Entonces, ¿No Soy Una Vampira?

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—Vamos, Peaches —Bane me llamó desde la puerta. No me había dado cuenta de que me había quedado de pie en la entrada lidiando con mis propios pensamientos hasta que su voz grave me llamó.

Me apresure hasta el interior del edificio, murmurando un "gracias" a Bane mientras este me sujetaba la puerta. Unos minutos después, teníamos la llave de una habitación que resultó ser, de nuevo, una suite excesivamente cara, y ahora me estaba zambullendo entre sábanas suaves y finas y almohadas de plumas de oca. El lujo era muy lujoso.

La realidad me interrumpió de nuevo, recordándome que nada se había resuelto aún. Quiero decir, en Burlington tenía un apartamento, familia, amigos y un trabajo. ¿Qué pasaría con todo eso ahora? ¿Quién pagaría el alquiler? ¿Cuánto tiempo llevaba muerta, a todo esto? ¿Un día? ¿Una semana? ¡Ah! Demasiadas preguntas.

Antes de que se me fuera la olla completamente con todo eso, Bane me llamó desde el otro lado de la habitación —: Peaches, ven aquí.

Otra vez, como a un perro. Solo dame una cola y un par de orejas y ponme a gatas.

—Eso puede arreglarse, habibi.

Siempre igual. No estoy segura de por qué no me había acostumbrado todavía a todo esto de la lectura de mentes, de verdad, ya debería haberlo hecho. Casi veinticuatro horas con el vampiro era tiempo más que suficiente para acostumbrarse a que él cogería de mi cabeza todo lo que quisiera. Apenas dejé de pisotear con los pies y de sacar mi labio inferior cuando entré en la habitación.

—¿Qué quieres? —Le miré con cuidado. Giró su espalda hacia mí, pero dejando una onda de músculo en ella, se hizo a un lado y movió sus brazos hacia la cama.

—¿Quieres respuestas? Yo también.

Miré el surtido de objetos que tenía encima del edredón: una corona de ajos, una estaca de madera, el kit completo. Se me desencajó la cara, giré la cadera y, de repente, puse acento de chica de barrio—: Oh, ¿qué es todo eso?

BBC America: mi orgullo y alegría. Mi madre odiaba cuando lo veía, porque horas después el programa acababa y seguía teniendo acento británico. Decía que sonaba estúpido. Yo creo que sonaba sangrientamente brillante.

Los labios de Bane se torcieron—: Tu madre tenía razón.

—¿Quieres dejar de leerme la mente? —Le grité prácticamente, levantando mis brazos— No solo es algo grosero, sino que también es una invasión de mi intimidad.

Apenas reprimió su risa, con sus ojos marrón oscuro repasando mi figura como si quisiera hacer todo tipo de travesuras.

—¿Preparada para empezar?

Me acerqué a la cama con toda la chulería que pude reunir.

—Nací preparada.

Capítulo 5: Red-Headed Slut

Cogí el espejo y vi mi reflejo. Me giré hacia Bane y vi... ¡su reflejo! Me puse a dar vueltas a su alrededor y le di un empujón en el pecho.

—¿Estás intentando reírte de mí?

Noté su pecho retumbar bajo mis dedos antes de que se doblara y empezara a reírse a carcajada limpia. No pude evitar lo que hice a continuación, pero no estaba avergonzada. Empecé a golpearle en los hombros, agitando mi cabeza salvajemente.

—¡Gilipollas! ¡Burlándote y riéndote de mí!

Por supuesto, el vampiro grande y fuerte ni siquiera sintió mi ataque y, después de unos minutos, mis manos empezaron a dolerme. Mis manos. No sus hombros o su espalda, no. Me hice daño yo.

Bane se dio unas palmadas en las rodillas y se levantó. Se secó las lágrimas que se le escapaban por el rabillo del ojo.

—En serio, habibi, no pensaba que te lo fueses a tragar. Pero eres tan...

—¿Crédula? ¿Ingenua? ¿Estúpida? —añadí sin vacilación, muriéndome por que me diera otra razón para herirme los puños golpeándole.

—Joven. —Bane movió la cabeza tristemente mientras guardaba el espejo, el ajo y todas las demás chorradas propias de vampiros en una bolsa y la lanzaba cerca de la puerta—. No eres tan insensible como mucha gente. Es refrescante poder ver a través de tus ojos.

Casi me ruboricé, pero me contuve con todo mi ser. —¿De verdad puedes ver a través de mis ojos? ¿Es uno de tus talentos de vampiro?

Bane movía la cabeza suavemente y se sentó en el borde de la cama.

—No. Menos de la mitad de lo que sabes sobre vampiros es cierto, Peaches. Digo solo la mitad porque tu generación ha ido mucho más allá para hacer de nosotros algo romántico.

—Oh, entonces, ¿no brillas a la luz del sol?

Sus ojos se oscurecieron y pude ver incluso más color rojo en ellos. —No, ni tampoco nos convertimos en cenizas o explotamos cuando nos da la luz del sol.

Me senté a su lado y me quité las zapatillas que me había comprado Bane en nuestra loca carrera de vuelta a Washington D.C. Los centros comerciales de outlets eran geniales, el mejor invento desde Shazam.

—¿Qué pasa?

Ladeó la cabeza y sonrió. —Nada.

Puse los ojos en blanco tanto que casi se me vuelven hacia atrás, por un segundo pensé que se me habían quedado atascados.

—Estás de coña. O sea, ¿que puedes salir a la luz del sol y no pasa nada?

Se encogió de hombros ligeramente y alargó su brazo para apartar mi pelo de mi hombro. —Sí. Solo que es más fácil alimentarse en la oscuridad. Normalmente la gente no se para mucho a mirar a una pareja que está entrelazada de noche en un callejón.

Le pegué rápidamente en la mano y le apunté con el dedo a sus ojos marrones rojizos—: Ah, ah, ah. ¿No te dije que yo no estaba en el menú?

Entornó los ojos bajando sus párpados y se relamió el labio superior como una serpiente.

—Estaba pensando en comerte de otra manera.

¡Wow! Bane me estaba tirando los tejos, y no un poco, sino a tope, atacando mis sentidos de una forma brutalmente sensual. Di marcha atrás física y mentalmente y acabé cayéndome estrepitosamente de culo de la cama. Me froté la parte de abajo de la espalda y le miré sonrojada.

¿Quería tener un sexo animal puro y duro que haría palidecer hasta a Cat y Bones de Jeaniene Frost? Dios, sí. El triple, el cuádruple y el siguiente número después de ese, ¡sí! Pero, ¿lo tendría? Voy a citar al rapero Drake: "Hell Yeah, Fucking Right"[2]. Solo que... no en ese momento. Había demasiadas cosas todavía en el aire entre nosotros, cosas de las que él había evitado hablar o cosas sobre las que yo había estado demasiado distraída para preguntar.

—Nada de eso, Vampiro —negué con el dedo y utilicé mi voz más fuerte y seria, la que usaba cuando hacía de niñera y los niños se portaban mal.

Bane me lanzó una mirada paciente y me ayudó a levantarme. No volví a sentarme en la cama porque, bueno, prefería no tentar a la suerte. En lugar de eso, me fui al salón, me senté en una silla que parecía costar más de lo que costaban todos los muebles de mi apartamento, incluido el alquiler, y le hice un gesto con la cabeza a Bane para que se sentara en la silla que estaba enfrente de mí.

Bane obedeció un segundo después y se dejó caer en la silla, cubriéndola con su cuerpo como si hubiera sido hecha especialmente para él. Apenas me resistí a poner los ojos en blanco otra vez.

—Hora de las preguntas. ¿Eres un vampiro?

—Obviamente.

—¿De verdad estoy muerta y no como un zombie, mutante o cualquier otro monstruo de los que aparecen por la tele?

Me miró frunciendo el ceño y se reclinó en la silla. —¿No hemos hecho esto ya, habibi?

Lo habíamos hecho, pero me fiaba tanto de sus respuestas como de que un tiburón hambriento no me mordería. Aun así, había visto lo suficiente CSI y Ley y Orden para saber que cuando a un criminal se le hace la misma pregunta durante mucho tiempo, a la larga acaba diciendo la verdad. Cierto, esto no era un interrogatorio y yo no era en absoluto una interrogadora, pero los peces se adaptan a la vida fuera del agua.

—No, se mueren.

Giré bruscamente la cabeza hacia él y vocalicé cada sílaba —: Deja. De. Leerme. La. Mente.

Entornó los ojos y se le abrieron los agujeros de la nariz. —¿Qué quieres saber, Peaches? No te he hecho daño ni he he hecho nada que fuera en contra de tu voluntad, así que, ¿de qué tienes miedo?

De todo. Del cambio. De lo desconocido. La lista seguía y seguía. Una de las razones por las que me gustaban las películas y los programas de televisión era porque sabía, en algún lugar de mi mente, que eran falsas. Al final del día, los actores se iban a casa, besaban a sus bebés, hacían el amor a sus esposas y hacían lo que querían. Mi situación era diferente, súper diferente. No podía hacer click con el mando y cambiar de canal de mi vida, tenía que vivir con esto.

Wow. Esta mierda se había hecho realidad.

Sentí el golpe como un puñetazo real en el estómago. Mi madre, mi familia, mi trabajo... todo se había acabado. Incluso el traidor de Rob era historia. Y ahora estaba con un vampiro que sabía que yo no era una vampira, pero no mucho más.

Me levanté rápidamente de la silla, tambaleándome, a punto de caerme. Lancé una mirada a Bane, que levantó una ceja al verme levantarme tan rápido. —¿Quieres beber algo? —Speedy Gonzales se habría sorprendido de la rapidez de las palabras—. Me muero por algo de beber. Algo fuerte. ¿Whisky? Nunca he bebido whisky, pero he oído que es fuerte. ¿Tú qué quieres? No creo que esta mininevera tenga...

—Supervelocidad —Bane me interrumpió como si yo tuviera que saber a qué coño se refería.

—¿Eh?

Se desplazó desde la silla hasta la mininevera en menos de lo que yo tardaba en exhalar. Tenía dos vasos en una mano, un batallón de botellas pequeñas sobre el mostrador que había encima del frigorífico, y estaba mezclando algo mientras hablaba—: Superoído. Controlar la mente, saber lo que estás pensando en ese momento. Supercicatrización. Habilidad para...

—¿De qué estás hablando? —Caminé hacia él y hacia su pequeña estación de pociones.

—Los poderes de un vampiro. Es lo que te estabas preguntando, ¿no?

Lo cierto es que sí me lo había estado preguntando, pero nunca pensé que él me respondería. ¿No había una especie de código de los vampiros que le prohibía contar los secretos? Estaba a punto de preguntarle cuando se volvió y me dio un vaso con lo que parecía té pero que olía más bien a noche de diversión y malas elecciones.

—Es un Red-Headed Slut[3] —Los labios de Bane se arquearon formando una sonrisa al ver la mirada asesina que le eché—. Creo que te gustará.

Me encantó el cóctel, pero el nombre se lo podía haber ahorrado. Me bebí la mezcla en dos tragos y solté el vaso encima del mostrador dando un golpe. —¿Qué pretendes con esto?

Lo miré de arriba abajo, deteniéndome en sitios en los que no debería hacerlo. Recordé algo muy importante, algo que había olvidado justo en ese momento. Era súper ligera de peso y una borracha sobona y cachonda.

—No te preocupes —me aseguró Bane mientras apuraba otra bebida, la soltaba y me acomodaba en el sofá—, prefiero que mis mujeres estén sobrias y me den su consentimiento.

Resoplé, pero di sorbos a mi bebida en lugar de dar tragos como en realidad quería. —¿Por qué me dirías tus poderes?

Se encogió de hombros mientras nos sentábamos en el modulable de piel blanca e intenté tener cuidado y no derramar mi bebida por todos lados. Esta era una de las razones por las que nunca había sido camarera, no sabía beber. Yo culpaba al hecho de que mis padres no me habían dejado beber hasta que tuve veintiún años. Nunca desarrollé inmunidad.

Pude sentir esa sensación de calor que me invadía cuando la bebida recorría mi cuerpo. Lo que fuera que Bane había preparado era fuerte, o sea, muy fuerte. Eso, o que yo era súper débil. Pensé que era la primera opción teniendo en cuenta el número de minibotellas de licor que había utilizado.

Además, también me estaba sintiendo cansada. Mis pensamientos estaban empezando a volverse confusos en esa bonita neblina antes de que una especie de crepúsculo se pusiera sobre mí y todo me hiciera estar cachonda. La ropa, oh, era muy constrictiva, como una boa constrictor sobre mi cuerpo. Habría sido estupendo deshacerse de ella, tirarla por ahí. Agarré el dobladillo de mi top. Mi bebida se movió en mi otra mano y mi cabeza giró como si estuviera en una atracción de esas que dan vueltas.

—Hora de ir a la cama —anunció Bane mientras me quitaba la bebida de la mano, poniéndola sobre la mesita de café que había al lado del sofá, y tiró de mi top hacia abajo.

Solté una risita nerviosa como si fuera una tímida niña de colegio en una película porno mala. —Oh, bien, me estaba preguntando cuándo iba a ver ese palo de discoteca tuyo —¿Mis palabras sonaron como un balbuceo?

—Mh-hmm —Bane se levantó y me cogió, un brazo bajo mis rodillas y el otro bajo mi cuello. El mundo se ladeó y todo se volvió del revés. Entonces empecé a rebotar. Bom. Bom. Bom.

—Ya sabes —Levanté mi dedo pero no pude ver lo que estaba señalando. Esperaba que fuera a Bane, porque estaba hablándole a él—. Creía que los vampiros serían viejos. Que hablarían con acento de Pensilvania (esa no era la palabra correcta, pero había olvidado la otra) y que llevarían capas y esas cosas. Pero tú eres negro. ¿Eso es racista? ¿Soy racista?

Todo mi lado izquierdo se estremeció y eso me asustó hasta que me di cuenta de que Bane se estaba riendo entre dientes. Entonces estaba en libre flotación, cayendo, era un pájaro estrellándose contra un suave colchón. Me froté contra el edredón, muriéndome por sentirlo contra mi piel desnuda otra vez.

—No, eso no te convierte en racista —dijo Bane mientras empujaba el edredón y la sábana—, solo estás equivocada. Soy egipcio.

Rodé por la cama hasta que mi pie rozó el torso de Bane. Intenté enfocarme en su forma, pero estaba borroso. Cerré los ojos y dejé que fuera mi pie el que viera por mí. Estoy bastante segura de que mis ojos se habrían salido de sus órbitas con la cosa tan dura que había bajo mi pie, entre las piernas de Bane. Puede que fuera egipcio, pero su tranca era definitivamente la de un negro.

—Eso son estereotipos —Sentí el aliento caliente de Bane erizar mi pelo antes de cogerme otra vez y lanzarme contra las almohadas que había en el cabecero de la cama. La sábana y el edredón estaban echados sobre mi cuerpo y doblados alrededor de mi cabeza—. Pero creo que una mejor descripción sería larga, delgada y dura.

Mis bragas se hicieron agua. Lo juro. Apostaría todo su dinero azul del Monopoly a que había tenido un orgasmo al oírle describir su pene. Fan-jodidamente-tástico.

Alargué el brazo hasta él, desesperada, cachonda y demasiado borracha ahora. Ni siquiera podía formular una frase. —¿Polla?

Se echó hacia atrás y una repentina oscuridad invadió la habitación.

—Buenas noches, chica misteriosa.

Me sumergí más profundamente en la cama, una inesperada ola de cansancio me golpeó desde el lado izquierdo.

—Querrás decir Chucho de cabeza roja —Ni siquiera sabía si esas palabras eran mías. Todo me sonaba a desastre confuso, medio murmurado entre las almohadas bajo mi cabeza.

Pero por lo visto Bane lo había escuchado, porque fue riéndose a carcajadas todo el camino de vuelta a su habitación.

Capítulo 6: L.P.A.

Me desperté avergonzada con resaca. Era horrible. Pero aún era mejor que la última vez que me había despertado, así que al menos era algo. Fui dando traspiés hasta el baño, tirando mi ropa por el camino. Me golpeé el dedo gordo del pie con la mesilla de noche y me di un golpe en la cadera con el quicio de la puerta. Durante el tiempo que estuve en la ducha con el agua cayendo sobre mí, estaba segura de que iba a resbalar y caerme.

Tuve un recuerdo medio borroso, medio claro, cristalino sobre lo que había pasado la noche anterior. Afortunadamente, había mantenido una parte de mi mérito si la ropa era algún indicio. Pude vagamente recordar a Bane dándome una bebida, hablándome sobre sus poderes de vampiro, sintiendo algo grande bajo mi pie y, después, oscuridad.

—Ugh —Mi cabeza me dolía tanto que parecía que me iba a explotar y sentía mi cuerpo cansado y flojo. Estaba sintiendo todo el peso de mi talla 44 (bueno, vale, 46), y era horrible. Tenía restos de comida en los dientes, mi pelo era como un enorme desastre de hormigas rojas y mi piel estaba áspera. Me prometí a mí misma, por la que era ya la centésima vez, que no volvería a beber nunca más. O, al menos, solo cerveza y vino, pero en ocasiones especiales, por supuesto.

Mis intentos por prepararme no fueron los mejores del todo, pero no me importó. Salí de mi habitación y vi a Bane con un vaso de lo que parecía vino tinto y un montón de platos tapados delante de él. El tío, sin embargo, iba vestido como el tipo de hombre que estaría sentado en una suite de hotel de cinco estrellas bebiendo vino a cualquiera que fuera la hora que fuese en ese momento de la mañana.

Llevaba unos vaqueros oscuros, rasgados y descoloridos y una camiseta vieja de los Guns N' Roses. Sinceramente, no se parecía en nada a un vampiro. Sobre todo con esos finos rizos negros, la piel oscura y esos dientes veteranamente blancos. Me recordaba en cierto modo a rockero buenorro.

—He pedido comida —Bane hizo un gesto hacia los platos que estaban tapados y sonrió—. No estaba seguro de lo que querías, así que he hecho que traigan un surtido variado.

El pan le vino muy bien a mi estómago, así que estaba segura de que el bacon, los huevos y la tostada francesa también me sentarían bien. Me irritaba lo de no ser vampira. Por lo que Bane había dicho sobre los vampiros la noche anterior, y por lo que yo podía recordar, parecía algo guay.

—¿Café? —me preguntó Bane educadamente mientras yo retiraba una silla y me desplomaba sobre ella.

Restregué una mano sobre mi cara y asentí con la cabeza de la forma más enérgica que pude sin añadir mi dolor de cabeza.

—Dios, sí.

—¿Leche y azúcar?

Moví la cabeza y alargué mi mano para coger la taza—: Solo y negro.

Un nítido recuerdo de la noche anterior se me vino a la cabeza y me hizo derramar el café: "Pero tú eres negro. ¿Eso es racista? ¿Soy racista?". Gimoteé por dentro mientras recordaba las palabras que había pronunciado esa noche y, después, otro recuerdo del aliento cálido de Bane en mi pelo y palabras ardientes en mi oído. No importa cuánto traté de suprimirlo, me ruboricé desde la raíz de mi pelo hasta la punta de los dedos de mis pies.

Afortunadamente, Bane no dijo nada ni me soltó lo que había pasado la noche anterior en la cara. Me aclaré la garganta y cambié de tema.

—¿Qué tenemos hoy en la agenda?

Se encogió de hombros y se terminó el vino mientras destapaba los platos de comida y empezaba a comer.

—Esta noche tenemos una fiesta.

—¡Un baile de vampiros! —estallé y casi me atraganto con el mordisco de un gofre. Agarré mi café y me quemé la legua tratando de tragar. Bane me dio un vaso de agua que no había visto y bebí hasta que el gofre pasó por mi garganta y pude volver a respirar.

Me di cuenta de que un segundo después estaba de verdad respirando. Joder. Otra pieza del puzzle de "no eres una vampira".

—He dicho fiesta, no baile.

Reboté de arriba abajo en mi asiento mientras imágenes de diferentes fiestas de vampiros de la televisión se me venían a la mente.

—Sí, pero todo el mundo sabe que las fiestas de vampiros son más bien como galas y bailes.

Me lanzó una mirada divertida y me di cuenta de que había incluso más rojo en sus ojos que antes. Ver ese rojo no me dejó una sensación cálida y difusa. No era que me mirara en ese momento como si yo fuera chocolate, pero si lo que él había dicho sobre sus ojos era cierto, pronto me miraría como si yo fuera una fuente gigante de chocolate en un postre caliente.

Bane se levantó y movió su cabeza con arrepentimiento.

—No sé a quién te refieres con "todo el mundo", pero creo que tienes una percepción distorsionada sobre mi raza —Vino rodeando la mesa y me pellizcó la mejilla, forzándome a tragarme el beicon que estaba masticando— No somos tan refinados como piensas. Nunca olvides, habibi, que bajo esta fachada, todavía soy un monstruo.

Lo miré a los ojos y supe que en realidad no estaba tratando de asustarme, sino darme una advertencia razonable. Recordé que había conocido a Bane hacía solo un poco más de veinticuatro horas: dos noches, dos mañanas y un día. Eso era todo.

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