La Seduccion Pt. 02

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El apretado abrazo de su túnel me sostuvo en mi lugar y permitió unos momentos para que mi adorada hija se pudiese acostumbrar al grosor de mi invasor. Dejando escapar un largo y lujurioso gemido dije: "¡Puta madre, mijita! ¿Es posible que tu puchita esté aún más apretada de lo que la tenías anoche?"

Mi reacción causó que Fernanda empezara a reírse y esto, en torno, causó que su coñito se apretara aún más causando que mis gemidos se hicieran más recios. Pero a medida que su risa disminuyera y ella empezara a respirar profundo, dijo: "¿Qué estás esperando, papi? ¡Empieza a cogerme ya!"

Comencé retirando mi verga lentamente hasta que solo la cabeza de mi pito estuviera en su vagina, y cuando menos lo esperaba se la volvía a enterrar de forma agresiva causando que mi princesa soltara chillidos de aprobación. Repetimos esta acción varias veces, cada vez incrementando el paso hasta que, finalmente, follábamos sin interrupción. Entre fuertes penetradas, mi hermosa putita jadeó: "Eso es, papi. Cógeme. Cógete a tu linda zorrita. Cógeme como si me amaras. ¡Cógeme como si me odiaras! ¡Me encanta tu larga y gorda verga de papá!"

Mientras más fuerte la penetraba, más me perdía en el momento. Sin darme cuenta, puse mi mano alrededor del cuello de mi hija y comencé a asfixiarla. No fue hasta que la oí decir: "¡Sí, papi! ¡Ahorca a la golfa de tu hija!" que me di cuenta de lo que hacía, pero era más que obvio que le estaba encantando a la muy zorra.

Tan pronto como dijo eso, la puerta de su habitación se abrió de golpe y se estrelló contra la pared. "¿Qué reputas está pasando en esta casa?"

Allí en la puerta estaba mi esposa. De no saberlo, habría pensado que estaba más encabronada que... bueno, una mujer que acaba de descubrir a su marido engañándola con su propia hija. Pero afortunadamente, sabía. La que no parecía haber tenido ni la más mínima idea fue mi hija, cuyo rostro se pintó de puro pánico.

Ninguno de los dos nos movimos; yo, vendiendo la situación, mi hija por el susto de lo que pensó ser su madre furiosa. Andrea se dirigió a nosotros y lo primero que noté fue el sonido familiar de los tacones que llevaba puestos. Este sonido causó una instintiva reacción en mí, causando que mi pene se hinchara y brincara dentro del apretado coño de mi hija. Inmediatamente sentí como Fernanda apretó los músculos de su vagina, indicando que ella sintió la reacción que tuve a mi esposa. ¿Y cómo no tenerla? Andrea llevaba puesta una camisa blanca a botones casi idéntica a la que portaba mi hija, además se puso una minifalda, apretada, tan corta que parecía cinturón. Finalmente, optó por dejar sus piernas suaves y desnudas, y concluyó su atuendo con los reconocidos tacones de aguja que tanto me encantaban.

Fue en ese momento que supe que mi esposa llevaba un buen rato en casa y probablemente ya nos había visto juntos ya que su ropa no coincidía con la de la foto que me mandó por la mañana.

Cuando Andrea llegó al borde de la cama, nos vio fijamente a ambos y me dirigió la palabra: "Gordito, no has respondido a mi pregunta. ¿Qué reputas está pasando en MI casa?

Estaba por responder con un comentario sardónico pero mi hija no se pudo contener, y casi llorando empezó: "Mamá... yo... es que sólo estábamos...", pero mi esposa le puso un dedo a la boca para callarla.

Tratando con toda mi alma contener mi risa, finalmente dije: "¿No es obvio, cariño?" voltié a ver a mi hija y apreté su garganta nuevamente, "¡Me estoy cogiendo a nuestra hija!"

Los ojos de mi hija se agrandaron y su expresión era interrogativa, pero todavía un poco asustada. Mi esposa quitó su dedo de sus labios y yo dejé de obstruir su respiración y comencé a retirar mi pene hasta que solo la punta quedaba dentro de la estrecha panochita de Fernanda. Sin mayor aviso, le enterré la verga completamente a su babeante concha, agarrando a mi hija por sorpresa y haciendola gritar: "¡Su puta madre! ¿¡¿Papito?!?"

Andrea soltó una gran carcajada y de forma exagerada dijo: "¿SIN MI?" Volviéndose hacia nuestra hija, dijo: "Sé que me viste anoche mientras te cogías a MI esposo, tu PADRE. ¿Qué pensaste, niña chiflada, que no haría nada al respecto? ¿Y más cuando intentas arrebatar lo que es mío? Pero no te preocupes, mijita, tu mami solo quería darte un buen susto como venganza." Extendiendo su mano, Andrea encontró el punto donde mi pito y la panocha de Fernanda se unían en búsqueda del inflamado clítoris de nuestra hija y comenzó a frotarlo furiosamente mientras yo continuaba deslizando mi fierro dentro de ella. Estas sensaciones mezcladas de miedo y lujuria hicieron que Fernanda explotara en un orgasmo tan poderoso que convulsionaba con espasmos incontrolables. Y yo, en un acto malvado, continuaba mis penetraciones, no permitiendo un solo momento de descanso para mi pequeña putita.

Estando ahora completamente excitada, mi esposa se levantó la falda y sin pensarlo dos veces, tomó los jugos mezclados de su marido y su hija y se los frotó cachondamente sobre su pubis. "Son... somos unos pervertidos morbosos. Y dedearme frente a ustedes se siente tan rico," dijo mentiras se continuaba mastrubando frente a nosotros. Con los ojos temblando del placer continuó, "¿Pero sabes qué se sentiría mejor, princesa? ¡Tu boca sobre mi puchita, nenita!"

Pero Fernanda no reaccionaba. El orgasmo había sido mucho más fuerte de lo que pensamos y me vi forzado a retirar mi miembro de su vagina para poderla poner en cuatro, como la perra en brama que era. Mi esposa por su parte, se acostó sobre la cama y abrió sus piernas, presentando su también estrecho y depilado monito a nuestra hija. Finalmente se le haría realidad la fantasía que me contó la noche anterior.

Fernanda trató de acomodarse como mejor pudo, su rostro reposando contra el sexo de su madre y baba goteando de sus labios. Tomándola por las mejillas, Andrea la vio fijamente a los ojos, limpiando la baba de su boca dijo: "Mira que puta tan bonita la que tenemos, Gabriel. Una putita tan bonita y bien cogida que ni hablar puede. Ven a mami, princesa y saborea la rica panochita que te dio vida."

Andrea me contó después que Fernanda sonrió a las palabras cachondas de su madre y se empezó a acomodar nuevamente, arrodilladose bien y presentando su lindo culito a su papá. Sin dudarlo tomé mi lugar detrás de la linda perrita y nuevamente penetré la vagina de mi hija.

Al dar el primer empujón, el rostro de Fernanda hizo contacto contra el sexo de su madre y aprovechó dar el primer lenguetazo a la babeante apertura. Andrea echó su cabeza hacia atrás y pegó un grito de placer al sentir como la lengua de su hija hizo contacto con su vagina. Ambas mujeres en mi vida ahora gemían de placer, una al ser penetrada por mi verga y la otra recibiendo placer oral y fue en ese momento que caí en cuenta que los tres ahora éramos uno. Los tres nos acabamos de convertir en la definición de una familia amorosa.

"¡Que buena putita! ¡Que buena putita! ¡Que buena putita!" gemía Andrea. "¡Cómete esta rica conchita, princesa!" Los gemidos y palabras de placer llenaban el inocente cuarto de nuestra hija.

"¡Garrgh! ¡Puta madre! ¡Su puchita está tan apretada como la tuya, corazón!" gritaba yo mientras veía fijamente el espectáculo lésbico frente a mi. Pero también quería sentir a mi esposa y sin irrumpir en nuestra acción, me las arreglé para poder llegar a ella y besarla apasionadamente.

"¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Cógeme! ¡Cógeme papito! ¡Cógeme como la puta que soy frente a tu mujer! ¡Cógeme como la hija de puta que soy frente a mi mami!" Gritaba Fernanda. "¡Me vengo, papi! ¡Me estoy corriendo sobre tu gran vergota! ¡Tu hija puta ya no aguanta!" Las piernas de mi hija dejaron de aguantar su peso mientras continuó comiéndole el coño a su madre y yo seguía penetrándola con mi hinchado fierro.

Entre gemidos y risas Andrea me vió a los ojos y preguntó, "¿Es así como te lo imaginabas, rey? ¿Todas esas veces que me estirabas la cuca y fingimos que yo era Fernanda?"

Incapaz de responder a su pregunta, simplemente dije: "No voy a durar mucho más, mis reinas."

"¡No, señor! ¡Tú no te vienes, aún no!" exclamó Andrea empujándome y causando que no solo saliera de la vagina de mi hija si no cayera sobre mi espalda. Antes de que yo supiera que estaba sucediendo Andrea se enterró mi verga en su conchita y gritó, "¡No te vienes hasta que tu verdadera mujer se de su antojo!"

Sintiendo como mi esposa movía las caderas de arriba a abajo, brincando sobre mi verga, sus manos sobre mi pecho, ella empezó a gemir, "¡ESTA ES LA VERGA QUE MAMÁ NECESITABA! ¡Eso es, bebé, cógeme, papi! ¡A mami le encanta brincar sobre tu vergota de papito! ¡Cógeme como si fuera una puta barata por la que acabas de pagar!"

Llevando mis manos a sus expuestos pechos sentía como los duros pezones de mi mujer trazaban patrones en mis palmas y gemía, "¡Eres una cachonda morbosa, princesa! ¡Eres la puta más buena del mundo!"

"¡Así es, mi gran macho!" gritó Andrea, girando su mirada para ver a Fernanda a los ojos y enseñándole quien manda realmente. Por su parte, nuestra hija estaba recostada contra la cabecera de su cama frotándose la puchita bien cogida y estirada. Volviendo la mirada a mi empezó a decir, "Ahora vente, mi rey. Esta mamacita quiere sentir como tu leche se embarra muy dentro de mi. ¡Lléname de esa leche tan rica que tienes!"

Eso fue todo lo que necesitaba oír y sentí el torrente de esperma que se disparaba por mi verga. Al sentir ese primer disparo de leche, Andrea también explotó en su propio orgasmo provocado por el mio. Tuve las fuerzas suficientes para penetrarla un par de veces más, pero estábamos ambos tan perdidos en nuestro propio placer que Andra cayó como muñeca de trapo a los pies de nuestra hija mientras yo solo podía quedarme allí tratando de recuperar la respiración.

Acomodándose, Andrea se acurrucó a nuestra hija mientras que Fernanda extendió su mano al estirado sexo de su madre y tomó la mezcla de semen y lubricante vaginal que goteaba allí y se lo llevó a sus lábios. "¡Mmmmh! ¡Mi mami y papi son MUY sabrosos!" dijo Fernanda con voz de niña consentida. Esto causó que Andrea soltara una carcajada agotada y abrazó tiernamente a nuestra hija.

Viendo a las dos mujeres más hermosas del mundo abrazadas amorosamente en la cálida luz de la recamara yo también me solté en risa pensando como solo hace unos momentos ambas estaban diciendo las cosas más vulgares que he oído un par de mujeres decir.

Viéndome, ambas dijeron simultáneamente: "Te amamos, papi".

Y fue así que supe que las cosas jamás serían igual.

...¿continuará?

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