El Masajista 7a. Parte

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"¡Aaahhh, Esteban, mi amor!" exclamó Josefa cuando lo sintió dentro de ella.

Sus manos se apoderaron de las nalgas de él mientras sus piernas se cruzaban alrededor de sus caderas y aprisionándolo, buscó una mayor penetración levantando su ingle hacia él tratando de seguir su ritmo. No supo cuánto duraron en esa postura, hasta que sintió que sus muslos se crispaban, lo mismo que sus uñas en la espalda de Esteban y, sofocando un grito, sintió que sus entrañas se vaciaban en un largo clímax que empapando y salpicando de líquido su pubis, mojó la cama. Eso nunca les había ocurrido y Esteban excitado al máximo con esa novedad de sentirla salpicando sus cuerpos con sus líquidos, acabó dentro de Josefa mientras se apoderaba de su boca y le introducía la lengua como si continuara el coito allí. Eso terminó de hacer acabar a Josefa y chilló contenida contra su boca.

Esteban se retiró poco después y se recostó al lado de Josefa, la que rápidamente se abrazó a él, colocando su cabeza en su pecho. El calor y la humedad de sus cuerpos golpeo sus narices con olores a sexo. Pero a Josefa no le importaba. Sólo quería disfrutar plenamente de estos momentos en que realmente sentía que Esteban le pertenecía. Sin embargo, estaba consciente que esta relación un tanto extraña que ambos tenían, no podía contar con que durara eternamente. Esteban tenía 20 años y ella tenía 33 años, lo que inevitablemente convertiría esa diferencia de edad, en una barrera. Él, en la universidad, se enfrentaba diariamente a muchachas de su edad, incluso más jóvenes, como era el caso de la reciente amiga de la que él le había hablado. Y sabía que este fin de semana lo pasaría en la casa de ella, y eso la tenía molesta, celosa, aunque de ninguna manera quería trasmitirle esa aprehensión a él, aunque mucho le doliera; debía dejarlo que hiciera su vida.

En ese momento, presionó sin querer su cuerpo al de él, para sentir su calor y su afecto.

Él la abrazó y levantando su rostro hacia él le dijo: "¿Sabes que te amo Josefa y que siempre te amaré?".

"Lo sé, cariño, y yo también", le contestó ella.

"Y por eso es que quiero que te cuides. No quiero que nadie te haga daño." Y tratando de mostrar entereza agregó: "Ahora esta vez sí debemos ducharnos, por lo que iré primero, ya que Carolina despertará pronto para llevarla al colegio."

"Si, y yo iré a mi habitación" Y dándole un último beso se levantó de la cama y salió del dormitorio de Josefa.

Esta vez le tocó a ella mirar el fornido cuerpo del muchacho mientras se alejaba de su lado, mirando su trasero en donde sus uñas habían dejado clara marca. Suspiró y se dirigió a la ducha.

****

(continuará)

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