilló otro orgasmo a ella también.

—Límpiame entera —me dijo, y yo bajé entre sus piernas a cumplir con mi deber.

Al día siguiente le pregunte —¿Hay algo más que me quieras contar de ayer?

—¿Cómo qué?

No seguí insistiendo. Si no me contaba sobre Salvador era porque estaba en el terreno prohibido y fuera de los límites que yo le había puesto. Además no había pasado nada. Pero la tensión entre ellos existía.

El viernes siguiente llegó con un bolso como a las 4 pm. Se puso varias mallas de baile y me preguntaba cuál me gustaba más. Escogí la más sexy, muy apretada y que se le metía en el trasero y sin sostén debajo, por supuesto. Luego se desvistió y me pasó una máquina de afeitar y me pidió la rasurara. Yo se lo había pedido una vez pero me dijo que era demasiado trabajo mantenerlo suave y picaba cuando crecía pero ahora por su profesor sí estaba dispuesta y además quería que yo le cortara. "Lo haces sólo para humillarme" pensé, pero no le dije nada porque estaba de nuevo muy estimulado. Le corté con una tijera el vello púbico y luego se lo dejé suave y terso como piel de bebé con la máquina, la afeité por el costado de los labios exteriores y alrededor del ano, donde casi no tenía pelos. Cuando estuvo lista empecé a besarla cerca de su sexo y me empujó y me dijo —quiero que él sea el primero en sentir mi zorra pelada, después te tocará, espérame hoy pero no tomes.

Luego se puso la ropa de baile sin la ropa interior y nos fuimos a su baile y cita. La dejé a las 6 pm, la clase era hasta las 7:30 así que calculé que llegaría como a las 9 pm. No llegó. Como a las 12 pm le mandé un mensaje de texto y me respondió "estoy agotada, te veo mañana". Había estado esperando patéticamente para nada.

Al día siguiente en la noche había junta en nuestra casa. Me tocaba ser el anfitrión de turno y Pedro llegó temprano a ayudarme. Íbamos a jugar póquer los cuatro y también venían Jenny y la actual chica de Pedro que se llamaba Ana María, pero ellas no tenían ganas de jugar, sólo nos iban a acompañar y seguramente conversar entre ellas.

Pedro estaba preparando unos platillos para comer, le encantaba lucirse en la cocina, cuando me preguntó —¿Y cómo andan con la Jennifer?

—Bien, supongo.

—Te pregunto porque encuentro que anda media loquita y flirteando un poco mucho por ahí.

—Sí, lo sé, es algo que hemos conversado y no tengo problemas con ello.

—Qué bueno saberlo, ¿Tienen una relación abierta?

—No exactamente, es más abierta para ella que para mí.

—Había escuchado de eso, las "hot girlfriends", ¿Tú no tienes problemas con eso?

—En realidad no mucho.

—¿Me puedes explicar?, porque en realidad no entiendo nada.

—Me pasan cosas a mí cuando ella coquetea, me da miedo porque siento que la puedo perder pero me gusta al mismo tiempo. Es como ir a una montaña rusa, te da miedo y te bombea el cuerpo de adrenalina y sales cagado de la risa. O como ver una película de terror.

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